Marzo 30, 2005

No podré evitarlo...

Cada vez que termino una obra, me dan un premio, en plan foca...

Misión cumplida con el FHFC nº 3.

Ha sido heroico, así que quiero tres premios-sardina: el Director's Cut de Dawn of the dead (2004), el DVD de Los Increíbles y...

...sí, quiero eso.

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Que alguien me detenga.

Escrito por Cels McClane a las 10:58 AM | Comentarios (40)

Marzo 29, 2005

THE BAD ONE

Ya tengo al malo malísimo de FANHUNTER: THE FINAL CONFLICT.

Y está entre vosotros.
:-)
Premio a quien lo encuentre. La solución en el nº 4.
Jurl, jurl.

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Nickname: MEEP (Mal En Estado Puro).

Escrito por Cels McClane a las 03:59 PM | Comentarios (36)

Are you FAN enough?

Qué mal se me quedó el cuerpo con la noticia de la muerte de Joaquín Luqui. Y es que sumada a la del Profesor Jiménez del Oso, se pierden dos iconos de mi infancia y juventud, un espíritu de la radiofórmula y un espíritu del más allá; un escuchado y requetescuchado locutor (casi tanto como Fernandisco en su época del Station Point Nine, sus "auuuuuurriba" y su fanky; y todavía guardo la cinta en la que registré el especial de canciones lentas), y leído y requeteleído estudioso de lo paranormal.

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Y ambos, por separado, por méritos propios y muy distintos, siempre víctimas de parodias a cargo de gente que, seguro, los adoraba tanto como yo.

Luqui era un fan. Un fan en estado puro.
A Luqui y a Jiménez les apasionaba su trabajo.

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Al verlo de nuevo en televisión hablando de música, de sus grupos, de sus géneros, de sus gustos, de sus intérpretes, con ese toque tan genuinamente FAN, tan poco disimulado, me planteé una pregunta: tras años de hablar/tratar/estudiar/diseccionar a FANS, ¿de qué me considero Fan a los 35 años?

Es que, claro, va por épocas; pero, supongo, hay iconos que siempre se llevan más marcados en la cadena de ADN, en el genoma FAN.
¿De qué soy FAN INCONDICIONAL? ¿De qué cosas busco cronologías, fan fictions, rarezas, merchandising, etc...? ¿Qué vuelvo a ver/leer/escuchar una y otra vez? ¿Qué me cuelgo en la pared?
No fan ciego, no extremista, no defensor a ultranza: es absurdo reconocerse fan de Star Wars e ir diciendo por ahí barbaridades como que la nueva trilogía es tan buena como la anterior; incluso que El Retorno del Jedi es mejor que las anteriores...

Soy fan de Star Wars (de la primera trilogía y del mercha, no de los cómics, ni de los videojuegos, etc); Star Trek; Batman Dark Knight (me he comprado los cuatro muñecos nuevos), aunque me considero detractor de la segunda parte; Hellblazer y John Constantine; Stephen King hasta It (y, casi, casi, hasta Tommyknockers); Andrew Vachss; Tom Waits; Aterriza como puedas 1 y 2; Mafalda; Calvin y Hobbes; Liberty Meadows; Masamune Shirow; Mad Max 1 a 3...

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...Régis Loisel; Indiana Jones; James Bond; Sherlock Holmes; Carlos Pacheco; dioramas bélicos; Sexo en Nueva York; Quentin Tarantino; James Ellroy; Superlópez hasta Los Cerditos de Camprodón; La Pantera Rosa (películas y serie de dibujos animados); la saga de Alien, sobre todo, Aliens; Los Cazafantasmas; Tiburón; Neal Stephenson, Richard Corben, La Jungla de Cristal; las películas de zombies...

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...Los Micronautas (los de antes, y no sólo los de Golden), el Conan de BWS y John Buscema, Joseph Leo Mankiewicz, David Lean, The Smiths, William Goldman y, claro, de La Princesa Prometida...

Buuuuf.
Y hay más.
No muchos más, pero haylos.
No es malo reconocerse fan, si sabes llevarlo bien.

Y, en cierto sentido, ser fan comporta, a veces involuntariamente, contagiar a otras personas con tu entusiasmo, y eso lo hacían muy bien, cada uno en su parcela dimensional, don Luqui y el Profesor Jiménez del Oso.

Buen viaje, allá donde elijan ir...

Escrito por Cels McClane a las 01:44 PM | Comentarios (16)

Marzo 24, 2005

Descartes de la novela (5)

SIMPATÍA POR EL DIABLO

Desierto de Judea.
Fecha estimada: invierno de 778, A.U.C./
primavera 779 A.U.C.

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Alejo observa agazapado detrás de un montículo de arena. No muy lejos, un joven barbudo, delgado, sucio y andrajoso niega con la cabeza y da la espalda a un tipo vestido con una impecable túnica malva, un peto con la leyenda “Manjares de Galilea a domicilio” y un gorra del Jordán Red Devils, el equipo local de maratón que ha ganado las tres últimas ediciones de los Juegos de Kapoel en la categoría de carrera alrededor del lago Kinéret (Mar de Galilea), prueba puntuable para poder competir contra los romanos en sus Juegos Provinciales y una prueba dura cuando se pasa cerca de los adeptos del “desaparecido” Juan Bautista, una gente tremendamente limpia a la que le gusta sumergirse en agua y hasta hacen cola para ello, pero que salpican a los corredores con bastante mala uva y colocan piedras en su camino porque dicen que los deportistas interrumpen un ceremonial sagrado.

Alejo se pregunta si esas aguas contendrán bálsamos curativos, única razón que se le ocurre para que esa gente esté chapoteando allí todo el día, por muy pulcros que se consideren.

El hombre de la gorra traza un semicírculo con su mano derecha y aparece un mostrador de cristal sobre el que descansan varios platos llenos de comida. Alejo distingue el famoso Galimenú de pan ácimo, cordero asado, siete hierbas amargas y jaroset. Puede olerlo desde su escondrijo. Delicioso. No le extraña que a Cosmo le guste tanto este planeta: su gastronomía es superior en gusto y olfato a la de otras civilizaciones más adelantadas tecnológica y socialmente.

El barbudo con pinta de mendigo parece dudar un instante, pero da media vuelta y se marcha de allí buscando algún punto de referencia en el desierto, suponemos que para encontrar el camino a casa, si es que tiene una.

Aparentemente vencido, el hombre de la gorra se arranca el peto y toma asiento sobre una piedra. Con las dos manos en la cabeza, mira fijamente al suelo con expresión de “no lo entiendo". Alejo se incorpora, da la vuelta al montículo y se aproxima al desesperado camarero, caminando como si estuviera dando un paseo por el parque.

Cada uno de nosotros veríamos con un aspecto distinto al tipo de la gorra, ya que posee tantas caras como nombres, pero os aconsejo que elijáis entre alguno de los siguientes semblantes: Al Pacino en El abogado del diablo, Jack Nicholson en Las brujas de Eastwick, Robert de Niro en El corazón del ángel, Tim Curry en Rocky Horror Picture Show o Steve Buscemi en cualquier película.

Alejo saluda con la mano, pica algo de pan ácimo y espera a que el otro hombre recupere la compostura.

–Buenos días –saluda Alejo.
–Hola –contesta el Demonio.
–Pasaba por aquí, dando un paseo y no he podido evitar escuchar su conversación con el mendigo –continúa Alejo, mezclando hebreo, arameo y griego–. Un personaje duro de pelar, ¿cierto?

El Demonio alza la cabeza. Mira fijamente al recién llegado, como si le examinara. Por un momento, cree reconocerlo. Contesta en latín, más que nada para llevar la contraria:

–“¿Pasaba por aquí?” Vaya, nos encontramos a varias decenas de estadios de distancia de cualquier núcleo urbano habitado. Da usted unos paseos muuuuy largos –mueve la mano otra vez y la comida desaparece–. No estoy de humor. ¿Le importaría buscar conversación en otra parte?

Para Alejo no es problema. Habla quince idiomas y no recuerda exactamente cuántos dialectos. Cambiaría de registro y le vacilaría con sus nociones de ugarítico, pero no quiere convertir un posible negocio en un concurso de dicción.

–No se ha dejado convencer, ¿verdad? Me refiero al mendigo.
–Es más que un mendigo… Es todo un revolucionario. Ha venido a practicar la medicina naturístico-milagrosa, a poner de los nervios a los romanos y redimir el pecado original; y si lo consigue me va a dejar en mal lugar. Lo que pasa es que le gusta ir de humilde. Le importa una mierda ser el hijo del jefe. Si le dejo manga ancha, es capaz de crear un culto nuevo y muy alejado de los politeístas que tanto me divierten… ¿Sabe que se está perdiendo la costumbre de ofrecer sacrificios humanos y que lo máximo que degüellan en nombre de Dios son corderitos?
–Quizás no le ha ofrecido suficiente.
–Oh, vamos –el Demonio cambia de postura, incómodo–, un día más y habría caído en la tentación. ¡¿Ha visto como se miraba las piedras con cara de hambre?! Era mío, era mío… Seguro que en el futuro le recordarán a él por haberse mantenido íntegro durante cuarenta días de oración en el desierto, pero ¡qué pasa conmigo! Yo soy el que ha tenido que aguantar cuarenta días de calor tórrido y cuarenta noches de un frío que habría sofocado incluso las llamas de las calderas del infierno... Si al menos se hubiera retirado a un oasis o a un bosque de pinos donde poder reflexionar a la sombra, en plan chill out, le aseguro que me hubiera tomado mi faena con más... dedicación. Quizás tendría que haber traído la ropa interior de María Magdalena para…

De repente, Satanás se incorpora y acerca su cara a la de Alejo. Aunque el aspecto del individuo es el de una persona aparentemente normal, sabe que no es humano. Intenta recordar dónde lo ha visto antes.

–Sí, pero el melenudo es un hombre con mucho carácter… –dice Alejo–. No vea la que nos lió a los comerciantes porque intentábamos hacer negocio en el templo de Jerusalén. Nos echó a patadas y a latigazos. Es más difícil reunir a todos los bueyes que se me desperdigaron que encontrar la cabeza de Juan Bautista.

Belcebú frunce el ceño y finalmente recuerda a El Cuervo. Le ha visto varias veces antes, cuando los antecesores de los humanos todavía caminaban a cuatro patas, pero entonces, cree recordar, su aspecto era diferente: ¿más gordo, sin esa barba tan bien cuidada, de piel color verde? Y en Ur, Mesopotamia, hace unos dos mil quinientos años, trabajando como administrador de fincas durante el reinado de Messanipalda. Y dirigiendo un negocio de despedidas de soltero en Sodoma y Gomorra. Aaaah… Aquello sí que eran fiestas y no las aburridas bodas de Canaán. Y más tarde, en Egipto, expropiando terrenos para construir tumbas de alto standing. Y hace escasamente ochocientos años, vio la cara de Alejo en un relieve asirio, rodeado de autoridades, ayudando a colocar la primera piedra de la factoría de Cartago…

Sí, sí… Alejo. El fenicius.

–Sé quien eres. No puedo explicar tu presencia aquí. No eres humano. Tampoco perteneces a los nuestros, ni al selecto grupo de pelotas que prefieren llevar alas emplumadas en lugar de cuernos y rabo. Pandilla de horteras sensibleros… Me das mal rollo, fenicius.

–Yo también me hago a la idea de quién eres tú, si permites que te tutee –Alejo sonríe, mostrando unos dientes perfectos, su último toque evolutivo artificial para completar la semejanza de un ser humano–, y, sin querer parecer un oportunista, ¿sigue en pie la oferta que le has hecho a tu amigo, todas las riquezas y tronos del mundo? Aceptaría encantado.
–No sirve para ti. La oferta ha caducado. Lo único que puedo hacer es esperar a que, en esta línea temporal, le suban a la cruz y entonces dude de su cometido. Sólo los humanos son tan estúpidos como para ejecutar al tipo con más carisma que ha pisado la Tierra desde… –el Ángel Caído reflexiona un momento–, …desde yo mismo. No creo que se moje por ellos hasta el final. Y lo de resucitar es un farol, seguro.
–Muy interesante. ¿Acaso lees el futuro?
–Quizás. No siempre acierto –Lucifer empieza a sentirse incómodo, mira un reloj inexistente en su muñeca y hace un ademán de marcharse–. Sólo sé que tengo que esperar bastantes siglos, demasiados, hasta que este nido de víboras dé a luz a un artista que transmita con un mínimo de buen gusto mi carácter y grandeza al resto de la humanidad. Que sea digno de mí, vamos.

El Maligno tiende la mano a El Cuervo. Él se la estrecha.

–Si te parece bien, fenicio, podríamos quedar en la primera rueda de prensa que convoque Marilyn Manson después de grabar Antichrist Superstar. No creo que vuelva a pasarme por estos lares hasta entonces. Tengo el presentimiento de que todavía estarás por aquí… dentro de mil novecientos años aproximadamente.
–Cuenta con ello.

El Señor de las Moscas se esfuma, dejando tras de sí un penetrante olor a azufre. Alejo chasquea los dedos, decepcionado por no haber conseguido optar a un trato que le aportaría riquezas sin tener que dar ni golpe. No había más remedio que seguir trabajando para ganarse la vida, para acumular poder, para vivir. La jubilación anticipada tendría que esperar.

Lástima de dinero fácil.


Escrito por Cels McClane a las 12:51 PM | Comentarios (33)

Marzo 23, 2005

Descartes de la novela (4)

LA GUERRA DE LOS MUNDOS

(Incompleto. Sin corrección)

Providence, Rhode Island. 20 de agosto de 1890.

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Al anochecer, Alejo Konstantin “El Cuervo” abre la puerta del jardín de su casa en el 450 de Angell Street. Comprueba que al cerrarla se activa el sistema de detección de movimiento y que la verja que rodea su propiedad sigue intacta. Atraviesa el espacioso jardín que circunda la casa de madera de tres pisos. La fachada de la casa parece descuidada: humedad, enredaderas que crecen a su libre albedrío, pintura desconchada y cristales opacos. Nada que ver con el interior de la mansión: acojedora, ordenada, lujosa y limpia.

El Cuervo ha aprendido que el aspecto siniestro de una vivienda mantiene alejados a los humanos más susceptibles de imaginar amenazas preternaturales. Que una vivienda adquiera la denominación popular de “casa encantada” asegura una cierta tranquilidad apoyada en las más retorcidas supersticiones y miedos. Tampoco le preocupa en exceso que algún temerario invada su territorio: cualquier intruso perdería el conocimiento con sólo pisar el césped de la entrada, derribado por un sistema de ultrasonidos, y despertaría dos días después en Albany o Boston sin saber qué le había ocurrido y sin guardar ni un solo recuerdo de su fallido intento de robo ni de cuál era su objetivo.

Además, El Cuervo se marchará dentro de pocos meses con destino a Europa, donde le espera un notario con el que arreglará los papeles necesarios que garanticen a su “sucesor” (él mismo bajo otro nombre y apariencia) la total disponibilidad de sus bienes y propiedades.

El Cuervo chasquea los dedos y la puerta se abre. Cuelga el sombrero, la capa, la chaqueta y el maletín de primeros auxilios, del que extrae un viejísimo libro que le ha regalado su vecino Whipple Van Buren Phillips como agradecimiento por haber ayudado a atender el parto de su hija Susie.

El médico de la familia había sufrido un accidente al colisionar su coche de camino a casa de los Phillips con “algo parecido a un foca pero con tentáculos escamosos, piel áspera y supurante de algún líquido lechoso, ojos profundos y rojos, y colmillos desordenadamente colocados en una boca que parecía la entrada del infierno”, según explicó más tarde. El ser ululante se perdió en la noche.

Los abuelos del recién nacido Howard Phillips Lovecraft escuchaban aterrorizados al médico, que había conseguido llegar a pie. No por lo extravagante de la historia que justificaba el retraso del buen doctor, sino porque ese mismo hombre que debía estar borracho perdido o que se había golpeado la cabeza con algo sostenía entre sus brazos temblorosos al bebé mientras lo examinaba.

Las leyendas sobre seres anfibios o lejanamente antropomorfos surgidos del mar formarían parte durante largos años de compendio de narraciones fantásticas de Providence y alimentarían la imaginación de uno de su más ilustres y extravagantes vecinos, nacido la primera noche en la que se avistó un "ser extraño" rondando por el lugar.

Whipple Van Buren le dijo a su mujer que no perdiera de vista al médico y al bebé, besó la sudorosa frente de su hija y acompañó al médico improvisado, Alejo Konstantin, hasta la puerta, donde le obsequió con un ejemplar de incalculable valor del Initia Morbus Resplandore, obra magna del reconocido filósofo del siglo XIII, Erasmus Dee (Van Buren poseía una estupenda colección de más de dos mil libros, algunos de ellos ejemplares únicos o piezas que, según el propio Alejo, se creían perdidas desde los tiempos de la Biblioteca de Alejandría). Alejo aceptó el regalo pero recomendó a Van Buren que la próxima vez, si el médico volvía a fallar, acudiera a alguien más dotado que él para la práctica médica; que sí, que había estudiado medicina forense en la policía británica, que casualmente contaba con instrumental apropiado, pero que los partos no eran su fuerte, sino las autopsias. Le habló de un doctor retirado aunque en plenas facultades que había dirigido un hospital en Boston y que vivía a tres calles de allí, y de una enfermera con amplios conocimientos de medicina general que habitaba una casa pareada cinco manzanas al sur.

Alejo Konstantin “El Cuervo”, como siempre, conocía el historial del entorno de amistades, profesional, familiar, religioso y político de sus vecinos en un radio de quince manzanas alrededor de su residencia habitual en cualquier ciudad del mundo en la que se estableciera. Estaba ansioso de que se inventaran los micrófonos direccionales y las minicámaras para que el control del entorno fuera TOTAL.

Lo que no le dijo al feliz abuelo es que ya guardaba en su poder una copia mejor conservada del libro, primera edición, marzo de 1276, firmada y dedicada de puño y letra por Erasmus Dee. Ni que el instrumental utilizado en el parto había pertenecido a otro amigo suyo, Hipócrates, al que conoció trescientos cincuenta y pico años antes de Cristo en Grecia.


Después de haberse lavado las manos y de haber sustituido la ropa de calle por un cómodo pijama, El Cuervo se prepara una taza de café y un sandwich de mantequilla y mermelada. No come habitualmente, pero desde hace un par de siglos, por fin, ha empezado a desarrollar los sentidos del olfato y el gusto de su cuerpo humano. Tantas comidas de negocios fingiendo disfrutar de manjares terrestres le han obligado a gastar una cantidad ingente de energía en crearse las terminales nerviosas necesarias. El azúcar, los dulces en general, le encantan. Y ese brebaje nuevo, la Coca-Cola, casi le causa adicción. El Cuervo ya está pensando en tácticas de distribución a nivel internacional diseñadas para la bebida en cuestión y, aunque será difícil, piensa ya en conseguir que se llegue a con sumir acompañando las comidas o como refresco apto para mezclar con licores.
POUM-POUM-POUM.
Golpean la puerta. ¡La puerta de entrada! Si alguien ha llegado hasta ella sin perder el conocimiento y con fuerzas suficientes para dar unos golpes, significa que no es de este mundo.
POUM-POUM-POUM.
El Cuervo sospecha quién es su visitante y con total tanquilidad, abre la puerta y deja pasar a...
KILLER: ¡Vaya mierda de sistema de seguridad, fenicius!
...que no es el Killer plantado en una maceta, el que nos encontramos en Londres hace poco, sino una especie de cuerpo humanoide magullado, sucio, con rasgos perrunos. Supongo que la descripción correcta sería: Snoopy con el cuerpo de Arnold Schwarzengger en proceso de regeneración tras haber sido arrollado por un tren de mercancías y bañado en una especie de secreción asquerosa, una mezcla del pegamento baboso que desprenden los huevos de alien cuando se abren y la salivación de un fan Sarah Michelle Gelar al principio de cada capítulo de Buffy (o mientras escriben en un foro defendiendo la serie ante los escépticos).
CUERVO (comprueba que la calle esté vacía, que nadie ha visto entrar a su excompañero de clase y cierra la puerta): No tienes buen aspecto. Chico, ¿te ha pasado un carruaje por encima?
KILLER (desenvuelve algunos de los harapos que le sirven como manoplas y se avalanza sobre el sandwich que había preparado su anfitrión; el fenicius adquiere la mayor parte de su energía del proceso de ventas a nivel global o con el comercio minorista, pero un guerrero debe recomponerse asimilando alimentos): ¡Me han atropellado cerca de la costa! ¡Maldita asquerosa manía de conducir con vehículos terrestres!

Alejo, comprendiendo ahora el incidente del médico de la familia Van Buren, acompaña a Killer hasta la biblioteca y le cede su sillón favorito, aunque antes coloca bajo su trasero una toalla. Además de ser extremadamente limpio y ordenado, El Cuervo es muy cuidadoso con sus pertenencias. Los guerreros como Killer no retienen propiedades, salvo las armas que deban utilizar en cada contienda, los uniformes que no se caigan a trozos y los recuerdos pertenecientes a víctimas o enemigos caídos, a modo de trofeo: partes del cuerpo, fragmentos de naves derribadas, dientes postizos de meta-acero... En cambio, el fenicius ha adquirido la costumbre humana de guardar trastos viejos o de conservar cosas de valor sentimental, aunque sean inanimadas. Aunque suene inverosímil, con el paso del tiempo, algunos objetos ganan valor para algunos humanos, sobre todo si son muy antiguos y están bien conservados. Por eso, Alejo guarda de todo en almacenes de su propiedad, en distintas ciudades del mundo: una primera edición de un libro de hoy es sustento para el mañana, sobre todo si un coleccionista está dispuesto a pagar por él en una casa de subastas (su contable escocés se encarga de los eventos y gestiona el dinero).

El guerrero rezuma líquidos viscosos y sus heridas desprenden un desagradable olor a Gettysburg después de regar el campo de batalla de sangre y otras cosas más sólidas…

KILLER: Nos han dado por saco, Cuervo. Había pactado un reparto equitativo de terreno con los marcianos y, maldita sea, toda la operación se ha ido al carajo.

ALEJO
(algo más tranquilo): ¿Y eso?

KILLER (rabioso, mucho, mogollón, susurrando entre pedazos de dientes): Han jugado sucio, y eso, en nuestro caso, es decir mucho. A las setenta y dos horas de aterrizar en la campiña inglesa, casi sin haber tenido tiempo ni de desintegrar unas cuantas vacas, golfistas y repartidores de leche, sin haber tenido la oportunidad de entrar en un típico Pub inglés antes de comenzar la invasión…
…los macianos comenzaron a estornudar, a toser, a ponerse pálidos, a subirles la temperatura, a perder el conocimiento, a entrar en coma y… ¡¡¡…y a morirse en manadas enteras!!! ¡¡Una de sus naves se me cayó encima!! ¡Ha sido el intento de invasión más corto de la historia! Era como un constipado común que se convertía en una enfermedad rara que te cagas africana en cuestión de minutos...

ALEJO: ¿Cómo es posible?

KILLER (agarrando a Alejo de las solapas): Armas biológicas, fenicius, ¡¡los humanos disponen de armas biológicas!!

……………………
……………………
……………………

***

Escrito por Cels McClane a las 11:51 AM | Comentarios (16)

Marzo 22, 2005

Más arqueología de lo desconocido

Hace muchos años, las sesiones matinales de televisión de los sábados, restringidas a dos cadenas, deparaban muchas sorpresas.
A veces, sin motivo aparente, sin previo aviso, los programadores (sí, esos cuyos descencientes han enviado Urgencias de nuevo al limbo de la madrugada; ya sabía que no podía durar algo tan bueno en un horario de máxima audiencia); ejem, decía que los programadores colaban programas o series, pequeñas joyas que, para un chaval, abrían nuevas cominos de investigación subcultural.

Una de esas mañanas prodigiosas emitieron un capítulo piloto en el que cuatro niños y un perro investigaban no sé qué de un faro. Wuow, impresionante: misteros, bicicletas, faros, rompientes, nocturnidad... ¡¡y mucho antes de los Goonies!!
Até cabos (con la ayuda de papá, que en cuestión de libros estaba siempre disponible para informar). Era imposible fallar: cuatro niños, un perro, un misterio. Los Cinco, de Enid Blyton, que luego me llevaron a Los Hollister, Alfred Hitchcock y Los Tres Investigadores, y eso me arrastraría irremediablemente a Sherlock Holmes, Poe, Ellery Queen, y luego a la novela negra, negra, negra...

Pero como si de un misterio de Los Cinco se tratara, había algo que no había podido resolver hasta ayer: una mañana de sábado, o, creo, una mañana antes de la lotería de navidad, o en un día de elecciones, fijaos si andaba perdido, en la tele echaron una película de animación de Drácula. Ahora sé que se trataba de una anime japonés (Yami Noteio Kyuketsuki, creo, perdonad pero mi japonés está un poco oxidado). En él, Van Helsing era un tipo con barba blanca, Drácula llevaba una capa coronada por una especie de pieza de tela parecida a la del Doctor Extraño, había demonios implicados y, en un momento determinado, Drácula debía agarrar una cruz para escapar de un montón de vampiros zombies (ex-socios suyos) que lo mantenían encerrado en una casa, acompañado de tres niños...

...idéntico a uno de esos tebeos de miedo que leían el Tío Jose y la Tía Marisa, La Tumba de Drácula.

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Más tarde supe que esa historia pertenecía al Tomb of Dracula nº 69, de Marv Wolfman y Gene Colan.

Salvo pequeños cambios, la historia era la misma.
Pero no encontraba esa animación, y por mucho que ponía mensajes en foros y en listas de correo, nadie podía confirmarme si ese anime existía, si, como creía recordar, estaba basado o copiado del cómic Tomb of Dracula, o viceversa.
:-)

Ayer lo encontré. AT LAST!!!!!!!!!!!!!!!!
Una copia tomada de un VHS (o, por la antigüedad, de un Beta, o un 2000; jurl, Jurl), y, sí, es clavado al cómic de la Tumba de Drácula, aunque no aparecen créditos ni al principio ni al final, y no sé que fue primero, si el huevo, la gallina o el vampiro (si algún cazador de vampiros tiene esa info, por favor, que la comparta)...

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Bueno, otra misión arqueológica cumplida. Le pasaré la prueba a Marcus para que la guarde en la Universidad. Ahora faltan menos cosas: encontrar los DVD's de Alerta Roja: Neptuno Hundido y Exterminio, recuperar un Batman de Bruguera que representa mucho para mí, y rastrear los muñecos de los Micronautas...

"La + marca el lugar..."
:-)

Escrito por Cels McClane a las 02:13 PM | Comentarios (22)

Marzo 18, 2005

Descartes de la novela (3)

¿QUIÉN QUIERE VIVIR PARA SIEMPRE?

Escocia. 1582 d. C.

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¿Cómo pueden llevar falda los hombres que viven en un lugar tan frrrrrrrrrrío durante los meses de invierno? Eso se pregunta Alejo de Gilbert “El Cuervo” al pie de una colina cercana a la aldea de Glenfinnan, a orillas del lago Shiel.

En las highlands escocesas, el viento frío corta como cuchillas; y olvídate de lavarte en las aguas del lago: alguien que ha vivido los últimos veinte años en tierras mediterráneas se quedaría sin dedos a los cinco segundos de meterlos en el agua. Es increíble que las gentes de estas regiones no sepan lo que es la muerte por congelación. Claro, que es muy posible que no se bañen con regularidad, y saben cómo mantener el calor corporal organizando cada cierto tiempo una guerra entre clanes. Sólo el humo que desprenden algunas casuchas convence a El Cuervo de que estos montañeses conocen el fuego.

La particular noción de la higiene y los violentos deportes que practican los escoceses no son las virtudes que más sorprenden a El Cuervo. Se considera un negociador y comerciante de impecable técnica y espléndidos resultados, pero con esa gente embutida en pieles no hay manera de sacar tajada. Son quizás la tribu más “agarrada” del planeta Tierra, casi tan inamovibles y duros de pelar como los gallegos.

El paisaje sí que vale la pena: montañas forradas de verde, verde y más verde. Precisamente de una de esas montañas está descendiendo un abrigado highlander cubierto de pieles. Camina con lentitud a pesar de la pendiente pronunciada, su cara denota tristeza y el viento arrecia tanto que las lágrimas que brotan de sus ojos van a parar a las sienes y a una frente despejada que culmina en una cabellera que parece no haber sido tratada con jabón desde tiempos inmemoriales.

Alejo reposa sobre una roca, observando el lago y haciendo esfuerzos por no perder el equilibrio. Si cae de espaldas, la cantidad de ropa que lleva encima le impedirá volver a levantarse, por muy juvenil que sea su aspecto (ha transformado su cuerpo, rejuveneciéndolo, algo muy doloroso y que consume gran parte de su energía vital). Era necesario: Alejo de Gilbert III, su actual identidad, es el nieto de Alejo de Gilbert II e hijo de Alejo de Gilbert I. Habría levantado sospechas que la persona que ha ayudado a organizar los tercios de Felipe II fuera la misma que desembarcó con Hernán Cortés en el nuevo continente. No habría un Alejo de Gilbert IV. Cambiaría de apellido. Lutero le gustaba. Alejo Lutero… Lástima que no fueran el momento ni el lugar apropiados para adoptar dicho nombre. El rey Felipe II le habría mandado despellejar si se hubiera enterado de los negocios que El Cuervo mantenía abiertos con los judíos de Europa y de sus meriendas con Martín Lutero en el castillo de Wetburg.

Hay que recordar que Felipe II y otros defensores del “catolicismo indulgente” se la tenían jurada a un tal Gutenberg porque ese invento alemán del demonio llamado imprenta estaba ayudando a inundar de ideas subversivas y reformistas todo el continente, por muchas Biblias que se imprimieran. Alejo veía el invento como una fábrica de producir papel impreso en serie que necesitaba ser distribuido y comercializado. Un chollo, vamos. Seguro que si durante la Edad Media no se hubiera infectado media Europa con la peste negra, el invento habría llegado antes a la humanidad.

CONNOR (se aproxima y saluda, con la cabeza baja; ajusta el cinturón y la espada al kilt, con más grosería que tacto; Alejo se pregunta si debajo de la falda lleva calzones): Hola, forastero. Soy Connor McNashMcClaneMcDonalds, del clan McNashMcClaneMcDoalds. ¿Qué te trae por estas tierras?
CUERVO (cuesta entender al montañés; el inglés que habla es muy distinto al del sur): Busco propiedades, alguna construcción grande y acogedora. Estoy dispuesto a pagar un buen precio. Prefiero que no esté construida cerca de un lago. Dicen que por aquí viven criaturas extrañas…
CONNOR (riendo ligeramente, combatiendo la tristeza): Dos cosas, amigo. Primera: la única forma de comprar un castillo decente es asediándolo durante cuatro o cinco meses, obligando a que los inquilinos se rindan por culpa del hambre y luego echándolos de sus tierras. Si te presentas en un castillo con intención de comprarlo, primero te matarán y luego se gastarán tu dinero en restaurar el puente levadizo o las almenas.
CUERVO: ¿Cuatro meses de asedio? No exageres. Actualmente se dispone de ingenios de alto poder destructivo que reducen a un enemigo fortificado en un par de semanas. Las catapultas hacen milagros.
CONNOR (levantando las cejas): ¿Dispararías una piedra contra los muros o los tejados de tu futura casa? Te va a costar más la reparación del castillo que alquilar a unos cuantos mercenarios para que lo conquisten.
CUERVO: Sois un pueblo realmente ahorrador (intenta beber de su cantimplora; imposible, el agua se ha congelado). ¿Y lo segundo que querías decirme?
CONNOR (melancólico, encogido de hombros): La única criatura extraña que vas a encontrar por aquí soy yo.
CUERVO: ¿Por qué dices eso? He visto otros hombres con falda en lugar de pantalones. Recuerdo una moda que corrió entre los legionarios romanos que…
CONNOR (observa al Cuervo, decide que no tiene nada que perder, descansa el peso de su cuerpo en una pierna, cruza los brazos y habla con el tono de voz de aquella persona que ha explicado mil veces su historia sin que nadie le crea): Acabo de enterrar a mi mujer. Tenía sesenta años, casi mi misma edad. ¿Cuántos años crees que tengo?
CUERVO (intrigado): No más de veinticinco… supongo.
CONNOR: Pues no. Tengo sesenta y cinco años. No puedo morir. Me han herido, me han pisoteado, me ha atravesado un rayo, me han hundido en el fondo del lago… Soy inmortal.

Como es lógico, en estos momentos Alejo piensa que ha encontrado a otro fenicius. Le ocurrirá algo parecido en el futuro, cuando su camino se crucen con el de Rockefeller, Bill Gates o el tipo aquel que conseguirá una fortuna a base de tiendas de ropa donde las señoras pagan por probarse trapos y concursar para ver quién los deja peor ordenados sobre las mesas y estanterías de la tienda.
Imposible. No es un fenicius. El índice de tacañería de estos indígenas mataría a cualquier comerciante intergaláctico. Se trata de un longevo, de un humano que debido a eso que llaman magia o a otras razones inexplicables, no envejece como el resto de su especie.

Quizá la particularidad que les une ha provocado que converjan sus caminos.

CONNOR (acostumbrado a que sus congéneres le tiren piedras e intenten arrastrarlo a la hoguera): No pareces sorprendido.
CUERVO: Es que he visto cada cosa a lo largo y ancho del mundo… Conocí una vez a un venerable anciano que se llamaba Matusalén. Vivió novecientos sesenta y nueve años…
CONNOR: ¿”Novecientos sesenta y nueve” es un número?
CUERVO (nota mental: por muy tacaños que sean, seguro que esta gente, entre guerra y guerra, se interesa por lo que es una escuela, aunque empecemos por una academia militar… de pago, claro: un hacha de doble filo más dos hachas de doble filo igual a tres hachas de doble filo): Errr, sí. Es un número.
CONNOR: Pues tal como suena, debe de ser un número muy alto.
CUERVO: Sí, bastante. Novecientos sesenta y nueve años son MUCHOS años. Déjame continuar: Matusalén y yo nos hicimos amigos, y gracias a eso me aseguré un pasaje en un enorme barco que construyó su nieto. Me encargaba de cuidar a los animales y de achicar agua (Alejo recuerda la experiencia; estuvo a punto de morir en la bodega del Arca; no había clientes, nada que vender; enloqueció, perseguía a los monos ofreciéndoles packs de cacahuetes y nueces a mitad de precio). De alguna forma que no puedo explicar, somos parecidos.
CONNOR (por primera vez opina que es él quien debe apedrear al extranjero; tiene pinta de estar desquiciado; el inmortal medio español medio egipcio que conoció hacía años le había dicho que otros inmortales como ellos se darían a conocer, que se pelearían entre ellos sin motivo aparente y que la única forma de ganar el combate consistía en cortar la cabeza del contrincante): ¿Matusalén nunca quiso cortarte la cabeza?
CUERVO: ……… No entiendo.
CONNOR (desenvainando la espada y ofreciendo la empuñadura al Cuervo): ¡Quiero terminar con mi sufrimiento! ¡Quiero morir! ¡Córtame la cabeza!
CUERVO (lucha, por ponerse en pie, sobresaltado, pero no lo consigue; el peso de las pieles le mantiene clavado sobre la piedra): ¡¿Qué demonios…?!
CONNOR (sollozando): He perdido a mi amada. La idea de vivir sin ella se me hace insoportable. Ni uno, ni cinco, ni nuvaosen… nuevesen…
CUERVO: …novecientos sesenta y nueve…
CONNOR (de rodillas, derramando lágrimas que se congelan antes de llegar al suelo): ¡…novecientonueve años! ¡Acaba con mi maldición, por favor! No me queda familia, mis amigos han muerto o pasan las noches contando batallitas contra los pictos a sus nietos.
Alejo nunca llegará a entenderlo. Ha entablado conversaciones con terrícolas de toda clase y condición interesados en añadir complementos a su condición humana. La mayoría de ellos aspiran a poseer poderes extraordinarios similares: invisibilidad, fuerza sobrehumana, leer las mentes de otras personas, seducción desproporcionada, volar… y la vida eterna. Esto último, de momento, es lo más fácil de adquirir en este planeta, y el poder sobrehumano que más cansa a su propietario. Les atacan toda clase de dilemas morales, se aburren, añoran a sus seres queridos y a los pocos siglos de existir, un alto porcentaje de ellos empieza a considerar una maldición lo que antes era un regalo divino. Y con la comunidad de chupasangres ocurre lo mismo: el síndrome “quiero morirme de una jodida vez” sustituye a la vitalidad y la sensación de superioridad, rasgo habitual de los vampiros, por la búsqueda incesante de un exterminador profesional de nosferatus que acabe con su sufrimiento.

Alejo de Gilbert “El Cuervo” mueve la cabeza con desaprobación. Los inmortales o los longevos, como se les quiera llamar, deberían seguir su ejemplo: un sueñecito reparador cada cierto tiempo y nada de enamorarse, que eso siempre trae complicaciones emocionales. La voz de Connor le devuelve a la realidad.

CONNOR (ahora le tiende la espada agarrada con ambas manos): Hagamos una cosa. Tú aguantas bien fuerte la espada sobre tus rodillas y yo me dejo caer y…
CUERVO: McNash…
CONNOR (suplicando): ¡¡A cambio te daré la dirección de unos familiares míos que por unas pocas monedas de oro te consiguen un castillo… y luego limpian la sangre, entierran los cadáveres, pintan las mazmorras y los torreones, arreglan los muebles y te podan el césped!! ¡¡Los acabados son como de obra nueva, materiales de primera calidad!! ¡Y conozco a otros parientes suecos que han abierto un mercado de accesorios para el castillo, la granja y el establo!! ¡Si lo montas tú mismo, una fortificación te cuesta una miseria…!
CUERVO: ¡¡McNash!! ¡Basta!
CONNOR: ¡Sob!
CUERVO (respira hondo, aunque eso le convierta los pulmones en témpanos de hielo): ¿Has pensado en las ventajas económicas que reporta el hecho de ser inmortal?
CONNOR (sorbe los mocos, se seca las lágrimas; presta atención a las palabras de Alejo porque, sentimentalismos aparte, él es escocés y, como dirían esas gentes del sur tan apegadas a su cartera, “la moneda de oro es la moneda de oro”): No... Snif... Creía que cuanto más larga era la vida, más gasto comportaba... ¿En qué voy a trabajar? Nadie me quiere... Creen que estoy embrujado. Sólo tengo mi espada y mi ropa...
CUERVO (señala el arma): Ese artilugio sirve para algo más que para cortar cabezas, McNash. ¿Sabes la cantidad de dinero que estarán dispuestos a pagar las personas del futuro por tu espada conservada en buen estado? ¿O por la orfebrería propia de tu pueblo? ¿No te has parado a pensar que si no sobreviven documentos escritos, la única manera de que dispondrán los escoceses del futuro de saber cómo era vuestra vida es a través de vuestros objetos cotidianos?
CONNOR (incapaz de imaginarse un museo): ¿Y pagarán por ello?
CUERVO: Quizás haya gente que reúna objetos de ese tipo por el simple placer de poderlos mirar, o de enseñarlos a sus amigos, o de intercambiarlos con otros, errrr... (Alejo busca la palabra apropiada) ...coleccionistas. ¿Y quién les podría proporcionar esos objetos?
CONNOR: Pero seguiré echando de menos a mi mujer... Y sigo sin saber la razón por la que no puedo morir mientras mi cabeza esté fija sobre mis hombros.
CUERVO (levanta en brazo hacia el montañés; la verdad es que tampoco él lo comprende, porque el escocés no es un vampiro o el sol lo estaría dejando frito en estos momentos, y tampoco es un fenicius o lo habría percibido): Anda, ayúdame a levantarme y vamos a tomar algo a la posada de Glennfinan... Si yo he logrado superar la ausencia de Cleopatra, y era mucha Cleopatra, tú superarás cualquier cosa.
CONNOR (ayuda a incorporarse a El Cuervo): ¿Quién es Cleopatra?

***

Escrito por Cels McClane a las 02:45 PM | Comentarios (15)

y que cuuuumplas muuuuchos maaaaás

[Editado por haditjé]

pues eso, que le deseo al jefe un feliz día de cumple, no me da tiempo de llenar la oficina de globos antes de que llegue, y es una pena porque él me lo hace a mi cada año… ni siquiera he podido ir a por el regalo, (antes de las 10h de la mañana no hay tiendas abiertas, bueno, sí las hay, aunque no la que quiero :P).
Creo que ya sé que voy a comprarle pero, ¿alguna sugerencia?

Escrito por haditjé a las 09:40 AM | Comentarios (31)

Marzo 17, 2005

Descartes de la novela (2)

LA NOCHE DEL CAZADOR

Londres. Invierno de 1888 d. de C.

london.jpg

La convención internacional de detectives casi había terminado sin llegar a ninguna conclusión. La identidad del asesino conocido como Jack el Destripador continuaba siendo una incógnita. De nada había servido que la Casa Real británica, para aplacar a sus súbditos, cursara invitaciones dirigidas a los sabuesos más eficaces del continente y de “las colonias”. Ni las tesis deductivas ni la concienzuda investigación sobre el terreno ayudaron a encontrar una pista que llevara al arresto de algún sospechoso. La agitación ciudadana y el acoso de la prensa estaban convirtiendo el caso del destripador en un motivo para ridiculizar a la policía de la ciudad y poner en jaque a las instituciones políticas que intentaban gestionar una ciudad caótica, aterrada, paranoica y al borde de la rebelión.

El problema era que cada vez que algún detective invitado o autóctono ataba cabos y dirigía sus sospechas hacia un subordinado o miembro directo de la familia real, sus raciones de comida en el hotel de reunión descendían considerablemente, no se le convocaba para tomar el té, el equipo de protocolo no le abría las puertas ni le incluían en la lista de la visita guiada en barco por el Támesis, se le cancelaba el crédito en las tabernas del East End, le cambiaban a una habitación ruidosa o sin retrete propio... y, por supuesto, nada de contar con él/ella para la cena que la reina iba a ofrecer en el palacio de Buckingham.

Los miembros de la aristocracia, los funcionarios de la corona y algunos masones, todos ellos interesados en que no aflorara la verdad, llamaban a esto “marear al detective”.

Si las cosas seguían así, pronto se crearían pistas falsas que implicaran a Fu Man Chú…

Alejo Konstantin, doble identidad de El Cuervo, trabajaba entonces para el gobierno británico, y se había labrado una excelente reputación primero como oficial durante la Guerra de Crimea desde 1854 a 1856, donde ayudó logísticamente a la enfermera Florence Nightingale en su cruzada por aliviar el dolor y salvar las vidas de los jóvenes soldados ingleses; y luego como enviado especial de la Corona en Estados Unidos, donde siguió el conflicto secesionista entre Norte y Sur, haciéndose pasar por corresponsal del rotativo The Times, aunque sus crónicas (todo lo que observaba, todo lo que averiguaba) tuvieran otro destino: el Servicio Secreto Británico.

Alejo Konstantin poseía una gran fortuna, lo que le garantizaba una salud de hierro, al menos durante los dos próximos siglos (más adelante veremos que no se cumplieron del todo sus expectativas). Llevaba años, muchos años, comerciando, ahorrando, invirtiendo y familiarizándose con los habitantes del planeta Tierra.

Sus últimas actividades le habían aportado beneficios suficientes para volver a plantearse la posibilidad de tomar un sueño reparador. En 1856, con la creación de las llamadas sociedades anónimas, Alejo vio la oportunidad de convertirse en partícipe de sociedades cuyo capital se reparte en acciones de responsabilidad limitada, es decir, que el accionista sólo se responsabiliza de las cantidades que haya invertido sin tener que arriesgar grandes partes de su fortuna. El ojo por los negocios, propio de los de su raza, le abrió las puertas de operaciones muy importantes en los campos de la siderurgia, la química y la construcción naval en Inglaterra.

Uno de los negocios de Alejo consistía en una imprenta londinense y una editorial que publicaba, sobre todo, compilaciones de poetas románticos ingleses y franceses, pero el pelotazo llegaría con una obra de carácter divulgativo. De 1831 a 1836, Alejo, dispuesto a explorar nuevas rutas comerciales, había embarcado en el Beagle, un barco que realizaba, entre otras tareas, un viaje científico. Allí conoció a un tal Charles Darwin, de profesión naturalista. En 1859, la editorial de Alejo publicó la primera gran obra de Darwin, El origen de las especies mediante la selección natural, libro cuya primera edición se agotó íntegramente el primer día de su aparición.
Aunque autor y editor llegaron a ser grandes amigos, El Cuervo nunca se atrevió a explicarle a Darwin que hacía millones de años él quizás no había llegado a tiempo para presenciar cómo un anfibio inauguraba la conquista de tierra firme, pero sí había asistido a ciertas etapas de la evolución de los simios algo que los colocaba en lo más alto de la lista de posibles aspirantes a antecesores de la raza humana.

En 1863, se inauguró el primer ferrocarril metropolitano subterráneo del mundo en Londres. Alejo había conseguido que adjudicaran el contrato de construcción a una de sus empresas. Aprovechó la ocasión para excavar zulos donde esconder sus pertenencias en años venideros (alguna de estas estancias casi sería descubierta años después por el Doctor Quatermass, durante la crisis de las langostas extraterrestres).

Como armador, contaba con una flota de clippers, los veleros que cubrían la ruta entre la India y Gran Bretaña cargados hasta los topes con té y balas de seda. El más rápido de ellos, el Cutty Sark, llegó a cubrir 363 millas en un día a una velocidad de 18 nudos por hora. Sus barcos llegaban siempre los primeros al puerto de Londres y, por lo tanto, ganaban la prioridad de vender antes la mercancía; o sea, que surcaban los mares como si estuviera en juego la mismísima Copa América de vela. No es más que un rumor sin fundamento el que varios barcos de la competencia sufrieran percances y retrasos a causa de hipotéticos sabotajes.

En 1871 consiguió entrar a formar parte de la Football Association británica. Acababan de establecer un reglamento que se aplicaría en Inglaterra, Irlanda, Escocia y País de Gales (nada de tocar la pelota con la mano, once jugadores por equipo, algo llamado offside...). En esos mismos territorios, nuestro fenicius se agenció un contrato que le permitía llevarse una comisión por negociar con marcas de té, paraguas o coches de caballos que patrocinaran equipos; y se llevaba un porcentaje cuando jugadores que destacaban por su brillantez y favor del público cedían su imagen para anunciar dichas marcas. Alejo se convirtió en representante de los mejores futbolistas del país, y también cobraba comisiones por asesorarlos cuando un equipo quería disponer de sus servicios (tanto a ellos como a los clubes que los tenían en nómina: si otro club quería fichar a una de sus estrellas, tendrían que indemnizarlos de alguna forma).

Y la habilidad comercial del fenicius obtuvo una de sus más recientes recompensas cuando en 1871 actuó como mediador en la compra del 41% de las acciones del canal de Suez efectuada por el gobierno británico. Pagaron cuatro millones de libras. No sabemos exactamente cuánta comisión se llevó El Cuervo, pero si pudiéramos acceder a sus cuentas bancarias repartidas por todo el mundo y registradas bajo un centenar de nombres falsos, veríamos que actualmente ocupa el tercer lugar en el ranking de las mayores fortunas del mundo (y es el único alienígena que entra en el Top 10).

Eso sí, Alejo nunca invirtió en compañías de seguros. Había vivido el tiempo suficiente en el planeta para comprobar que, periódicamente, los humanos se declaraban la guerra unos a otros, y que intentar proteger tantas personas, bienes e inmuebles de la destrucción mutua podría llevarlo a uno a la ruina.

Pero volvamos a la pequeña crisis que estaba solucionando Alejo Konstantin “El Cuervo” en invierno de 1888: algún listillo y lord masón que trabajaba para la Corona convenció a unos cuantos colegas que además de listillos, lores y masones eran unos auténticos inútiles (sin que una cosa tenga que ver con la otra), de que la mejor forma de desviar la atención prestada a una posible conexión entre la casa real y los crímenes de Whitechapel consistía en aportar pruebas falsas que desviaran la investigación. Ya contaban con un cabeza de turco: un tal Sergei Imanov, miembro de la organización secreta rusa Voluntad del Pueblo, y máximo artífice del atentado que en 1881 había costado la vida al zar Alejandro II en Moscú.

Imanov se escondía en Londres. Aprovechando su amplio currículum homicida, no sería difícil cargarle con el muerto (o mejor dicho, con las muertas, cinco prostitutas hasta el momento) y el Servicio Secreto ruso debería un favor al Servicio Secreto británico, porque el terrorista ruso había escapado ya a tres intentos de extradición de tres países distintos, y la mejor forma de quitarlo del medio era acusarlo legalmente de algo. Luego, en prisión, ya recibiría la visita de unos cuantos oficiales zaristas y, suponían, se llevaría su merecido. Costaría convencer a los rusos de la necesidad de que pareciera un suicidio y que no se lograría cosiéndolo a bayonetazos, pero era un mal menor.

También en un futuro, las relaciones entre los miembros masculinos del servicio secreto británico y las agentes soviéticas (en este caso, comunistas) se volverían más tensas. Quiero decir, que surgiría cierta rivalidad y tensión sexual que Alejo también aprovecharía, editando las novelas de un tal Ian Fleming y representando sus derechos para el cine.
Los fans de esas novelas serían más tarde sus enemigos, y Alejo daría la orden de prohibirlas y quemarlas.

Si algo aprendió Alejo en nuestro planeta, es que la vida da muchas vueltas.

Las pruebas falsas estaban listas, y de todo el mundo comenzaron a llegar detectives invitados por la Corona: el japonés Mr. Mikimoto, el italiano Marco Didio Falconi, el francés Arsenio Dupin, el americano Nicholas Carter Fury y dos estrellas mediáticas inglesas, Sherlock Holmes y Lord Peter Wimsey. Los detectives, lógicamente, pasaron olímpicamente de las pruebas inventadas. Incluso demostraron que eran descaradamente inventadas.
Dos dimisiones de miembros del gobierno y de tres jefes de policía después,

Alejo Konstantin “El Cuervo” se convirtió en cicerone de los sabuesos, por petición expresa de la reina.

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***

En estos momentos, Alejo reúne informaciones y crea situaciones comprometedoras que conciernen a los detectives para presionarlos un poco, lo suficiente para que decidan hacer el equipaje inmediatamente y volver a sus países o quehaceres originales por motivos familiares o profesionales: fotos comprometedoras de alguno intentando empeñar su violín en una tienducha de Spitalfields para comprar cocaína; encerrar a otro “por accidente” en la jaula de los monos del zoo y revivirle así los truculentos sucesos de la calle Morgue de París, causándole un ataque de pánico; compilando pruebas que acusan a un tercero de apoyar las actividades del Ku Klux Klan…

Tenían que haber escuchado sus sugerencias desde el principio: lo mejor es convocar una reunión de médiums. O mejor, una de asesinos múltiples, pero las autoridades consideraron absurda la teoría de que “para encontrar a un asesino, lo mejor es utilizar a otro asesino”.

Una mañana, Alejo recorre los escenarios de los crímenes. Es la quinta vez que visita la zona de Whitechapel, en busca de pistas. Él sabe quién es el asesino, o al menos a qué raza pertenece. Necesita encontrar vestigios que le lleven hasta su escondrijo y la forma que ha adquirido. También siente una extraña sensación de morbosidad cuando se aproxima a rincones donde se cometieron los asesinatos: piensa en la posibilidad de que la gente esté dispuesta a pagar por realizar un tour turístico guiado y es posible que quieran comprar recuerdos relacionados con el destripador. Lo apunta en su libreta de ideas.
Rastrea por enésima vez los alrededores del callejón donde murió Annie Chapman. Paredes mugrientas, ventanas empañadas, basura, barro y secreciones que más vale no estudiar de cerca. Alejo está a punto de darse por vencido. Se apoya en la pared que parece más limpia, se rasca el pelo por debajo del sombrero y, derrotado, baja la cabeza. A sus pies, entre los adoquines, fragmentos de heno, húmedos, sucios, algunos masticados por caballos. Entre ellos destaca una hoja de un color verde intenso. No han limpiado el callejón desde el día del asesinato. De hecho, las brigadas de limpieza no suelen tomarse muy en serio la desinfección de esta parte de la ciudad. Dejan que la lluvia trabaje por ellos.

Otro escenario: el lugar donde asesinaron a la primera víctima Mary Ann Nicholls. Algún vecino demasiado higiénico ha decidido limpiar su portal. Alejo calcula el recorrido de posibles regueros de agua… o de sangre. Pequeñas erosiones le llevan hasta la calle principal. Más restos de heno y suciedad. Sigue acera abajo, intentando no ser atropellado por los carruajes. Su pista termina en un montículo de porquería que emboza un desagüe, una docena de metros más allá del callejón. Con su bastón, obsequio de la reina, remueve el heno, los conglomerados de basura, unos cuantos excrementos de caballo… y aparta cuidadosamente otra hoja alargada, esmeralda, de una textura que recuerda al algodón. Dios salve al aplicado cuerpo de policía británico...
Después de la hora del té, siguiendo su instinto, Alejo visita todas las floristerías en un radio de quince manzanas. No es suficiente. Muchas tabernas, muchos hostales, cantidad de comercios del ramo de la alimentación, pero no abundan las tiendas en las que se vendan plantas y flores. Decide caminar hacia el sur. Necesita una floristería con trastienda o almacén.

Al anochecer, en Saint George’s street, se topa con Happy Flowers, un comercio especializado en plantas exóticas. En el escaparate, junto a orquídeas y ficus, se exponen algunas plantas en cuya etiqueta mienten sobre su país de origen. En otras mienten sobre su procedencia con bastante más descaro: han sido importadas de otro sistema solar, de uno binario.

La tienda ya ha cerrado. Alejo mira alrededor. Nadie parece prestarle atención. Chasquea los dedos y el candado se abre. Entra con paso firme. En el interior, penumbra, olor penetrante a plantas recién regadas. Al fondo, una puerta. Luz. Ruido, música, acento irlandés.
America is the only country
that went from barbarism to decadence
without civilization in between
la-la-la la-la-la”

Cuando Alejo accede al almacén de la tienda, reconoce al asesino de Whitechapel, plantado en una maceta del tamaño de una bañera: se trata de una planta carnívora del tamaño de Shaquille O’Neal, tronco echando barriga debido a un exceso de carne indígena, ramas móviles que se mueven como brazos y sostienen tres instrumentos a la vez, una mandolina, un tambor y una trompeta, y un enorme cigarrillo que desprende más humo que una locomotora de vapor. Boca grande, enorme, de tiburón blanco; dientes puntiagudos, amarillentos, con restos de algo que quizás sea humano entre las encías. Los labios son rojos, jugosos, se parecen a los de Brigitte Bardot pero se mueven como los de Mick Jagger. No tiene ojos, pero con la boca lo expresa todo. En la base del tallo hay pequeñas hojas como las que Alejo ha encontrado en la calle.

CUERVO: Hola, M. Creía que habías dejado de fumar.
KILLER: (para de cantar, esboza una sonrisa, mueve las hojas como si fuera una cheerleader): ¡Wo-wo-woooo! ¡Aquí está mi fenicius favorito! (Da una calada). ¿Te molesta el humo? A mí no. Ventajas de la función clorofílica. (Otra calada). Sabía que captarías mi señal.
CUERVO: Las hojas… Has tenido suerte de que la policía no las detectara antes que yo. Esa tonalidad de color y esa textura sólo se generan en los antebrazos de un guerrero del tedio cuando mudan la piel. Ni siquiera puedes deshacerte de esas secreciones con ese aspecto de... de planta. Y los cinco asesinatos: el ritual que siguen los guerreros con los primeros cinco prisioneros de guerra que toman durante un conflicto interplanetario, para mermar la moral del enemigo y atemorizar al resto de cautivos.
KILLER: Eso era antes. Hace unos cuantos miles de años que el Ojo del Tedio ya no tomamos prisioneros. Nos los comemos (sonrisa maliciosa, calada).
CUERVO: ¿Y ese aspecto?
KILLER (Killer no es exactamente su nombre; si intentamos vocalizarlo en el idioma original podríamos hacernos daño, pero la traducción correcta sería algo así como “guerrero asesino y psicópata que vuela por el espacio en busca de otras razas que devorar como el que no quiere la cosa”; si os parece bien, lo dejamos en KILLER): Aterricé en una zona boscosa, tropical. Tuve que asimilar el aspecto de un vegetal y éste me pareció el más agresivo. Cuesta un poco desplazarse, pero es más atractivo que asumir la apariencia de un loro multicolor o uno de los roedores que corrían por allí. También había humanos no evolucionados, creo que los llaman monos, pero los muy condenados trepan por los árboles y era muy difícil alcanzarlos. Son escurridizos.
CUERVO (encuentra una maceta, le da la vuelta y se sienta encima): ¿Cómo me has encontrado?
KILLER: Oh, vamos, el rastro de energía de un fenicio no puede borrarse así como así. Hace ya bastante tiempo que te tengo monitorizado. Tranquilo, no informé al alto mando. Te debo un favor, ya sabes, en la escuela, antes de que tú decidieras convertirte en Fenicius y yo en Guerrero. Gracias a ti aprobé el examen de física cuántica interdimensional.
CUERVO: Estás divagando…
KILLER: Escapaste, dejaste tu tarea, inventaste el término de “necesito una Era de descanso sabático”. Están cabreados contigo, chico. Los fenicios sois una pieza clave en los negocios intergalácticos (calada). En un viaje de exploración rutinario llegué a este sistema solar. Te detecté. Pero te mueves rápido. Incluso, durante un tiempo, te perdí la pista.
CUERVO: Duermo largas temporadas. El letargo me oculta.
KILLER: Te gusta este planeta, ¿eh?
CUERVO: Pse.
KILLER: Escucha, a mí también, pero más por el sabor de sus habitantes que por otra cosa. Y, verás, necesito ascender en el escalafón. Quiero dirigir mi propio ejército. Te lo digo porque voy a dar la situación de este planeta al alto mando del Ojo del Tedio. Supongo que enviarán a nuestros aliados marcianos para que lo conquisten. Hemos formado una coalición con otras razas conquistadoras. Nos hacemos llamar El Reverso Oscuro de la Pichurrina. Estamos tan ocupados colonizando planetas que no nos queda más remedio que delegar invasiones. Luego nos repartimos el pastel.
CUERVO: No se dejarán. Esta gente, aunque carezcan de medios son…
KILLER: ¡Por eso, porque no se han desarrollado lo suficiente! Es el momento de invadir la Tierra. ¡¡Comida, recursos naturales, incluso podríamos convertirlo en coto de caza!!
CUERVO: ¿Y qué tiene que ver conmigo?
KILLER: Te estoy avisando, querido amigo. Puedo conseguirte una nave. Lárgate de aquí. O, mejor, vuelve con nosotros. ¿Quieres un empleo como administrador del planeta?
CUERVO: Si el Ojo del Tedio conquista esta pequeña joya, no quedará nada que administrar. Los guerreros no soléis preocuparos por la ecología de los territorios conquistados. Sois capaces de cambiar la órbita del planeta sólo para ver qué pasa si lo acercáis un poquito al sol (se levanta, enfadado). Aunque los humanos son una especie errática, despreciable en muchos casos, confío en que conserven su entorno y administren bien los recursos. Estoy harto de trabajar con subespecies, de intentar vender complejos de terraformación a seres con aspecto gaseoso que eructan en lugar de hablar, de pasar frío o morirme de calor en planetas sin encanto… Vamos, Killer, déjame vivir en paz aquí, haz la vista gorda, invadid Júpiter, que es muy acogedor en verano o…
KILLER: Lo siento.
CUERVO: Allá vosotros. No pienso moverme. Y tú ten cuidado, no puedes ir por ahí cazando y devorando humanos. No reaccionan bien ante las cosas que no comprenden, y una planta carnívora gigante armada con un cuchillo de carnicero podría acabar en la hoguera.
KILLER: Tranquilo, socio. ¿Sabes por qué he decidido contactar contigo aquí, en esta ciudad?
CUERVO: ¿Por el té?
KILLER: Por la niebla. Esa niebla espesa. De madrugada puedes salir a buscar comida envuelto en una capa y lo único que distinguen es “un señor gordo con sombrero” antes de que les des el primer mordisco. Incluso te saludan. Me extraña que no se produzcan más accidentes de tráfico… (calada, sonrisa de satisfacción). Además, controlo a un par de indígenas que salen a buscar alimento por mí. Se están forrando con las plantas exóticas que traje conmigo. Los humanos son muuuuuuuuuuuuuy codiciosos… casi tanto como los fenicios.
CUERVO (camina hacia la puerta, pero se detiene, pensativo): ¿Puedo pedirte un último favor, Killer?
KILLER: Si instes en quedarte aquí, puedo asegurarte que será el último.
CUERVO: Prometo no interferir en vuestros planes de conquista…
KILLER: (sarcástico): Uy, qué miedo, como si tuvieras alguna oportunidad.
CUERVO (ignorando el comentario): No es mala idea eso de contar con ayuda terrícola para sobrevivir. Hace unos años, mientras descansaba en un edificio cercano a la Abadía de Cairfax, un grupo de sonados irrumpió en la casa. Llevaban armas, estacas, collares de ajos y antorchas. Me habían confundido con un aristócrata rumano con el que no se llevaban muy bien. De hecho, pensando que era yo, intentaron clavarme las estacas en el corazón mientras gritaban algo así como “nosferatu, nosferatu”. Por suerte, desperté por el olor a ajo. ¡¡Tuve que enseñarles la dentadura, permitir que desparramaran una cubertería de plata sobre la cama y dejar que me colocaran un espejo en las narices… para ver si me reflejaba en él!!
KILLER: (sobrecogido, tocándose la parte más prominente de su tallo, o sea, el estómago): ¡¿Lo ves?! Están locos… Espero que no sea contagioso. Como haya estado ingiriendo comida en mal estado…
CUERVO: La cuestión es que necesito protección, al menos mientras me encuentre en letargo. Aprovechando las obras del ferrocarril subterráneo, me he construido un zulo cercano a la estación de Paddington, pero sigo sin estar tranquilo. Una cosa es contratar gente que vele por tus negocios, y otra muy distinta disponer de un cuerpo de seguridad… no del todo humano.
KILLER: ¿Y en qué puedo ayudarte?
CUERVO: ¿Tu nave llevaba el kit de clonación y manipulación genética?
KILLER: Sí, pero hay un problema: no pude cargar con él. Se hundió en un lago del Planalto Guianense, en Brasil, cerca de la frontera con Venezuela, junto con mi cuerpo original, bastante chamuscado, por cierto. Espero que cuando contacte con nuestras tropas puedan regenerarlo o, mejor, darme uno nuevo. No estaba contento con el tamaño de mi cola. Por cierto, tu aspecto humano está muy logrado. ¿Y ese aspecto envejecido?
CUERVO: No levanta sospechas. Después de mi próximo letargo, pareceré más joven. Tomaré la personalidad de Alejo Konstantin III.
KILLER: ¿Alejo?
CUERVO: Suena bien. Fonéticamente me recuerda a nuestro idioma.
KILLER: ¿Y Konstantin?
CUERVO: Conocí a un tipo que se llamaba Konstantin Tsiolovsky, un inventor, matemático, que estudia algo relacionado con cohetes y aleaciones. También me gusta como suena.
KILLER: (reflexiona un momento, da un par de caladas, juguetea con las cuerdas de la mandolina, se remueve incómodo en la maceta): Sé lo que quieres hacer. Te daré la posición exacta de la nave. De todas formas, no te queda mucho tiempo. Y ahora lárgate, estoy intentando poner música a algunos clásicos.
CUERVO: Gracias, Killer. Y por favor, hasta que haya podido dejar bien atados mis negocios, busca la comida en otra parte… o, mejor: los guerreros sois omnívoros, ¿por qué no te alimentas de plantas en lugar de seres humanos? Aquí dispones de un buen surtido.
KILLER: (sacudiendo la ceniza del cigarro): ¡Pero que dices! Dado mi aspecto, ¡eso sería… canibalismo! ¡¡Bwa-ha-ha!!
Alejo se dirige a la salida. Oye cantar a Killer, que ha elegido otra frase célebre de Oscar Wilde y le está poniendo música:

“I always like to know
everything about my new friends,
and nothing about my old ones,
na-naaaaaa na-na-naaaa”.

Fuera, como ha hecho notar su amigo, la cortina de niebla no permite ver nada a más de dos pasos de distancia. Alejo distingue una silueta que se acerca en su dirección, se lleva la mano al sombrero para saludar, pero el tipo con la mirada perdida que empuja un pequeño carro, sobre el que reposa un muy mal camuflado cadáver, pasa a su lado sin devolverle el saludo, descubre el candado de su floristería en el suelo y entra a toda prisa.

Alejo se aleja en dirección al palacio de Buckingham, a paso ligero, por si Killer cambia de opinión y envía a algún peligroso florista armado tras él.
Dispone de poco tiempo. El letargo tendrá que esperar. Creía haber encontrado un lugar donde esconderse de sus obligaciones interplanetarias, donde escabullirse del Ojo del Tedio, donde empezar de nuevo.

El viaje a Estados Unidos y la entrevista con el doctor Pemberton en Atlanta se pospondrían algunos meses. Quizás no era buen momento para negociar la distribución europea de una bebida refrescante y carbonatada que Pemberton había patentado y empezado a comercializar en 1886. Antes, había que tomar una decisión: abandonar el planeta o confiar en que los humanos resistieran a una raza conquistadora y sus asociados cuyo porcentaje de invasiones culminadas con éxito era del cien por cien.

Alejo, por primera vez, se siente solo. Es como si abrieras un pequeño comercio en un barrio donde te sientes cómodo, reúnes una clientela más o menos fiel, y tienes la mala suerte de que unos grandes almacenes se instalen delante de tus narices. Porque Alejo comenzaba a sentirse muy cómodo e integrado en la Tierra.

Se le pasó por la cabeza reunir un batallón de soldados británicos y atacar la floristería, con la excusa de que en su trastienda se ocultaba un peligroso activista de acento irlandés. Lástima que los humanos fueran en ocasiones tan racionales. Seguro que les costaba un terrible esfuerzo gritar “tiren las armas y salgan con las manos en alto” a una planta carnívora y su mandolina. Además, no era su estilo. Alejo es un alienígena honorable. Una cosa es mover hilos e ingeniar conspiraciones para sobrevivir en este planeta, pero otra muy distinta es tender una trampa mortal a un ex compañero de clase. Su carácter responde a los parámetros de un comerciante, no a los de la policía política del Ojo del Tedio.

Alejo Konstantin “El Cuervo” siente por primera vez una presión en el estómago, una percepción distinta del entorno, una extraña preocupación ajena a su naturaleza. Él no lo sabe, pero está sufriendo un ataque de paranoia.

***

Escrito por Cels McClane a las 11:08 AM | Comentarios (16)

Marzo 15, 2005

Descartes de la novela (for free)

EL AMO DEL MUNDO

París, 1895

El Cuervo todavía utiliza la identidad de Alejo Konstantin. Hace dos días se encontraba en Burdeos, en las oficinas de Monsieur Custoline, redactando el testamento a favor de su próxima identidad… de su próxima encarnación.
Un joven ayudante del notario guardaba junto a su escritorio un ejemplar del libro Veinte mil leguas de viaje submarino, escrito por un autor desconocido para El Cuervo, un tal Julio Verne que, al parecer, había logrado un éxito considerable con sus novelas “fantasiosas y futuristas”.
Mientras esperaba ser recibido por el notario, Alejo conversó con el joven y le preguntó acerca de los contenidos de la obra de Verne. El chico, que respondía al nombre de Camille Flammarion, vigilando a un lado y otro de su mesa, no fuera que le pillaran desviándose de sus rutinarios quehaceres, le habló de especulación futurista, de los argumentos tratados por Verne y de una nueva corriente literaria que en algunos casos mezclaba ciencia con ficción, que exploraba territorios inhóspitos tanto dentro como fuera del planeta Tierra, que imaginaba horizontes allá donde ningún hombre había estado antes. El creador de Viaje al centro de la tierra, La isla misteriosa o El rayo verde, sólo era uno de los exponentes de este género que todavía no era considerado como tal por la crítica literaria “seria”.
El abogado en prácticas reconoció ante Alejo, tímidamente, que se reunía con otros admiradores de Verne, leían juntos extractos de sus libros, luego los comentaban y habían pensado en publicar de forma amateur un panfleto que tratara distintos aspectos de las historias, los personajes y los escenarios desarrollados por el autor. Le añadían artículos divulgativos sobre otros escritores por los que profesaban similar admiración (Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Gustavo Adolfo Bécquer…) e ilustraciones de carácter fantástico.
Alejo había tomado contacto por primera vez con el amanecer de una subraza terrestre y sus aún primitivos métodos de expresión: los fans, los clubes de fans, los fanzines.

CAMILLE: Por cierto, señor Konstantin, Julio Verne firmará ejemplares de su obra en la librería Lumen de París dentro de dos días. Podría ir usted a conocerlo en persona.
CUERVO (con pose aristocrática, desinteresado): Se lo agradezco, joven. Aunque, la verdad, esto de los viajes espaciales, la vida en otros planetas y las aventuras alrededor del mundo no me llama mucho la atención...

Una vez terminadas las gestiones legales, Alejo alquiló un carruaje. Quería visitar el Valle del Loira y quizás adquirir un castillo donde poder entrar en letargo con comodidad en un futuro próximo. También necesitaba relajarse. Desde el último episodio vivido en Londres, el fenicius se sentía moralmente abatido. Ya debería estar durmiendo en su finca de Nueva Inglaterra, en los Estados Unidos, recuperando fuerzas. Imagina que llevas dos días sin dormir y cuando te dispones a dejarte caer en manos de Morfeo, alguien interrumpe tus expectativas de sueño reparador, como si te obligaran a beber dos tazas de café bien cargadas, y caes en la cuenta de que no será posible volver a la cama dentro de otro día más. Cabrea, ¿no? Pues imaginad cómo debe de tomárselo Alejo, que necesita urgentemente echar un sueñecito tras dos siglos y medio en danza.
Cómo había cambiado la ciudad de Burdigala desde que Alejo acompañó a unos cuantos celtas en busca de un lugar donde establecerse. ¿Cuándo fue eso? ¿En el siglo III antes de Cristo? En el importante puerto de Burdeos, Alejo había cerrado algunos de sus más lucrativos negocios, sobre todo en los tiempos de la pax romana. Llegaron a poner su nombre a uno de los anfiteatros de la ciudad, el ahora derruido Alexius Corvius, en agradecimiento a sus esfuerzos por incentivar la economía y el comercio bordeleses.
Algún día, Alejo fundaría su propia ciudad. La vida nómada, aunque segura, le impedía echar raíces en un lugar geográfico concreto e identificarse con él, un rasgo muy propio de la mayoría de pueblos terrestres.
Alejo le dijo al cochero que detuviera el carruaje en una calle del barrio de la Bastide. Había visto el rótulo de una librería. Allí compró la mayor parte de la bibliografía del tal Verne. Hojeaba los libros de camino a un castillo en venta cuando ordenó al conductor que diera la vuelta. Volvía a su hotel. Debía preparar las maletas y viajar a París aquella misma noche.

Dos días después, Alejo Konstantin “El Cuervo” disimula su nerviosismo en la ordenada y larga cola de lectores que esperan intercambiar unas palabras con Julio Verne y solicitarle cortésmente un autógrafo. El autor, trajeado, canoso, con barba y expresándose ayudado de gestos cordiales, atiende a sus lectores con amabilidad desde detrás de un mostrador. Los dependientes le traen café, le proporcionan tinta china y no cesan de desplazarse hasta la caja registradora. Las ventas de libros de Verne no cesan ni un momento durante la sesión de firmas. Alejo se sorprende de la cantidad de público que sigue fervientemente al escritor.
Se ha mantenido al final de la cola, incluso dejando que otras personas, agarradas a sus ejemplares como si fueran algo más que simple información impresa y encuadernada, como si representaran algo especial para ellos, le pasaran por delante. Cuando el encargado de la tienda cerró las puertas de la librería a fin de disuadir a los rezagados que prolongarían más de la cuenta la sesión de firmas, Alejo afianzó su posición al final de la cola. Tomaba nota de los comentarios de la gente.
LECTOR: …he viajado desde Luxemburgo para conocerle. Me encanta su obra, señor Verne. La vuelta al mundo en 80 días es mi novela favorita. La he leído tres veces. ¿Puede dedicarlo también a mi hijo, por favor? Se llama Hugo Gernsback.
VERNE: Por supuesto.
LECTOR ANTEPENÚLTIMO: …y fue entonces cuando se me ocurrió una continuación de Miguel Strogoff, señor Verne. Soy escritor en mis tiempos libres, ¿sabe? ¿Le interesaría escuchar mi idea? Va sobre Strogoff contra el Capitán Nemo. ¿Podrá aconsejarme?
VERNE: Hable con mi agente, por favor. Él le remitirá una dirección donde puede usted enviarme sus creaciones.
LECTOR PENÚLTIMO: Señor Verne, permita que le regale este trabajo que he realizado sobre su obra en la universidad de la Sorbona. He sacado una nota excelente aunque el profesor hubiera preferido que dirigiera mi comentario de texto hacia Víctor Hugo. ¿Le importaría firmarme aquí? Sí, en la contraportada…
VERNE: No hay problema. Y por favor, no deje de leer a Víctor Hugo…

CUERVO (llegado su turno, ante la mesa en la que se sienta Verne, dejando caer un ejemplar de De la tierra a la luna sobre la madera manchada de tinta): ¿Quién le envía?
VERNE (sorprendido): ¿Perdón?
CUERVO (exaltado, en francés): ¡¡He dicho que QUIÉN LE ENVÍA!! ¿Quién le facilita los datos en los que basa sus novelas? ¡¿Quién le ha filtrado la información de que alguien podría haber saboteado con un ingenio submarino, el Nautilus o como se llame, las flotas de clippers rivales en la ruta India/Gran Bretaña? (Exaltado y sudando) ¡¡¿Qué le hace pensar que los humanos pueden abandonar la órbita terrestre?!! (Exaltado, sudando y babeando) ¡¿Quién le paga para advertir al mundo de fuerzas siniestras que se sirven de tecnología im-po-si-ble de imaginar para dominar el mundo?! (Exaltado, sudando, babeando y señalando con un dedo amenazante a Verne) ¡¡¿Qué sabe de mí, señor Verne?!! ¡¿Me está enviando un mensaje, es eso?! ¡¿QUIÉN ES USTED EN REALIDAD?!
Julio Verne se limita a separar un poco la silla, a dejar una distancia prudencial entre él y el desquiciado individuo que clava su mano sobre la mesa, que la está perforando, que la está quemando donde se apoyan los cinco dedos. Chispas. Humo. Fuego. Un empleado vacía un vaso de agua sobre el mueble. Alejo retrocede sin dejar de señalar a Verne, mira alrededor, gruñe y sale en estampida derribando la puerta de madera y cristal de la tienda.

La policía francesa interroga a los testigos en la librería Lumen y llega a la conclusión de que más que una sesión de firma de ejemplares, allí ha tenido lugar algún tipo de ceremonia no del todo legal que ha causado una alucinación colectiva. Buscan drogas y paneles ocultos que escondan el acceso a un fumadero de opio. Investigarán la librería durante unos meses y luego olvidarán el caso.
Julio Verne llega a su casa la misma noche del incidente, tras haber firmado ejemplares de sus libros a los miembros de la Sureté, acompañado por el dueño de la librería que no deja de expresarle sus disculpas. La próxima vez, dice, controlarán más de cerca a los asistentes. Verne quita importancia al suceso y le pide discreción, por el bien del negocio del librero y de la reputación del escritor.
Una vez acomodado en su despacho, Julio Verne cierra la puerta, corre las cortinas, coge una botella de vino del mueble bar, la destapa y se la coloca a un lado de la cabeza, con la parte estrecha cerca de la oreja y la más ancha a la altura de la boca, a modo de teléfono.

VERNE: Agente V al habla. Código de comunicación: alpha, tango, tango, easy, foxtrot, uno, guión, uno. Contacto establecido. Repito: contacto establecido.

***


Escrito por Cels McClane a las 12:17 PM | Comentarios (29)

Marzo 14, 2005

Lo he hecho (segunda parte)

...lo que quiero decir es que todo esto sí que ocurrió, que forma parte de la continuidad Fanhunter: el secuestro y la venta de Adolf Hitler, la búsqueda de un contable inmortal en tierras de Escocia, la sesión de firmas de Julio Verne, la conversación en el desierto, el parto de Lovecraft, la relación entre Jack el Destripador y Killer Dog...

Pero hay que empezar a ser un poco más lineal.
No correcto, creo, unificar las cosas en el FH: The Final Conflict y liarlo todo más en la novela.

No sé que haré con lo escrito hasta el momento; o lo guardo para otro libro o lo cuelgo por aquí. Consultaré a la vaca Mumú.

Se aceptan a puestas de si estará a tiempo o no.
:-)
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Escrito por Cels McClane a las 11:07 AM | Comentarios (29)

Marzo 11, 2005

Zona Libre, Madrid.

"Madrid...
Sólo hay un secreto que me lleva hasta aquí
Que ha muerto el silencio en las calles de Madrid".

Loquillo y los Trogloditas.

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Señores políticos amantes de la discordia y el mal rollo: con Madrid no se juega, ni hoy ni nunca. Calladitos y trabajando para nosotros estáis más guapos.

Paz.

Escrito por Cels McClane a las 09:53 AM | Comentarios (33)

Marzo 10, 2005

Lo he hecho (Primera parte)

Tengo una explicación.
O sea, que no ha sido una ida de olla.
Al menos eso creo.

Primero, sigo sin fumar. Nada de nada. Ni puros...
Segundo, estoy sometido a una cantidad de stress comparable a la de aterrizar un 747 averiado sobre una pista helada con Ray Liotta aporreando la puerta de la cabina del piloto con un extintor y habiendo olvidado a causa de los nervios todas las lecciones que he aprendido sobre pilotaje de aviación comercial aprendido en Aeropuerto y sus secuelas (vale, y en Turbulencias, y en Decisión Crítica, y Aterriza como puedas, y Firefox, pero eso es como hacer un Máster adicional: la auténtica carrera de catástrofe aeronaval se aprende con Joe Patroni...)

Pues eso, que todo suma.

Y suma la experiencia mística que tuve ayer.

Descubrí en el teletexto que los sabios programadores de TVE habían pasado Urgencias a la una y media de la madrugada, así que no había una prisa especial por hipnotizar a Natalia para que se durmiera. El día anterior, antes de irse a la cama, habíamos estado jugando a Sospechosos Habituales, investigando quién demonios había sustraído los pañales del armario y se los había puesto con muy poca gracia a Shreck, a Lupita, al perro Pepe, a los dos bebés, a Godzilla (el espectáculo era indignante, sobre todo para él) y había escondido el sobrante en el cajón de los pijamas.
Y los seminarios de criminología a menores de tres años sólo los imparto los martrs y jueves.
Por lo tanto, ayer tocaba lectura.

Y nada mejor que, en el año del libro, una obra cumbre de la literatura universal: Mumú la vaca, un hardcover que recopila los mejores momentos de Mumú en la metrópoli bajo el título Un día en la ciudad.

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Ampliar vaca

O sea, una especie de Sexo en Nueva York pero con animalitos, desplegables y piezas móviles (y digo Nueva York porque en un momento dado, Mumú coge el transbordador y saca fotos a una Estatua de la Libertad con forma de vaca).

Tras despedirnos de Mumú por enésima vez (Natalia necesita leer su cuento favorito al menos tres veces, y de delante a atrás, y de atrás en adelante, y del revés, y...), mi lectora hija se durmió y yo cambié de chip: necesitaba elegir una espada famosa que lleva un personaje de Fanhunter: The Final Confict, y dudaba entre dos candidatas: a espada del padre de Conan o la de Cerebus.

Recuperé un Cerebus muuuuuuy antiguo, un Sword of Cerebus con portada de Barry W. Smith, y, como siempre, acabé leyéndome el tomo entero.

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Luego sucedió: tuve una revelación. Una visión celestial se me apareció mientras dormía (así queda bien, como un sueño, porque si digo que lo vi estando despierto, ya me veo encerrado en el agujero más negro de Escocia y enviando los dibujos con carboncillo aprovechando el pedido de FedEx de Hannibal Lecter). La visión, llegada en un momento e incertidumbre para mí, era una mezcla de señal divina y archivo Quicktime de baja resolución porque, entre la estática de la interfaz, la vaca Mumú vestida de Dazzler ochentera con cuernos, pelo Farrah Fawcett Majors y patines, y Cerebus vestido con el mono del equipo Ferrari de Fórmula 1, me decían en arameo con acento de South Central (Los Ángeles): "Haz lo que debas" .

Repito. Mumú y Cerebus, seres antagónicos, iconos sagrados (la vaca turista y el cerdo bárbaro) dijeron:
"Haaaaaz lo que debaaaaaaaaas"

Es muy fuerte.

...y todo esta parrafada de visionario intenta dar una explicación a la pregunta que me hago: ¿por qué he empezado a escribir de nuevo la novela desde el principio a menos de dos meses y medio de la monolítica fecha de entrega?
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Continuará.

Escrito por Cels McClane a las 03:06 PM | Comentarios (20)

Marzo 09, 2005

DanCing in the street

Ha estallado la bomba: Norma emite un comunicado oficial en el que confirma los rumores acerca de que ya no posee los derechos de publicación de DC Cómics. Inmediatamente, el Blog de La Cárcel de Papel E.X.P.L.O.T.A. y Álvaro Pons se ve obligado a tapar grietas y vías de agua del servidor en plan capitán Jack Aubrey...

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Como si no hubiera existido una editorial que publicara DC en España durante estos últimos años y, claro, a la que enviar peticiones, en los foros la gente se vuelca a pedir obras, a dar ideas, a listar materiales clásicos por recuperar; cielo santo, si pudieran, estarían descorchando botellas de cava...

Es una sensación rara.
No digo que sea bueno ni malo, ni tampoco quiero criticar la trayectoria de Norma con DC, pero, a primera vista, no da la sensación de que los derechos vayan a cambiar de mano... ¡sino que da la sensación de que DC no se hubiera estado publicando en España, como si la gente hubiera visto el punto y final a una sequía de tebeos!

Supongo que todo volverá a la normalidad, como siempre, cuando pase el tiempo, pero estas últimas 24 horas han saltado los fuegos artificiales de la especulación con una fuerza similar a la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte...
Cielo santo, ¡¡son fans Ewoks!!

Hay ahí fuera una euforia incontenible que no se había notado (es mi opinión) ni cuando Panini se hizo con Marvel.

...y todavía no se sabe quién tiene los derechos de DC para España.

Y puestos a pedir que se publiquen tebeos, me sumo a las sugerencias de Manel Fontdevila y secundo el Post de Carla Berrocal donde hablaba de ese "el fenómeno" que significaron las frases geniales, la canciones pegadizas y las coreografías (bailan durante TODA la película, aunque no lo parezca, con música y sin música) de la película Grease:

QUEREMOS UN CÓMIC DE GREASE...

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...y ya puestos, otro de FLASHDANCE.
:-)

Y, a quien corresponda, ejem, ya que estamos, ¿seguro que no se puede sacar el Superman Vs. Mohammed Ali? Nada, nada, a intentarlo.
:-)

Escrito por Cels McClane a las 03:19 PM | Comentarios (21)

Marzo 08, 2005

Terrores íntimos

Cada cierto tiempo regreso a las páginas del libro Terrores Intimos, publicado por el Festival de Cine de Sitges en 1985.
Hace poco volví a sacarlo de su encierro de lujo para consultar algo relacionado con Fantom Town.

Esta obra de padres, bebés, monstruos, terror, fantasía y ci-fi que pronto será imposible de clasificar en un género concreto (¿humor infantil?, ¿humor para padres? ¿cuento? ¿ida de pelota estupendamente coloreada por Rut?) ha pasado a segundo plano porque en Paneta se han puesto duros, más que nunca, y no peligran sólo mis meñiques en caso de no entregar a tiempo, sino que han empezado a apuntar, por primera vez en quince años, a los pulgares, y eso es serio.

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Prioridad: los dos Fanhunter: The Final Conflict que quedan y la novela, con fechas de entrega INTOCABLES.

Pero bueno, siempre queda un momento al día, con la ensalada enlatada al lado o con el bocata, durante la hora de comer o mientras la niña duerme la siesta, para adelantar narizones infantiles...
Y, como decía, estaba leyendo fragmentos del libro Terrores Intimos cuando empecé a plantearme no sólo las escenas de terror de películas, los mejores sustos, el ranking de víctimas de Jason Voorhes y Michael Myers, sino el miedo que se lleva más dentro, el terror en estado puro.
Ayer, antes de irme a dormir, sentí al necesidad de rememorar aquello que, cinematográficamente hablando, me ponen los pelos de punta, y que, puesto en la situación de los protagonistas de la película o como simple espectador, aaaargh, me deja mal cuerpo, ¿sabés?.
Y es lo mismo que me daba repelús hace años.

Terror Intimo nº 1:
La foto de todos ellos.

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Terror Intimo nº 2:
La casa del cementerio de Phantasm.

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Terror Intimo nº 3:
Thulsa Doom.

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Terror Intimo nº 4:
El payaso de Poltergeist.

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Terror Intimo nº 5
El niño de La Profecía.

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Terror Intimo nº 6:
Los sueños del agente Cooper en Twin Peaks.

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Y el séptimo terror sería la muñeca de El Triángulo de las Bermudas, de la que hablé hace algún tiempo, y de la que no he encontrado, gracias a Dios, ninguna foto... Al menos sé que podré conciliar el sueño esta noche.
:-)

¿Hay tratamiento para estas cosas?

Escrito por Cels McClane a las 01:57 PM | Comentarios (31)

Marzo 04, 2005

Crisis

Esta madrugada hemos accedido a una cripta que ha quedado al descubierto cerca del Tibidabo, debido a las obras del metro de la Línea 5 en Barnacity.
El criptógrafo Robert Langdon, ante lo encontrado en el yacimiento, se ha puesto en contacto con nosotros y un helicóptero nos ha llevado hasta allí (yo quería ir en Humvee, porque mola aparecer en Humvee, pero no había presupuesto porque el gobierno se lo está gastando todo rellenar agujeros con cemento por todo el país, así que nos hemos tenido que conformar con un helicóptero del RACC).

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El descubrimento ya se había militarizado, así que hemos tenido que pasar varios controles de seguridad y nos han retenido en salas de interrogatorio hasta que les hemos convencido de que no representábamos ninguna amenaza, aunque, además de arqueólogos, fuésemos dibujantes de cómics.

Por fin, el Profesor Langdon nos ha llevado hasta la cripta, donde, en una de sus paredes, hemos podido vislumbrar EL HORROR: un dibujo antediluviano, fechado en la época posterior a la reconquista, en la que el combinado de ejércitos cristiano y musulmán consiguió echar a los adoradores de Nyarlathotep de tierras sevillanas, con la inestimable ayuda de los druidas liderados por Imelda Constantine.

Conocemos incluso al autor de la obra profética, un tal Adrik de Melniboné, artista albino que emigró desde el sur perseguido por la Inquisición española por adorar y reproducir ilustraciones de dioses paganos y por organizar fiestas profanas y akelarres.
Según cuenta la leyenda, muchas de sus concubinas donaron voluntariamente litros de sangre para que el autor, definitivamente loco, plasmara estas imágenes de pesadilla en nuestras tierras antes de viajar hacia territorios cimmerios, donde pasó a formar parte de los pintores de la corte del decrépito Thulsa Doom.

Vamos a reproduciros una foto de la obra de Adrik, eludiendo el férreo control militar, porque si se cumplen las profecías aquí expuestas, EL FIN ESTÁ CERCA.
También lo incluiremos en el Fanhunter: The Final Conflict nº 3 (obra que esperamos vea la luz antes del inminente fin de los tiempos y resurrección de Nyarlathotep).

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El fin está cerca


Rezad lo que sepáis.

www.fanjanter.com

Escrito por Cels McClane a las 11:02 AM | Comentarios (40)

Marzo 01, 2005

La balada de William Munny

Ya estaba ahí, pero, aunque algunos todavía se resistieran a reconocerlo, Clint Eastwood se ha colocado, incluso antes de ganar este Oscar, entre los mejores directores de cine, no sólo de Estados Unidos, sino del mundo entero y de parte de los territorios de la Federación de Planetas.

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Cine puro.
Cine grandioso entre cuatro paredes de un gimnasio, entre cuatro lados de un cudrilátero, entre las sábanas de una cama de hospital.
Brutal.
Maravillosa.
Conmovedora.

Como Mystic River, como Sin perdón...

Eastwood convierte la realidad en cine, y el cine en arte.

Enhorabuena, señor Munny.

Escrito por Cels McClane a las 11:48 AM | Comentarios (53)