27 Febrero, 2004

susurro

Entro en el local y llevo vestido, nunca llevo vestido ni faldas en invierno. Llevo zapatos con un poco de tacón, son rojos. No llevo un cigarro en las manos, estoy relajada y retoco mi pose con una media sonrisa.
Alguien me ayuda con el abrigo, no está nervioso, porque yo no intimido. Bajo levemente la cabeza para subirla de nuevo lentamente mientras respiro. Suelto el aire al ritmo del primer paso y mi sonrisa sube a la mirada, que chispea.
Nada perturba mi campo de visión, llevo el pelo corto, marcada ralla al lado con un flequillo repeinado, estoy más delgada y creo que más alta. Camino hasta la barra e incluso muevo sutilmente la cadera. Esa, no soy yo, no puedo ser yo relajada y moviendo la cadera... pero no decido hoy, es una decisión futura que es su momento tomaré y llevaré a cabo. Ahora prefiero las mesas, pero voy a la barra, no pido, no me siento. Apoyando los codos, dando la espalda al barman miro y busco, se a quien. Esconde la mirada, pero en un futuro no lo hará, ¿o lo harás?

Posteado por rita a las 20:30 | Comentarios (11)

24 Febrero, 2004

el tiempo en sus manos

Podría decir que estos días han pasado sin más. Como pasan los días de invierno, que quitan las ganas de salir más de lo necesario. Aunque la necesidad es tan subjetiva como mi percepción de la estación fría.

Suelo tener la necesidad de escape que a veces me proporciona este diván. Advertí hace mucho que ocurre en momentos recurrentes y me aburre mostrarme igual siempre. Pero, ya no sé, si estoy ni soy igual. Agoto los 29 entre amigas mucho más jóvenes y otros algo mayores. He perdido a los de mi generación, si es que existe eso.

El armario está tan desorientado como mi propia percepción. No sé si en la treintena pareceré disfrazada con lo que tengo.

Tampoco sé si importa una mierda que no sepa explicar dónde me encuentro, hay quienes saben incluso a través de una copa de whisky que no lo llevo tan bien como parece. Y se lo dice la Speety al Moro mientras me quedo a cuadros por ser tan transparente, yo sólo asiento sonriendo y acepto que en el fondo, hasta es emocionante perderse dentro de una misma.

G. cuenta las casillas sobre el tablero marcando el toque con las uñas, Zoe se toma un chute de antibióticos con zumo de melocotón porque la muela del juicio la está matando (ya va siendo hora que empiece a sufrir lo de ser juiciosa). Y la Speety por primera vez confía en que la suerte le dará el 4 que necesita para entrar en la casilla con disco. Yo las miro de lejos, desde un escaso medio metro y sé, que eso, es siempre lo bueno.

Posteado por rita a las 16:36 | Comentarios (11)

4 Febrero, 2004

cotidianía delirante

Lo mío, (como lo de muchos) es una pseudo-independencia. No se puede con todo a la vez y como donde comen dos, no comen tres, pero un padre es un padre y un plato en la mesa no te lo va a negar. Pues ahí estoy yo, día sí, día también comiendo en casa de mis progenitores.

Lo normal es que sólo mi madre esté al mediodía en casa, de manera que los lazos con mi señor padre, son algo más sueltos y por ello, conseguimos no llevarnos del todo mal. Pero, es que a veces, hasta es gracioso el cabrón. Anda ahora con el pie hinchado, porque los findes no para quieto: es ciclista, montañista, payés, carpintero y ahora también presidente de una urbanización. Con todo, acaba jodiendose siempre el mismo pié y atiborrándose de anti inflamatorios. Años a, (cuando todavía jugaba a fútbol) eran las rodillas, así que, desde que tengo uso de razón, lo recuerdo embadurnado de cremas, sentado frente a una lámpara de calor u oliendo a reflex.

Ayer lo encontraba con su pijama azul –aunque no suele ir en pijama por casa-, mi madre dice que parece un pitufo, y pese a que la mujer lo dice por el color, nadie en la familia destaca precisamente por su altura. A mi me parecía más bien algún tipo de embutido, apretujado dentro de la ropa. Le gustan así al hombre, (pijamas que se arrapen bien), no le van esos sueltecitos -sin gomas en puños, ni en la cintura, ni en los tobillos- y no se conforma con la susodicha sujeción alrededor de la barriga, sino, que además, es necesario llevarlo por dentro del pantalón.
En fin, que de esa guisa y con el ceño fruncido golpeaba cuidadosamente el teclado del portátil: Escribe cartas. También lo ha hecho toda la vida. Pero no son cartas a los amigos, no, son discursitos donde plasma sus principios o sus convicciones. Unas veces defiende los derechos del consumidor en general, otras los suyos y los manda a tal y cual empresa. A veces a un periódico como réplica a otra “carta de lector”. Cuando no, hace esquemas y listas de tareas, ahora para los miembros de la junta o para mi madre, pero no hace mucho, para mi hermano y para mí.

Supongo que el hombre sería feliz con un blog, pero a mi me amargaría tener que pelear con él en cada post. Tener que pelear con él y con los que quisieran hacerlo también, porque una cosa es que yo diga que es un poco capullo y otra muy distinta que lo digan los demás.

No es la carne y la sangre sino el corazón lo que nos hace padres e hijos.
Posteado por rita a las 15:51 | Comentarios (6)