Agosto 12, 2007

Caracas. El valle del silicone. Cap. #12

Un carajo arrecho

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Novela escrita por: Newton

Crisolina Guedez era una mujer pequeña de rasgos mulatos, marcada por el signo de la soledad inhóspita. Por su expresión parecía que hubiese heredado mil años de sufrimientos en la esclavitud propia de su raza y al mismo tiempo poseía la angustia de tener que estirar la quincena miserable que le pagaba aquel malvado déspota que tenia como jefe.
Se apareció ante nosotros como una sombra, cruzo el dintel sin llamar a la, puerta y se plantó frente a Ashtar con una actitud de perro regañado confianzudo:
- Diga
La voz se diluyo en unos labios apretados y minúsculos que nunca habían presenciado una expresión profunda
- Lleve a estos señores a las oficinas de contabilidad- dijo el jefe- Van a ver los libros
Una vez mas sus palabras sonaron con acento indeterminado. La mujer ni se inmuto quizás ya acostumbrada a los insultos de tan nefasto personaje. Giro sobre si misma e hizo un ademán que yo interprete para que la siguiéramos.
- Yo iré dentro de un momento- dijo Ashtar con cierta suspicacia
Luego, hizo girar su silla y se quedo pensativo mirando lo s monitores…

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La oficina de contabilidad quedaba en el mismo pasillo y solo estaban separadas por 30 metros por una alfombra de tigre barata y paredes empapeladas con motivos de pinos silvestres.
La secretaria abrió la puerta y pasamos sin sospechar que aquella pequeña y maliciosa mujer, apenas traspusimos el umbral, cerro violentamente la puerta pasándole doble llave: el lugar estaba solo y el ambiente sumamente seco. Rita sobresaltada por el sonido inesperado me miro nerviosa.
- Nos encerraron- musito
Se reflejo en ella un claro temor, lo que hizo resaltar el intenso rojo de su cabello abierto en un abanico cuando su cabeza giro hacia donde me encontraba.
- Que deponga- dije sádicamente ¿Nunca has dormido sobre un colchón de facturas?
- Coño no seas guevon. Esta vaina no me gusta- replico
Sin modificar mi actitud de aparente tranquilidad para no crear pánico, pude comprobar que la amplia habitación era un lugar hermético. Pero hubo algo que me preocupo más: ¡2 lados del lugar eran de acero puro! Mi primera reacción fue abofetearme repetidamente
- ¿Qué te pasa?- pregunto la jeva- ¿hay zancudos?
- Ojala- respondí arrecho- soy un pendejo, un bruto. Mira… ¿ves esas paredes?
Señale, abriendo los brazos como el cristo de Rio de Janeiro
- Son paredes trituradoras
Fui hacia la puerta y trate de forzarla pero era inexpugnable
- Coñoo, estamos jodidos- lo dije sin poder disimular mi frustración. Rita se lanzo sobre mi y me abrazo completamente aterrorizada
- ¡Noooooo…!
- ¡Siiiiiiiiiiii…!- grite esperando que su miedo aumentara para ver si me apretaba mas fuerte
- Pero ¿Por qué?, ¿Qué le hemos hecho a ese señor?- Dijo al instante que empezaron los primeros gimoteos
- Verga, ¿y te parece poco jurungarle las cuentas?
La moral de Rita cayó estrepitosamente, tanto que termino recostando su cabeza sobre mi pecho. Su perfume invadió mis sentidos y tuve una visión extática ante la proximidad de una muerte irremediable.
Su voz era ya un gemido quebrado por la impotencia de mi ingenuidad… no había salida. Repentinamente, se oyó un crujido y en pocos segundos nos abrazamos tan fuerte, que pensé era un milagro divino el que compartiera mis últimos momentos abrazado a Rita en una confusa y dolorosa dimensión entre lo sublime de la tragedia y la serenidad mas infinita.

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Sorpresivamente, Ashtar abrió la puerta y nos increpo con una furia demencial:
- ¿Qué coños esta pasando aquí?, ¿ustedes creen que esto es un motel?
- Desgraciado, hijo de puta- vocifere- querías aplastarnos- dije señalando las paredes de metal
- Verga ¿Qué se fumaron?- replico Ashtar- llevándose el dedo índice y anular a la altura en forma de O- Esas paredes son parte del blindaje, varias veces la competencia ha intentado entrar en este recinto sagrado
Resoplando el susto disimule
- Bueh… voy a creerle para no entrar en polémica porque yo solo discuto con un whiskey en la mano
- Pues hoy no es su día de suerte- apunto cínicamente el malvado y corrupto comerciante. Prosiguió: - A ver, ¿Qué anda buscando?
Por razones obvias, no dije nada abiertamente. Como no tenía pistas concretas opte por mantenerme firme en mi posición de agente gubernamental:
- Déme la lista de clientes para los 2 últimos años
Ashtar ni se inmuto. 10 segundos después se dirigió hacia una pila de papeles, extrajo un paquete y me lo extendió a la altura del pecho. No lo agarre…
- Tiene que darme el verdadero
Yo sabía que este tipo de empresarios siempre tenían un As bajo la manga… De mala gana abrió un estante que tenia bajo llave y me entrego otro fajo de papeles, pero al momento de agarrarlo lo atenazo con fuerza.
- Dígame… ¿Qué esta buscando?
- Un nombre
- ¿Para que?
Rita pelo los ojos, Ashtar frunció el ceño… le arranque el paquete y procedí a abrirlo. Enseguida empecé a observar las enormes listas de personas naturales y jurídicas, recorriendo velozmente cientos de columnas con mi dedo índice ante la admiración de mis 2 atónitos espectadores, que no podían creer la velocidad sincronizadamente diabólica entre mis ojos y mis manos. A casi 50 líneas por segundo desechaba apellidos con la destreza de un hombre soltero que debe verificar el ticket del supermercado.
Era tal la velocidad que Ashtar término mareándose y vomito en un rincón, situación que aproveche para arrancar una pagina con información vital.
- ¿Logro encontrar algo?- exhalando el aliento ácido propio de los que regurgitan
- Nada
- Entonces tienen un minuto para desaparecer de aquí o de lo contrario van a terminar friendo algo en algún sartén…
Ante mi astucia, y considerando que el caso estaba encaminado, agarre a Rita por un brazo y nos dirigimos hacia la salida como si hubiésemos robado una revista en una librería. Afuera, me pregunte si deberíamos…

En el proximo capitulo: ¿Volver? (Cap. #13)


Escrito por Parafrenia a las 03:16 AM | Comentarios (0) | TrackBack

Caracas. El Valle del Silicone. Cap.#11

Una industria grasienta

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Novela escrita por: Newton

En el trayecto le explique a Rita el plan que tenia en mente. Después de mucho meditar había tomado la decisión de que nos hiciéramos pasar por fiscales del Seniat, con lo cual tendríamos acceso a los libros de contabilidad y, por ende, a la administración de la empresa. Allí, según mis cálculos, podría estar la clave de las misteriosas extracciones.
Al instante en que el auto entro a toda velocidad en la zona industrial de los Valles del Tuy, me coloque mis bigotes postizos de fiscal y me ajuste firmemente la peluca plateada de empleado de ministerio. Después de pisar 3 indigentes que caminan desorientados por el efecto de aspirar grandes cantidades de pega para zapatos, en el medio de la congestionada avenida intercomunal, llegamos a la entrada del complejo fabril. Rita fue reduciendo la velocidad hasta detenerse completamente frente a la nave central de la poderosa compañía. En el lugar había decenas de gandolas que estaban siendo llenadas del viscoso líquido.
Descendimos del auto para dirigirnos hacia las oficinas esquivando mangueras y pozos del resbaladizo aceite. En el edificio administrativo nos atendió una recepcionista muy flaca y ojerosa, cuyo rostro revelaba a simple vista que trabajaba por un sueldo miserable. La empleada nos ofreció asiento… pero nosotros sacando los carnets que nos facilito el comisario Rausseo, nos identificamos como fiscales de hacienda y, muy amablemente, la pedimos hablar con sus superiores inmediatos. Minutos mas tarde estábamos frente al jefe de relaciones públicas de la empresa: el despiadado licenciado Leoncio Trabuco, más conocido en el underground bursátil como Pajarraco.
El individuo era realmente pintoresco; su cara mantenía un rictus de cordialidad ininterrumpida resultado de una intervención quirúrgica para mantener de manera constante su fingida actitud de relacionista público. En un instante nos hizo un gesto de pasar a su oficina y dijo:
- Siéntense. ¿Quieren un poco de aceite hirviendo?
- No, gracias- respondí- prefiero que vayamos al grano
- ¡Claro! La secretaria me comunico que son fiscales ¿cierto?
- Si
- OK, ¿Cuánto quieren?
- ¿Qué?- pregunte intrigado
- Es decir… su comisión para no revisar la planta de procesamiento
- Yo creo que usted esta en un error- replique en un tono molesto
- ¿Ustedes no son fiscales de Sanidad- preguntó
- No- conteste con vehemencia
- OK, OK… ¿son de la gobernación? Siendo así vamos a hablar del porcentaje que se les adeuda
- Disculpe pero sigue usted equivocado- acote
- Entonces son del Seguro Social…
- Mira pana…- haciéndome arrechar- somos del Seniat. Venimos a revisar los libros
Rita sonrió discretamente al observar como el rostro del sujeto dejo de reír aunque seguía riendo. El carajo se llevo las manos nerviosas sobre la cabeza tratando de recuperar la cordura.
- Coño… hace apenas una semana le di real a 3 colegas suyos. Segurito que ellos les pasaron el dato…
- Que va, venimos por ordenes de arriba
- ¿Qué quieren?
- Saber el movimiento de la empresa, sus operaciones…
- ¿Y como para que?
- Bueno, ¿eso no es lo que hace un fiscal? Nojoda- respondí tajantemente.
En ese momento el tipo con el pulso errático, sorbió un poco de aceite vegetal depositado un una taza anónima…
- Aja… con que curiosidad… ¿estaría bien 3 palos?
- No- respondí secamente rechazando la oferta
- ¿4?
- Que va…
- ¿8?
- No, no, no…- le dije moviendo con rapidez de un lado otro el dedo índice
- Bueno chamo- dijo el tipo en tono molesto y haciendo que su rostro se congestionara- ¿Cuánto quieren para que dejen la ladilla?
- Solo quiero revisar las cuentas- respondí incólume
Sorbió con más fuerza la taza de aceite vegetal extra refinado y exclamo con furia:
- En ese caso voy a llamar a la PTJ
Rita me miro con la boca abierta y yo le hice un guiño tranquilizador
- Bueno, creo que no le va a hacer muy difícil- dije acariciándome la barba postiza del mentón. - Yo soy policía
Estas palabras fueron suficientes para que aquel ser, con la cara de pájaro loco, dejara de sonreír al no poder concebir que existiese un funcionario incorruptible…
Leoncio Trabuco, ese engendro de cara aceitosa, se sentó lleno de sudor sobre su silla corporativa de cuero. El estar frente a dos funcionarios, que además eran policías y para colmo insobornables, hizo que el mundo se le viniera abajo. A pesar de la tensa situación, hubo un tiempo medido en segundos que permitió un respiro para ambos. Pero, otra vez fui yo quién inicio el contraataque:
- Tranquilo, - dije aguantando la risa- no voy a echarle paja. Solo queremos ver los libros
Viendo mi insistencia, el triste empleado arrugo mas la cara y la dejo caer sobre los brazos que ya descansaban sobre el escritorio. Sin embargo, consiguió levantar la cara en un ultimo esfuerzo, guardo un minuto de silencio y repentinamente rompió a llorar de una manera salvaje, primitiva… quizás la única manera como puede llorar un hombre que fue programado para sonreír
Rita y yo cruzamos miradas mientras el llanto de aquel ser comenzó a mutar en sonoros berridos. Su dolor era tan intenso que logro aturdirnos.
- Relájese hombre- le dije- los machos no lloran
Al decir esto, el tipo levanto a cabeza y entre sorbos de lágrimas, musito:
- Nojoda, yo si… ¿no lo ve?, yo si…
- Pero si no tiene motivos- murmuro Rita
- Es que con ustedes fracase irremediablemente
- Coño no diga eso…- le consoló mi tierna pelirroja
- Claro que lo digo, ¿no ve que no puedo sobornarlos, ah? Eso demuestra mi incompetencia. Todo se acabo… seguro que me botan
- Eso no es así- trate de explicarle- hay una Ley Orgánica del Trabajo que lo ampara.
- ¿Cómo que no?- replico entre pucheros- se suponía que yo les iba a mojar la mano, hacerlos cómplices del sistema y de todo lo que eso oculta. Pero ustedes no son patriotas, no han respetado mi oferta honesta y desinteresada. ¡Dios mío!, ¿Por qué me has hundido bajo tu manto anárquico del caos mas cruel?
Seguidamente siguió con su lagrimeo donde el llanto seco y armónico en donde los chillidos contenidos se confundían con pequeños quejidos, dándole a toda la sinfonía un tono dramático como si una Danta estuviese pariendo. Me sentía apeado por aquella siniestra expresión de sentimientos reprimidos, que me propuse decir algo pero Rita me lo impidió.
- Déjalo que se desahogue- recalco- esta acorralado
- OK, vamos a esperar, luego iremos a lo nuestro
Cuando dije esto, Leoncio Trabuco aumento nuevamente la retahíla de lamentaciones
- ¡Noooo, los libros noo!- gesticulaba bañado e lagrimas y dándoles golpes furiosos al escritorio. Decidí sentarme y aprovechar de leer una revista. A los 15 minutos, el pobre empleado asalariado, bajo la intensidad del llanto a 45 decibeles, luego a 10 y finalmente se limito a emitir pequeños gorgoteos diafragmáticos. Mas sereno dijo: - esta bien, pero debo avisarle al presidente de la compañía
- ¿Cómo se llama?- dijimos al unísono
- El DR. Ashtar Sheran
- ¿Es marroquí?- yo
- No vale es de Maracaibo
- ¿De que parte?- Rita
- Lagunillas. Se los advierto… el tipo es mal encarado. Dueño y señor de la compañía, él mismo controla los libros y todas las operaciones
- Bien, vamos a por él- dije con mi mejor acento españoleto
Leoncio se levanto y nos pidió que lo siguiéramos, atravesamos varios pasillos de Dry Wall rodeados de cubiculos y llegamos hasta una puerta muy ancha bien trabajada donde colgaba un letrero: “No golpee la puerta o lo golpeo”. El lloroso empleado nos encaro:
- Esperen un minuto… debo anunciarlos
Toco suavemente y una voz chillona le autorizo la entrada. No había pasado ni un minuto cuando salio apurado, tembloroso y con los ojos desorbitados. La voz volvió resonar:
- Pasen
A pesar de aquel silencio pavoroso, entramos a la oficina con la más absoluta naturalidad. La estancia era inmensa: la decoración contenía una extraña simplicidad asépticamente minimalista para ser maracucho, cubierta con inmensos ventanales forrados con papel ahumado unilateral que balconeaban hacia la planta de producción. A un lado estaban los múltiples monitores que mostraban imágenes de todas las dependencias de la fábrica, permitiendo un exacto control absoluto sobre el personal. Hacia el extremo del salón otras pantallas con variados comandos luminiscentes me hicieron entender que las proyecciones representaban márgenes de rendimiento por empleado, traducidos en complejas ecuaciones para establecer cifras exactas de horas/hombre/producto que se modificaban exponencialmente para analizar costos, devaluaciones, impuestos al debito bancario y sobornos; variables estas que establecían el precio final del producto + la ganancia respectiva.
La habitación estaba cubierta de insólitas gigantografias de la Vía Láctea y justo al centro sobre una e especie de alfombra plástica con un diseño tipo Metro de Caracas, detrás de un escritorio límpidamente vítreo, se hallaba Ashtar Sheran en persona: un flaco lívido de un metro setenta, blanco como la leche, de labios azulosos y un cuerpo frágil de extremidades huesudas. Las venas, nervios y tendones sobresalían de su cuerpo de manera extraordinaria. El tipo parecía sacado de un videojuego futurista…
- Siéntense- lo dijo con acento incomprensible y autoritario- ¿Quieren un aceitico?
- No gracias- al mismo tiempo que nos mirábamos la cara por la repetición del ofrecimiento
- Bien, se me ha informado que quieren ver mis libros- expresado con una suavidad que parecía sospechosamente amable, entre triste e inseguro pero aterradoramente filosa
- Antes debo comunicarles que por esta vaina pueden perder el puesto pero no quiero verlos sufrir a causa de su falta de visión para ciertas cosas de la vida. De hecho, entiendo que un empleado público, como ustedes, ceda ante la tentación de cumplir con su trabajo…
Al decir estas palabras sonrió irónicamente y dejo ver una dentadura increíblemente afilada en los caninos
- Los entiendo…- prosiguió- claro que los entiendo y me parece que podemos arreglar este pequeño entuerto, sin rencores… Fíjense, les ofrezco 2000 dólares y 10 cajas de aceite a cada uno y listo. Por supuesto, se olvidan de que esta dirección se encuentra en algún lugar de este país, que es tan ancho, grande y lleno de oportunidades.
- ¿Son narco-dólares?- fue mi primera reacción
Astar Sheran levanto la delgada y delineada ceja, tras la cual pude observar una furia oscura como un caótico agujero negro. En ese instante una pequeña lámpara sobre el escritorio estallo bajo la mirada diabólica del enigmático personaje. Con pasmosa tranquilidad, siguió deambulando por la amplia habitación. Lentamente pregunto:
- ¿No aceptan la oferta?
- No- dije- queremos ver lo putos libros
- Uhmmm… insiste
- Pues claro- dije con mucha ternura
El empresario lanzo una mirada tan fuerte que de vaina esquive gracias a mi amplio dominio sobre el Focus. Duro unos segundos y sin inmutarse, dio la voz de mando al videoconmutador para llamar a su secretaria.
- Crisolina, venga de inmediato
Luego se sumió en un profundo mutismo. Observe como sus manos tomaron un color indefinible. Fue en ese momento cuando se abrió la puerta.

En el proximo capitulo: Un tipo arrecho (Cap. #12)
Cap.12 Un tipo arrecho

Escrito por Parafrenia a las 02:19 AM | Comentarios (0) | TrackBack

Agosto 21, 2005

Caracas. El valle del silicone. Cap. #10

Estrechez de corazón

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Novela escrita por: Newton

Mi apartamento tipo estudio era realmente de bolsillo. Consistía en un cubo de 3x3x3 metros y estaba adosado a un edificio de corte arquitectónico netamente metabolista, construido durante la ultima revolución tecnológica por allá en los 70. A pesar de lo pequeño, conservaba todas las comodidades modernas: un baño hidro-tubo con limpiador automático en la ducha, una cama de fibra-óptica con holovideo incorporado y una auto-cocina con parrillera digital incorporada. Al lado de la cocina había una repisa retráctil que hacia las veces de escritorio y sobre la cual estaba una enorme pila de papeles del trabajo, mi colección de aerolitos y varios recorte s de periódico con todo tipo de noticias sobrenaturales. Debajo de la tabla retráctil, había una nevera ejecutiva con un secador de manos automático justo al lado del modesto lavaplatos y colocado lateralmente a la única silla con vibra-call de la ya saturada estancia. Todo esto mezclado con mis libros de astrofísica y mi computadora portátil.
Cuando entramos a la habitación, AVON (un software inteligente instalado en mi PC) activó una coctelera roja que pendía del techo (para dar aviso de alarma en caso de que penetraran intrusos), logrando arrancarle un sonoro grito a Rita. Logre calmarlos a los dos; primero a mi PC proporcionándole mi voz para que me reconociera y luego a ella dándole de comer un ajoporro deshidratado que saque del bolsillo de mi chaqueta.
Ya más tranquila, la jeva miro hacia todos lados y exclamo:
- Es bastante intimo
- Si – conteste- incluso conserva el mismo ambiente de intimidad cuando doy fiestas
- Coñoo, ¿y viene un gentío?
- Mas o menos, pero siempre terminamos en las escaleras
- Me agradan estos ambientes calidos e íntimos – repitió Rita estirando los brazos hacia arriba
Echo de nuevo un vistazo sobre el cuarto y pregunto:
- Por cierto, ¿Dónde voy a dormir?
La mire de soslayo observando su ropa semi-rota, y sabiendo que yo solo tenia una cama individual, comprendí que la situación era un poco comprometedora.
- Bueno, espero que no te importe si compartimos la única cama. Como no tengo un sillón, ni sofá, solo puedo decirte que quizás pudiese dormir encima de la poceta o en la silla vibradora pero debes comprender que eso seria muy incomodo
Ella hizo un gesto de desagrado, pero vi con regocijo, que no llegaba al punto de disgusto.
- ¿Puedo decirte algo? – dijo
- Si, de bolas – respondí eufórico de entusiasmo
- ¿Podríamos colocar tu tabla-escritorio entre los dos? De esa forma no nos molestaremos durante la noche
Comprendí sus razones; apenas nos conocíamos y era explicable que una mujer decente sintiera desconfianza por un tipo que trabajaba a destajo para la policía y además le gustaba coleccionar pornografía. Sin responderle, me dirigí a cumplir sus deseos colocando la tabla bien firme en el medio de la cama.
- Listo, un colchón 2x1 – dije mostrándosela con la mano extendida
- Bien – respondió – ahora apaga la luz, debemos descansar. Mañana temprano debo recoger algo de ropa y algunas cosas de mi casa
Asentí con una sonrisa de resignación y di la voz de mando para que AVON apagara la luz. Lentamente la luz fue declinando hasta quedar todo en penumbra. Ella se quito los jirones que tenia como ropa y se acostó desnuda. Bebí un vaso de agua y me desnude entre las sombras.
Al recostarme, la tensión me hizo sentir el calor de su cuerpo fluyendo a través de la tabla, hasta dejarme llevar por el cansancio y la fantasía. 5 minutos más tarde, volaba suavemente en la nave vaporosa de los sueños. La memoria inconsciente de mi computadora orgánica, iba tomando datos de manera aleatoria y los proyectaba en el inframundo intangible de mi psiquis. En la función continuada de la primera tanda pude ver como Mutabaruca se lanzanba en benji con un tabaco de marihuana en la boca desde el hotel Humbolt, mientras abajo lo recibía el comisario Rausseo echándole unos tiros…

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Por la mañana, cuando los primeros fotones de luz penetraron por la ventana y me dieron en el rostro, pensé que un infeliz alienígena me disparaba con una pistola de rayos paralizantes. Del susto pegue un brinco y caí e posición de combate. Por suerte, el extraño visitante solo era u sueño, pues de lo contrario hubiese sido destrozado. Afortunadamente, todo ese alboroto no despertó a Rita, lo cual me hizo pensar que era una persona dura para despertarse.
Sin previo aviso, y en voz baja, le ordene a mi PC que aplicara una pequeña descarga eléctrica a la cama, con la terrible suerte de que mi portátil estaba un poco celosa.
Dando un salto rita gruño muy molesta:
- No joda, ¿Por qué coño hiciste eso?
- No fui yo, fue ella… - mire señalando a mi PC
- Verga panita, dile a esa mierda que no lo vuelva a hacer – me dijo mirándome entre incrédula y furiosa
- Bueno, bueno, no te arreches. Además, son casi las 9 y tienes que buscar tus cosas. Mientras tanto, yo tengo que ir a visitar la fabrica de aceites vegetales
- ¿Una fabrica de aceites vegetales? – inquirió extrañada
- Si, tengo una nueva pista – le dije sin mirarle al rostro mientras me abrochaba la camisa
- ¿Por qué no me acompañas antes a mi casa? – pregunto ella
- ¿No puedes ir sola?
- Tengo miedo de que mis perseguidores me tiendan una emboscada. Luego yo te acompaño
La mire unos segundos y dándole la espalda para irme a lavar la cara, hice un gesto de asentimiento. Después de todo, la propuesta me pareció bastante razonable.
3 horas más tarde, luego de consolidar la improvisada mudanza de Rita a mi departamento, cruzábamos raudos la carretera en un auto de la policía secreta que nos había facilitado el comisario Rausseo con dirección hacia la fábrica de grasas vegetales situada en las afueras de la ciudad. Un sol esplendoroso bañaba las copas verde-esmeralda de los árboles que se levantaban a cada lado de la estrecha carretera rural, acariciando mi vista con sus colores vivos y brillantes. No obstante, tanto brillo matutino sobre la peligrosa vía, lo confuso de las pistas que poseía y las extravagancias que gravitaban sobre la muerte de Maribarbola Lugo, hacían que al empezar un nuevo día, esté se me convirtiera en la imagen de una caverna habitada por terribles bestias de procedencia diabólicamente cósmicas. A medida que nos acercábamos, poco a poco, una gran incertidumbre comenzó a llenar todo mi espíritu.

En el próximo capitulo: Una industria grasienta (Cap. # 11)

Escrito por Parafrenia a las 07:55 PM | Comentarios (1)

Abril 08, 2005

Caracas. El valle del silicone. Cap. #9

Cerros y cerros de papeles

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Novela escrita por: Newton

El dardo se desplazo con una velocidad de 70 Km /h produciendo un sonido de 3 decibeles casi imperceptible al oído humano. Al sentir la aguda punzada en el esternomatocloideo izquierdo, la reacción del vigilante fue la de llevarse las manos al cuello, imaginándome al instante lo que debía estar sufriendo el desalmado guardia: parálisis instantánea de todos los músculos y un intenso resplandor que se tradujo en un nistagmo (movimiento ocular descontrolado) Por supuesto, sin ningún tipo de respuesta neuro-motora el cuerpo se desplomo como un saco de papas sobre el duro concreto de aquel siniestro sótano.
Al comprobar que el vigilante no se levantaría en un buen rato, me dirigí a la mujer que ya parecía sacada de un campo de concentración y le hable dándole un pellizco en el pezón a ver si reaccionaba. Logre que me susurrara algo:

- Ten – go – ha… - dijo musitando cada silaba.

- ¿Qué dice? – abofeteando su rostro demacrado - ¿dígame que le hicieron?

Su rostro reflejaba los embates de haber sido sometida a múltiples torturas sexuales y depravaciones sin ningún tipo de piedad, dejando ver como si el peso de toda la humanidad hubiese caído sobre su pecho. Observe el extraño aparato con forma de garra y comprobé como a través de una maquina inyectora, el tejido adiposo era inoculado y canalizado por unos tubos de plástico transparentes desde unos pipotes con un extraño símbolo hasta el vientre de la infortunada mujer.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente al comprobar que el estado de la mujer era cada vez peor:

- Vamos parese, que nos vamos de aquí – dije con cierta esperanza.

- Ten – go – ha… - dijo la muchacha con voz trémula.

Arremetí con 2 cachetones mas para ver si la jeva reaccionaba, como en efecto sucedió:

- ¡TENGO HAMBRE, NOJODA! – dijo, y luego de expresar su ultimo deseo carnal, el cuerpo se estremeció dejando fluir toda la masa etérea del espíritu hacia una región desconocida del cosmos dimensional llamada popularmente Muerte.

Una rabia indescriptible me invadió, provocando que le pateara el estomago al vigilante adormecido. Lo cual provoco que un torrente marrón impregnara la entrepierna del afeminado, que sonrió quizás ante la descarga estreñida de las heces fecales. Decidí revisar las ropas de la mujer que se encontraban al lado de la camilla, donde halle un monedero con 50 mil bolos, una C.I. a nombre de Silvia Saint, 3 ganchos de pelo y un llavero de Hello Kitty con unas llaves. Conserve el dinero por si acaso tenia que agarrar un taxi y el llavero para mandarlo al laboratorio de experticias. Luego, con la sangre fría propia de un caimán, le cerré los ojos a la muerta que evidentemente ya no los necesitaba.
Saque mi arma y dispare varias veces sobre una de las tantas cajas que adornaban el sótano y vi con asombro que estaban llenas de fémures humanos envueltos en papel contac. Cerré otra vez la caja como pude al darme cuente del escándalo que produje con los tiros. Encendí un paquete de triqui-traquis, los tire encima de un montón de restos de anime y arranque por las escaleras hacia los pisos superiores, en una carrera que por momentos me pareció endemoniada.

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En el ascenso de las fétidas escaleras, la imagen de la muerta y los fémures envueltos como para regalo, no se apartaban de mis atribulados pensamientos. Deduje que el grupo de extractores afeminados trabaja con demasiada regularidad dada su pericia, pero aun no lograba descifrar las motivaciones y su modus operandi. Pensé por un segundo en regresar e interrogar al vigilante, pero luego razone que además de peligroso, sino lograba que el pseudo-hombre hablara, podía ponerme al descubierto y entorpecer las investigaciones.
Por unos breves instantes, la concentración en mis profundos pensamientos hizo que descuidara ciertas precauciones y casi me dejo ver por los 4 guardias que montaban vigilancia en la entrada principal. Me deslicé como un gato en celo buscando victimas y subí al piso donde se encontraba el supuesto archivo. Al acercarme a una enorme puerta ubicada en el extremo sur del pasillo, pude distinguir un pequeño letrero:

“Archivo Nacional de la Tierra Prometida”

La habitación aparecía alumbrada por una tenue luz de neon donde tan solo una solitaria lámpara proyectaba su cascada luminosa sobre la oscuridad abismal del aposento.
Estando en el interior, vi al anciano custodio que me esperaba junto a Rita. Todos cruzamos una mirada de alegría bajo el fuerte impacto que me produjo el contenido de aquel lugar. Adentro había inmensos estantes llenos de millares y millares de carpetas, que se perdían entre los corredores formados con más estantes en las mismas condiciones. Las estructuras metálicas se apoyaban una sobre otras formando perspectivas sacadas de mundos hipnóticos como si todo estuviera a punto de caerse con un gran estruendo. El polvo le daba un color mas lúgubre a todo aquel sitio, bajo la presencia dominante del ambiente laberíntico donde el aire se hacia totalmente irrespirable.

- ¿Todo bien? – pregunto Rita

- Si, ¿y esta vaina?

- Lo que le dije – intervino el anciano – casi todos los ofrecimientos que se han hecho en el país sobre el uso de la tierra, archivadas una por una. Pero esto es solo el principio, venga por acá, lo estábamos esperando.

Diciendo esto, el hombrecillo nos arrastro hacia uno de los pasillos de aquel laberinto superpoblado de archivos, que estaban marcados con discretos letreros indicativos:

- Atención, aquí empieza la clasificación; antes debo explicarles que a principios del siglo XX, muchas personas dudaban de la existencia en el país de este peculiar archivo, el cual según cuenta la leyenda, fue iniciado por un estrafalario erudito tunecino que se radico entre nosotros a fines de la el periodo colonial; pero no seria hasta 1935, después de la muerte del dictador J.V.Gomez y luego de la convocatoria de las primeras elecciones “y que” democráticas, que Don José Domingo del Pozo, heredero del finado inmigrante, temeroso de lo que estaba por venir desistió de continuar el trabajo de sus antepasados, revelando públicamente su existencia y entregando todo el material recopilado al Estado, desapareciendo en extrañas circunstancias para siempre.

Ya había pasado el fugaz momento de sorpresa que me produjo todo aquello, pero en mi cara y en la de Rita se notaba una sensación de incredulidad que a ella le destacaba aun más el bello color azul de sus ojos.
El Sr. Malcovich nos introdujo en otra suerte de salón, y dijo:

- De este lado están las solicitudes de los damnificados que esperan para ser reubicados, mas allá están los que esperan casa por la ley de política habitacional, y en aquel sector – continuo señalando con los labios como si estuviera haciendo pucheros – están los ofrecimientos municipales para reparar calles y aceras.

Mientras hablaba el extraño ser tocaba lujuriosamente los tomos polvorientos de aquellas carpetas contentivas de extraordinarios e incumplidos secretos.

- ¿Vienen muchas personas a este sitio? – pregunte

- ¡Claro que si mijo!, los arquitectos para fusilarse los proyectos urbanísticos, sociólogos para reactivar teorías económicas obsoletas en el uso del suelo y políticos para no repetir los ofrecimientos de tierras de campañas electorales anteriores.

A un lado de nosotros, una mesa llena de papeles que parecían estar en proceso de clasificación, llamo mi atención:

- ¿Y que es ese paquete? – insistí cual pepito preguntón.

- Son ofrecimientos para soluciones habitacionales, llevan ya casi 50 años ahí sin poder ser ordenadas.

- Esto es insólito – dijo Rita poseída por el entusiasmo. El cabello semi-revuelto por la excitación tapaba parte de su rostro, y aun cuando el traje medio destrozado le cubría bastante el cuerpo, las fabulosas piernas le quedaban casi al aire cada vez que se movía, haciendo que el anciano continuamente las mirara de reojo.

Se podía captar con claridad la pesadumbre que habia en su abatido espíritu. Tal vez tenia razón, después de vivir tanto tiempo entre papeles sin sentido por un miserable sueldo, solo para cuidar tan grande deposito de mentiras, engaños, paquetes chilenos, añagazas y espejismos, era lógico pensar que su pesimismo parecía venir del mas allá. Ante aquel museo de lo inexistente, me dio por pensar si alguna vez yo habia prometido algo que no habia podido cumplir, pero preferí callar. Mire hacia la ventana y me di cuenta que empezaba a oscurecer, confirmando que ya era la hora de partir.
En plena autopista Francisco Fajardo en sentido este-oeste, como quien va hacia la UCV a través de un inmenso puente peatonal verde construido provisionalmente y convertido posteriormente en mobiliario urbano permanente, gracias al uso obligado de la gente que viene de Los Teques, las luces de los autos y las lámparas de argon color ámbar, semejaban una inmensa guillotina donde carros y camiones parecían tener licencia para matar. A pesar del fatigoso día, la noche nos pareció reconfortante al sabernos fuera de aquel lugar sombrío. En la cadena de pensamientos que se sucedieron uno tras otro como si fueran una procesión de Satanás, sentí cierta pena por la mujer del sótano a quien no le pude descifrar las últimas palabras y cierto regocijo por el vigilante victima de las llamas a causa de los explosivos navideños.
Una vez en las adyacencias de los perrocalenteros de Plaza Venezuela, entre piropos y silbidos a consecuencia del estado de las ropas semi-rotas de Rita, subimos rápidamente a un taxi. Habiendo acordado previamente que ella pasara unos días en mi apartamento para no correr el riesgo de ser encontrada por sus perseguidores. Al instante deje caer mi cabeza hacia atrás, cerrando mis ojos justo en el momento en que el auto de alquiler empezó a rodar. Al rato, completamente absorto en todo lo acontecido, permanecí unos instantes con la mente en blanco y casi me adormite, hasta que una idea se me vino a la cabeza: la fabrica de grasas vegetales (Coposa). Sonreí entusiasmado y abrí los ojos para mirar a Rita que descansaba a mi lado. La chica tenía la mirada fija en el taxista y en el retrovisor, ante la mirada insistente del chofer con cara de sádico de La Hoyada, que la veía a través del espejo. Tomándola por un brazo le pregunte:

- ¿Estas cansada?

- Si, y mucho – respondió lacónicamente.

Le apreté la mano pero ella la retiro con discreción. Aunque las luces de los carros me aguijoneaban el ojo irritado por el exceso de polvo, le mire al rostro buscando un gesto de complicidad. Pero fue inútil, Rita solo observaba los ojos babosos y el avance milimétrico de la mano del chofer, que lentamente se aproximaba hacia el espejo para ponerlo a jugar a su favor, en una posición exacta para el buceo…

En el proximo capitulo: Estrechez de corazon (Cap. #10)


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Abril 01, 2005

Caracas. El valle del silicone. Cap. #8

Un racimo de revelaciones

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Novela escrita por: Newton

Rita se encontraba detrás de la caja gigante donde la deje. Pero vi con creciente sorpresa que se encontraba acompañada de un diminuto hombrecillo que gesticulaba con asombrosa velocidad, como si estuviese poseído por el espíritu de Don Juan del Dinero.
Al verme llegar, rita no pudo esconder su alegría y salio corriendo con un alborozo inusitado. Tomándome del brazo, me aproximo a aquel extraño personaje:

- Mira, él es el señor Malcovich. Lo vi pasar mientras estaba escondida y lo llame. Él fue un gran amigo de mi abuelo.

- Mucho gusto. – dije con cara de pocos amigos

Su rostro era lo más parecido al Dr. Chapatin pero del tamaño de Nelson Ned.

- Es un gran placer muchacho. – contesto con un ademán tan caballeroso que me hizo pensar que este hombre había nacido en el siglo XIX.

- ¿Y que hace usted por aquí? – pregunte con mi natural suspicacia

Rita logro arrebatarle la palabra de la boca:

- Es el guachimán del Archivo Nacional de la Tierra Prometida

- ¿Usted es judío? – dije en un claro y perfecto idioma alemán

- No mijo, soy testigo de Jehová, pero no es lo que usted se imagina

- ¿Entonces que es? – replique con cierta impaciencia

- Es el centro donde se recopilan todos los documentos de tenencia de tierra, tanto rural como urbana. ¿quieren conocerlo? Vamos, síganme…

- Si vamos, por fa… - dijo Rita con un gesto suplicante.

Pensé que la oferta lucia tentadora y digna de verse, pero mi pensamiento no pudo reprimir el deseo inmaculado de seguir los pasos sucios y viscosos de Santiago Luciferal y sus secuaces. Decline la invitación:

- Ahorita no puedo. Me es imprescindible bajar a los sótanos.

El rostro del afable anciano se transformo en una mueca entre el odio y el terror.

- ¿Dijo usted a los sótanos?

- Si, ¿Qué pasa con eso? – dejando aflorar un tono de furia reprimida

- Calmese, es solo que en los sótanos ocurren cosas extrañas. Algo así como un centro de reuniones con fines diabólicos, ritos satánicos aderezados con orgías donde el sexo y la sangre son el plato fuerte

- ¿Sabe usted si el gobierno esta al tanto de esto? – dije de manera incrédula.

- Claro que lo sabe, si ese es el principal promotor de esas fiestas llamadas Rave. – dijo con vehemencia.

- ¿Fiestas Rave?, ¿Cómo es eso?

El viejo miro de reojo a Rita como buscando su aprobación y luego de una interminable pausa, prosiguió:

- En estas fiestas se decreta quienes son las mafias de drogas, venta ilegal de alcohol, cigarrillos y de mercancía robada de todo tipo, que tendrán el control de un territorio especifico, el cual se debilita por zonas. Para no hacer este acto vandálico tan aburrido, se contrata a un PD* para que amenize la adjudicación de las tierras y por supuesto, el control de las calles e inmuebles que caigan dentro de las zonas negociadas. Normalmente estas fiestas terminan en orgías horrendas, que después son filmadas en video para luego ser comercializadas en las autopistas por los buhoneros. Yo mismo he sido testigo de esos hechos.

- ¿Y que vio? – dije con creciente curiosidad.

- Desde hace muchos años, la industria pornográfica ha ido exponencialmente en aumento, paralelo al auge de las nuevas tecnologías de comunicación. Hace poco mas de un mes, tuve la ocasión de presenciar como una joven mujer era victima de un Gang Bang con 50 negros, mientras le eran sacados todos los implantes bajo el ritmo desquiciante de una música psicodélica.

Me acorde de Santiago Luciferal e intespectivamente, me despedí de Rita diciéndole que nos veríamos a las 8:00 pm en el piso del archivo. Rápidamente y sin titubeos, me dirigí hacia las escaleras que conducían al sótano, armado con mi poderosa zigzawer .380 con mira estroboscopica y con la curiosidad ilimitada como una noche de invierno lluvioso.


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Apresuradamente, descendí hacia el primer sótano donde la penumbra iba en aumento a medida que bajaba las siniestras escaleras. Al notar que mi vista empezaba a fallar, decidí aventurarme hacia las rampas, aprovechando mi exacto conocimiento en materia de estacionamientos públicos sin terminar. Baje 2 niveles más y para mi sorpresa, en el tercer sótano, pude distinguir el resplandor típico de un bombillo incandescente de 60 watts al fondo del gigantesco depósito de carros.
Tuve que atravesar centenares de containers con mercancía robada y otro tanto de cajas de licores adulterados hasta que logre acercarme lo suficiente para ver como 2 de los esbirros de Santiago Luciferal montaban guardia frente a una camilla de operaciones con todo su material quirúrgico, listo para ser utilizado. Avance un poco mas y pude oír como mis zapatos parecían chapotear sobre un liquido viscoso. Me agache para ver que era y comprobé con mucha curiosidad que eran serpientes diminutas Tigras Mariposas, deslizándose sobre mis zapatos. Al mismo tiempo, un olor a plástico nuevo inundo todo el espacio respirable de aquel sótano, obligándome a utilizar una mascarilla 3M desechable, que siempre llevo conmigo para evitar las pestes que siempre azotan en el Metro cuando me toca ir en tan detestable medio de transporte.
Oculto en la cima de unas cajas de municiones, me imagine que sacadas ilegalmente de CAVIM, tenía un amplio dominio de toda la estancia, que parecía como extraída de la imaginación de un pintor intoxicado de heroína. El silencio sepulcral rompía la monotonía de los guardias, que no hacían mas que mirarse como les había quedado la manicure, como si fuera la antesala de algo horroroso que estaba por ocurrir sin ningún tipo de importancia para ellos.
De pronto, escuche una multitud de pasos redoblados y pude observar como 4 acólitos de Santiago Luciferal traían una muchacha, que a pesar de la apariencia (como si hubiese sido torturada), lucia hermosa pero sumamente débil, tanto que venia a rastras entre las risotadas de los desalmados guachimanes

- ¿Qué?, ¿ahora vas a arrugar? Después que te tiraste a esos 10 negros. – dijo el que parecía el jefe del escuadrón.

- Y lo hizo en una hora. – vocifero otro mas atrás.

Entre las risitas de la Musculocas, deduje que aquellos rostros me eran familiares, pues los había visto en el holovideo, en algún momento. Puse a trabajar mi portentosa memoria de batracio y mis sospechas se confirmaron al detallar sus rostros de cejas sacadas y polvo cosmético barato en sus pómulos: esos seudo-hombres eran los que se estaban preparando para el Mr. Venezuela del año 2005.
Reprimiendo mi asco ante tan brutal situación, me dispuse a observar como amarraban a la infortunada mujer a la camilla y en acto de suprema crueldad sin anestesia, un medico irrumpió en la escena para realizar un par de cortes circulares en la región pectoral, extrayendo 2 bolsas del preciado silicone entre los quejidos ahogados de la chica. Todos bajaron las cabezas, en lo que parecía un ritual y comenzaron a murmurar una especie de letanía. Un rezo que quizás venia del mismo infierno…

- ¡A ti CHUTULU, ofrendamos este plástico, pues de plástico es este mundo y en plástico nos convertiremos! – se alzo la voz del líder.

- ¡Ooohhhmmmmmm! – respondieron todos a coro

La boca de la mujer se abrió como buscando una bocanada de aire entre el murmullo diabólico de los cofrades en trance. Con movimientos rápidos, el Dr. Satán le introdujo a la jeva un vibrador en la vagina y una serpiente amarillenta en el ano. Al mismo tiempo, un enfermero que no había visto, clavo un aparato en forma de garra y empezó a inyectarle tejido adiposo. Todo parecía aclararse ante mis incrédulos ojos…
Una vez terminado el ritual, la mujer fue desamarrada y dejada con el aparato en forma de garra conectado a su vientre. El que fungía como jefe, le dijo al que tenia mas pinta de loca:

- Quédate con ella un rato hasta que estire la pata.

El grupo siniestro se alejo de la escena, pasando cerca de mi cuerpo camuflajeado de serpientes. Cuando vi que ya no estaban a mi alcance, retire los ofidios que cubrían mi cara y bajo la penumbra silente de aquel sótano, saque mi poderosa cerbatana con dardos embadurnados de veneno culo e’ bachaco, apuntando con malicia al cuello del infortunado vigilante

*Pone Discos

En el proximo capitulo: Cerros y cerros de papeles (Cap. #9)


Escrito por Parafrenia a las 06:17 PM | Comentarios (1)

Marzo 22, 2005

Caracas. El valle del silicone. Cap. #7

El poder de la economía in-formal

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Novela escrita por: Newton

La suavidad en las manos de Rita tocando mis musculosos brazos, hizo que mis hormonas se reconciliaran con mis genitales, provocándome una erección que me obligo a acelerar el paso mientras subíamos las escaleras. A pesar de que se sucedían imágenes sumamente provocativas en mi mente, no dejaba de pensar en Santiago Luciferal y su extraña conexión con este desagradable sitio. Toque mi arma automática y pude comprobar con bastante vergüenza que las manos me temblaban ante la aproximación de un peligro inminente, era como si una penumbra se abalanzara cada vez mas sobre una ciudad llena de seres perturbadores bajo la forma de abominables demonios sedientos de muerte.
Las voces empezaron a oírse con mayor claridad. Aparentemente, se trataba de un remate de “algo”, una especie de bolsa de valores paralela. Le dije a Rita que se escondiera detrás de unos containers, pues ante su figura semi-desnuda, había una alta probabilidad de que alguien sospechara cualquier vaina. Ella asintió y sus ojos azules brillaron con temor al verme partir hacia lo desconocido…
El largo pasillo de doble altura estaba completamente vacío pero el ruido (que ya me había hecho pensar que estaba en una gallera clandestina) como si estuvieran matando cochinos, era realmente de un ensordecedor alucinante. Abrí la puerta de doble hoja y penetre con la naturalidad que el caso ameritaba, sin dejar de lado una cierta cautela. Adentro, el impresionante salón de conferencias aun sin terminar, confirmo lo que había sospechado: era un gran remate donde se adjudicaban operaciones ilegales de compra y venta. Al fondo una pantalla de plasma de alta tecnología mostraba los valores cambiantes de las operaciones comerciales y u8na batería de computadoras de ultima generación registraban las variables, mientras que alrededor de unas 1000 personas gritaban desaforadas, en una mezcla demoníaca donde los repiques de celulares se confundían con el fondo a ritmo de vallenato por parte de un agrupación musical que hacia su performance en vivo y directo.
En una tarima llena de luces, un rematador micrófono en mano, ofertaba una esquina completa para la instalación de un puesto ambulante para la venta de cachapas:

- …se oferta en 20 millones de $… - dijo en voz muy alta.

Un gran murmullo de asombro inundo todo el salón.

- 15 millones. – abrió fuego un interesado con cara de caliche de Bucaramanga.

- ¡16 millones! – respondió una voz desde el fondo de la sala.

- ¡18 millones! - gruño el caliche, mirando hacia atrás desesperadamente en busca de su adversario.

Se hizo un silencio sepulcral entre el publico.

- ¡Doy los 20 millones $! – respondió el adversario, un negrito con cara de Barloventeño.
- ¡21 millones! – replico triunfalmente un inesperado contendor con cara de cholo del alto Perú, levantando el dedo desde el extremo derecho del salón.

El rematador con voz de trueno anuncio:
- ¡21 millones $ a la 1, a las 2, a las 3! ¡Adjudicada al señor…!

Inmediatamente se paso a una nueva oferta entre los rumores del público todavía entusiasmado por la cotización anterior.
No tarde mucho en comprender lo que allí sucedía: esto era el Dow Jones clandestino de la corrupción administrativa. En este lugar, bajo la pugna de traficantes y empleados públicos muertos de hambre; las ofertas para instalar un tarantín de mercancía robada o de contrabando, las invasiones a edificios privados certificadas por alcaldes y gobernadores o los contratos a cooperativas de indigentes para el robo de cables del alumbrado publico, eran ofertadas en una cacofonía de datos oficiales para lograr un enriquecimiento ilícito de la noche a la mañana por cualquiera que se lo propusiera. Los poderosos de la economía informal conformaban un comité diabólico, en un jolgorio de cifras que iban de los precios irrisorios hasta las operaciones multimillonarias.
Todas estas operaciones se sucedían en rondas que duraban pocos segundos, sobre un manto de rostros sudorosos, hediondos a aguardiente San Tomé y bajo la neblina de humo que expelían los pinchos y fritangas dispuestos en sitios estratégicos dentro de la estancia para el disfrute de los “empresarios”.
Hacia el extremo izquierdo pude observar que un grupo de individuos, ubicados en una serie de módulos de cristal con aire acondicionado, bebían whiskey 24 años y sonreían ante el espectáculo dantesco que observaban desde lo alto de las cabinas. Por sus trajes elegantes y sus caras prepotentes pude determinar que eran altos funcionarios del gobierno de turno o amigos íntimos de los poderosos jerarcas del petróleo.
Toda esa situación aclaro en mi, viejas dudas acumuladas. Solo así pude explicarme como ningún gobierno en los últimos 20 años, nunca había tenido la verdadera intención de acabar con la buhonería, ni con los negocios paralelos que tal situación ilegal podía generar y sobre todo comprendí, el por que nunca se terminaban las obras publicas en ninguna parte de la ciudad y mucho menos aquel centro de convenciones enclavado en el centro de la ciudad como un quiste demoníaco de operaciones comerciales ilícitas.
Estaba en plena reflexión ontológica acerca del desarrollo urbanístico de la ciudad y su periferia, cuando repentinamente sentí una mano en el hombro. Voltee vertiginosamente y ante mi estaba un viejo amigo de la infancia. Su voz, que se había deteriorado con el paso del tiempo (y la ingesta de alcohol), pronuncio mi nombre, en una mezcla de nostalgia y desagrado por haberlo encontrado en tan peculiar situación:

- ¡Jonathan Calavera! – replique acordándome en el acto de su nombre

- ¿Qué haces tu aquí desgraciado? – respondió

Su cara era una verdadera mascara ósea de dientes torcidos con manchas verdes (como si un hongo se hubiese apoderado de su dentadura) bajo una mirada de ojos saltones (producto de la caña) que me miraron con recelo. Pero antes de que pudiera reponerme del reencuentro, dijo:

- Mira, si te interesa, tengo 30 permisos sanitarios firmados por la alcaldía para vender jugo de caña, ¿o tu estas buscando algo especial?

- no vale chico… – le respondí disimulando mi nerviosismo – solo vine a comprar una solvencia para ver si puedo instalarme en Los Próceres con un carrito de jugos naturales. Coño ¿y a ti como te va? – le pregunte un poco avergonzado por la miserable magnitud de mi negocio

- Bueno compadre, no me va mal. Tengo 10 carritos de perro-calientes en El Cementerio y ahora me dedico a tramitar los permisos. Prácticamente estoy viviendo de las rentas. Y dime, ¿no has visto a ninguno de los muchachos de la cuadra?

Me metí las manos en los bolsillos para secarme el sudor que ya empezaba a aflorar copiosamente ante la posibilidad de que se descubrieran mis verdaderas intenciones del por que estaba en ese sitio.

- No joda, claro que si. El otro día vi a Mutabaruca, el que se drogaba en la puerta del templo evangélico Las Acacias.

- Coño Mutabaruca, ¿Qué cuenta la rata esa?

Sus palabras me regresaron vertiginosamente hacia la época en que los muchachos de la Calle Intermedia y yo, solíamos pararnos en la esquina a fumar marihuana y echarle piropos a cuanta carajita pasara. No se por que extraña razón me traslade en el tiempo y momentáneamente me vi riendo con mis viejos amigos, mientras Mutabaruca en un arranque de locura encendía una piedra sobre una lata magullada, para después darse un trago de anís en plena escalera del recinto religioso ante la mirada atónita de los feligreses…
El grito del rematador ofertando una pasarela, con un fluido y copioso transito peatonal garantizado, me volvió a la realidad. Calavera fue arrancado de la conversación:

- Coño panita te dejo pero yo me pego en esta…

Y diciendo esto se metió en la masa de buhoneros que plenaban el salón. Considerando que había visto suficiente, salí a toda prisa de aquel nefasto sitio. En la puerta se había colocado un vigilante, el cual salude con una despectiva naturalidad mientras apretaba mi arma y sin esperar respuesta, baje al piso inferior para reencontrarme con Rita.

En el proximo capitulo: Un racimo de revelaciones (Cap. #8)

Escrito por Parafrenia a las 03:38 PM | Comentarios (0)