Mayo 24, 2004

Domingo 23 de mayo de 2004

Me estoy volviendo vago con esto del diario, ya casi parece un semanario, pero qué le voy a hacer si no tengo nada interesante que contar, si no pasa nada por mi vida ni por mi muerte de momento, si todo es siempre lo mismo.
No sabemos nunca qué hablan de nosotros los demás; todo lo que nos cuentan es inevitablemente de segunda mano, aunque nuestro interlocutor estuviera presente en la charla y nos lo quiera contar muy verídicamente; nunca sabemos con certeza, a veces ni aunque nosotros mismos las presenciemos; las palabras muchas veces no cuentan lo que queremos contar, o las usamos mal, o las entendemos mal, o las usan mal o no nos entienden.

Ahora andan por ahí M y Ma charlando, y sin duda habrán dicho o estarán diciendo de mí alguna cosa, y no sé ni si me interesaría saberla, conocerla, juzgarla; probablemente no. Sé que A ha estado fuera el fin de semana, así que no nos hemos visto, ni falta que hacía; y supongo que habrá hablado del tema con quien tenga en el lugar al que ha ido, y algo habrá dicho de mí, y algo de él también; él es una de las tres claves de esto, junto a Ma y M, M y Ma. Sé también que Na ha estado hoy en otra ciudad, y sé que ha hablado del mismo tema monotema, y algo ha dicho sin duda de mí, porque la creo enterada de mis sentimientos hacia M, cada vez más negros, cada vez más nítidos, cada vez más sencillos y puros; más sublimados. Cada vez la quiero más, cuanto más la veo más quiero verla, y si pasan dos o tres días entre cada visión o trato o visión y trato me pongo triste y mustio, y no me crecen las palabras en la lengua y la garganta, o me salen sin gracia ni interés. Ayer, por ejemplo, dije cosas muy soeces, todas en broma afortunadamente.
Salimos a cenar y tomar algo MG, la novia de mi amigo L, que nació el mismo día que yo pero un año después, R, Ma y yo, y reímos. He vuelto a casa a las cuatro de la mañana y me he metido en la cama y un rato después ha llegado Ma y me ha despertado; hemos bromeado, pero en el primer instante no me ha hecho ninguna gracia.
El día ha pasado sin pena ni gloria ni interés ninguno; clase por la mañana, clase por la tarde, hasta en domingo trabajo estos días. Al menos son clases particulares, todo beneficio.
Ya han vuelto M y Ma, y yo me voy a charlar con ellas, aquí lo dejo.

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Mayo 15, 2004

Sábado, 15 de mayo de 2004 Kafka vive y está alojado en mi casa

Después de casi una semana sin nada interesante que contar, hoy ha estallado todo. Bien, vamos por partes; vamos allá.
Mi amigo A abandonó a mi amiga y actual compañera de piso desde hace unos dos meses y medio Ma después de tres años y medio de relación y casi tanto tiempo como ése compartiendo vivienda. En ese tiempo, yo descubrí horrorizado que estaba enamorado como un tonto de baba de M desde siempre, con quien tenía, tengo y tendré cero posibilidades, entre otras cosas porque ella había estado setecientos años saliendo con mi amigo y compañero de clase E, y eso para mí es un freno; me importa la amistad de él, y también la de ella. Tras la ruptura de A y Ma ella ha estado fatal y sigue estándolo, la cuadrilla se ha partido en dos y todos temíamos que esto durara, y no sólo dura sino que perdura y probablemente las noticias del momento lo harán definitivo, si no traen consecuencias más dramáticas.

Hoy A ha estado comiendo con Ma o al menos se han visto y han hablado, y le ha contado que le gusta M, amiga de ella hasta el tuétano desde que son niñas, una verdadera amiga del alma, su mayor apoyo en todos estos meses infernales que ha pasado desde que rompieron. Como digo, nuestro grupo se ha roto, así que A y M han coincidido poco o nada, salvo en el último mes o algo más, y ahí ha saltado la chispa, al menos a él; no sé nada de ella, aunque la vea frecuentemente. A cometió la imprudencia de contárselo antes que a nadie (que yo sepa) a Na, mi otra compañera de piso y amiga también hasta el tuétano de Ma, dejándola en una situación de tal incomodidad que me resulta difícil imaginar una peor para las relaciones personales.
A todo esto, A sabe que yo amo a M, y M sabe que A lo sabe y hasta lo han hablado, pero ahora, por cómo me lo ha contado Na (ésa es otra historia), me da la impresión de que también Na sabe que amo a M, o que se ha dado cuenta de ello…
En mi opinión, A debería haberse callado, no decir nada; si no lo hubiera dicho a nadie sería como si no pasara, no habría hecho más daño a Ma. De contarlo, debería haberlo contado a alguien ajeno al grupo; de contarlo a alguien de dentro, debería habérselo contado a la propia M, poner las cartas sobre la mesa, echarle valor, a sabiendas de que M no podría hacer eso, corresponderle, porque eso destruiría no sólo la amistad entre ellas dos, sino también a la propia Ma. Nunca jamás debió contárselo a Na, por mucho que ella lo sospechara, porque la puso entre una espada afiladísima y una pared que se viene abajo; eso no se hace. En todo caso, bien podría habérmelo contado a mí; al fin y al cabo somos amigos (pero no tanto como yo creía, eso ha quedado claro) y él sabe que estoy enamorado de M, como lleva él el camino o lo está ya también, y entonces somos los dos unos pazguatos y él, pase lo que pase, lo ha hecho mal; se ha portado mal con Ma, por sincero en exceso; se ha portado mal con M, por ocultarlo; se ha portado mal con Na, por ponerla en semejante situación; se ha portado mal, en fin, conmigo, por no hacerme saber que andábamos los dos detrás de la misma mujer. Creo que yo, en su pellejo, se lo habría dicho a mi amigo o no lo habría dicho a nadie. Eso creo.
Yo nunca he tenido posibilidades reales con M, eso lo tengo claro, pero hoy se han ido definitivamente las que pude tener alguna vez, si alguna vez las hubo, si no fueron sólo una quimera, un desliz de mi imaginación, cosa más que probable.
Ahora mismo, Ma está con M, supongo que poniendo las cosas en claro, porque M se acaba de enterar (supongo) y Ma estará destrozada. Y yo he quedado con A y los demás para ver el festival de Eurovisión y beber mientras cenamos. Todo decadente, no nos interesa el festival ni como anécdota.
Mientras tanto, he de decir que mis padres han venido a conocer por fin la casa en la que vivo y que desaprueban, y A ha llamado a Na justo antes de que llegaran para hacerle saber que se lo había contado todo a Ma, para que estuviera sobre aviso; a su vez, Na me lo ha contado a mí minutos antes de que llegaran mis progenitores. Ninguno de los dos hemos logrado estar muy pendientes de ellos, la situación es demasiado absurda. Kafka vive y está alojado en mi casa, tal vez en forma de cucaracha zumbona. No sé qué pasará esta noche, tal vez A me lo cuente todo, tal vez esté tan normal, tal vez mañana Ma se vaya de casa por no perdonar a Na que callara lo que debía, tal vez qué sé yo. Todo puede pasar, todo es posible.
Hay aún una posibilidad peor: que M corresponda a A, entonces todos moriríamos abrasados. Sinceramente, espero que tal cosa no ocurra nunca, no por mí (deseo que ambos sean tan felices como sea posible), sino por el bien de todos. Ojalá.
Esto parece un culebrón venezolano escrito por guionistas borrachos.

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Domingo 9 de mayo de 2004. Reconciliaciones.

Es curioso que a veces baste un detalle mínimo para hacernos felices. Han venido a comer a casa con Na y conmigo (pero sobre todo con Na) nuestra amiga R y su hija C, y después ha venido el marido de R, A; ambos muy simpáticos. C tiene un año y medio o algo así, y es encantadora. Yo no la había visto hacía siglos, así que no me recordaba, y yo a ella apenas tampoco. El caso es que nos hemos conocido hoy como quien dice, y creo que nos hemos caído bien mutuamente. Hemos jugado a hacer el tonto, le he puesto música y luego ya sólo pedía eso, me ha dicho que sus amigos de la guardería se llaman Alberto y Yanire (nombre nuevo en mi vida) y nos hemos reído juntos, el uno del otro. Se enrabieta fácilmente, lo tira todo a propósito y se muerde la mano cuando algo no le gusta. Es anarquista total sin saberlo. En fin, una niña muy niña que llama a su padre «papuchi» porque así le han enseñado. Yo llevo días gris, gris, días grises que me recuerdan constantemente esa frase de los Violadores del Verso, «pido días largos suficientemente buenos», y hoy C ha hecho este día tan largo suficientemente bueno, así que oficialmente le tengo cariño. A lo mejor es porque los niños me convierten en niño y los días grises me hacen gris; la cuestión es que de momento tienen más fuerza los niños que los días grises, y eso es importante y esperanzador.

Finalmente no he salido en todo el fin de semana. El viernes pretexté estar cansado después de todo el tatachín de la imposición de bandas o becas de la tarde en el colegio. No era mentira, estaba cansado, sobre todo porque tuvo que venir la tuna a amargarnos a los razonables. Cuando ya había acabado la ceremonia (algo larga, pero menos cursi de lo que me esperaba, y menos dramática: sólo lloró, y someramente, una alumna de entre cincuenta y tantas) pasamos a tomar una cena a base de pinchos y en mitad de la cosa apareció una banda de tunos como se rumoreaba, y fue triste. Algunos padres cantaban y hasta entonaban, otros reían, todos ellos muy naturales y sin dignidad; un espanto de espantos. Me hice una foto con mis alumnas y después de la cena, cuando los tunos, todos mucho mayores que yo, calvos, gordos, viejos, viejos (si siguen estudiando deberían planteárselo) seguían aún tocando canciones de charanga con bandurrias (ni más ni menos, eran una charanga disfrazada de tuna) me escapé como pude, y tenía algo que hacer en casa, en verdad.
Y ayer me llamó L y me dijo que su novia M se ha ido al sur unos días, y que «habíamos» quedado a las diez donde siempre, pero yo tenía temas que preparar y no fui. No sé cómo se lo habrán pasado.
Hace ya un rato que se han marchado R y A y C con Na a casa de una amiga común a tomar café, y yo me he quedado solo; pero me he asomado a la ventana, al balcón, a fumar, y he visto a C y le he dicho «Adiós, C» agitando a mano fuertemente, y ella, qué simpática, se ha acercado al pie del balcón (vivo en un primer piso) a llamarme por mi nombre y decirme «arriba, arriba», «abajo, abajo», y me ha demostrado que somos amigos y me ha reconciliado con la vida.

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Jueves, 6 de mayo de 2004

Finalmente no he hablado con N hasta hoy. Me ha llamado a casa de mis padres y hemos charlado un rato largo. Efectivamente, no había hablado con sus padres en casi un mes; es increíble teniendo en cuenta sus pasadas costumbres. Dice que, como está muy triste, no quiere que sus padres se enteren de que está tan mal. Yo pensaba que habíamos avanzado, pero no.

Hace algún tiempo, quedó con el bastardo que le ha hecho esto, desoyendo mis consejos, y ahora está peor. Al menos está a prueba en un trabajo nuevo (tiene que vender billetes de avión y barco en una agencia o trabajará en un hotel; aún no han decidido dónde lo hará mejor) y probablemente eso la distraerá. Eso espero. Según me ha contado, va a llamar (ya lo habrá hecho a estas horas) a una psicóloga que conoce, para que le recomiende a alguien, algún psicólogo, psiquiatra, psicopedagogo o psicópata (todos son más o menos lo mismo) que la trate y la cure. Lo malo es que a ella la conoce a través del tipejo que tan hecha polvo la ha dejado. Detesto a ese tipo. Mañana hablaremos otra vez. Ojalá que esté mejor; se lo merece tanto…

«No por ser enorme el dolor que soporté me doblegué».

He comido con mis padres; anodina la comida. Se callan, no hablan, no ríen. ¿Eso es vida? ¿Por fuerza un matrimonio tiene que acabar en eso? Joder. Es que casi ni hablan. Viven y trabajan juntos, y mi madre no sabe sugerir y mi padre no sabe mandar; mala combinación… Al menos he podido ver los Simpson (Marge entra a trabajar en la central de Homer y el malvado señor Burns, casi mi personaje favorito de la serie, se enamora de ella, como no podía ser de otra manera). Adoro esa serie, creo que es la mejor o una de las mejores que se han hecho.
El resto de la tarde ha sido tan mierdosa que prefiero no contarla. Diré, no obstante, que me he tenido que reunir con unos 18 ó 20 profesores de mi misma asignatura (una de las dos que imparto) y ha sido espantoso. Todos (o casi) diciendo bobadas sobre cómo enfocar la Selectividad dichosa y la asignatura, proponiendo ejercicios absurdos y cosas así. Ha durado unas dos horas. Después me he ido a tomar un café con el que fue mi profesor en COU y ahora lo es de mi alumna particular C, un hombre muy agradable y del que se aprende, pero al poco han llegado muchos de los que estaban en la reunión y me he escabullido en cuanto he podido, pretextando no sé ya qué. Todos seguían diciendo tonterías, pero ahora más informales, más relajados, más naturales; peor, en fin. Qué desastre. ¿Acabaré yo igual de tarado que ellos cuando lleve años dando clase? Jo. Qué tema.

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Mayo 14, 2004

Miércoles, 5 de mayo de 2004

Las clases de hoy en el colegio –sólo dos horas los miércoles- han sido bastante anodinas, nada digno de ser reseñado, nada digno de nada. He estado con mi tía T entre clase y clase; tengo los miércoles un pequeño hueco de nada (total, 4 horas y media: el intervalo máximo entre la primera hora de clase y la última), obra de la atenta persona que planeó los horarios para todo el curso; siempre voy a su casa, mucho más cercana al colegio que la mía, a pasar la mañana y hacer algo. Hemos hablado de Isabel II y sus circunstancias, tema en el que soy casi totalmente lego, y me ha contado algunas cosas interesantes que, al parecer, ayer le recordó un documental televisivo bastante cutre, de ésos que tan bien engañan (te crees que sabes algo). Luego ella tenía trabajo y yo también, así que lo hemos dejado. Tengo ganas de volver a verla el sábado.

Por la tarde he tenido clase con C; antes, mientras aún vivía con mis padres éramos vecinos, ahora ya no. Estudia 2º de bachillerato, y es una chica encantadora. Tiene un novio, R, que creo que no le llega a la suela del zapato y, no obstante, debe ser simpático, por lo que me cuentan unos y otros, y muy estudioso (o mejor aplicado) pero nada serio. Ahora han tenido algún problema, que si no sé si te quiero, que si sí, esas cosas. El lunes fue el cumpleaños de C (18; quién los pillara) y lo había celebrado el sábado con sus coleguis: comida a mansalva y bebida algo menos, fue en su casa y hay que controlarse, que en cualquier momento aparece el padre y nos lleva a todas a casa de las orejas. Es muy simpática, pero tiene que aplicarse más con los estudios o, al menos, con la asignatura en la que le ayudo.
Ayer tenía clase con mi otra alumna particular, M, se llama como M, y, durante el transcurso de la clase, llamó, delirante, la madre de mi amiga, mi superamiga N, mi N sólo. Mi compañera de piso Na se comió el marrón enterito por no interrumpirme y me lo contó después extasiada del asombro. Al parecer, la madre de N, A, ha visto la espantosa factura de teléfono en la que nuestro número aparece casi a diario, y quiso saber quién vivía en esta casa, o sea, yo. La pobre Na tuvo que hacer piruetas lingüísticas para no darle cuerda y al mismo tiempo no decirle claramente si a quien su hija llama es hombre o mujer, porque no sabía qué hacer ni decir. Lo hizo muy bien. Dice A que hace tres semanas que no habla con su hija, mi N, pero la verdad es que no me lo creo, porque cuando yo estaba también allá, en el extranjero, donde N continúa, hablaban casi a diario o a diario, o dos veces el mismo día. Cuando hable hoy con N la abroncaré un poco por haber dado lugar a que me llame su madre (!!!) Aún estoy perplejo.
Mañana como de nuevo con mis padres; a ver cómo están. Creo que aún no se han acostumbrado a no tenerme en casa y, sin embargo, tan cerca, a 20 minutos de coche, en la misma ciudad, muy asequible. Todavía no han visto la casa que alquilo, ni la habitación en la que duermo, ni la cocina en la que cocino, como, ceno y desayuno y río con mis compañeras; aún no han visto el lugar en el que vivo, y no me gusta. No. Sospecho que mi padre no vendrá jamás ni me llamará nunca por teléfono y evitará el tema en todo lo que pueda, salvo para zaherirme cuando meta yo la pata en alguna bobada, y que mi madre sólo vendrá tras hacerse mucho de rogar e insistir en que no quiere y no quiere y no quiere. Mi hermana B ya ha venido; supongo que habrán cotilleado bastante.

Escrito por Desubicado a las 09:04 PM | Comentarios (0)

Mayo 09, 2004

Lunes, 03 de mayo de 2004

Lunes, 03 de mayo de 2004
Es increíble con qué poco se hace la vida más fácil o más difícil o incluso un enojo, algo molesto. Yo trabajo en un colegio, soy profesor. Todos los lunes tenemos una reunión los miembros del Claustro a la que debemos acudir haya temas a tratar o no; pero, también los lunes, los alumnos que hayan cometido alguna pequeña falta durante la semana precedente deben cumplir un castigo que consiste en pasar dos horas (de cinco y media a siete y media) encerrados en un aula con un profesor que les vigile. Con esto se consiguen dos cosas:

1) Que cada semana un profesor se pierda una reunión del Claustro, por lo que no se entiende que tengamos que acudir siempre todos los demás (si uno se la va a perder, ¿por qué no los otros?). Normalmente no se tratan temas de importancia; pero a veces sí. Y
2) Que los alumnos castigados pasen dos horas encerrados en un aula perdiendo el tiempo que muy bien podrían perder en la calle o en casa (los castigados rara vez son quienes van al colegio a aprovechar el tiempo).
Pues resulta que hoy me tocaba a mí ser ese profesor. He vigilado un examen de recuperación y a un alumno de 4º que el otro día llegó tarde a clase. Bien. Acabadas las dos horas interminables que he matado releyendo a Suetonio (Vida de Julio César) y leyendo letras inconclusas de J. R. R. Tolkien, a quien admiro, despido al castigado y me dirijo a la sala de profesores en la que había dejado mis cosas. Pero está cerrada. Voy entonces a la entrada del Colegio, busco a alguna monja poderosa que pueda abrirme pero no encuentro a ninguna. Ya en la entrada del patio, por donde entran los alumnos, hallo a alguien: una mujer, laica, que vigila la entrada y resuelve si puede los problemas que surjan o da las informaciones que se requieran, si las tiene. Ella no tiene la llave; llama a las monjas; alguien le dice que están reunidas y que bajo ningún concepto pueden abandonar el conciliábulo; ella insiste en que será cuestión de tres minutos; más negativas; cuelga. Me informa de que, según le han dicho, tardarán una media hora o tres cuartos; no entiendo nada. Explico que he de irme a casa, de que tengo que entrar en la sala de marras para recuperar mis cosas; es imposible: ella no tiene la llave y, aunque la tuviera, no podría ir a abrirme (alguien debe quedarse en la puerta del patio por si entra Jack el Destripador) ni prestármela (está prohibidísimo). Esperar o no; tirar mi tiempo porque la Directora es así de obtusa o no. Me decido por lo segundo; me voy a casa sin mi abrigo, sin mi DNI, sin el bonobús que ya he pagado. Llego a casa muerto de frío, me pongo a escribir, qué mal humor me sale. Qué fácil es hacer la vida más sencilla, o más, mucho más complicada.

Escrito por Desubicado a las 06:22 PM | Comentarios (0)

Miércoles, 5 de mayo de 2004

Las clases de hoy en el colegio –sólo dos horas los miércoles- han sido bastante anodinas, nada digno de ser reseñado, nada digno de nada. He estado con mi tía T entre clase y clase; tengo los miércoles un pequeño hueco de nada (total, 4 horas y media: el intervalo máximo entre la primera hora de clase y la última), obra de la atenta persona que planeó los horarios para todo el curso; siempre voy a su casa, mucho más cercana al colegio que la mía, a pasar la mañana y hacer algo. Hemos hablado de Isabel II y sus circunstancias, tema en el que soy casi totalmente lego, y me ha contado algunas cosas interesantes que, al parecer, ayer le recordó un documental televisivo bastante cutre, de ésos que tan bien engañan (te crees que sabes algo). Luego ella tenía trabajo y yo también, así que lo hemos dejado. Tengo ganas de volver a verla el sábado.

Por la tarde he tenido clase con C; antes, mientras aún vivía con mis padres éramos vecinos, ahora ya no. Estudia 2º de bachillerato, y es una chica encantadora. Tiene un novio, R, que creo que no le llega a la suela del zapato y, no obstante, debe ser simpático, por lo que me cuentan unos y otros, y muy estudioso (o mejor aplicado) pero nada serio. Ahora han tenido algún problema, que si no sé si te quiero, que si sí, esas cosas. El lunes fue el cumpleaños de C (18; quién los pillara) y lo había celebrado el sábado con sus coleguis: comida a mansalva y bebida algo menos, fue en su casa y hay que controlarse, que en cualquier momento aparece el padre y nos lleva a todas a casa de las orejas. Es muy simpática, pero tiene que aplicarse más con los estudios o, al menos, con la asignatura en la que le ayudo.
Ayer tenía clase con mi otra alumna particular, M, se llama como M, y, durante el transcurso de la clase, llamó, delirante, la madre de mi amiga, mi superamiga N, mi N sólo. Mi compañera de piso Na se comió el marrón enterito por no interrumpirme y me lo contó después extasiada del asombro. Al parecer, la madre de N, A, ha visto la espantosa factura de teléfono en la que nuestro número aparece casi a diario, y quiso saber quién vivía en esta casa, o sea, yo. La pobre Na tuvo que hacer piruetas lingüísticas para no darle cuerda y al mismo tiempo no decirle claramente si a quien su hija llama es hombre o mujer, porque no sabía qué hacer ni decir. Lo hizo muy bien. Dice A que hace tres semanas que no habla con su hija, mi N, pero la verdad es que no me lo creo, porque cuando yo estaba también allá, en el extranjero, donde N continúa, hablaban casi a diario o a diario, o dos veces el mismo día. Cuando hable hoy con N la abroncaré un poco por haber dado lugar a que me llame su madre (!!!) Aún estoy perplejo.
Mañana como de nuevo con mis padres; a ver cómo están. Creo que aún no se han acostumbrado a no tenerme en casa y, sin embargo, tan cerca, a 20 minutos de coche, en la misma ciudad, muy asequible. Todavía no han visto la casa que alquilo, ni la habitación en la que duermo, ni la cocina en la que cocino, como, ceno y desayuno y río con mis compañeras; aún no han visto el lugar en el que vivo, y no me gusta. No. Sospecho que mi padre no vendrá jamás ni me llamará nunca por teléfono y evitará el tema en todo lo que pueda, salvo para zaherirme cuando meta yo la pata en alguna bobada, y que mi madre sólo vendrá tras hacerse mucho de rogar e insistir en que no quiere y no quiere y no quiere. Mi hermana B ya ha venido; supongo que habrán cotilleado bastante.

Escrito por Desubicado a las 05:58 PM | Comentarios (0)

Mayo 07, 2004

Domingo, 2 de mayo de 2004

Domingo, 2 de mayo de 2004
Finalmente vino M a casa el viernes por la noche y estuvimos hablando los cuatro (mis dos compañeras de piso y ella y yo), y cenamos y vimos un trozo de un concierto. Lo pasamos bien. Cuando pasa esto yo ya me creo que todo va bien y que le caigo excelentemente y que todo es maravilloso y que la vida es algo hermoso.

El sábado por la mañana le di una clase particular a mi alumna C, que mañana cumple 18 años. Está distraída. Me contó que había ido al peluquero y que allí le había peinado mi amigo I, quien, por cierto, ayer dejaba de trabajar en esa peluquería; se ha embarcado y va a abrir su propio negocio. Estoy seguro de que le irá bien porque es bueno en lo suyo y es agradable y sabe tratar a los clientes, sobre todo a ellas, que son las que se dejan más dinero en pelos. C fue su última cliente por cuenta ajena.
Después fui a comer a casa de mi tía T, con la que tengo una gran afinidad; nos caemos bien mutuamente y me encanta verla cuando puedo. Me dio alcachofas, que no me gustan, pero bueno; me las comí igualmente y poniendo buena cara. Me supieron hasta bien; tan grata me resulta su compañía. Todos los sábados como con ella.
Y por la tarde, animado por la charla y la compañía de M del viernes por la noche, decidí que sí, que iría a la fiesta de ese pueblo. Fue lo que Dios quiso. Vino M en su imponente automóvil a recogerme para ir a una cafetería en la que habíamos quedado con L y Ai para ir todos juntos en un solo coche. De camino a la cita, sabiendo que no íbamos a estar a solas en todo el sábado ni el domingo (salvo que hubiéramos dormido juntos, lo cual no podría ocurrir), le dije, tras varios intentos de armarme de valor, que ya había acabado su libro. Sin dejar de mirar la calle por la que conducía, sin darle importancia, dijo «¿Qué libro?» He de decir que me indigné, pero bien que mal me dominé y pude decir que qué libro iba a ser, el suyo, el que le había dado, el que le había escrito. Como no dijera nada, traté de extraerle alguna reacción, algo, pero en vano. «Ahora no sé que hacer con él». Fue inútil. «Tú verás». No sé ni siquiera si quiere verlo; la verdad es que esperaba cualquier reacción, pero alguna. Ella reía, supongo que dándose cuenta de que me había herido. Le pregunté que de qué; «De ti», me dijo; «Ji, ji, que qué libro». En fin.
Nos reunimos en la cafetería, dejamos el coche de ella y fuimos a buscar a R, que estaba trabajando (día 1 de mayo). Como R quería llevar también su coche, fui yo con él, charlando agradablemente y sin perdernos, algo milagroso si tenemos en cuenta que no sé leer los mapas y que R no estaba muy seguro de por dónde había que ir. En el pueblo encontramos a la cuadrilla, dejamos las cosas en casa de la abuela de la novia de I, que también se llama M y es simpatiquísima. Tomamos algo por ahí, y en la segunda ronda la cosa ya empezó a torcerse. Pidieron cervezas para todos, pero nadie me contó y tuve que pedírmela yo mismo; eso me sabe a cuerno quemado (parezco el acoplado de turno, o así me siento). Luego hubo una serie de malentendidos, todos conmigo, y alguna mala contestación a destiempo y me fui deprimiendo poco a poco. Aguanté bastante bien la cena, en la bodega de una peña de la que forma parte M, la novia de I; pero ella, mi M, apenas me dirigió la palabra como no fuera para pedirme las servilletas o pasármelas, lo mismo da. Hicimos el tonto y empezamos a beber.
Ya cuando salimos de la cena sabía que no me lo iba a pasar bien, y acerté. En el primer bar los camareros pasaron de mi culo como de la caca (sirvieron a todo el mundo menos a mí, y eso que lo pedimos todo junto; luego volví a pedir y en lugar de mi ron con cola me sirvieron sólo la cola y los putos hielos). Poco a poco se me fue torciendo y en el segundo bar ya estaba totalmente aislado, nadie me hablaba si no era para decirme «qué te pasa», «¿por qué no bailas?» y todas esas cosas que tanto te perturban cuando lo único que quieres oír es cierta voz en tono cómplice. Habría bastado que ella me hubiera dicho «Quiero verlo, quiero leer el resultado final de tu libro, de mi libro» para que la noche hubiera sido la gran juerga, una gran alegría, pero sólo me habló una vez para decirme que la pared no se iba a caer si dejaba de apoyarme en ella. Yo dije «Quién sabe».
De algún modo aguanté hasta las 4 y media. I y M me llevaron hasta la casa de la abuela de ella y luego se quedaron por ahí con los demás hasta las mil. M y mi amigo Ai se han quedado charlando hasta las 10 de la mañana; estoy seguro de que algo habrán hablado de mí, pero ninguno de los dos me lo va a contar, y es casi mejor.
La comida de hoy ha sido El Infierno, y eso que me ha tocado al lado de la abuela de M la anfitriona, pero éramos unas 30 personas y yo sólo tenía ganas de llegar a casa cuanto antes. He vuelto con L, que quería llegar pronto y es buen conductor, además; los demás se han quedado a ver la ermita del pueblo y a hacer folklore. Yo no podía aguantarlo y habría salido mucho antes, ya por la mañana, si hubiera tenido un coche y el carnet del que carezco. L me ha dejado en la puerta de casa.
Hace unos minutos he hablado con mi Superamiga N, mi N, que a lo mejor se vuelve a España, se lo está planteando. Está triste aún, pero a mí me parece que va a mejor, al revés que yo.
Y aquí viene lo gordo. Voy a dejar de ver a los amigos por ahí, voy a dejar de salir; al fin y al cabo, se trata de evitar el dolor y cada vez más frecuentemente me vuelvo a casa decepcionado y sintiendo que nada habría cambiado si no hubiera estado, como ayer. De momento, no salgo más; luego ya veremos. Mañana empieza la puta semana laboral.

Escrito por Desubicado a las 10:00 PM | Comentarios (0)

Mayo 06, 2004

Viernes, 30 de abril de 2004.
Esta mañana no he trabajado. Normalmente, los viernes tengo 3 horas de clase, pero hoy no, porque son las fiestas del colegio y en lugar de clases hay actividades para los alumnos; bailes tontos, partidos de fútbol que al final se saldan a hostias y cosas así. Lo de los golpes es sólo alguna vez; ayer por la tarde, por ejemplo. Las fiestas empezaron ayer a eso de las 4 y a las 6 y pico ya había habido una pelea por el fútbol del demonio.

En lugar de clases, los profes tenemos que ir a hacer de vigilantes, una cosa totalmente desquiciante y que además no es nuestro cometido. Hay que dar unas órdenes que no salen de ti, hacer cumplir unas directrices en las que no crees. Antes de ir a cumplir nuestro turno policiaco hemos quedado para comer unos cuantos profes más o menos de mi edad (la hermosa S, la simpatiquísima R, la cardiaca y adorable A, la mejor Mo y el canalla G, que ya no trabaja en el cole pero sigue vinculado a él a través de su nuevo puesto en el sindicato; y yo, claro). Hemos comido en un restaurante de superlux como si dijéramos, situado en pleno centro de la ciudad, con cuidado servicio y agradable ambiente. Es la segunda vez que vamos. La primera vez me encantó el lugar, pero hoy me ha parecido un poco hortera la decoración. Creo que me estoy haciendo un pejiguero, o es que me ha entrado de repente el buen gusto, algo de lo que he carecido siempre, o tal vez no y ahora se me ha revelado tan de golpe.
El caso es que hemos comido muy bien y por un precio muy razonable, unos 13 o 14 euros; un menú de lo más ajustado. Yo, pochas y roast beef o como se escriba; natillas de postre, muy suaves. Me he reído mucho en el café; hemos hablado livianamente de sexo, y me ha sorprendido descubrir que era el único de la mesa que no había mantenido relaciones sexuales en un coche, el único que no ha. Me han dejado intrigado y han contado algunas historias graciosas, pero yo tenía el ánimo muy sombrío y apenas he mantenido el tipo; he logrado incluso contarle un chiste a G y me lo ha reído, me ha parecido que sinceramente. No hay que dudar de las risas ajenas sólo porque las tuyas sean un poco impostadas; le he puesto voluntad, pero la perspectiva de pasar dos horas de vigilancia absurda podía conmigo y no me he equivocado ni defraudado.
Mo y yo teníamos que vigilar el polideportivo, que sirve para jugar al fútbol o practicar boxeo amateur y sin reglas. Nos hemos pasado dos horas muertos de asco diciendo cada dos minutos: «no podéis bajar; los vestuarios están cerrados salvo para los jugadores». Un padre indignado ha murmurado y con razón que dónde está el cerebro que falta. No tiene sentido cerrar los lavabos y retretes de un pabellón por el que van a pasar docenas y docenas de padres, madres, niños, niñas, embarazadas, abuelas, etcétera; pero nosotros hemos hecho lo que hemos podido y con toda la amabilidad. Ayer por lo visto fue mucho más duro, porque llovió y hubo mucho más tránsito, más gente meándose y no pudiendo, más de todo.
Un profe me ha dado una paliza que me ha dejado hecho un cristo. ¿Los pesados se dan cuenta de que no hay quien les aguante? Es una pregunta que me hago. He cometido la imprudencia de saludarle, y, al parecer, por eso se ha creído con derecho a contarme su vida y la de su hija catedrática, las becas de ésta, sus putos estudios y qué sé yo. Mo se ha tragado una parte, pero se ha escaqueado con mucha habilidad y ha hecho muy bien; yo carezco de esas artes. He tratado de ser educado, pero al cabo de media hora de cháchara insoportable ya tenía una cara de horror que no podía disimular. El tío hasta nos ha contado la única vez que fumó y cuánto le desagradó; se hizo un cigarro con hojas de floras secas y un papel y, claro, no le gustó nada; pero es que eso no era tabaco: era un canuto de papel de periódico lleno de flores. No es lo mismo.
Lo más llamativo de este tío no es su calva, ni lo canso que resulta, sino cuánto pasa todo el mundo de él. Muchos alumnos le saludaban al pasar (lleva dando clase mil años, conoce a todo el mundo) y todos lo hacían con malicia, ironía o simple mofa, pero él no se daba cuenta. Una cosa delirante. Su vida es así, sonriendo todo el día a gente que se ríe de él, qué cosa más patética y más penosa; sí, penosa, me ha dado pena el hombre, con su pesadez y todo. Qué cosa.
Después de las dos horas infumables me he vuelto para casa dando un paseo y aquí estaba mi compi Na, a quien le alquilo una habitación. Me cobra poco dinero y así le pago una parte de la hipoteca. Lo mismo hace la otra compi, Ma, a la que adoro sinceramente. Está triste la pobre, y no se lo merece.
Aún no sé si ir a las fiestas de ese pueblo. Sé que mis amigos cuentan conmigo, sobre todo I y Ai, con quienes me lo paso muy bien siempre que salgo, pero no sé, otra vez. Sé que ella va a estar, y yo sí sé que no quiero más recuerdos, no más decepciones, no más noes. Es cuestión de tiempo hablar con ella, pero no sé si mañana es el día; en algún momento ha de saber que el libro ya está acabado, quiero ver su reacción. Na me ha dicho que puedo ir con ella en el coche, que seguramente M vaya con ella; es enfermera y antes de la fiesta de la noche va a trabajar en las fiestas de otro pueblo, en un encierro vespertino.
El caso es que M va a estar como siempre, a lo suyo, y no se lo reprocho, pero yo espero otra cosa, algo de atención, algo del cariño (pero no amor) que sé que me tiene, pero eso no llega nunca y yo me decepciono, y si estoy algo sombrío como llevo estos días, lo más probable es que me ponga triste, que me emborrache como un poeta que ha cobrado (Marge Simpson dixit) y vuelva a hacer el ridículo en ese pueblo, una segunda vez; ya sería intolerable. No tengo ganas de eso. Pero es que si me quedo aquí solo posiblemente haré lo mismo, y tampoco me apetece deprimirme aquí yo solo, no. Mañana decidiré y que sea lo que Dios quiera.
Por la mañana, a eso de las 12 he hablado con mi superamiga N, con mi querida N, con N sólo. Está triste y enfadada, por un hombre, claro. Vive ahora en el extranjero, y está muy sola allá, y yo muy preocupado por ella, naturalmente; el cabrón de él la ha tratado muy mal, sin moral alguna, de mala manera, y ella no se merece ni la décima ni ninguna proporción mínima del dolor y las mentiras que le ha entregado ese bastardo. Yo la amo, en un sentido puro, no estoy enamorado de ella ni lo he estado nunca, pero le tengo tanto cariño y la quiero tanto… Hoy estaba más de bajón que ayer, ojalá que mañana esté mejor y me pueda animar un poco, necesito su risa para saber lo que ya sé: que el mundo sigue girando, que no se para porque yo tenga un mal día; lo que me pasa es que necesito la prueba.
A lo mejor luego viene por aquí M, no sé cómo voy a reaccionar. A ver.

Escrito por Desubicado a las 11:25 PM | Comentarios (0)

Mayo 05, 2004

Jueves, 29 de abril de 2004.

Tengo dos juegos de sábanas iguales. Las únicas diferencias entre uno y otro las ha dado el tiempo; la bajera de una de ellas tiene un agujero en un costado, producto tal vez de una polilla que ya debe haber muerto o de algún enganchón en la lavadora. Así que, en la superficie, es como si no cambiara nunca de sábanas y, aunque sí las cambio, tengo la sensación de que duermo siempre sobre y bajo las mismas, aunque nadie que no sea yo venga nunca a dejar su olor sobre ellas, sobre la almohada también, ojalá, junto a sus cabellos, mejor largos, que me gustan más las chicas con el pelo largo, están todas más guapas; casi no conozco excepciones a esta regla mía.

Últimamente paso bastante tiempo en salas de charla en internet (algo que en otro tiempo jamás habría hecho), eso que llaman «chats» (de ahí, «chatear»), y he conocido a alguna gente interesante. Entro muy a menudo en la de un artista que me gusta mucho y he hecho no voy a decir que amigos, al menos de momento, pero sí buenos conversadores habituales. Quien mejor me cae es AS, que a veces se llama O. Es normal que la gente tenga varios apodos o sobrenombres, pero yo llevo casi casi siempre el mismo; ahí adentro los llamamos «nicks», apócope de «nickname». El de ella es AS. Un día me habló se su amigo Gi, que en la vida real se llama S. Ayer me lo encontré por casualidad en esta sala de la que hablo e instintivamente me lancé como quien dice a su cuello, por una razón. Resulta que Gi ha publicado (mejor: editado) un libro de poemas en prosa, y yo quería saber cómo lo había hecho, porque yo también tengo acabado un libro, pero de poemas en verso, y tal vez lo publique. Aún no sé qué hacer con él, si destruirlo o no, si darlo a una imprenta que lo quiera imprimir; ni siquiera sé si puede haber alguien interesado en sacarlo; a mí no me importa mucho, pero la vanidad me puede un poco, y tal vez lo intente. Pero, ya digo, si se quedara sólo ante mis ojos no sería ninguna decepción, y si lo destruyo no será una gran pérdida, porque no soy un buen poeta. Creo que no soy un poeta infame, pero tampoco soy uno bueno. De hecho, no sé si soy un poeta o sólo un impostor o un mero imitador. Esto es probable.
El caso es Gi ha sacado su libro. Según me contó, se lo ha editado él mismo en una empresa dedicada a estas cosas. Y me habló de cómo lo había hecho, de cuánto dinero cuesta, de cómo funciona la cosa. Vi la portada de su libro en la página web de esa autoeditorial y me pareció muy bonita, de buen gusto. También leí algún fragmento que hay en esa página, como un aperitivo para que te decidas a comprar el libro entero, y me gustó mucho lo que vi. Me pareció sensible. Según me dijo el propio Gi, habla de la mujer y la noche; dos temas inagotables y que me gustan mucho, sobre todo si van juntos. Las mujeres de noche me parecen más hermosas, pero nada como una buena melena al Sol y al gobierno caprichoso del viento, con una flor colgando de la oreja. Qué tópico.
Me cayó muy bien este Gi; creo que podríamos llegar a hacer cierta amistad si nos tratáramos, pero él vive en Madrid y yo no y voy poco por allá, y es muy improbable que venga a mi ciudad nunca, así que no ocurrirá jamás. Me di cuenta de que teníamos ciertas cosas en común, cosas de importancia, y me gustó. Él pensaba que yo era una chica, tal vez por mi apodo, que no es masculino pero tampoco femenino, y tal vez por mi forma de escribir; no es la primera vez que me pasa, y no me disgusta. Se disculpó con mucha naturalidad.
A AS la he tratado un poco más y hemos «conectado» (horrible verbo, pero no tengo otro) bastante bien. Es simpática y muy agradable, y dice la verdad y está siempre o casi de buen humor. Me gustaría conocerla más y verla, saber su cara y su nariz, verla de perfil, poder saber de ella. Fácilmente nos haríamos amigos; esa impresión tengo.
Luego está el problema del libro. ¿Qué hago con él? Para empezar, ni siquiera tengo una copia impresa, pero no sé para qué podría necesitarla si nadie más va a verlo. Si la imprimo habré de registrarlo (una cosa es que me dé un poco igual y otra que venga un listo ladrón a plagiarme eso), y es una burocracia desagradable como todas las burocracias. Luego, si se lo muestro a alguien, habrá de ser, en primer lugar, a M, que es de quien es en realidad el libro, o el librito. Ya le mostré el original cuando aún tenía otro nombre y otra extensión, pero ella aún no ha visto los últimos poemas, que a mi me parecen los mejores casi todos, no hay en esta parte final ninguno muy malo como en las otras partes. Si lo ve ya lo habrá visto y no habrá vuelta atrás (esta frase es un robo con cambio a JAVIER MARÍAS –javiermarias.es; vayan allí-). Cuando le di el libro, entonces aún sin terminar y así se lo advertí, le gustó mucho y la hizo llorar. Dijo que era el mejor regalo que le habían hecho nunca, y eso debió parecerle porque no miente sin necesidad y no la había. Muy exagerada, pero me halagó. Estaba conmovida, pero aun así no se ha enamorado de mí, y apenas hemos vuelto a hablar a solas ella y yo desde entonces, hace ya de eso bastante tiempo, quizá 6 meses. Quiero decirle que su libro ya está terminado, que tiene esta extensión, que quizá quiera ver lo que no ha visto todavía. No sé qué dirá. Imagino que si lo leyera descubriría cosas que intuye, como que mi amor por ella viene de mucho más lejos de lo que me he atrevido a confesarle, algo de lo que yo mismo me he dado cuenta mucho más tarde. Pero todo eso está por ver, y se verá.
Aquel día de la entrega pactamos que lo destruiría cuando se enamorara de nuevo. Me costó un poco que aceptara esta imposición o condición mía previa, pero de no haberla aceptado no habría tenido el librito y ella se habría quedado con la duda.
Si lo publico será con infranqueable pseudónimo, eso lo tengo muy claro. No quiero haber tenido esto callado tanto tiempo y que ahora todo el mundo descubra el pastel, aunque creo que todos o casi todos lo intuyen, lo creen o lo saben a falta de confirmación. Solo mis amigos J, N y Ai lo saben de mis labios, a parte de M y de mí mismo, claro. Y eso seguirá siempre así si nadie traiciona mi confianza, y creo que ninguno de estos 3 (4 con ella) lo hará. Son buenos amigos.
Este fin de semana tenemos si queremos fiesta en un pueblo, a lo mejor voy y me emborracho. La última vez (la primera) que fui a ese pueblo me emborraché como nunca antes, y estuve malísimo. Todos me vieron. Nunca me había sentido tan enfermo ni tan avergonzado, ya a estas edades, vomité hasta lo que no tengo; un horror. Me daría vergüenza volver ahora y que alguien me reconociera como aquel borracho; lo cierto es que no era yo. La culpa fue de la cena, como siempre desde que me emborracho.

Escrito por Desubicado a las 10:39 PM | Comentarios (0)