Septiembre 26, 2007

Realidad social y autoconstrucción

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Por: Newton

En las lecturas precedentes, arquitectos y urbanistas se pasean con gran soltura a través de ciertos hechos y situaciones históricas (económica y socialmente) que han marcado (y siguen marcando) la manera como la política y su aplicación (a veces justificada, en la mayoría de los casos no sucede así) ha afectado el curso de los países europeos y latinoamericanos dentro del juego de poder por el control absoluto, establecido en su momento entre EUA y la Rusia comunista (la llamada “guerra fría”)
Cada uno de estos bloques político-económicos tuvieron y tienen una manera de guiar e imponer una serie de “leyes” (heredadas de la religión) sobre el destino futuro de la población, a la cual había que controlar y explotar para un “justo” aumento de la producción económica, que terminaba en los bolsillos de las elites y empezaba con la miseria (no solo física) del trabajador-obrero. El clásico cuento “prehistórico” del hombre y su circunstancia...
Todo este “relato histórico” llega hasta nuestros días después de una larga “maduración” de nuestra supuesta modernidad traducida como el uso (y desuso) de la ciencia y tecnología a través de una legislación en forma de política universal (globalización para unos, la “ley” del que asuma el control de esta globalización, para otros)
En esta parte, la arquitectura establece un antes y un después a través de una figura simbólica: el rebelde, a lo que se llama un grupo privilegiado y al mismo tiempo marginal. Esta imagen como constructo, quiebra el poder de los gobiernos, cuestionando una supuesta credibilidad y prestigio, desde una base económica-social entendida como clase media. Esta “revolución erótica-cultural” tiene, y debe verse también, como una figura abstracta-ambigua porque muchos de los que ejercieron esta critica habían heredado una cierta “comodidad intelectual” (por ser un grupo privilegiado), y ya sabemos lo fácil que es criticar desde un mullido sillón, aunque ese sillón sea el de un “viejo solitario” o el de una “tribu juvenil”.
Esta disidencia con la cara llena de acne, tuvo (no exclusivamente) dos vertientes-raíz: la socialista con el resultado conocido de un sistema utópico y represor en contraposición con la postura desconocida democrática, vacía y materialista. Estas dos posiciones fueron asumidas por la “tribu joven” con muchísima libertad pero sin ningún objetivo especifico. Ellos no crearon nuevas ideas intelectuales (las cuales provenían de los filósofos, poetas y novelistas de la primera mitad del siglo XX), simplemente se dedicaron a romper el orden de las ideas moralistas heredadas de la religión católica.
Después de la marcha triunfal de la “libertad” recién adquirida, esta se diluyo en sexo y ácido lisérgico, para dar paso una realidad que siempre ha acompañado al Hombre: el fantasma de la guerra (ideológica y/o física) y su configuración en forma de ciudad.
En este punto, el terrorismo encarnado bajo la figura de las bandas disidentes, implemento una “nueva” forma de oponerse al Estado sin llegar a la destrucción total (1ª y 2a guerras mundiales) y lo lograron basándose en el hecho de que una bomba en un tren, una decapitación televisada o una simple amenaza de un virus informático, hacen mas daño que arrasar las ciudades con NAPALM o armas atómicas (recuérdese Japón en la 2ª guerra mundial y compárese con su desarrollo hoy en día). Paradójico ¿no?...
Ante todo este panorama, el ciudadano común cede todos sus derechos a un Estado protector que le garantice seguridad y paz, convirtiéndose en un súbdito estatal y sometiéndose a un sistema que los hace más pusilánimes ante la amenaza de muerte e indiferentes al sufrimiento de sus mismos Hombres
Esa “disminución en la tensión vital” origina configuraciones desiguales dentro del entorno físico de la ciudad, lo que nos lleva a comportarnos como autómatas que solo siguen las indicaciones programadas por un sistema fuerte que dice como y cuando hacer las cosas (la idea del tolerancia es una de ellas), “materialismo abstracto” (divertido y fugaz) de una “revolución cultural” que no es cultura porque es vacía , y que tampoco es revolución porque se convirtió en un simple “acto hormonal de rebeldía”
Definitivamente, no hay un cuestionamiento profundo, ya que con la idea de que debemos ser tolerantes, tenemos que sufrir los desmanes de los mas poderosos sin protestar y, de paso, tener que esperar (con la suficiente paciencia) que a ellos les de la gana de tomar acciones represivas (siempre se muestran indecisos e imprecisos) contra esas “bandas terroristas” que atacan, precisamente, a los mismos ciudadanos que conforman el fulano Estado. El ciudadano es el pez mas pequeño y el mas suculento...
Ante esta incapacidad estatal, el único ser aislado es el hombre común (me parece que es un mito eso de que mientras mas se radicaliza un bando terrorista, mas se aísla) porque lo único que le interesa al Estado (cualquiera que sea) es seguir en su “proyecto” de mantenerse en el poder por mas tiempo posible, sin establecer ningún compromiso con la población y con un mínimo de esfuerzo (recursos), donde no importa si hay minorías con aspiraciones contradictorias. Por supuesto, en este contexto tener una posición critica como persona es ser excluido automáticamente por el Estado: esta legitimado por la ley pero “igualito vas preso”...
Sinceramente, no se si a medida que las bandas terroristas se radicalizan, los gobiernos se hacen menos “socialistas” y mas “democráticos”. Las pasiones políticas y religiosas son eso: pasiones, y por lo tanto, impredecibles...
Estas “bandas de desadaptados” siempre buscaran la manera de competir ellos también con el Estado por el control del poder absoluto sobre las personas (o están conmigo o están contra mi), sin ideas acerca del futuro (no se les pide que sean “nuevas”), ni siquiera planes para el presente contingente (aunque se construyan en el futuro), solamente hay facilismo y complacencia.
Es aquí donde la lucha por la “supervivencia diaria” del hombre común lo lleva a registrar la basura en busca de algo que comer o al Estado expropiar terrenos privados para dárselo a los “mas necesitados”, haciendo uso de su poder para hacerle ver a todos quien manda...
No existe revolución, pues ya nadie tiene la fuerza (moral y /o física) para oponerse, solo existe una “revuelta popular” donde lo único que vale es la espontaneidad callejera. “el que pega primero, pega dos veces”. A veces suele ser así de tragi-cómico...
No hay políticas, ni leyes practicables. No hay ningún arte o ciencia que pueda admirarse y desarrollarse. Ni socialismo, ni democracia y mucho menos anarquía porque ella misma no puede negarse al establecerse como política...
Entonces, parece ser que la invención de un “abstracto” como la política, nos ha llevado a imaginar unos “constructos” en forma de leyes que nadie cumple. Es un paisaje desolador y apocalíptico...
¿Materialismo social o Socialismo material?
¿A quien le importa?

Bibliografía de soporte

- “Alquiler y propiedades barrios de Caracas”. Oscar Olinto Camacho. 1990. FAU. Centros de Estudios Urbanos

- “América latina: Marginalidad y subdesarrollo”. Carlos Acedo Mendoza. Fondo Editorial común

- “Densificación y vivienda en los barrios caraqueños”. Teolinda Bolívar. 1993. FAU. Sector de Estudios Urbanos

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Desafuero Estético. De la arquitectura informal a la gráfica contemplativa.

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Por: Manuel de sousa

Desde la peligrosa perspectiva “objetiva” del entramado visual de nuestro entorno social y humano, se desprende un tejido normativo que regula una oferta estética poco convencional. Una urbanidad signada por el despotismo no tarda en reflejar semejante padecimiento de innumerables maneras; hemos sido testigos de la construcción arbitraria de un universo urbano sui generis, que lejos del imperio de leyes cosmogónicas, ha creado de manera desafiante un lenguaje propio, una retórica gráfica y arquitectónica que se erige como insignia del caos urbanístico de una modernidad agonizante.
Deben ser pocas las capitales que no gozan del SER cosmopolita. Esa cadencia multicultural que infecta al fantasma conservador, lo interviene, lo modifica y lo convierte en simple actor de reparto histórico que se refugia en una digna decadencia. Una sociedad que se basa en el principio de la unidad de la diversidad, suele ser el sostén de infinidad de imágenes, que en conjunto, forman un mestizaje iconográfico complejo, un chinchín que sacia el apetito vivencial de cada individuo donde arquitectos y diseñadores en general-- fundamentados en estrictos procesos de creación-- hacen su contribución para la formación de identidades y valores culturales, edificándose así una matriz ideo-estética con un sello local de dimensiones holisticos-neurales…
Es cierto que la personalidad de una ciudad es, en gran parte, producto de sus habitantes, de su interacción tribal, de sus patrones de consumo y de su componente arquitectónico formal o informal, sin embargo, detrás de todo esto existe otro factor determinante de la singularidad personal de cada ciudad: Una energía disfrazada de costumbres, hábitos, tradiciones, modos, mañas, apatías y desganas que invisiblemente cultivan necesidades y crean cultura. Es aquí donde el diseño y la creación se pronuncian, se expresan y se convierten en protagonistas de la realidad citadina (nominal o situacional)
Cada vez nos vemos mas inmersos en la necesidad de encontrar satisfacciones sensitivas de todo tipo, nuestros sentidos son vulnerables a cuan gracioso es lo que percibimos, dependemos emocionalmente de satisfacciones estéticas; de modo que el diseño y la forma crean categorías emocionales variables, en este sentido, arquitectos y diseñadores sugieren graficas, formas y volúmenes que estimulan nuestra voluntad perceptiva haciéndonos sensibles a sus especulaciones abstractas y a su imaginación, originando en cada individuo una percepción personal traducida en gustos y preferencias que crean hábitos y mercado.(siempre con compradores incautos)
Es sobretodo, de manera innegable, que en las ciudades del mundo desarrollado existan tan monstruosa oferta cultural en materia de diseño; mientras exista una mayor cantidad de habitantes con las necesidades básicas copadas, es decir, con disponibilidad de nutrirse de insumos poco convencionales. Infinitamente, habrá una mayor propensión a sensibilizarse por objetos, graficas, formas y volúmenes alternativos subordinados en un patrón generalizado de sensibilidades individuales traducido en una cultura de diseño. Por otro lado, en poblaciones con altos niveles de pobreza, con estructuras heterogéneas, es más difícil crear conciencias sensibles a modos alternativos de vida en tanto predominen individuos y sociedades cuadriculadas, borregos polímeros que terminan siendo una suerte de interpretes distorsionadores de culturas negociables a escala global.
Ahora bien, ¿Cuál es el papel del diseño en la sociedad? ¿Es sólo un arte virtualmente regulado aplicado a las necesidades humanas? ¿Puede llegar a ser el diseño un arte meramente contemplativo? La labor social del diseño comienza por responder a las demandas de una sociedad cada vez mas abierta al protagonismo artístico, como dijo Thierry De Dave: “El post-modernismo no se materializará hasta que el arte se conciba como parte de la industria del entretenimiento”. Siendo así, la relación entre el diseño y la sociedad tiende a ser cada vez más estrecha, aunque sea comestiblemente…
Particularmente, las diferentes ramas que conforman el arte de diseñar varían en cuanto al carácter funcional, estético y contemplativo. No obstante, el peso contributivo de cada una de estas vertientes al espectro cultural va más allá del plano esencial. Lógicamente, se trata de afectar la percepción del sujeto, de erigir una conciencia crítica dentro de la población, de encontrar individuos con criterio; no se trata de buen o mal gusto, por el contrario, se trata de crear gustos y preferencias ,es decir, alternativas de consumo visual y funcional. En suma, una catarsis generalizada creada por creadores, quienes son los encargados de fabricar tendencias, de conducir las inclinaciones individuales para obtener una propensión legítima a las derivaciones de procesos creativos.
Para que exista una verdadera cultura de diseño es necesario el diseño de la misma, en otras palabras, hay que diseñar una cultura del intelecto. Es imperativo cuestionar las definiciones peyorativas hacia creaciones lejanas al paradigma estético imperante, los populosos ranchos pueden quedar desplazados por la noción de arquitectura informal, la gráfica aplicada puede llegar a ser puramente contemplativa… Llegó la hora del diseño cultural y los buhoneros ecológicos…
Esa singularidad excepcional de las capitales latinoamericanas cuenta con excepciones dentro de las excepciones, Caracas es una de ellas. Erigida en un valle rodeado de colinas y montañas, es la conjugación del pasado colonial y el petro-caudillismo moderno. Cuenta con una heterogeneidad arquitectónica única, desde las genialidades de Carlos Raúl Villanueva, pasando por el estilo “Ad-eco” del nuevo riquísimo de la zona este y sureste, hasta el vasto cubrimiento de la arquitectura informal; todo esto bajo el mismo cielo tropical. En las calles se vive una experiencia propia, todo un viaje a través de una exposición permanente de imágenes que son las balas de una metralla gráfica indetenible; vayas publicitarias legales e ilegales, graffitis (artísticos, políticos y sentimentales), carteles (Discplays Carteluos, Ficción Boxística etc.), pancartas (Campaña Política, Eventos, Promociones), avisos luminosos (Multinacionales Varias, Auto Repuestos, Farmaloquesea, y un amplísimo etcétera). Así se expresa la cultura-global-gráfica Caraqueña, sin tecnologías, sin resentimientos por el mundo…
Sin embargo, este bagaje gráfico no es mas que una respuesta a necesidades humanas contemporáneas, un purgante creativo generacional que representa el protagonismo creciente del diseño en el ámbito socio-cultural, protagonismo que ya no es sólo de un arte aplicado, sino que se va materializando cuando la gráfica se convierte en algo para colgar en la pared, en algo que esta a la mano como un bit, como una señal del nuevo amanecer…
Si Dios fuese omnipresente seria Internet…

Escrito por Parafrenia a las 08:03 PM | Comentarios (0) | TrackBack

Septiembre 11, 2007

Suerte

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Ilustracion: Javier Gonzalez
Escrito por: Manuel de Sousa (granolo75@yahoo.com)

Había varias razones para detener la lectura. El texto comenzó divertido, pero al cabo de cien páginas, se hizo repetitivamente recursivo, la chica americana ya se hacía latosa con sus cartas a su amiga de Pensilvania, en donde sólo hablaba de las ocurrencias de su nuevo novio andaluz semi-gitano, algo con lo que estoy familiarizado por razones post-coloniales.
Otra razón, el calor del verano mediterráneo exige una hidratación no sólo fisiológica sino superficial, ir a la playa y no bañarse es como ir a la biblioteca y no leer. Ahí radicaba el problema que me llevó a una tercera razón para dejar de lado el texto. ¿Cómo bañarme en la playa sin dejar mi mochila descuidada y vulnerable al raterismo magrebí?
La respuesta a esta pregunta coincidía enteramente con la cuarta y más inquietante razón para olvidarme de necedades antropológicas, alimento exótico–lingüístico para la tesis de grado de la estudiante yanqui que protagonizaba el libro: A unos seis metros de mi, una bolsa de Zara, unos lentes de sol gigantes clavados en la arena, una revista Vogue, una botella de agua mineral y una pequeña toallita, sobre la cual, dormía la figura que me hizo despreciar la lectura y eliminar la literatura de mi vida hasta nuevo aviso.
El sol era riguroso con su piel, había lugares mas rosados que otros en sus piernas y espalda, sería irreversible el ardor nocturno, aun así, parecía estar dormida indiferente a los rayos ultravioleta.
¿Seré capaz de medir su simpatía con una pregunta idiota pero concreta? Creo que si es de habla inglesa me será mas fácil romper el hielo, la practicidad anglosajona descuenta vergüenza y pudor en mi.
Si habla español me dará más calor, la lengua de Cervantes es más cálida, compleja y literal. He de tener cuidado de sonar muy sopesado y pedir el favor directamente, desarrollar una conversación en la que termine sabiendo su nombre sería demasiado triunfar, algo a lo que no estoy acostumbrado en un lugar tan caluroso y con tanta gente semi-desnuda.
Los noticieros repiten cada día la importancia de mantenerse hidratado y beber suficiente líquido, atendí a la precaución, bebí litro y medio de agua casi de un solo golpe. Las ganas de orinar, debo confesar, tuvieron gran peso a la hora de tomar mi decisión final.
-- ¿Hablas español?—Pregunte tímido, por que en el fondo así fue. De igual manera, acercarme directamente a su espacio fue más audaz que hablarle, sentí que ya había ganado la batalla a la desconfianza.
Sí, fue su respuesta. No tan simpática como para ganar más confianza, pero gentil y racional, sabía lo que significaba la soledad en aquel balneario mediterráneo, creo que adivinó mi intención y me comprendió.
--¿Puedo dejarte mi mochila para bañarme un rato?— No había vuelta atrás, pude incluso intentar detallar su piel por milésimas de segundo, no había bronceado, no hacía falta, solo regiones rosáceas que obligarían a enternecerse a quien tuviera el poder glorioso de tocarla.
--Si claro— Asintió afirmativamente, nuevamente simpática, pero para mi tristeza triunfal, desinteresada.
Me di un baño súbito, sin dejar de pensar en que pudiera estar tardando mucho y en buscar la manera de no llegar de nuevo a su feudo arenoso, decir gracias como un idiota y largarme.
El baño me refrescó sin duda, pero en el trayecto desde la orilla hasta ella, me dio calor otra vez. Otro momento en el cual no sé en que medida soy un tipo con suerte, conseguí mis objetivos: bañarme en el mar, refrescarme, orinar y recuperar mi mochila. Todo salió bien.
Mojado y fresco me había acercado a ella, hablaba plácidamente por su teléfono móvil. Apenas intentó intentar sonreír cuando le di las gracias y tome mis cosas. Me sequé bajo el sol sin dejar de mirarla, la llamada alteró su estancia en la arena. Se puso un vestidito recién comprado que delineaba si figura, removió la etiqueta y se colocó una larga cadenita dorada alrededor de su cuello.
Los grandes anteojos de sol cubrieron sus mejillas sonrosadas por el rigor de la temperatura, tomó su bolso y depositó la botella de agua vacía en la bolsa de Zara. Se marchó caminando relajada y descalza. Iba a verse con alguien con toda seguridad. Esa tarde, mi suerte llegó hasta allí.

Escrito por Parafrenia a las 05:59 PM | Comentarios (0) | TrackBack

Porterías: Una mirada al chisme vecinal.

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Escrito por: Manuel de Sousa (granolo75@yahoo.com)

Me dirigía a casa de una amiga. Como cualquier persona normal, me detuve en el portal a tocar el intercomunicador. Para mi extrañada impresión, sentí la mirada pesada de una mujer fea, divorciada por regla laboral, curiosa hasta la tumba de su bisabuela e indiscreta.
Era la encargada de la portería. Su trabajo: saber quien viene, quien se va, quien fue, quien era, quien dijo, quien estuvo, quien sabe, quien llegó, quien se mudó, quien es, quien era, quien soy.
Un signo de decadencia laboral, oportunidades para mujeres desdichadas, hambrientas de darle sentido a sus vidas, a costa de la intimidad de otros. Su indiscreción remueve los tuétanos del más taciturno individuo. Una cuestión de seguridad quizá, un barrio semi-burgués, el terror de las noticias, amas de casa ociosas, principios de una jubilación aburrida y reposo médico.
La mujer miraba y remiraba, incluso hacía comentarios a un hombre que le hacía compañía en su vigilia diurna. Mi amiga no estaba en casa, fue lo mejor que pudo pasar.
No quisiera caer en la verborrea chismosa de esta miserable cristiana, en su indigna labor inquisitiva, ni mucho menos en su faena impaciente.
Artimañas del sistema social, mejor que esta doña chismee antes de enviarla al paro. Algunas hacen crucigramas y limpieza, como la gentil Silvia, encargada de la portería del inmueble donde resido. Intenta pulir su dignidad y lo hace bien, lee mucho, saluda y se despide amablemente.
Toma sus vacaciones y es sustituida por una señora de origen asiático, descarada en su mirada curiosa, aunque simpática a cuenta gotas. Parece tomar en serio su trabajo, hasta preguntas hace cuando lo considera necesario.
La figura de la portería y su impacto socio-vecinal implica la creación de una asociación o sindicato: el SIMUEP, Sindicato de Mujeres Empleadas de Portería. Silvia sería la presidenta si el mundo fuera verdaderamente justo.
Intentaré visitar a mi amiga en horas de la noche, para ahorrarme ese sinsabor cotidiano de ser observado por esta señora y su pecaminosa manera de ganarse el pan.

Escrito por Parafrenia a las 05:44 PM | Comentarios (0) | TrackBack

La “Mani de la Poli” y el culto al insumo surrealista

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Escrito por: Manuel de Sousa (granolo75@yahoo.com)

Los gendarmes reaccionaron con poca voluntad, la chica rusa ya había sido agredida y la dignidad policial sólo subsistía en panfletos poco atractivos.
Luego de la escueta manifestación de la policía, los efectivos que velaban por la seguridad de sus colegas volvieron sus espaldas, nuevamente, para garantizar la quietud y el pacifismo durante otra protesta.
Esta vez, un no muy numeroso grupo de gente, en su mayoría inmigrantes, activistas y turistas socialmente sensibles, pregonaban consignas reivindicativas y pedían justicia por el asesinato de un inmigrante nigeriano.
Agresores y agredidos tomaban la calle en defensa de sus intereses, mientras el resto de la gente observaba con curiosidad turística e estupefacción ciudadana. Las cámaras de los medios de comunicación se entremezclaban con las de los particulares, todos al unísono buscando una imagen para si.
“La mani de la poli,” dijo un chico barbudo con peinado descuidado, de esos que usan camisetas de películas de Stanley Kubrick y piensan que son desiguales. En su intento de sofisticar su lengua materna para sentirse modernista, se escucha mas medieval que el grosor de sus tobillos peludos talla jamón. Otro sonso representante de una juventud de sangre rural y semi-arabesca, que rinde culto al insumo, un culto inculto e ingenuo.
“Surrealista ¿No?” , balbuceó esta vez un hombre poco mayor de treinta años, refiriéndose al grupo de inmigrados que demandaban derechos civiles. Vestía como un adolescente fanático del rock; su compañera, bien entrada en kilos, no podía disimular su herencia ibérica, ni en su cintura, ni en sus muslos y tobillos, ni mucho menos en su respuesta: “Si tio, surrealista.”
Hijos de generaciones provincianas de trabajadores del campo, semi-integrados a la modernidad y a la ciudad, zopencos urbanos pretenciosos de oficio. Con acento macarro y axilas hediondas, visten modernismo, piensan medievalismo y viven surrealismo.

Escrito por Parafrenia a las 05:32 PM | Comentarios (0) | TrackBack