Estación: claridad

Febrero 27, 2004

Una casita de montaña junto al mar

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Esa era una montaña especial porque a distancia de meses conservaba magias y hechizos sólo para ellos. En la lejanía, además de los prados, se veía una construcción entre los árboles. Era una bella casita, pequeña pero acogedora, en resumidas cuentas un nido de amor creado sólo para vivir sueños. Del exterior aparecía a los ojos de los demás como un anónimo refugio de montaña pero, sólo asomándose a la ventana del salón se podía comprender la importancia de todo. El panorama era un... panorama que quitaba el aliento: un infinita extensión azul... el mar: era una casa en montaña pero que asomaba al mar. Había decidido él todo, también vivir allí junto a ella en un día de una calurosa primavera. Poca decoración, simple, pero elegida con cuidado y con amor, sólo el amor podía hacer todo tan especial. Entrando, enseguida se notaba que la música reinaba en esa casa: un equipo HI-FI lanzaba notas melódicas de canciones invernales cálidas e irresistibles, un poco más allá una colección de Alan Parsons llenaba una librería de madera clara cargada también de libros, CD y cassettes. En bajo al centro, un cajón inviolable, como lo llamaba él con tantos secretos para no olvidar jamás. Al centro, propio encima del pomo para abrir el cajón, una concha un poco especial que olía a amor y a mares lejanos. Se notaba sin embargo la presencia femenina en casa porque sobre la mesita, de frente, en el moderno sofá azul había un bonito ramo de flores de campo coloradísimo y más allá una graciosísima colección, cerrada celosamente en una cristalería, de miniaturas de perfumes nuevos y antiguos todos perfectamente alineados. El salón-entrada era el lugar donde él y ella adoraban pasar las noches. En cocina, pocas cosas ordenadas cuidadosamente: una cesta llena de revistas por un lado y una ventana con un buen balcón desde donde se podía respirar el olor del mar abrazados, columpiándose lentamente en ese viejo columpio recibido en regalo de algunos amigos. En el estudio.... un viejo PC abandonado desde hace tiempo, tantos libros y un buen escritorio puesto cerca de la ventana. El dormitorio es un secreto; es suficiente decir que una cama grande dominaba la habitación dándole un toque cálido, alegre y muy romántico. Allí habitaban y vivían sólo para amarse y para poder contar el uno con el otro, para saborear cada momento único e irrepetible que la vida les estaba ofreciendo y allí, sólo ellos contra un mundo entero. Eran felices y eso era suficiente. La felicidad soñada y ya alcanzada, parecía haber borrado las mil incomprensiones, las mil disputas y las infinitas lágrimas de ella antes de tener la certeza que ese fuerte quererse no era un juego para ninguno de los dos mas sólo el miedo insensato de un amor mágico y impetuoso. Un amor que hace olvidar todo y a todos, una pasión que quita el respiro, y la seguridad de haber encontrado juntos lo que se buscaba durante toda la vida: la serenidad de vivir, sin preocupaciones, libres de toda turbación. Ellos tan iguales y tan diferentes habitarán para siempre en esa casita, con aquel dulce secreto en el corazón: todos sus sueños estarán encerrados allí, porque finalmente sólo un juego los ha vuelto mágicos e invulnerables: el juego de la verdad, el juego de la claridad que les ha llevado a abrirse completamente el uno al otro para poderse revelar y donarse el encanto, la magia y la pasión encerrados en los preciosos universos escondidos dentro de ellos. Una casa de montaña asomada al mar...

Escrito por Ricardo B. en Febrero 27, 2004 07:45 PM
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