Adriana Barrios (Venezuela) El altar magnánimo, 2005. Instalación. Dimensiones variables
Escrito por: Newton
El pabellón desarrollado por Venezuela en la bienal de Venecia sigue siendo un misterio mediático enmarcado en las informaciones que se reciben y discuten sin que nada haga referencia, en detalle, a que o a quien esta dirigido esta exposición. Me es difícil pensar como un esfuerzo tan grande en tiempo-dinero-arquitecto (Carlos Scarpa) pueda realmente presentar algún tipo de solución, bien sea distanciándose o imitando modelos, a través de fotos hermosamente tomadas desde el cielo y además apoyándose en “dos escuetos textos” (que yo no diría escuetos sino insulsos) para crear un efecto pirotécnico de que nuestras ciudades son diferentes porque son menos o mas evaluables a través de la variable consumista, como si fuera malo ser “desarrollado” o como si fuera muy bueno tener ranchos que se erigirán (en un futuro integrador) como atalayas sobre el neon, de la incipiente y casi metafórica, Metrópolis anhelada…
En un extrañamiento cotidiano, se suceden “dimes y diretes” en la “política urbana” local, que al tiempo irreal de los barrios y las intervenciones fragmentadas de una ciudad con ritmo frenético en su violencia y sus expropiaciones, no deja de ser paradójico como el ambiente urbano sobrevive a constantes “invasiones” llenas de “habladores de oficio” que se limitan artero escleróticamente a proponer sueños, que no por ser oníricos dejan de ser banalmente ingenuos y ridículamente conectados. Los barrios es un problema, que siendo o no erradicados, son una meta-realidad que esta deteriorando la “ciudad” en un proceso indetenible que no requiere soluciones arquitectónicas ni urbanísticas imprescindibles sino tal vez una especie de “ciudadanía” que se proyecte mas allá de las formas. Los barrios son una realidad tan peligrosa como la ciudad formal: llenos los dos de problemas en los servicios, inseguridad cabalgante y mala distribución política, causa problemas al momento de asignar prioridades que delimiten el espacio construido como algo aglutinante y no como pedazos pegados por una serie de redes subterráneas llenas de buenas intenciones pero excesivamente agotadoras…
La lectura propuesta tiene varias caras: por un lado se habla de una ciudad donde todos estemos incluidos; por el otro la ciudad se presenta como un “realismo mágico” difícil de superar porque la esperanza de que algún día lo disfrutaremos es tan maquiavélica que se desplaza entre pensar los espacios públicos futuros como islas de “pequeños medianos” donde (léase clase media profesional) se construiría un porvenir, hasta llegar a la imagen prospectiva de que estaran rodeados paranoicamente por piratas marginalmente formales dispuestos a arrebatarles los pocos “espacios” que con tanto esfuerzo los políticos diligentes tanto lucharon “para beneficio de todos” y para decepción de los “inadaptados”…
La imparcialidad no puede dejar que la complacencia mediática y sus consecuentes revoluciones empañen el foco de la cámara. Poco me importa si los barrios se van a Australia, yo no quiero viajar por una “ciudad-rancho”…
Escrito por: Newton
Una critica a: El Defensor del Lector. Superbarrio, supervecino. Domingo 08/10/2006. Ultimas Noticias. Pág.2)
En la ciudad formal o marginada las vicisitudes de la cotidianidad asumen la forma de quejas o reclamos por parte de los habitantes (en Caracas mayoritariamente lo hacen las mujeres), teniendo como canal integrador el uso de los medios de comunicación para darle viabilidad a la percepción que se tiene de esta ciudad, en donde los problemas abundan (como en todo el mundo) sin dejar de lado una especie de conciencia colectiva capaz de articular el espacio citadino desde sus dinámicas y escurridizas polémicas. Son variadas y volubles, no ha si en las leyes, que inflexiblemente tienen como objetivo garantizar a través del Estado una pronta resolución utilizando los departamentos especializados para tal fin.
“El articulo 82 consagra el derecho de todo ciudadano a gozar de una vivienda digna, derecho en el cual se encuentra comprometido el Estado Venezolano”. Por supuesto mas allá de informar o estar informado de este derecho, la problemática se va ramificando en situaciones mas “triviales” pero no menos trascendentales: remodelaciones, recolección de basura, mantenimiento o reparación de servicios básicos como agua y luz se convierten en una panoplia de arreglos y concesiones que no siempre benefician al “colectivo local” o que en el mejor de los casos termina bajo la lupa escrutadora de los medios comunicacionales para hacerle ver a “los otros” la incompetencia del Estado o su ensalzamiento ante la “opinión publica”.
Esta situación genera controversias entre los mismos habitantes que tienen como medida el compartir la cercanía de un mismo ducto de basura, una fachada deteriorada o una plaza sin servicios, considerándose que todo lo que es compartido requiere una toma de conciencia por encima de las diferencias. A veces sucede que de manera afortunada los “vecinos” comparten una misma clase o condición social y los problemas son arreglados, tomando como base la división del trabajo para un fin coordinado y exitoso. En otras ocasiones lo mas difícil no es arreglar una tubería (a menos que el proveedor del servicio sea un inútil) sino el tratar de que un grupo de habitantes, en ocasiones de diferentes niveles socioeconómicos, se logren poner de acuerdo en la solución de un determinado problema.
La ciudad en este punto se comienza a visualizar como un territorio de confrontaciones al margen de la ley, una especie de guerra secreta entre los ciudadanos, y éstos contra el Estado, configurando así un escenario urbano con características que lo harán ciudad si logra establecer responsabilidades y respuestas. Castigo panóptico de lo inverosímil pero real, como si cada paso en el crecimiento de la ciudad se hiciese a ciegas pero tanteando. Son los ciudadanos con su accionar los que construyen el Estado regulador. Sin eso, simplemente los escenarios son una pantalla donde termina proyectándose una mala película de nuestras vidas…
Escrito por: Newton
Critica del articulo:Aceras y Brocales. La tierra urbana. jueves 28/09/2006. Ultimas Noticias. Pág. 12
El escenario actual en la mayoría de las ciudades importantes de Venezuela se presenta como un viejo dilema entre la apropiación de los espacios óptimos para el desarrollo de las potencialidades económicas de algunos asentamientos humanos formales y la expropiación de tierras “inestables” por parte de los “otros” que se consideran marginados, para la supervivencia, no solo propia sino también para estar cerca del progreso que implica estar cerca de los servicios urbanos que garantizan un crecimiento tanto personal como demográficamente colectivo. La tierra siempre ha tenido esa aura de riqueza para quien la posee y en eso el Estado nunca ha concientizado (o no de forma aparente) la importancia que significa administrar sus espacios colectivamente para su uso racional dentro del marco legal que se asocia a el conjunto por encima de los intereses personales.
Pero… eso nunca sucede. El dominio de la tierra, políticamente hablando, siempre es sobrepuesto como personal, lo que significa en este país una propiedad privada llena de grandes privilegios, que terminan configurando una ciudad a la medida monetaria en perjuicio de los espacios estadales, gracias a la incapacidad (en la mayoría de .los casos premeditada por aliados públicos y privados) de los mismos “constructores” ad-hoc que ante el poco o casi ningún dialogo retroalimentado con la población, termina en serios desastres urbanos residualmente despreciables y económicamente inflacionario. No se presentan propuestas o planes… simplemente la ciudad va creciendo de manera amorfa y sin compromisos, llevando esta situación a encontrarnos con valores desproporcionados con respecto a su uso, y peor aun, en una situación de especulación inmobiliaria, incluso hasta en los terrenos difícilmente habitables.
Una vez mas la invasiones, ya no solo de “terrenos marginales”, sino también de partes de la ciudad con edificaciones consolidadas se transforma en un problema de seguridad Estatal, pues eso requiere la movilización de contingentes de funcionarios en todas las instancias gubernamentales para sofocar la euforia (o la necesidad) de construir y vivir cerca de la ciudad. No importa como ni cuando… el hombre urbano solo quiere “estar” sin prestarle atención a nada que no sea su entorno inmediato, que en el caso de las ciudades venezolanas termina siendo de la puerta enrejada para dentro…
¿Acaso es posible tener ciudadanos productivos cuando el espacio urbano es un espejismo? Quizás la buhonería, la industria de la construcción, el Estado anónimo, los que viven alquilados, indigentes, invasores y todo cuanto tenga que ver con el uso (o desuso) del espacio urbano tenga alguna explicación acerca de cómo se vive en la ciudad. Yo no la tengo…