Ana Caína por la tangente: Febrero 2004 Archives

Febrero 26, 2004

En qué mundo vives.

Una pregunta de difícil contestación. Normalmente el emisor suele pronunciarla con cierta suficiencia, con una huella de obvia superioridad en el tono. En la mayoría de las ocasiones en que me han preguntado esto he podido salir airosa, recurriendo a multitud de filosofías e ideas (idiotas, por supuesto) que el contertulio no podía permitirse criticar, puesto que se trata de una persona “transigente, respetuosa y abierta de mente”. Es decir, una persona completamente apta para asistir como participante a cualquier debate televisivo, donde podrá lanzar alguna de sus frases lapidarias y se meterá al público en el bolsillo. Me parece increíble que encima se esponjen cuando esto ocurre, sobre todo teniendo en cuenta que la gente que les ha aclamado es la misma que manda poli-loca al 7722, los mismos que envían inclasificables esemeses al programa, que deben estar matando lentamente a más de un profesor de lengua española. Sin hablar de los de filosofía, cuyos cadáveres deben llegar ya a las puertas mismas de Telecinco.
Las preguntas recurrentes del abierto de mente pedestre (de a pie) son del estilo de en qué mundo vives. Interrogantes ready-made sin pretensión de respuesta, que, como una corbata elegante o un moderno corte de pelo, les terminan de vestir. Que tienen que salir guapos.
Malos tiempos cuando un machista de toda la vida va por ahí proclamando que eso de “nosotros” las incluye también a ellas, por supuesto. Que es su manera de hablar, que él nunca pegaría a nadie, que sería como pegar a su madre, y que su madre es sagrada, y que [...]. Hipócritas hasta en la sopa, señora. Un ojo me llora. Pero no pasa nada, que luego por debajo servidora se descojona.

P.D: Coyote Dax for president.

Febrero 24, 2004

Febrero 05, 2004

Febrero 03, 2004

Nuestras caras borrosas

La historia paralela siempre merece un respeto. Casi nunca se le presta atención. Yo reivindico la subtrama, porque me cansa el centro, donde están siempre los protagonistas, conscientes de ello, interpretando y esperando el aplauso del público, llenos de seriedad y trascendencia. Van y lanzan ese famoso speech heroico de madre en el juzgado o de guaperas hollywoodiense y la pantalla se llena de ellos, o la página, y lo que está al final son nuestros rostros borrosos de uno que pasaba por allí y casualmente…
Siempre me fijo en lo que no debo, será eso; la primera vez que vi
este cuadro* se me fue el ojo directamente al fondo, y en vez de preguntarme por qué habrán dejado plantadas a estas mozas tan serias me asusté de esos dos individuos que parecen haberse perdido y tienen una urgencia. Ellos son los que me interesan, y sólo porque alguien les ha negado el papel principal, porque el autor pensó, como un guionista acomodaticio, que la historia de la mujer que busca los lavabos con prisa no tenía esencia, y que el hombre que al fondo contaba las rayas en el muro era un pelagatos que no podía servir de ejemplo a nadie, y que como paradigma no servía. Lo gracioso es que todos somos siempre la cara borrosa en la historia de alguien. La vecina del cuarto vive intensamente su búsqueda de ofertas en el mercadona mientras el rostro borroso del carnicero, secundario en su película, se crispa porque en su storyboard personal acaba de aparecer Pili a lo lejos, en el pasillo de las verduras. Y por mi parte yo les hago de rostro borroso a ambos, convertida en una secundaria gloriosa interpretando a las mil maravillas su pequeño papel de clienta despistada.
Finalmente no puedo dejar de lado el tema trágico que subyace bajo todo esto (para eso soy de familia dramática). Que, a veces, en nuestra propia película somos la cara borrosa. Que han escrito nuestra historia con el único propósito de sostener la de los demás. Que yo no tengo historia, está claro; soy el rostro borroso que escribe algo que en este momento el protagonista está leyendo.
Feliz estreno.

*L'aurore - Paul Delvaux.

Expresado por Ana Caína a las 09:40 PM | Comments (0) | TrackBack