Mayo 31, 2004

Un día en la playa.

Ella era un mar de dudas, que yo suponía resolvería de forma racional.

Nunca había entendido por qué la gente aguanta en una relación que hace aguas. Un profesor de psicología social nos explicó que le damos más valor a lo que más cuesta. No entendí la lógica cuando lo explicó. Supongo que tiene que ver, que cuanto más esfuerzo ponemos en una relación, más nos aferramos a ella para justificar el esfuerzo. Y que los momentos buenos, por puro contraste en una relación difícil los valoramos más. Pero, ¿qué nos lleva a hacer esos esfuerzos y no abandonar? En mi caso pensaba que ella sería racional en su decisión final. Llegué a pensar que lo mejor era incluso que dejáramos la relación, y darle tiempo a aclararse. Incluso, cuando pensé que no tenía sentido estar con alguien que se debatía entre otro y yo, me detuvo la idea de que eso le iba a hacer mucho daño.

A. me contó una noche de confidencias en la cocina de su casa, lo que había pensado y sentido al volver con unos amigos al mismo lugar donde había ido al principio de verano con su familia y Bz.
-¡Diossssssss! ¡Cuánto la eché de menos! Cada vez que fui a un sitio en el que estuve con ella lo pasé fatal. Es que la eché taaaaaaaaaaanto de menos. Un dolor, un sufrimiento... Es que terminé harto del dolor, cansado. .-Vino a decir, sólo que las palabras en su boca sonaron mucho más enfáticas que estas. Insistió mucho en eso del "dolooooooooooor". Además le había escrito una carta que había concluido con las palabras "te quiero".
-"¿Tú crees que las malinterpretará?"-me preguntó.

Además aquella noche me contó su idea del enamoramiento. Sólo se me ocurrió una palabra para describirla: Enfermiza.

Me contó además la intensidad con lal que se había quedado colgado en sus tiempos del instituto por un par de chicas. Que no dejaba de parecerse a lo que le estaba pasando con Bz.
-"Afortunadamente,"-dijo-"eso forma de enamorarme de una chica ya la superé".

Al poco tiempo fuimos a la playa Bz., A., un amigo de él con su pareja y yo. A. cogió prestada la furgoneta VW de sus padres y le pidió a Bz. que fuera delante con él, poorque en sus propias palabras estaba de "bajona" y necesitaba "cariño". Todo lo que hizo y dijo aquel día lo vi bajo una nueva luz que hizo que todo me pareciera repulsivo.

Tumbado cogiendo sol, Bz. apoyó su cabeza en mi pecho y yo le rodeé su cuello con mi brazo, reposándolo en el suyo. Estaba acariciando el brazo de ella cuando sentí un brazo peludo rozándose con el mío a la búsqueda de la piel de Bz. ¿Qué hice? Nada.

En el agua hubo un momento en que él tuvo por diversión lanzarse sobre ella y hundirla varias veces. Para mí no era más que una forma burda de meterle mano por todas partes. Ella reclamó mi ayuda y yo simplemente le dije "Creo eres bastante capaz de defenderte tú sola". No sé si llegó a entender qué quería decir.

A la vuelta de la playa paramos en la terraza de un bar. Y A. se sentó estratégicamente en medio de Bz. y yo. Se pasó todo el rato toqueteándola. Su amigo hablaba de invitarlo a él a Madrid y decía "bueno, os podéis venir los dos". Y entonces la miraba a ella, y de reojo a mí. Como si no terminara de tener claro, si Bz. y A. eran pareja, y qué coño pintaba yo en todo aquello. Al fin y al cabo A. se comportaba como si ella fuera su novia, y yo un amigo de los dos.

Dos días después llamé a Bz. No estaba en casa. Y no obtuve respuesta. Supe qué significaba. Pero aún así, yo esperaba hablar con ella. Me sentía en la posición de exigirle una explicación sobre qué coño había pasado el día en la playa. Cuando por fin hablamos, me dijo que aquel día todo le había parecido muy normal, que A. no había hecho nada raro ni malo. Me quedé en silencio. Más tarde, le diría a un amigo aquella frase de Pérez-Reverte con la que remataba un artículo sobre nuestra Guerra Civil: "Y no me vengan con Hemingway. Yo pasé 20 años de mi vida yendo a guerras que no eran la mía. Sé de que iba Hemingway, y me cago en él y la puta madre que lo parió".

La respuesta de Bz. me llevaba a tomar una decisión. Y no la tomé. Me quedé pensando. En mi cabeza saltó enseguida la idea de que esperaría a algo más, para entonces tomarla definitivamente. Una prórroga cobarde. Algo dije. No sé muy bien qué. Pero ella contestó "Bueno, da igual. Ya no importa".

Acababa de dejarme. Por teléfono. Segundos después de que yo hubiera tenido
en la punta de la lengua las palabras para decirle que hasta allí había llegado
yo. Una cuestión de matices. Una cuestión de segundos. Y aún así el mundo se derrumbó bajo mis pies.

Escrito por Lobo a las Mayo 31, 2004 08:59 PM
Comentarios

Bueno. lo he leido todo de un tirón. pero, vamos a ver, como te dejas jalear por semejante tía? hombre, ya con la edad k tenías para entonces podrías haberla mandado a tomar viento fresco. hombreeeeeeeee, con la de tías k hay.buuuuuuuuf.menos mal k soy tía para no aguantar a otra...

Escrito por yolanda a las Mayo 31, 2004 10:25 PM

bueno, el comentario serio lo pongo en el ultimo blog.

Escrito por yolanda a las Junio 1, 2004 06:51 PM

oye cariño, que hay tias a las que les gusta aguantarse entre si... se llaman lesbianas

Escrito por mii a las Junio 1, 2004 10:42 PM
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