Febrero 09, 2005
Crónicas de un pueblo.
Supongo que no había estado muy atento a los anuncios de televisión. Diversos asuntos familiares y de nuevo un exceso de trabajo me han mantenido a caballo entre la mesa de dibujo y el volante del coche (y de la moto, stresss).
Por eso, me pilló por sorpresa.
Ayer llegué por la tarde y comenzó el ritual de intentar que Natalia no saque todos los juguetes de golpe y los patee por todo el comedor, que no pintarrajee con el Plastidecor sobre los tebeos de Planetary sino sobre el Dolmen (que es cada vez más prescindible y amarillo), que se siente un rato, sólo diez minutos, en el sofá mientras tiendo una lavadora...
...y algo me hizo recordar, otraaaaaaaaaaaa vez, viejos tiempos: cuando era pequeño, llegaba una hora por la tarde en la que se emitían programas dedicados a los niños por televisión. También los hacían los sábados por la mañana, mucho antes de que esos presentadores con problemas de pérdida de neuronas y un falso coleguismo ridículo se apoderaran de las matinales del sábado (aaaaah, como se echan de menos los seres humanos con delirios ochenteros que aparecían en La Bola de Cristal, Pista Libre, etc) y del domingo.
Por la tarde, un chaval podía sentarse a comer un bocata de Nocilla delante de la televisión sin tener que soportar a las verduleras del mercado pero llevadas a un plató y sin tener que aguantar a un montón de alienados que gritan todos a la vez, atentando continuamente contra el lenguaje que intentan hacerte aprender de forma correcta en el colegio.
El caso es que Natalia cogió su puzzle de cubos de Los Increíbles y un ya mutilado cuento de una vaca que va a la ciudad y se compra un helado y va en barco y se sube a un coche y me lo sé de memoria porque he tenido que explicarlo DOS MIL VECES, y pensé que si, además, le enchufaba un ratito de Shreck, se quedaría quieta el tiempo que necesitaba para colgar la ropa sin que alguien esté tirando las pinzas al patio de al lado, arrastrando las toallas por el suelo o inentando encaramarse a la Zona Prohibida: planicie de altura y lugar seguro fuera del alcance de niños (y de niños subidos en sillas) donde se guardan productos de limpieza, medicamentos y erramientas cortantes, entre otros objetos peligrosos...
Pues bien, me puse las orejeras para resistir el ataque sónico de las verduleras durante los segundos que necesito para conectar el DVD y, ostras, pero si esto no es la España Profunda, sino la América Profunda, o sea, SMALLVILLE.
Por un momento, creí que Natalia y yo habíamos entrado sin darnos cuenta en un bucle temporal y habíamos saltado de repente a las diez de la noche, y que aquella era la prueba que demostraba que mi hija poseía poderes místicos, o que habíamos saltado a una dimensión paralela donde las televiones emitían programas juveniles e infantiles a horarios juveniles e infantiles.
Pero no. No nos habíamos movido de este sector del espacio tiempo. Realmente, estaban emitiendo SMALLVILLE a media tarde.
Y SMALLVILLE es Superman.
(Y no es que comulgue del todo con la serie, pero, oye, si dejamos de lado la cursilería llevada a la máxima expresión, no está mal; y es muuuuuuuuucho mejor que los programas de cotilleos y shout'em ups: estaba pensando en crear el primer video-juego shout'em up, donde tienes que sobrevivir a una tertulia comiquera disparando insultos y defendiéndote de los periodistas; sería como un GTA pero sobreviviendo a programas vespertinos, de noche y de madrugada, y donde te dieran puntos de vida, popuaridad y pasta según los shows que montaras en cada programa; y, si lo haces mal, pierdes puntos de credibilidad, y gana es que es invitado a más programas y, vale, ya me callo).
¿Cuánto hace que Superman, o algo parecido, no se veía por la tarde, en horario infantil, en televisión no de pago?
Natalia y yo fuimos a comprar Nocilla y pan para celebrarlo...
P.D._ Cuando Clark aparece a toda pantalla y sonríe de esa manera tan jodidamente-per-fec-ta, Natalia grita y aplaude otra vez.
Poderes místicos no sé, pero la niña, desde luego, tiene buen gusto con los chicos.
Grrrrrl, celos.
Febrero 03, 2005
Casi lo conseguís, muchachos.
Venga, ayudadme a animar a los chicos del frente; me refiero a los programadores de televisión, o, mejor, al tipo de las tijeras.
Ánimo, casi lo habéis conseguido esta vez: podemos ver la serie Urgencias a una hora no intempestiva, ¡bravo! Incluso la podemos ver sin que la machaquéis con anuncios, ¡bien, bien, bien!
Y los anuncios duran lo justo para prepararse un yogurt y fregar los platos de la cena, ¡aupa, TVE, a por ellos, chicos!
Incluso respetáis los fundidos en negro de la serie original para poner dichos anuncios. ¡Todo un detalle! ¡Go, go, go...!
Pero necesitáis todavía un poco de apoyo de los espectadores, porque, NO ES CORRECTO RECORTAR UN CAPÍTULO DE URGENCIAS, NO, NO, NO. Antes de la carátula, los capítulos contienen un pequeño resumen y, lo más importante, un prólogo al capítulo.
NO DEBE CORTARSE esa parte en el segundo capítulo que se emite, al enlazarlo con el primero, porque es como si a un cómic o a un libro le arrancaras las diez primeras páginas...
Por eso, queridos aspirantes a profesionales del medio, no nos hemos enterado de que pasó con la mano de Romano y con el accidente de coche.
¿Verdad que no quedaría bien quitar unos minutitos del principio de Cuéntame? Pues lo mismo con Urgencias, guapetones.
¡Venga, con un poco más de esfuerzo y sentido común, lo conseguiréis hacer bien algún día!
ÁNIMO!!!!!!!!!!!!!!!!!