La S.S.S.
Novela escrita por: Newton
La sede principal de la S.S.S. era algo realmente alucinante: decenas de mujeres vistiendo diminutas faldas, top*s, bikinis y además luciendo ampulosas cabelleras de múltiples colores, hicieron que mi implante ocular tuviese una pequeña fluctuación estática, lo que obligo quitarme las gafas oscuras provocando una mueca de asco en un grupo de voluptuosas damas que se encontraban en la entrada del salón.
La decoración era extremadamente digna del “mejor” estilo neoclásico tardío Norteamericano-Maracucho, lleno con alfombras de piel de tigre hindú, columnas etruscas y revoques coronados de volutas pintadas en rosado. En el centro de la estancia, una estatua con forma de ninfa derramaba un liquido azul, que al caer sobre una tina, despedía una especie de neblina que hacia mas glamorosa la tétrica situación en la que me encontraba.
Con mi habitual habilidad felina logre darle un vistazo relámpago a todo el espacio principal y pude notar como hacia mi izquierda un grupo de mujeres eran cuidadosamente pesadas, medidas y tabuladas, para después ser pasadas a un vestidor donde se les exigía que se colocaran un bikini donde finalmente eran fotografiadas.
Una vez completado el ciclo, un doctor con cara sádico de La Hoyada, se dedicaba a llenar un papel de lo que parecía un reporte medico, para asegurarse de que las “niñas” (como se les llamaba en ese lugar tan lleno de falsas e hipócritas aptitudes) estuvieran en una inmejorable condición física.
Por un instante quede hipnotizado, no solo por la rapidez del proceso, sino también (gracias a mi visión de 180* grados) de la cantidad de fotografías que poblaban las paredes de todo el habitáculo de la nefasta organización. Entre esas imágenes, pude observar una multitud de rostros que ahora eran famosos por ser cotizadas “artistas” de telenovelas, “locutoras” de escabrosos programas de radio o simplemente millonarias prostitutas de la Internet. Para mi sorpresa, logre divisar el rostro de la que era nuestra actual presidenta del país, por supuesto 20 años mas joven. Estaba cavilando acerca de la ineptitud de los hombres en este país para retener el poder político cuando sentí repentinamente una fuerte respiración en mi espalda.
Al girar, un rostro de pómulos altos y huesudos maquillados con polvo rosado, bajo una mirada de color verde-poceta, hizo que me estremeciera, dando paso a un duelo de miradas que se prolongo por 10 segundos. Sus manos familiarmente esqueléticas y sus uñas decoradas con pintura acrílica para carros, me hicieron recordar imágenes y situaciones que nunca antes había visto en mi mente, hechos horrorosos arropados bajo el manto de la oscuridad eterna, demonios sepultados en la noche de los tiempos. Definitivamente pude deducir que estaba ante Santiago Luciferal.
Este personaje se había erigido como el “Rey de la Belleza” después de conocerse la muerte de Osmel Sousa tras ingerir en el desayuno un sándwich de ricota aderezado “accidentalmente” con Rakumin,o por lo menos eso era lo que decían los diarios sensacionalistas. La dosis había sido tan bien administrada que la policía no consiguió reunir pruebas acerca del supuesto asesinato. El caso fue archivado como una muerte por alergia a los “lácteos”, a pesar de conocerse la afición casi obsesiva del finado Midas de la moda por este tipo de productos alimenticios.
- ¿Qué hace usted aquí? - pregunto Santiago Luciferal conteniendo la arrechera típica de las “locas” cuando son sorprendidas en su intimidad sin previo aviso.
En el momento que intente hacer un gesto amanerado para despistar mis verdaderas intenciones, mis ojos (a través de los múltiples espejos) observaron la fotografía de la muerta de Petare en un rincón de la estancia. Sin dejar que el maléfico hombre reaccionara, le lance la pregunta si anestesia:
- ¿Conoce usted a Maribarbola Lugo? – lo dije con un supremo acento de travestí de la Av. Libertador.
La pregunta se clavo en su estomago como un puñetazo y pude ver como sus ojos centellaron con una furia ancestral, una furia que parecía provenir del mas allá…
En el próximo capitulo: La confrontación arcoiris (Cap. # 5)