Martes 24 de Junio del 2003

POST SCRIPTUM

"…intoxicated with the madness, I'm in love with my sadness…"1. (THE SMASHING PUMPKINS - ZERO)

"Todo escritor sabe que el verdadero asesino de su novela es él mismo. El escritor es la chica del bar y el amante de la chica del bar, el gangster y el policía, el homosexual y el fascista, el marxista y el heterosexual, la víctima y el asesino. Con la referencia mítica de ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, el asesino (...) es el escritor".
(MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN - CARVALHO Y YO: ¿QUIÉN ES EL A-S-E-S-I-N-O-?)

Lunes otra vez. De nuevo un final de tarde. Que se vuelve principio de noche. Las luces del cielo se van apagando, y mueren por fin. O morirán, en un rato.
Yo. Solitario. Estoy sentado en mi rincón del bar; un café doble con cinco sobrecitos de azúcar descansa a mi lado. Las mesas de pool con paño azul, ahí atrás, parecen esperar que algún parroquiano se acuerde del vicio y lo despunte. Karina sostuvo que eran de color violeta, aquella noche. Y tenía razón. Pero la luz artificial del tubo que alumbra desde encima le da un brillo raro, que vuelve el paño de un color azul todavía más extraño, como aureolado. Que recuerda a la condensación de los cristalitos de hielo que, a veces, rodean al disco del sol, que ahora está cayendo y alarga las sombras, allá afuera.
Un libro de tapa anaranjada me acompaña. El viejo Truman, Music for chameleons (1980)2, en mi poder desde hace una semana, aunque lo despaché en cuatro noches. Un prefacio; seis cuentos, más bien cortitos; una nouvelle derivada de las 316 páginas que utiliza para contar los pormenores de un asesinato cometido In cold blood (1966)3, aunque con un final un tanto decepcionante -la nouvelle, digo-; por último, siete conversaciones y retratos. Todo ordenadito en 282 páginas por Compactos Anagrama, Barcelona, 1994. Adecuada traducción del original copyright Random House Inc., New York, por un tal Benito Gómez Ibánez. Edición prolija, con un excelente aprovechamiento del espacio para la presentación de los textos. Salvo por lo insulso del final mencionado, puedo decir que es un libro digno, muy pasable. Sobre todo, por las conversaciones que el amigo Capote mantiene, y donde aparece como un personaje más, por decirlo de alguna manera. Lo recuerdo sin necesidad de (h)ojear las páginas: una empleada doméstica en su día de trabajo, fumando cannabis; un asesino serial del clan Manson, o su musa inspiradora, más bien; y hasta la propia Marilyn Monroe, pequeña tragedia de adorable criatura durante y tras el funeral de (leo, lo siento) Constance Collier, el 28 de Abril de 1955.
Una visión interesante, aunque no del todo nueva, es la entrada del autor en la narración y su protagonismo. Al fin y al cabo, se quiera o no, siempre hay algo del propio escritor que se refleja en el texto, por más ficcional que éste sea. Y ni qué decir cuando el escriba decide tomar un retazo de su propia vida y contarlo en plan de ficción. Novelar los hechos, en otras palabras...
Y hablando de palabras, hay algunas que me están rondando últimamente: Escritura lineal. Diario íntimo. Reflejo. Cámara. Esa es la idea. Ser yo, acá, en un papel rayado. Yo. Mi café. La Curva. El bar. La tarde que sepulta la noche. La camarera que viene y se va. Los autos que circulan por el cruce de avenidas. Las mesas de pool abandonadas. El reloj que no deja ni por un segundo de marcar los minutos que se van escurriendo hacia el futuro.

Futuro. Es tan sinónimo de Karina... Le prometí que cuando ella cumpla los 35 años vamos a casarnos. Ella, claro, se me sonrió. Quiere tener seis niños. Yo, por lo pronto, me conformo con uno, pero "Sí, ¿por qué no?". Debe ser algo hermoso engendrar vida, y ver cómo aquello que empezó siendo dos terminó convirtiéndose en uno solo. Y verlo crecer. Sentirlo mientras late dentro de la panza de su mamá. Siempre voy a envidiarla sanamente; porque ella, mujer, puede crear vida y albergarla, mientras que yo, hombre, sólo seré un instrumento, primero; y un observador, después.
Y hasta podría convertirme en un destructor, tal vez. Sin embargo, eso es futuro. Ya vendrá.
Ahora, el presente, esta tarde, este libro, estas hojas, conforman un mosaico, un collage inacabado, capaz de expresar muchos tópicos, a la manera de un inmenso mural que es preciso terminar de llenar. Inclusive a la distancia.
La ciudad de La Plata no queda tan lejos de Boulogne Sur Mer, pero tampoco es un sitio al que se llegue caminando, desde este bar. La secuencia indica el ferrocarril Belgrano Norte, la línea de subterráneos C, el tren de la compañía Metropolitano, y después sí, caminar las dos cuadras que separan la terminal de trenes platense de su departamento. Como aquel Viernes de Enero, la tarde que para ahorrarme treinta minutos de hacer nada en uno de los andenes de la estación, me mandé solito hacia ese laberinto de diagonales y -ni siquiera yo sé muy bien cómo hice- le toqué el timbre y después esperé pacientemente a que me abriera la puerta de calle, para gran asombro de su amiga Samantha puesta ante mi altura, 188 centímetros, y la propia Karina, que se preguntaba cómo había hecho para llegar a su puerta sin ayuda4.
Tiempo después de mi visita, le escribí una carta. Y en uno de los fragmentos me acordaba de una postal.

(...) "Me acuerdo que había entrado a bañarme y que, cuando salí, solamente estaba encendida la luz de la cocina. Y ahí te vi.
"Estabas casi de perfil, ligeramente vuelta de espaldas, KRN. Sentada casi en posición de loto sobre la alfombra. A tu lado, había un cenicero, y el cigarrillo se consumía. Tu guitarra aceptaba gustosa tus caricias... No guardo conmigo ningún recuerdo de sonidos, porque no escuchaba, en ese momento. Yo estaba parado, ahí, mientras vos tomabas el faso y le dabas una pitada, y lo volvías a su lugar. Dejé mis cosas y no hice otra cosa que mirarte, contemplarte, verte ser. En esos momentos, yo no existía, todo eras vos, tu existencia en esa penumbra, una música invisible a mis oídos, pero más presente que nunca.
"Todavía hoy lo recuerdo, Tesoro, y me emociono. Sin proponértelo, me regalaste un instante de Infinito, de eso que todos buscamos y casi nunca encontramos.
"...Y yo te encontré." (...)

Y alguna noche volverá el Paraíso para mí, mero mortal, podría añadir hoy.
Otra vez es preguntarse dónde estarás. Ya la noche más negra se cierne sobre la ciudad. Y yo sigo sentado, esperando que la puerta de calle se abra hacia fuera de un tirón, y que ella entre. Verla entrar, e iluminar con su presencia este sitio cargado de una melancólica tristeza. Y que atraiga todas las miradas, cómo sólo ella puede lograrlo. Y que venga hacia mí. Y volver a sentir el roce tibio de su boca. Y saberla con su lunar único, en el labio superior, como una minúscula manchita de chocolate que la vuelve tan sensual...
Pero sé que ya no puede suceder algo tan mágico. Sé que ella, Karina, no puede venir para acá. Ni yo, Jonathan, ir hacia allá. Por una sencilla, real y cruel razón.
Porque fue esa misma noche que tuve su tremenda visión cuando la cámara se activó. Cuando todo sonido y creación e imitación cesó. Cuando mis manos se cerraron con firmeza alrededor de su cuello y escribieron una línea perfecta en su garganta. Cuando su lunarcito de chocolate se ennegreció. Cuando ya el humo no estuvo más en foco y el tabaco sobrante se volvió cenizas. Cuando todo proyecto conjunto feneció junto con el último suspiro ahogado de Karina. Que manchó la alfombra con las lágrimas cristalinas que vertieron sus ojitos, que me miraban sin terminar de comprender que no pudiera aflojar el apretón en su cuello, mientras sus uñas se quebraban en el intento desesperado y vano de liberarse.

La verdad... esta tarde-noche me mueve a la añoranza. Pero la carta que le escribí todavía está acá. Y, si viajo a buscarla, sé que nadie contestará mis timbrazos. Definitivamente, In Cold Blood me había gustado más. Truman Capote sabía de qué se trataba la escritura de lo real, estoy seguro.
Y yo, solitario de nuevo, también empiezo a saberlo: la realidad es un movimiento educador tremendo y la hemos subestimado.

Marzo-Abril del 2003.

1 ...intoxicado con la locura, / estoy enamorado de mi tristeza... 2 En castellano: Música para camaleones. 3 En castellano: A sangre fría.. Traducción de Fernando Rodríguez para Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1991. 4 Una tardía confesión: me ayudó cierta señorita de la estación, quien me facilitó un plano de la ciudad para orientarme. Escrito por J.E.L.
Comentarios

Me perdí un poco entre lo que escribiste vos y lo que citás. Me encantó todo, por otra parte. Me encantan los asesinatos, los misterios y el amor bien contados.

Comentado por irene

El tipo es un poeta, ya lo decía yo...

Comentado por GOLLUM

largo post, larga reflexión... muy bueno

Comentado por Sr. 100 Cadáveres

...wow

Comentado por siOux

hay veces q te leo y te odio profundamente.
no me gusta q me pongan triste.

Comentado por pattyce

Y sin embargo, pattyce, es un riesgo que tenés que correr. Pero hace bien.
No sabés con qué vas a encontrarte. Este post, por ejemplo, no es un post; es un cuento y, como tal, es ficción. Pero... ¿cuál es el real límite entre ficción y realidad, ahí? Te podría decir que no lo hay, que se entrecruzan. Llamé Jonathan, como me llamo yo en realidad, a uno de los personajes, por ejemplo. Pero no soy yo, precisamente, aunque en realidad sí soy yo o por lo menos es una parte de mí. Eso es lo que quiero que se entienda. Y a lo que me refiero con la mención de Capote, que mezcla ficción y realidad, y que da como resultado eso que se llama non-fiction, en esos dos libros. Me interesa investigar los límites de eso, y este ámbito, PLACEBO, es un espacio de pruebas en ese sentido.

Comentado por MATRIX

La mezcla de ficción y realidad en Placebo está muy bien lograda. El límite entre ambos lo coloca cada lector de acuerdo a sus marcos de referncia o subjetividad.

Comentado por sme
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