Marzo 24, 2008

Cortesia de granolo...

Festival de Olores.JPG

Escrito por Parafrenia a las 05:00 PM | Comentarios (0) | TrackBack

Febrero 05, 2008

Vertigo

Charlie_front.jpg

Por: QuasarKant

Confusión de emociones
Liberación de impresiones.
Todo ha finalizado
al fin, emociones claras
al fin, paz interior
al fin, de nuevo tu y yo.

Peso con el que no puedo pero lo llevo
Precio eterno que en mi interior nunca saldaré
Razón, la enemiga que nos beneficia
Razón, produces contradicción
Constantemente te he criticado
Pocas veces me has ayudado
Siempre había reinado la emoción
La emoción directo a la perdición.

Se invierten los roles
En tus manos me pondré
Tu eres yo mismo
Ahora yo seré.

Seré quien decida, emoción o razón?
Adicción de locuras
Locuras desastrosas
Desastrosas experiencias
Experiencias invaluables
Invaluables aprendizajes
Aprendizajes evolutivos
EMOCIÓN….
Análisis de consecuencias
Consecuencias irremediables
Irremediables experiencias
Experiencias Evitables
RAZÓN...

Quién llena de experiencia?
La emoción
Quién evita el dolor?
La razón

Maravilloso equilibrio entre la razón y la emoción.

Escrito por Parafrenia a las 06:36 AM | Comentarios (0) | TrackBack

OBSERVADOR

Por: Juan "el frito" Groening
jgroening@yahoo.com‎

Ando muy tranquilo y relajado.
Aunque el mundo me caiga encima.
Espero poderlo controlar todo.
Quiero que mis deseos se cumplan.

Te tengo en la mira.
Y tú no lo sabes.
Conozco todos tus pasos.
Y tú no los míos.

Siempre te observo.
Pero tú a mí no.
Trata de observarme
Vamos a ver qué sucede.

Busca andar en un mundo falso.
Todo por creerte que eres feliz.
Pero ese mundo se acaba pronto.
Por no buscarme a mí.

Me has prometido tantas cosas.
Castillos y rosas.
Pero no esperes que crea tus cuentos.
No caeré en tu fosa.


Escrito por Parafrenia a las 12:25 AM | Comentarios (0) | TrackBack

Enero 30, 2008

Basura

construccion-1.jpg

Por: Luis Fernando Veríssimo
Título original "Lixo", cuento incluido en O Analista de Bagé y, posteriormente, antologado en O Novo Conto Brasileiro por Malcolm Silverman (Rio de Janeiro, Nova Fronteira, 1985). Traducción de Paula Vera.


Se encuentran en el área de servicio. Cada uno con su bolsa de basura. Es la primera vez que se hablan.
- Buenos días…
- Buenos días.
- La señora es del 610
- Y, el señor del 612
- Sí.
- Yo aún no lo conocía personalmente…
- De hecho…
- Disculpe mi atrevimiento, pero he visto su basura…
- ¿Mi qué?
- Su basura.
- Ah…
- Me he dado cuenta que nunca es mucha. Su familia debe ser pequeña…
- En realidad sólo soy yo.
- Mmmmmm. Me di cuenta también que usted usa mucha comida enlatada.
- Es que yo tengo que hacer mi propia comida. Y como no sé cocinar.
- Entiendo.
- Y usted también…
- Puede tutearme.
- También perdone mi atrevimiento, pero he visto algunos restos de comida en su basura. Champiñones, cosas así…
- Es que me gusta mucho cocinar. Hacer platos diferentes. Pero como vivo sola, a veces sobra…
- Usted… ¿Tú no tienes familia?
- Tengo, pero no son de aquí.
- Son de Espírito Santo.
- ¿Cómo lo sabe?
- Veo unos sobres en su basura. De Espírito Santo.
- Claro. Mi madre me escribe todas las semanas.
- ¿Ella es profesora?
- ¡Esto es increíble! ¿Cómo adivinó?
- Por la letra del sobre. Pensé que era letra de profesora.
- Usted no recibe muchas cartas. A juzgar por su basura.
- Así es.
- Pero, el otro día tenía un sobre de telegrama arrugado.
- Así fue.
- ¿Malas noticias?
- Mi padre. Murió.
- Lo siento mucho.
- Él ya estaba viejito. Allá en el Sur. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
- ¿Fue por eso que volviste a fumar?
- ¿Cómo es que sabes?
- De un día para otro comenzaron a aparecer paquetes de cigarrillos arrugados en su basura.
- Es cierto. Pero conseguí dejarlo de nuevo.
- Yo, gracias a Dios, nunca fumé.
- Ya lo sé. Pero he visto unos vidriecitos de pastillas en su basura…
- Tranquilizantes. Fue una fase. Ya pasó.
- ¿Peleaste con tu pololo, no es verdad?
- ¿Eso, también lo descubriste en la basura?
- Primero el buqué de flores, con la tarjetita, tirado en la basura. Después, muchos pañuelitos de papel.
- Es que lloré mucho, pero ya pasó.
- Pero incluso hoy vi unos pañuelitos…
- Es que estoy un poquito resfriada.
- Ah.
- Veo muchos crucigramas en tu basura.
- Claro. Sí. Bien. Me quedo solo en casa. No salgo mucho. Tú me entiendes.
- ¿Polola?
- No.
- Pero hace unos días tenías una fotografía de una mujer en tu basura. Parecía bonita.
- Estuve limpiando unos cajones. Cosa del pasado.
- No rasgaste la foto. Eso significa que, en el fondo, tú quieres que ella vuelva.
- ¡Tú estás analizando mi basura!
- No puedo negar que tu basura me interesó.
- Qué divertido. Cuando escudriñé tu basura, decidí que quería conocerte. Creo que fue la poesía.
- ¡No! ¿Viste mis poemas?
- Vi y me gustaron mucho.
- Pero, ¡si son tan malos!
- Si tú creías que eran realmente malos, los habrías rasgado. Y sólo estaban doblados.
- Si yo supiera que los ibas a leer…
- Sólo no los guardé porque, al final, los estaría robando. Si bien que, no sé: ¿la basura de la persona aún es propiedad de ella?
- Creo que no. Basura es de dominio público.
- Tienes razón. A través de la basura, lo particular se vuelve público. Lo que sobra de nuestra vida privada se integra con las sobras de los demás. La basura es comunitaria. Es nuestra parte más social. ¿Esto será así?
- Bueno, ahí estás yendo harto lejos con la basura. Creo que…
- Ayer, en tu basura…
- ¿Qué?
- ¿Me equivoqué o eran cáscaras de camarón?
- Acertaste. Compré unos camarones enormes y los descasqué.
- ¡Me encantan los camarones!
- Los descasqué, pero aún no los comí. Quien sabe, tal vez podamos…
- ¿Cenar juntos?
- Por qué no.
- No quiero darte trabajo.
- No es ningún trabajo.
- Pero vas a ensuciar tu cocina.
- Tonterías. En un instante limpio todo y pongo los restos en la basura.
- ¿En tu basura o en la mía?

Escrito por Parafrenia a las 10:40 PM | Comentarios (1) | TrackBack

Septiembre 11, 2007

Suerte

suerte.jpg
Ilustracion: Javier Gonzalez
Escrito por: Manuel de Sousa (granolo75@yahoo.com)

Había varias razones para detener la lectura. El texto comenzó divertido, pero al cabo de cien páginas, se hizo repetitivamente recursivo, la chica americana ya se hacía latosa con sus cartas a su amiga de Pensilvania, en donde sólo hablaba de las ocurrencias de su nuevo novio andaluz semi-gitano, algo con lo que estoy familiarizado por razones post-coloniales.
Otra razón, el calor del verano mediterráneo exige una hidratación no sólo fisiológica sino superficial, ir a la playa y no bañarse es como ir a la biblioteca y no leer. Ahí radicaba el problema que me llevó a una tercera razón para dejar de lado el texto. ¿Cómo bañarme en la playa sin dejar mi mochila descuidada y vulnerable al raterismo magrebí?
La respuesta a esta pregunta coincidía enteramente con la cuarta y más inquietante razón para olvidarme de necedades antropológicas, alimento exótico–lingüístico para la tesis de grado de la estudiante yanqui que protagonizaba el libro: A unos seis metros de mi, una bolsa de Zara, unos lentes de sol gigantes clavados en la arena, una revista Vogue, una botella de agua mineral y una pequeña toallita, sobre la cual, dormía la figura que me hizo despreciar la lectura y eliminar la literatura de mi vida hasta nuevo aviso.
El sol era riguroso con su piel, había lugares mas rosados que otros en sus piernas y espalda, sería irreversible el ardor nocturno, aun así, parecía estar dormida indiferente a los rayos ultravioleta.
¿Seré capaz de medir su simpatía con una pregunta idiota pero concreta? Creo que si es de habla inglesa me será mas fácil romper el hielo, la practicidad anglosajona descuenta vergüenza y pudor en mi.
Si habla español me dará más calor, la lengua de Cervantes es más cálida, compleja y literal. He de tener cuidado de sonar muy sopesado y pedir el favor directamente, desarrollar una conversación en la que termine sabiendo su nombre sería demasiado triunfar, algo a lo que no estoy acostumbrado en un lugar tan caluroso y con tanta gente semi-desnuda.
Los noticieros repiten cada día la importancia de mantenerse hidratado y beber suficiente líquido, atendí a la precaución, bebí litro y medio de agua casi de un solo golpe. Las ganas de orinar, debo confesar, tuvieron gran peso a la hora de tomar mi decisión final.
-- ¿Hablas español?—Pregunte tímido, por que en el fondo así fue. De igual manera, acercarme directamente a su espacio fue más audaz que hablarle, sentí que ya había ganado la batalla a la desconfianza.
Sí, fue su respuesta. No tan simpática como para ganar más confianza, pero gentil y racional, sabía lo que significaba la soledad en aquel balneario mediterráneo, creo que adivinó mi intención y me comprendió.
--¿Puedo dejarte mi mochila para bañarme un rato?— No había vuelta atrás, pude incluso intentar detallar su piel por milésimas de segundo, no había bronceado, no hacía falta, solo regiones rosáceas que obligarían a enternecerse a quien tuviera el poder glorioso de tocarla.
--Si claro— Asintió afirmativamente, nuevamente simpática, pero para mi tristeza triunfal, desinteresada.
Me di un baño súbito, sin dejar de pensar en que pudiera estar tardando mucho y en buscar la manera de no llegar de nuevo a su feudo arenoso, decir gracias como un idiota y largarme.
El baño me refrescó sin duda, pero en el trayecto desde la orilla hasta ella, me dio calor otra vez. Otro momento en el cual no sé en que medida soy un tipo con suerte, conseguí mis objetivos: bañarme en el mar, refrescarme, orinar y recuperar mi mochila. Todo salió bien.
Mojado y fresco me había acercado a ella, hablaba plácidamente por su teléfono móvil. Apenas intentó intentar sonreír cuando le di las gracias y tome mis cosas. Me sequé bajo el sol sin dejar de mirarla, la llamada alteró su estancia en la arena. Se puso un vestidito recién comprado que delineaba si figura, removió la etiqueta y se colocó una larga cadenita dorada alrededor de su cuello.
Los grandes anteojos de sol cubrieron sus mejillas sonrosadas por el rigor de la temperatura, tomó su bolso y depositó la botella de agua vacía en la bolsa de Zara. Se marchó caminando relajada y descalza. Iba a verse con alguien con toda seguridad. Esa tarde, mi suerte llegó hasta allí.

Escrito por Parafrenia a las 05:59 PM | Comentarios (0) | TrackBack

Marzo 30, 2006

Pasarela de la vida

pasarela.jpg

Escrito por: t0rnas0l

Al salir tú mujer.... al salir tú de kasa komienza el 1,2,3 en la pasarela de la vida, komienzas a modelar kon tu gracia y estilo personal.. todas nos konvertimos en fashion models, mostrando nuestra figura kon nuestras kotidianas vestimentas, nos konvertimos en objeto de deseo, de perverción o tal vez admiración....Te paseas diariamente inkociente y kon la mente libre de pekados, por la pasarela de la vida,llena de kritikos incesantes, lokos depravados, modistas en dekadencia, kolegas ke te miran de arriba abajo para kopiar el estilo y tú sin darte kuenta kaes en su juego komprandote el último grit0 de la moda, ke Nice, ke fashion! ke in...
Somos modelitos de la vida, modelos eskondidas en nuestro falso ego, y nuestra mirada intimidada y tal vez asombrada de ke levantamos miradas y uno ke otro suspiro en esta pasarela sin final, kon baches, kon luces, kon flash y sin flashes... Sin aplausos, kon mirada altiva y esperanzada de ke amanezka y aún estemos modelando esta loka pasarela...

Escrito por Parafrenia a las 08:26 PM | Comentarios (1) | TrackBack

Febrero 07, 2006

El día que perdí la cabeza

cabeza.jpg

Por: Gilberto Brito

Siempre he tenido viva curiosidad por saber qué sienten aquellos seres que a diario exclaman: "¡He perdido la cabeza!" Me he preguntado mil veces, sin encontrar respuesta: ¿Cómo hará esa pobre gente para encontrar la cabeza perdida, tirada allí, sin poder moverse...? Posiblemente la parte superior de nuestro cuerpo, albergue del espíritu, de la imaginación, de la mente, del intelecto, del talento; esa que muchos llaman testa, testuz, chola o chaveta, empezará como loca a dar gritos: ¡Aquí estoy! ¡Junto a tus pies! ¡Más a la izquierda! ¡Sobre la grama! y nuestras manos ansiosas, convulsas, tanteando por todas partes, tratando de localizar inutilmente la cabeza que con destemplados gritos nos llama. Pero nosotros, como si no la oyéramos, tropezando con todo, derribando cuanto hay cerca, trastabillando por todas partes, como tontos o locos, yendo siempre en dirección opuesta; alejándonos cada vez más de nuestra pobre cabeza que, sin movimiento, exhausta, hace cmiles de esfuerzos con la vista sin lograr que regresemos... Pero, ¿cómo vamos a percatarnos de su llamado? ¿Cómo atender a sus gritos?... Si los oídos están allí, tirados también, colocados en ambos lados de la cabeza que yace en el suelo. Por más que grite, por más que llame, no puede nuestro cuerpo oír... ¿Qué digo? ¿No puede oír? Pero... No dicen que hay personas que "oyen por la tapa de la barriga" o por ejemplo eso cree mi tía... Yo recuerdo que un día me llamó con mucho misterio y me dijo al oído: "Gilberto, ve a la bodega y me compras dos bolívares de queso rallado. Ve rápido que son para los espaguettis que tengo servidos ya y me da pena con el señor Don Visquel y sus amigos, pues es la primera vez que vienen y los invito a comer! ¡Ve volando!" —me repitió dos o tres veces consecutivas. Con el misterio utilizado por mi tía para hablarme, salí de casa. Mis alpargatas se hundieron en el polvo tibio de la calle donde vivía; miré con desgano las casas tantas veces vistas: verdirojas, de ladrillos, rosadas, marrones, blancas, mustias por el tiempo y garabateadas por quienes como yo protestábamos la carencia de pizarrón en la casa, escribiendo en las paredes ajenas o dejando constancia con infantil adevertencia, de que "nos gustaba la última niña que se mudó para la casa azul..." o que "pluma e´gallina me tiene miedo..." No había recorrido gran trecho cuando ahí, en medio de la calle, mis compañeros de peleas y juegos; de travesuras y estudios se divertían con metras relucientes, teñidas de arco iris, dibujadas de colorines nuevos, vistosos, que describían, con magistral armonía, fabulosos caminos sobre la menuda tierra. Era como si, adelantándose al futuro, abrieran mil caminos que, sin ir a ninguna parte, nos alejaba con el crecimiento... "Pepa y palmo, pago dos..." —decía uno—... y quién que tuviese mi edad iba a perderse una jugada del negrito "Kiko" apodado "el martillo" por su forma de pegar a distancias? ¿cómo resistir la tentación de pararse a ver o a jugar dos, tres o cuatro veces? Nadie. Sencillamente nadie. Y allí estaba yo para retar con valentía a "el martillo", romper su record y bajarle los humos... Jugué hasta perder mi "juga" o metra ganadora de mil combates polvorientos, sudorosos y de reverberante sol... pero, no sólo perdí mi metra sino la noción del tiempo transcurrido y la idea de lo que debía comprar.
Con la creencia de poder recordarlo en la bodega, seguí triste mi camino, sintiéndome ingrato con mi metra compañera, hoy en manos de "Kiko". Llegué a la bodega. Después de varios segundos de vacilación dije: "Don José, deme por favor una panela de jabón azul bien envuelta". Recibí mi pedido y como gacela —que huye del ruidoso cazador—, emprendí veloz carrera. En el dintel de la puerta mi tía hacía extrañas contorsiones tratando de detectarme con la vista. Al hacerme ligeramente visible exclamó con voz de soprano: "¡Apúrate muchacho!..." Llegué, entregué el mandado a mi tía quien con temblorosas manos y cara de angustia y rabia lo recibió diciendo... "Lo trajiste sin rallar..." Seguí hasta el cuarto. Creo que trataba de esconderme del pensamiento de mi metra cuando la puerta se abrió con fuerza chocando con estrepitoso ruido en la pared. Nunca olvidaré la cara de mi tía porque jamás he visto otra igual... "¡Mira, muchacho del zipote, te mandé a buscar queso rallado!..." Y acto seguido me tiró el jabón que por poco me lo pega en el centro mismo del cogote... Se acercó de un salto, me tomó por el brazo, me zarandeó gritando histéricamente: "¿Tú oyes por la tapa de la barriga... tú oyes por la tapa de la barriga... dí pues, dí?" Y si entonces hay gente capaz de "oír por la tapa de la barriga", les es fácil encontrar la cabeza cuando la pierden, pues esta los llama, el cuerpo oye, se orienta hacia la voz, toma la pensante, se la coloca y asunto resuelto. Pero... ¿no será eso pura invención de mi tía? A lo mejor nadie oye por otra parte sino por los oídos, y... Si estos están en la testa... ¿cómo diablos entonces el cuerpo va a encontrar la cabeza perdida? Tiene que existir una forma, pues todos los que dicen haber perdido la cabeza la tienen puesta y... bien puesta... Será acaso que aquellos que la han perdido colocan un aviso en los diarios... así por ejemplo: "AYER, EN EL AUTOBÚS QUE CUBRE LA RUTA CARACAS—VALENCIA, EL SEÑOR A. Z. X. CÁRDENAS EXTRAVIÓ SU CABEZA. SE RUEGA A QUIEN LA HAYA ENCONTRADO LA DEVUELVA A LA SIGUIENTE DIRECCIÓN: EDIFICIO TAL, APARTAMENTO CUAL. LAS CARACTERÍSTICAS DE LA MISMA SON: OJOS CASTAÑOS, NARIZ CHATA, LABIOS GRUESOS, FRENTE ANCHA, PELO LISO. SERÁ BIEN GRATIFICADO" ... pero... y si aquel que la encuentra decide no entregarla? y si la deja para conversar con ella cuando va de viaje? o la usa un día sí y otro no?, o la guarda para mostrarla a su novia? y, en el peor de los casos, la deja para cuando alguien que no quiere ver lo visita y entonces la asoma por la ventana y esta dice: "El señor Fulano se mudó"?, o para pedir fiao con ella?, o para buscar camorra y que no le estropeen la suya...? Debe ser horrible perder la cabeza y no encontrarla enseguida... Pero... existirá gente tan distraida que constantemente esté perdiendo la cabeza? Parece que sí. Yo he conocido a miles y felizmente la han encontrado... sin embargo, yo quiero averiguar por motus propio, cómo es eso de perderla. Me he trazado un complicado plan para definitivamente perder la cabeza y encontrarla en pocos momentos, como muchos lo han hecho. Yo no puedo ser menos que los demás... Temía que si perdía mi parte superior del cuerpo en el momento de asomarme a la orilla de un puente, donde pase un río, esta sería arrastrada facilmente y se ahogaría, ya que no tendría cuerpo que la ayudara a llegar a la orilla; y el resto de mí se quedaría allí, inmóvil, sin poder gritarle a nadie que me la regresara. Entonces sí la iba a poner de oro! Por eso... decidí dejarme crecer el pelo; me hice una cola de caballo; amarré un nylon, le di vueltas por todo mi cuerpo, hice un gran nudo y así estaba más tranquilo... Desde ese día no me he soltado el pelo ni para bañarme. Me calleron piojos que vivieron y procrearon liendras y otros piojos y mi cola seguía ahí, sin deshacerse. Prefería esos animalitos que soltarme mi cola y por ende mi cabeza... Surgió otro problema: ¿cómo facilitar la entrega a quien la encontrara, en caso de perder cabeza y pelo al mismo tiempo? Se me ocurrió la idea más maravillosa del mundo: retraté mi cabeza. Escribí en ella lo siguiente:


"ESTA CHAVETA PERTENECE A GILBERTO, QUIEN ACTUALMENTE VIVE EN LA CELDA 23 DEL MANICOMIO. SI ALGUIEN LA ENCUENTRA PUEDE DEVOLVERLA A ESA DIRECCIÓN. SERÁ BIEN GRATIFICADO."


De estas fotos distribuí noventa mil entre amigos, conocidos y desconocidos en todo el país... Ah!... La última cosa que hice fue mejor todavía! Como existe una ley que señala que toda propiedad tiene que ser registrada, me fui al Ministerio de Fomento, piso siete. Solicité las planillas correspondientes para registrar el derecho de propiedad y anexé todos los recaudos exigidos: partida de nacimiento, solvencia del impuesto sobre la renta, estampilla fiscal de cincuenta bolívares y dos referencias y, aunque esto causó muchas risas de los empleados y se me otorgó un tiempo de cinco mil años para retirar mi solicitud, ya nadie podrá quedarse con mi cabeza porque está registrada y cometería un delito, lo cual está penado por la ley. Yo lo demandaría ante los tribunales de justicia, ante la Corte si eso llega a suceder y entonces tendría que pagar las costas procesales... porque eso sería un rapto, un secuestro, una apropiación indebida, un vulgar robo... Esto digo a cada persona que pasa por aquí, por esta plaza donde estoy encerrado, con candado, que casi no puedo moverme para entregar las fotos que imprimí y mandé a reproducir cien millones de ellas, para que todos los sepan... Los que reciben la foto la leen con atención, me miran y se despiden diciéndome: "¡Pobrecito! Perdió la cabeza!".


Escrito por Parafrenia a las 10:13 PM | Comentarios (0) | TrackBack

Estocolmo

jgj.jpg

Por: Jorge Gómez Jiménez

Que no sea eterno porque es llama
pero que sea infinito mientras dure.

Vinicius de Moraes

A Marinés

El Avispón acababa de caer en un bache, lo que indujo a Gerónimo a aventurar la teoría de que se trataba de la distribución. Sacó una linterna de debajo del asiento, abrió el capó y vio que los cables estaban bien. Entonces nos bajamos el Tuerto y yo. Revisamos las conexiones de la batería, zarandeamos el martillo del arranque y propinamos golpecitos en varias piezas escogidas aleatoriamente, dada la ignorancia general en mecánica.

Desde dentro del Avispón, Paúl sugirió, con la lengua ya algo atascada pues había estado bebiendo desde temprano, que se fijaran si había gasolina en el filtro. Paúl podía volverse algo lento y repetitivo cuando se embriagaba, pero no perdía la lucidez, y en efecto fue el filtro lo que nos hizo caer en cuenta de que estábamos sin gasolina. Hacía años que el Avispón no indicaba el nivel del tanque.

Nos pusimos en campaña. El Tuerto se fue con Gerónimo a llenar la garrafa de gasolina y yo me fui con Paúl a comprar unas cervezas. El camino era oscuro y en algunas partes un verdadero lodazal, pero llegamos sin problemas. Mientras caminábamos Paúl me habló por primera vez de Estocolmo, a la que definió como el gran amor de su vida; yo recordé varias de las otras veces que habló así de una mujer. Me dijo que ya hacía algún tiempo que no la veía, pues simplemente un día no la consiguió en el trabajo ni en la casa, y los días sucesivos siguió siendo lo mismo hasta que una voz de mujer le dijo por teléfono que estaba de viaje.

Llegamos al Avispón primero que el Tuerto y Gerónimo, y nos sentamos sobre el capó. Creo que eran como las once de la noche. "No lo podía creer cuando la conocí", dijo Paúl refiriéndose a su Estocolmo. "Era tan transparente, le dije, que si la miraba fijamente a los ojos podía mirarle la nuca al tipo que estaba sentado en la barra, detrás de ella. Ella se reía de esas cosas y riéndose era como luminosa, como si brillara, como si fuera a encenderse ahí mismo, frente a mí".

Según parece, esta Estocolmo sí había logrado darle a Paúl donde era. Realmente tenía un nombre muy común, de hecho una mezcla entre dos nombres muy comunes, pero como sus ojos eran verdes de un verde vegetal, y su piel era blanca de un blanco lácteo, y su melena dorada le caía hasta el final de la espalda, a Paúl se le antojó parecida a una sueca y ya nunca más la llamó por su nombre. Mientras la describía me era imposible evitar reírme de la forma como la idealizaba. Decía que hasta conocerla no sabía lo que era una relación madura, y que su principal virtud era la identidad plena que los unía. "Estocolmo nunca me reclamó nada, nunca me exigió nada; vivimos en un estado de completa felicidad en el que cada uno tenía su propia vida y ésta no afectaba a la del otro", dijo. Agregó que estaba seguro de que algún día ella volvería para explicarle por qué había desaparecido repentinamente. Sí, Paúl, esa vuelve.

Al fin llegaron Gerónimo y el Tuerto y con algún esfuerzo logramos revivir al Avispón. Paúl se fue al asiento trasero y yo aproveché para preguntarle a los otros si conocían a la tal Estocolmo. "Nadie la conoce", me dijo Gerónimo muerto de risa. Según ellos, era una invención de Paúl, siempre tan lelo. "No puede ser real", decía el Tuerto, "una mujer así como él la describe no existe". Les dije que quizás sí era real, pero que él la idealizaba. Ambos movieron la cabeza negativamente. "No", dijo Gerónimo; "espera que él te cuente y sacas tus propias conclusiones".

El Little tenía pocas mesas desocupadas, e instintivamente todos miramos hacia la zona atendida por la Guacharaca. Encontramos una mesa al borde del bar, casi debajo de la santamaría. Yo protesté porque desde el puesto de comida de la acera de enfrente llegaba un fuerte olor a cebolla, pero ni siquiera me escucharon. Gerónimo alzó las manos para dar una palmada en procura de la atención de la mesonera, pero ésta ya venía con cuatro cervezas y la cuenta metida en un vasito plástico. El Tuerto lanzó su acostumbrado chiste de que se llevara el vaso porque todos tomábamos directamente de la botella, le dio una nalgada a la Guacharaca y bebió el primer trago.

Paúl llamó mi atención dándome unos golpecitos en el codo. "Esa mujer pensaba siempre como yo pensaba, decía lo que yo estaba a punto de decir, miraba las cosas con el mismo cristal con que yo las miraba, y viceversa, me decía que yo pensaba como ella, decía lo que ella estaba a punto y miraba todo como ella". Me clavaba los ojos como esperando mi inmediata aprobación, que presto le daba haciendo un movimiento afirmativo con la cabeza. Prosiguió su cuento, y cada cierto tiempo me preguntaba: "¿Tú has tenido alguna vez una mujer como mi Estocolmo, alguna vez has tenido una mujer que despida un hálito esotérico, alguna vez, como mi Estocolmo?". No, Paúl, nunca, una mujer como tu Estocolmo sólo se ve en tu enrevesado cerebro, pensaba yo.

No tardó en llegar un vendedor ambulante, un hombrecillo bigotudo y desgarbado con artículos diversos atados a varias láminas de cartón. Paúl fue al baño, el Tuerto se puso a hacerle muecas con la lengua a la Guacharaca y Gerónimo y yo escuchamos la ametralladora parlante que teníamos enfrente. Vendía alicates, destornilladores, candados, destapadores, enchufes múltiples, cortaúñas, viseras, encendedores, llaveros, afeitadoras, calculadoras y otros cachivaches, y le quedaban en un bolsillo dos mapas viales que estaba rematando a mitad de precio. Gerónimo lo miró divertido y le preguntó si tenía condones. Yo pensé que el hombre iba a sacar un paquete de la gorra, pero para nuestra sorpresa se ofendió y empezó a increparle a Gerónimo que su burla supuestamente se debía a que él creía que su trabajo no era honesto. Dijo tres o cuatro cosas más y lo despaché sin mayores protocolos.

Me di cuenta de que Paúl había regresado porque me tomó del brazo y empezó otra vez con el tema. La Guacharaca llegó con otra ronda de cervezas y al escuchar el palabreo monótono me miró sonriente y se burló de Paúl. "Esos amigos tuyos... ¿Todavía no has hallado cómo quitártelo de encima?", me preguntó y, antes de que pudiera responderle alguna cosa ingeniosa, lanzó su carcajada estentórea que inundó todo el Little.

Paúl continuó contándome que su relación con Estocolmo había sido la única verdaderamente perfecta de todas las que había tenido en su vida. Nunca tuvieron un desacuerdo, nunca discutieron, ni siquiera llegó alguno a sentirse molesto cuando el otro no podía llegar a una cita. "Le tenía confianza, pero confianza como se debe, una verdadera confianza", repetía incesantemente. "Si ella hubiera llegado un día y me hubiera dicho que tenía otro hombre, te juro que no me habría molestado la decisión que ella tomara, fuera que debiera apartarme o que debiera estar dispuesto a aceptar un triángulo. No me habría importado, te lo juro, no me habría importado, para nada".

Entonces volvió a hablar del álbum. Cada cierto tiempo, Paúl decía que guardaba ciertas imágenes en un álbum que custodiaba en las circunvoluciones de su cerebro. Afirmaba que esas imágenes lo acompañaban a donde quiera que fuera, y que las traía de vuelta al presente cuando se sentía nostálgico. "Estocolmo", me dijo, "me dio varias nuevas imágenes para el álbum. Pero la más inquietante, la que no logro despegar de mi mente, es la del sol de su cabello". Me explicó que la última vez que estuvieron juntos acomodó su melena multitudinaria en forma de círculo, como si fuera un sol de finas hebras de trigo, y quizás exageró cuando dijo que el cabello caía por los bordes de la cama.

La Guacharaca llegó con una nueva ronda de cervezas y todos, excepto Paúl que seguía hablando sin parar, nos quedamos en silencio mirando sus formas bajo la blusita roja, que destacaba sin pudor las tetas, apiñadas en el centro del pecho por un sostén bien apretado. Se paró detrás de Gerónimo y el Tuerto y sirvió las cervezas sin prisa, llenándonos primero los vasos a Paúl y a mí. Luego siguió con el Tuerto y terminó con Gerónimo. Cuando se inclinó para devolver el vaso de Gerónimo a la mesa, el Tuerto alargó sus mandíbulas y le mordió uno de los pezones, que se delineaban claramente bajo la blusa. La Guacharaca abrió la boca todo cuanto pudo en una mueca intermedia entre la indignación, la sorpresa y la risa. "Tuerto, eres un abusador", le dijo al tiempo que le daba una sonora palmada en la espalda. Dos minutos más tarde traía la cuenta y nos decía que el dueño nos pedía que nos retiráramos.

Nos fuimos de mala gana y alguien propuso que hiciéramos una parada en el Mirador. Allí atendían mesoneros, no mesoneras, pero iban muchas mujeres solas en busca de compañía. Yo aplaudí la idea a la espera de que Paúl se sacara a la fulana Estocolmo de la boca, pero fue en vano. Entró al baño cuando llegamos, pero apenas llegó a la mesa se acercó la cantante del Mirador y le preguntó por Estocolmo. "Está de viaje", dijo él en un tono melancólico. Ella sonrió e hizo un gesto que yo interpreté como de apoyo en la resignación.

"Venía muy seguido aquí con Estocolmo", me dijo entonces Paúl y, señalando un lugar indeterminado de la barra, continuó: "Nos sentábamos de aquel lado y nos olvidábamos del mundo. No sé si lo has vivido, realmente no lo sé, pero hay algo especial cuando estás con alguien en medio de un gentío y sólo escuchas, aunque estés en medio del gentío, sólo escuchas su respiración, sus susurros, el incendio chiquito que ocurre en tus dedos cuando la acaricias". Me pareció que Paúl habló durante décadas.

Cuando terminó el set de la cantante vi que se dirigía a la barra por una de las puertas laterales. Le dije a Paúl que iba al baño y salí por otra puerta, adelantándome, y la intercepté. Me saludó con un cálido apretón de manos y sin perder tiempo le pregunté si conocía a Estocolmo. "Realmente no", me contestó ella. "Las veces que el señor Paúl llegó a traerla yo no estaba cantando aquí, porque era mi día libre o porque estaba enferma, pero varios amigos clientes del local me hablaron de ella. Desde entonces siempre le pregunto por ella, porque veo que se le ilumina el rostro cuando se la menciono". Ambos miramos a Paúl desde lejos, ajeno a la conversación entre Gerónimo, el Tuerto y unas amigas que venían llegando y que se acercaron a ellos. "Sí puedo decirle que desde que dejó de venir con su Estocolmo está muy melancólico, y siento como que se emborracha más rápido". Por último me miró como si hubiera cometido una imprudencia y, antes de despedirse apresuradamente, me dijo: "No sé, quizás sólo sean cosas mías".

Realmente me habían dejado inquieto las impresiones de Gerónimo y el Tuerto sobre la supuesta inexistencia de Estocolmo. Le pregunté a dos de los mesoneros del Mirador y me dijeron que estaban tan ocupados que les era difícil fijarse en clientes específicos, pero que si le preguntaba al que atendía en la barra era probable que pudiera darme algún dato. El hombre fue igual de impreciso: "El señor Paúl ha venido con muchas mujeres, no creo que recuerde alguna en especial". En ese punto pensé que Estocolmo era irreal o que había sido una chica demasiado elusiva.

Fui al baño, me detuve a hablar con un amigo y, cuando regresé a la mesa, la cantante había dado inicio a un nuevo set y Paúl estaba solo, encorvado y dándole golpecitos al vaso de cerveza con su dedo índice. Miré hacia la pista, y encontré a Gerónimo y el Tuerto bailando torpemente con las amigas a las que estaban saludando minutos antes. Entonces se me ocurrió que lo mejor para que Paúl dejara el tema era que bailara con alguien. Me levanté y observé la gente de las mesas hasta que vi, sentada con unos amigos al final del local, a Ruth, una colombiana recién divorciada a la que conocía de mis tiempos en la agencia. Fui hasta allá a convencerla de que bailara con Paúl con el argumento de que tenía problemas de amores, y ella accedió de inmediato.

Llegué hasta Paúl llevando a Ruth de la mano, le di un toque en el hombro y levantó la cabeza. "Paúl", le dije con la mejor de mis sonrisas, "conoce a Ruth, quiere bailar contigo". Paúl se levantó, le dio la mano con displicencia y le dijo su nombre sin mucho entusiasmo. Ruth lo miró sonriente, apretó su mano y lo atrajo hacia ella. "¿Vamos?", le dijo suavizando su voz, aunque sin ocultar su acento. Paúl me lanzó una mirada en la que, sin palabras, me dijo que comprendía cuál era mi plan, y me lo reprochó. Yo fui a otra mesa y saqué a bailar, aliviado, a una morena a la que había visto desde que entré.

Bailaron aparatosamente. Paúl estaba muy borracho y yo veía que hablaba con Ruth por lo bajo, y supuse que estaba disculpándose. Cuando terminó la canción me despedí de la morena, que ya se marchaba, y fui a la mesa, donde ya estaban sentados Gerónimo y el Tuerto. Ruth condujo a Paúl hasta su silla con alguna dificultad y, cuando logró sentarlo, se me acercó y me dijo con una expresión grave: "Lo de tu amigo es serio... Yo diría que irreparable". Comprendí que también a ella le había hablado de Estocolmo.

Tan sólo esperó a que Ruth se alejara para empezar de nuevo. "Estocolmo me adoraba, realmente me adoraba", me dijo, y yo miraba para todos lados buscando una excusa para fugarme. "Yo, que soy tan feo, que mi único encanto es no ser un chino, era adorado por esa sueca. Le preguntaba qué le gustaba de mí si era tan feo, porque yo soy feo de verdad, pero feo, y ella me decía que no, que era lindo, me decía: 'Todo tú eres lindo'; imagínate, yo lindo. Y hasta se molestaba cuando yo insistía con aquello de que soy feo, se molestaba, se molestaba, ¿sabes?".

Creo que fue esa noche cuando visité el baño con más frecuencia en toda mi vida. Después de que se marchó la morena me costó mucho conseguir otra pareja de baile, y tuve que ir hasta dos veces por cada cerveza que me tomaba, buscando que Paúl dejara de hablar de Estocolmo. Pero era inútil. Gerónimo y el Tuerto se hacían los desentendidos; yo miraba hacia atrás buscando a Ruth pero siempre la veía bailando entre la multitud, así que no me quedó más remedio que aguantar las historias relamidas de Paúl durante horas.

El Mirador se fue vaciando y en cierto momento quedamos sólo algunas personas. Yo pedí la cuenta y Gerónimo protestó. "Todavía no se han acabado las mujeres", dijo mientras Paúl me halaba una manga de la camisa para seguir contándome sobre el amor de su vida. El Tuerto abrió sorprendido su único ojo. "¿Quién queda por ahí?", preguntó dirigiéndose a Gerónimo. "No vayas a voltear de golpe", le dijo Gerónimo, "pero al final de la barra hay dos mujeres solas". El Tuerto miró hacia allá con cautela, y cuando volvió su rostro hacia Gerónimo le dijo: "Pero son dos viejas". Gerónimo lo convenció de invitarlas a salir para tomarse unas cervezas en otro sitio, y yo rogué que no aceptaran, porque eso habría significado que tenía que devolverme a casa en taxi y, para colmo, con Paúl.

En unos segundos elaboraron su plan y lo pusieron en marcha. Gerónimo fue al baño y el Tuerto se dirigió a las mujeres. Yo miré a Paúl, que seguía con su cháchara, y cuando volví a fijar la vista en la barra vi al Tuerto hablando con dos hombres. Volteé hacia las puertas laterales y vi pasar a Gerónimo directo a la barra. Cuando llegó cerca del Tuerto, se quedó atónito, como reprendiéndolo en silencio, y puso sus dos brazos sobre los respaldos de las sillas de las mujeres. Entonces lo escuché claramente decir, mientras señalaba al Tuerto con un gesto de su boca: "Mi amigo se pregunta... qué demonios hacen dos damas tan hermosas solas en una barra". No escuché lo que dijeron las mujeres, pero las vi señalando a los dos hombres con los que hablaba el Tuerto, que empezaban a levantarse de sus sillas mirando a Gerónimo con malignidad. Entonces comprendí que debía pagar la cuenta y sacar de ahí a Paúl de inmediato.

Afortunadamente no ocurrió nada. Gerónimo y el Tuerto subieron al Avispón muertos de risa y agradeciéndole a Dios que los maridos no eran tipos violentos. Gerónimo propuso tomarnos las últimas en Las Mercedes, el único bar abierto a esa hora. "Ese es un bar de mierda", dijo Paúl saliendo de su sopor, y todos celebramos que al fin había abierto la boca sin referirse a Estocolmo.

Eran más de las dos de la mañana cuando llegamos a Las Mercedes, y sin embargo estaba lleno. Gerónimo fue al baño apenas entramos y una de las mesoneras se acercó a nosotros para preguntarnos qué queríamos. El Tuerto pidió cuatro cervezas y una ración de queso que nos trajeron en un par de minutos. El ambiente de Las Mercedes terminó favoreciéndome, porque aunque Paúl seguía hablando sin cesar de Estocolmo, la iluminación carmesí, los borrachos tropezando con nuestra mesa y las puertas que se abrían a cada instante robándonos la atención me permitían desprenderme un poco de la obligación de escucharlo.

De pronto una de las mesoneras se acercó con cuatro cervezas y todos, salvo Gerónimo, nos quedamos mirándola con extrañeza. Las primeras que nos habían traído estaban aún por la mitad. La mujer protestó y dijo que Gerónimo le había pedido la ronda cuando venía del baño. "Señorita", dijo el Tuerto tratando de dominar los temblores de su lengua, "la culpa la tuvo usted que no se cer—cio—ró de que la mesa ya estaba servida". "¿Y ahora a quién le cobro esta factura?", fue todo lo que dijo la mujer. Gerónimo habló vagamente de un malentendido y se dirigió a la barra a arreglar el problema con el dueño, quien entendió perfectamente, aunque la mesonera quedó bastante incómoda por el asunto.

Después del incidente, Paúl intentó reiniciar su eterna descripción de Estocolmo, pero ya yo no estaba dispuesto a seguirlo soportando y le pedí que dejara el tema. "Es que no te he contado, todavía no te he contado cómo nos conocimos", balbuceó mirando fijamente mis ojos. "No me interesa, Paúl, ya realmente estoy cansado de la historia". Tuve que alzarle la voz cuando insistió. Levantó su mano derecha como si fuera a hacer un juramento, la bajó hacia su pecho y planeó el aire con ella, como si indicara que todo había terminado y que no seguiría hablando, y tomó un cubito de queso. Su boca se torció, sus ojos se entrecerraron mirando la mesa y se abrazó en silencio a la botella ya casi vacía mientras las migajas de queso le caían de las comisuras de los labios. Respiré. Gerónimo y el Tuerto me miraban, burlones.

Salimos a bailar con tres de las mesoneras mientras Paúl dormía un sueño entrecortado. El Tuerto volteó a la suya y se puso a bailar contra su espalda, pero tuvo que ir a sentarse cuando empezó a agarrarle las tetas y la mujer protestó. Mientras terminaba de bailar con la que me había tocado, escuché a aquella hablando con la del incidente de la factura. En su andanada la escuché decir que era una mesa de abusadores, que le habían agarrado sus partes, y la otra aprobaba peligrosamente. Pensé que debíamos salir de ahí en el acto.

Cuando terminó la pieza y Gerónimo y yo fuimos a sentarnos, estaba una negra bajita, horrible, sentada al lado de Paúl, intentando revivirlo. El Tuerto estaba absorto mirando a las mesoneras que estaban en la barra. Tomé una silla de una mesa vecina y me senté al lado de la negra, que de inmediato volteó a mirarme con el cuello tambaleante. Estaba borracha, o drogada, y llevaba una falda corta de color blanco. "¿Y tú cómo te llamas?", me preguntó articulando las palabras con dificultad. No le dije mi nombre, en su lugar le dije que era del signo tauro y le pregunté de qué signo era ella. Era capricornio, y me dijo que el suyo y el mío eran signos compatibles, aunque me pareció que, como yo, ella no tenía idea de lo que estaba diciendo. Antes de darme cuenta de lo que pasaba la negra había puesto una mano sobre mi pierna derecha y hablaba de quién sabe cuántas cosas. Yo me animé y puse mi mano sobre una de sus piernas descubiertas.

Tenía la piel más tersa que he tocado en mi vida. Cuando llegué a esta certeza no pude evitar mirar sus piernas con avidez. Me dijo que yo debía gustarle demasiado, pues ella no dejaba que cualquiera le tocara sus piernas. "Es lo que pasa cuando los signos son compatibles", dije con una sonrisa, aunque realmente me estaba riendo de ella. Gerónimo me tocó el hombro e hizo una seña con la boca, indicándome que mirara hacia atrás de mí. Una mujer regordeta y de rasgos hombrunos miraba a la negra reprobatoriamente. Un instinto me impulsó a quitar la mano de la pierna de la negra y a conducirla hasta mi botella. La negra se levantó y se fue, sin decir absolutamente nada, con la mujer que la reclamaba.

No había pasado un minuto cuando volvió a abrirse la puerta de Las Mercedes. Gerónimo supuso que era la negra nuevamente y me dijo con una sonrisa: "Vienen a buscarte". El Tuerto miró hacia la puerta y movió la cabeza hacia los lados, negativamente, con su ojo bien abierto y las cejas en arco. "Esa definitivamente no es la negra", dijo Gerónimo con estupor. Yo miré hacia la puerta y la vi entrar.

Tenía, en efecto, una larga cabellera rubia hasta el final de la espalda, y aunque la poca luz impedía ver los detalles, podría jurar que vi el verde vegetal de sus ojos dominando la escena. El pecho me hervía cuando, finalmente, hablé.

—Estocolmo —dije entonces, pretendiendo que lo hacía en voz baja.

La mujer volteó hacia nosotros, nos miró sin reconocernos y se detuvo en Paúl, de cuyos labios goteaba un fino hilo de saliva. Por un segundo me pareció que la música, los gritos de los borrachos y los reclamos de las mesoneras se detenían y sólo escuché la voz genital de la rubia cuando pronunció el nombre de Paúl, mientras ponía una mano sobre su hombro izquierdo. Paúl despertó entonces como un títere, elevado desde arriba por hilos que nadie veía, y miró la mano blanca cerca de su rostro. Hizo un gesto indefinible y se levantó de su silla. Cuando miró a la rubia, dijo algo con voz muy baja, y yo creí reconocer bajo el retornante bullicio la palabra "Estocolmo". Ella volvió a mencionar su nombre y se abrazaron.

La mujer realmente no brillaba ni despedía un aroma esotérico. Era una rubia hermosa, pero nada fuera de lo normal. Sin embargo, al verla abrazando a Paúl, al ver cómo lo conducía hacia la puerta y nos dirigía, ya a punto de salir, su mirada de camaradería, comprendí a Paúl, comprendí su empeño en que su historia fuera escuchada, comprendí la única verdad que valía la pena comprender como si ante mí se hubiera producido una revelación; comprendí que es tan sencilla esa cosa grande del amor, es tan de uno y tan de todos al mismo tiempo, que realmente es innecesario explicarla.

Escrito por Parafrenia a las 08:30 PM | Comentarios (1) | TrackBack

OFICIO PURO

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Autor: Víctor Valera Mora
Tomado del libro: Amanecí de Bala, 1971

Cómo camina una mujer que recién ha hecho el amor
En qué piensa una mujer que recién ha hecho el amor
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven el rostro de ella
De qué color es la piel de una mujer que recién ha hecho el amor
De qué modo se sienta una mujer que recién ha hecho el amor
Saludará a sus amistades
Pensará que en otros países está nevando
Encenderá y consumirá un cigarrillo
Desnuda en el baño dará vuelta
a la llave del agua fría o del agua caliente
Dará vuelta a las dos a la vez
Cómo se arrodilla una mujer que recién ha hecho el amor
Soñará que la felicidad es un viaje por barco
Regresará a la niñez o más allá de la niñez
Cruzará ríos montañas y llanuras noches domésticas

Dormirá con el sol sobre los ojos
Amanecerá triste alegre vertiginosa
Bello cuerpo de mujer
que no fue dócil ni amable ni sabio


Escrito por Parafrenia a las 05:00 PM | Comentarios (0) | TrackBack

Enero 05, 2006

Mistério

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Escrito por: Florbela Espanca

Gosto de ti, ó chuva, nos beirados,
Dizendo coisas que ninguém entende!
Da tua cantilena se desprende
Um sonho de magia e de pecados.

Dos teus pálidos dedos delicados
Uma alada canção palpita e ascende,
Frases que a nossa boca não aprende,
Murmúrios por caminhos desolados.

Pelo meu rosto branco, sempre frio,
Fazes passar o lúgubre arrepio
Das sensações estranhas, dolorosas…

Talvez um dia entenda o teu mistério…
Quando, inerte, na paz do cemitério,
O meu corpo matar a fome às rosas!

Escrito por Parafrenia a las 06:41 PM | Comentarios (3) | TrackBack

Diciembre 28, 2005

Una gran poetisa...

florbela.jpg

Ser poeta
Escrito por: Florbela Espanca

Ser poeta é ser mais alto, é ser maior

Do que os homens! Morder como quem beija!

É ser mendigo e dar como quem seja

Rei do Reino de Aquém e de Além Dor!

É ter de mil desejos o esplendor

E não saber sequer que se deseja!

É ter cá dentro um astro que flameja,

É ter garras e asas de condor!

É ter fome, é ter sede de Infinito!

Por elmo, as manhãs de oiro e de cetim...

É condensar o mundo num só grito!

E é amar-te, assim, perdidamente...

É seres alma, e sangue, e vida em mim

E dizê-lo cantando a toda a gente!


Escrito por Parafrenia a las 07:48 PM | Comentarios (2) | TrackBack

Julio 01, 2005

Frente de liberacion

hand-G.jpg

Escrito por el pana Torno Tornatore......

Papá apagó el televisor diciendo que eso me volvería algún día loco. Lo hizo cuando vio a un muchacho matar a un otro por una marca de zapatos y después de conversaciones que escuchó en un autobús, la gente se preocupaba más por la vida de desconocidos que de sus conocidos. Lo hizo al observar peinados y modas y que por olas la gente por lo general quería ser alguien más y poseer lo tocado por otro. Lo hizo cuando ya no pudo aguantar un silencio rabioso que tenía habitando años dentro de él "¿Estás seguro papá? ¿De qué voy a hablar con los otros?" "Habla de ti o gánate enemigos o amigos hablándoles de lo que ellos son". Yo no sé lo que nadie es y no creo que yo sea un buen tema de conversación. Pero le obedecí, en cuanto a lo de no ver más televisión, incluso la rompimos a batazos y crujió y soltó una baba blanca amarilla como la que sale cuando uno pisa una cucaracha "Eso es lo que eso es" dijo papá y me asusté. Papá tenía razón. también le agarró rabia a los carros, decía que era un insecto más. Un día pulló un carro y también salió una baba verde. Creo que quería enseñarme algo. "Estamos rodeados de insectos" dijo viendo el Metro y dijo viendo un autobús y puso los ojos como los pone uno cuando se sabe burlado por Dios.
Yo quedé convencido por completo.
Decidimos entonces crear nuestra propia compañía terrorista a la que llamamos "Frente de Liberación".
No era un movimiento político, era algo mucho más trascendental. Nuestro objetivo último era eliminar las ciudades para que mi papá pudiera estar en paz.
Mientras tanto los demás estaban matándose pero nadie parecía querer matar por verdadera necesidad.
Nuestros primeros objetivos fueron las antenas que transmitían las señales de televisión. Eran pocas en Caracas y no habían tantas a su alrededor. Como cosa rara no estaban vigiladas porque en realidad eran objetos de adoración ¿Quién iría a hacer daño a lo que todo el mundo adora? Pusimos unos pocos kilos de C-4 y la cosa explotó.
La ciudad entera murió. Lo digo en serio: la ciudad entera murió. La policía salió a la calle y comenzó a matar gente la mayoría de las cuales no sabían hacer otra cosa más que morir. Fue peor que un apagón. Nadie se atribuyó el hecho, nuestra causa no era a favor ni en contra de la humanidad, igualito la gente se amedrentó pero, amedrentados, tuvieron la rara oportunidad de tener sus propias ideas, de expresar por la boca su propia imaginación. La televisión impotente no podía decir nada, canalizar nada, ni en contra ni a favor, habíamos eliminado sus ejes de transmisión. La ciudad entera quedó sola, balbuceando, sin ser capaz aún de poder hablar... no sabía que no podía hacerlo por cuenta de su propia voz.
Era como una ciudad de bebés sin teta abandonados en la calle y el desprecio que sentí por ellos...
Papá quiso tomar ventaja de la situación para liberar a los presos de las cárceles y lo logró, en medio de la más grande confusión se hizo pasar por carcelero porque le pagó con un poco de droga encontrada a un guardia nacional para que le prestase el uniforme y a pesar de que va contra la ley lo hizo así el guardia nacional... porque para eso está el dinero y todo lo que puede ser comprado por él y le soltó las llaves.
La sociedad entera los había mantenido en la más espantosa condición, incapaz de darse cuenta

En cinco días apuñaleamos más de cinco mil carros y calculamos que nos llevaría varios meses eliminar a todos los de la ciudad, entonces preferimos optar por el envenenamiento que colocamos en los depósitos de gasolina de toda la ciudad y de su alrededor. La gente quedó espantada al ver cómo los coches se contraían como cucarachas y hacían "crak" soltando esa apestosa baba verde.
La gente empezó entonces a caminar y hubo mucho menos gente gorda y fofa y hubo muchos menos ataques al corazón y el aire se limpió. Echamos tierra a las autopistas y allí sembramos matas y cerezos y todo lo que la gente quiera y algunas matas y enredaderas crecieron tanto que hasta taparon edificios completos El espectáculo desde el Ávila era realmente liberador Nunca nos dimos a conocer porque nuestra meta nunca fue mandar a la humanidad pero sí liberarnos de algo que nos oprimía por dentro, por lo menos a papá.
Sin embargo, satélites-mosquitos siguen aún zumbando en el espacio; contra eso nada podemos hacer ....

Escrito por Parafrenia a las 03:35 PM | Comentarios (0)

Marzo 01, 2005

Destino escrito

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Escritos por: Ricardo Peña (Trabuko Visual)
E-mail:zaki_one@hotmail.com

Ahí adentro donde es oscuro, solitario y silencioso que los colores de la tranquilidad dan armonía a la mente, dan equilibrio al cuerpo, dan felicidad al alma. . . Pero ahí adentro, los colores quedan olvidados si no hay luz, luz de amor, luz de cariño. Existió algún día, si lo hizo, pero hoy no... Hoy la luz no brilla, no refleja los colores, lo único que se refleja es la inseguridad, la ansiedad, el no-amor. . . que no son un reflejo son una realidad, la realidad del no-color. . . Es algo de lo que quiero escapar y lo trato de hacer a través de estas letras, pero como escapar en realidad? como dejar de sentir esto y de nuevo encontrar mi tranquilidad, mi seguridad, mi felicidad , mi creatividad, encontrar mi centro. . . Estas líneas son como un foso sin fondo, caída libre infinita, nunca vas a llegar al final, no hay final, , , solo están allí para escucharte lo que tengas que decir, estas líneas son lo que ahora me consuela, son los únicos testigos de mi ser, de mi esencia, de lo que soy y siento en realidad. . . contar con ellas es un alivio , pero no la cura, pronto algo tiene que pasar para todo esto olvidar y dejar atrás, acepto mi destino y aquí me despido, espero que la próxima vez estas líneas puedan ser testigo de mi felicidad, del cambio , de mi propio destino. . .


Escaleras al cambio

Me despierto dentro de una secuencia de pensamientos de lo que pueda pasar, los días pasan cada vez mas rápido y pareciera que no avanzo a ningún lado, vivo dentro de mi, en mi mente muchas cosas pasan, diferentes ambientes, ideas, pensamientos. . . simplemente estoy observando que este momento es real, esta es la vida, el momento presente, justo este, ahora mientras lees, esto es el presente. . Sin embargo mis sentimientos han pasado por muchas cosas y el destino puso frente a mi dos caminos, alguna vez me sentí seguro de cual tomar pero ya no, siento que el otro camino tiene una magia y un sentimiento que cada vez que me pongo frente a el me siento raro, feliz pero nervioso , con ganas de ir a través de el sin miedo y ver que hay , a donde llega. . . pero la duda y la inseguridad no me dejan, tal vez es una oportunidad única o tal vez en verdad no es el camino que yo he de seguir, simplemente que este camino no es para mi. . . Pero si veo una luz o siento que en algún momento la inseguridad se transforma lentamente en confianza no voy a dudar en entrar sin mirar atrás y sin falsas esperanzas de que si me equivoco voy a poder regresar y tomar el otro, porque en ese momento, en el justo momento que entre ya el otro camino desaparecerá por siempre. . .

Escrito por Parafrenia a las 08:54 PM | Comentarios (0)

Febrero 14, 2005

Durmiente

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Escrito por: Francisco Laguna (Gargola)

¿Que deseas?
Solo dormir
¿Y soñar?
¡No, solo dormir!
¿Para luego despertar?
Solo dormir y no sentir, no pensar, no existir.
No deseo pararme con el pie izquierdo o con el derecho
No deseo ver un amanecer hermoso o un amanecer espantoso
No deseo verme en el espejo
No deseo pensar en si estoy feliz o estoy triste
No deseo que me preguntes como estoy, ni mucho menos responderte
Solo deseo dormir y no existir

Escrito por Parafrenia a las 07:01 PM | Comentarios (0)

Febrero 03, 2005

Mariposas negras

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Escrito por: Francisco Laguna (Gargola)

Cuatro paredes sucias y desconchadas. Oigo en la radio una melancólica tonada, mientras el cuarto es bañado por la luz artificial de un foco de cien vatios, que se funde con esa mortecina luz de una tarde de diciembre. Ahora entre solo cuatro paredes sucias y desconchadas, queda solo un yo que renace una serpiente abandona su vieja piel.

A veces sueño unos ojos cafés que una vez vi en una plaza.
A veces sueño un no, que ya no me importa, ni me duele, porque esa boca es solo olvido.
A veces sueño gotas de lluvia que pasean por mi cara.
A veces sueño lazos vacíos con seres que ya no son mis iguales.
A veces sueño una noche que estuve en un juego del que no se me participo.
A veces sueño estentóreos gritos de soledad de un desterrado.

Imágenes, solo imágenes.
Imágenes que parecen palabras.
Palabras que al escribirlas son como mariposas negras.
Mariposas negras que jamás se dejan atrapar.

Escrito por Parafrenia a las 06:26 PM | Comentarios (0)

Cavilaciones de una tarde en rajatabla

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Escrito por: Francisco Laguna (Gargola)

Estoy sentado en esta mesa, en este café, rodeado de gente que no conozco, a la que quizás nunca conoceré. Es Posible que Onetti tenga razón y el único ser vivo, el único que existe, soy yo, rodeado de fantasmas poco comunicativos con los que no puedo compartir algunos sueños. Tal vez todas las guerras y hambrunas, glorias y grandezas solo existen en mis pesadillas y anhelos. Tal vez antes de mi nada ha pasado, todo lo he delirado y cuando muera ya nada más podrá extasiarme. Todas esas caras, esos ojos, esas casas, ese cielo, todo eso quizás se desvanezca como un mal sueño. En todo caso, solo sea un fantasma soñado por otro o por ese maldito que nos hizo esta mala broma, he dejado de soñar.

Escrito por Parafrenia a las 04:59 PM | Comentarios (0)

Julio 22, 2004

Ciudad Batata Frita (Otra reflexion del Frito)

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Escrito por: Juan Groening (EL FRITO)

En nuestro mundo existe una ciudad en algún punto geográfico. Donde cualquier cosa puede pasar. Así como se oye, cualquier cosa. Una ciudad es un sistema, y como cualquier sistema, tiene subsistemas.
Uno de los subsistemas es el sistema judicial, donde están los jueces, que de un lado apoyan y de otro solo quieren sus beneficios. Si desean que estés libre estarás libre, pero si no serás un prisionero de ellos. Y nadie te podría salvar.
Pero no se habla mucho de poderes. En un lado de la ciudad, habita una raza de humanos-animales, personas que no hablan tu idioma, si no hablan otro idioma. El programa que controla esa ciudad está hecho de puras subrutinas Random.

Escrito por Parafrenia a las 07:12 PM | Comentarios (0)

Marzo 10, 2004

La luna cae bajo el sol

sol y luna.jpg

Escrito por: Hugo Caropresse

Las mareas derraman nuestras copas
El silencio se crea bajo nuestros pensamiento
No somos lo que somos
No eres lo que ves
No tienes un disfraz
Yo soy tu disfraz
Calla y no pienses
Se lo que ya no eres
Llora con gran alegría
Mi tristeza la llevaras en tu corazón
Mi sombra será tu reflejo en un espejo
Hoy la vida comienza a morir
Y la muerte a sobrevivir
Todos somos el alimento de estos grandes mounstros
Adiós te saludo
Te conozco en un despido
Y en mi lecho de muerte
Hoy vivo

Escrito por Parafrenia a las 09:08 PM | Comentarios (2)

Marzo 07, 2004

El dilema del espejo

cocaina.gif

Escrito por: Hugo Caropresse
Mary despertó esa noche en la mitad de un sueño, sudando, excitada, intrigada y pensativa , corrió al baño, sin poder encender la luz se miro al espejo… y en unos segundos sonaron virios rotos; el espejo se había agrietado poco a poco, arrancado de la pared en una aterradora explosión que cubrió todo su rostro. Mary asombrada y con ansiedad comenzó a observar lo que había quedado en el piso y con un gran sobresalto se vio a si misma arrodillada y desesperada aspirando aquello que en un tiempo fue su imagen. Su nariz se expandió cada vez mas mientras la sangre corría en largos y copiosos hilos, el corazón le latía fuertemente, su cuerpo comenzó a desmaterializarse y en un colapso quedo tendido rígidamente… Opacada sin pulso, sin sentir, la sangre era absorbida lentamente por los restos de polvo que todavía quedaban allí. De pronto su cuerpo sufrió una espantosa transmutación de masa gelatinosa a un cadáver en un baño público…
Yram salio del baño, miro alrededor de su cuarto y decidió cambiarlo todo: su cama al norte en el sur, sus cuadros del este en el oeste, su biblioteca de abajo… Al terminar abrió los ojos, ya no pudo dormir en toda la noche…

Escrito por Parafrenia a las 05:32 PM | Comentarios (0)

Marzo 01, 2004

Pasaje al olvido

Escrito por: Rafael Matthey

A veces tengo la ligera sospecha de sufrir amnesia ya que de vez en cuando no recuerdo las cosas que hice y, les confieso, hasta he llegado a dudar de mi real nombre y existencia.
Desconozco si la edad tenga algo que ver; pero debe haber alguna explicación lógica, que responda satisfactoriamente a esta suspensión temporal de la memoria.
Me sorprende mucho cuando la gente que creo conocer, me dice: -¡Qué obra de arte exhibiste el otro día!-, cuando ni soy capaz de pintar un dibujo infantil, ya saben, esos de la casita con la familia feliz saludando.

Mi sorpresa fue aún mayor cuando halle debajo de la mesa una extraño escrito que citaba textualmente:

“Me encontraba en una habitación – supuse que sería un refugio-. No recuerdo cuanta gente se encontraba dentro, sólo evoco dos extrañas figuras humanas, que por la destreza superior con la que asumían el mando, les llamé líderes.
Un hombre, de apariencia lúgubre y enfermiza: alto, cabello medio largo, una extraña piel blanca, ojos vidriosos y amarillentos... lo más cercano a lo que llaman “miseria humana”. Y una mujer, que por el contrario, me resultaba menos desagradable; de cabello negro, largo y ondulado, su piel blanca, y de un “humor” muy raro. Ambos vestían de negro y atuendo distintivo.
Mi instinto prudencial me impidió preguntarles dónde y por qué me encontraba en aquel lugar, sólo recordaba que horas o minutos mas tarde, permanecía en mi dormitorio dispuesto a tomar un breve y descanso.
De repente, el hombre de mirada vidriosa comenzó a dar órdenes; sin saber por qué, me veía incluido en semejante situación desagradable; peor aún, todos sabían mi nombre y parecían conocerme desde hace tiempo.
Hablaban de cierto signo perdido hace millones de años, incluso antes que el hombre habitara la Tierra.
No prestaba mucho cuidado y, menos aún, me interesaba. ¿Para qué podría servir un signo tan antiguo? ,total, estaba perdido. Lo que sí me inquietaba era cierto objeto en el bolsillo derecho de mi pantalón y, tan evidente fue mi preocupación, que todos empezaron a sospechar de mí; pensarían que yo sabría algo de su perdido signo.¿Cómo podría ser? Ni siquiera entendía el motivo de mi presencia..
Empecé a sospechar que todos estaban locos. Sin embargo, lo que presencié minutos después, me hizo dudar. Espero ser más descriptivo en este pasaje que, a duras penas, recuerdo oníricamente
El aspecto de la habitación era húmedo, lo que me llevo a mi primera conclusión: estabamos cerca del apreciado líquido H2O. El ruido grave y ensordecedor (parecido a los que producen ciertos autobuses y camiones en mal estado) y ciertos temblores de las paredes, piso y techo me condujeron a mi segunda conclusión –quizás no tan profunda como la primera-: estábamos bajo el mar.
Una de las puertas se encontraba abierta y lo que se veía detrás de ella, era una corriente malévola que abarcaba todo la entrada y que a su vez desafiaba las leyes de la física –en particular la de que todo líquido ocupa el volumen del espacio necesario donde se encuentra.
No encontré una respuesta definida a ese fenómeno, supuse que existía una barrera invisible que separara la habitación del mar, pero la idea de pensar en semejante insensatez me produjo deficiencia mental, que no dejaba de impresionarme. Poco después el espectáculo llegó a su clímax.
El hombre, con mirada intensa, se acercó a la puerta y, levantando la mano derecha, logró sellar la entrada con una extraña sustancia viscosa y de morfología marina, que salió aparentemente de la nada, y lo último que se logró ver detrás de la puerta fue, a grandes rasgos cadáveres, quienes en vida no corrieron con mi misma suerte de estar al otro lado.
Me dormí en una esquina entre escombros húmedos y de olores putrefactos, no recuerdo haber soñado con algo específico, solo sé que al cabo de un rato desperté.
Ya no me encontraba en el refugio y menos aún bajo el mar. Estaba en un lugar cálido cuyas paredes, piso y techo eran alcolchonados y, pude ver a través de la ventana enrejada un enorme letrero que decía: Reclusorio psiquiátrico.
Sin saber por qué, sentí alivio. A diferencia de otros que experimentan el don de la inconsciencia en situaciones de peligro, me concedieron la mejor de todas la locura. Por supuesto, mis amigos siguen buscando su símbolo extraviado –siguen dudando de mí-.
No me puedo quejar. Aquí soy feliz. Tengo comida y, en ocasiones, me visita mi familia, aunque no por mucho tiempo. Entiendo que deben trabajar, de otra forma no podrían pagar mi estadía en este “hotel de lujo”. Y mientras yo, me encargo de hacer creer a los doctores que estoy loco.
La locura es mi mejor pretexto para evadir la verdad y, la mía, mi verdad, es demasiado aterradora. A veces, en mis sueños, la mujer me dice que todo es verdad. No quisiera -o no debo- decirles como hace para convencerme, pero lo logra. Y ...¡como desearía estar loco de verdad! Pero... no puedo. En el bolsillo derecho de mi pantalón se halla el signo que, aún ignoro el motivo, ellos tanto buscan...”

Ese fue el escrito que encontré, sin ninguna explicación, debajo de la mesa.
Mi amada esposa me dice que en los últimos días del mes sufrí de extrañas pesadillas y que aquel escrito era un cuento que se suponía llevaba días de trasnocho escribiéndolo en la biblioteca y que tenía que ver con sueños, locura o algo por el estilo –para ella, siempre extrañas pesadillas producto de mi mente oscura y malsana.
Simplemente, lo olvidé. A veces tengo la extraña sensación de ser observado y lo único que viene y reaparece en mi mente es esa mirada fría e insípida de color amarillo enfermo, que me hace recordar tanto a mi difunto padre. ¿Acaso sería mi prudencial instinto que me ayuda a no recordar?
Y por fin supe lo que se hallaba en mi bolsillo. No era más que una cápsula de Fenobarbital: barbitúrico que los doctores clasifican como medicamento antidepresivo para concebir el sueño; yo prefiero llamarlo remedio para la consciencia y el recuerdo. Por supuesto, me la llevé a mi gran puta boca y dormí como siempre quise: sin recuerdos, sin sueños; un simple y exquisito vacío, lo más cercano a una muerte cerebral y no se para que ya dije que sufro pérdida de la memoria y que nunca me acuerdo de nada.

Escrito por Parafrenia a las 10:11 PM | Comentarios (2)