Martes 24 de Agosto del 2004

EL HORROR SEGÚN TOMÁS ELOY MARTÍNEZ

 IFLA 2004Ayer se inauguró el 70° Congreso sobre Bibliotecas e Información, en el Teatro Colón. La conferencia inicial estuvo a cargo de Tomás Eloy Martínez. El diario La Nación lo citó:

Los hombres siguen buscando en los libros ese aliento de eternidad que pareciera no estar en ninguna otra cosa. El libro ha sido siempre no sólo una celebración del conocimiento, sino, ante todo, de la vida. ¿Qué significa celebrar la vida en estos tiempos de integración de los mercados, las finanzas y la tecnología? Significa celebrar los valores que definen lo mejor del espíritu humano. Todos seguimos imaginando el Paraíso bajo la especie de una biblioteca.
Asimismo, en una entrevista realizada tras la conferencia, el autor de El cantor de tango hizo notar la decadencia a la que puede verse sometido el valor cultural de una obra en aras del mercado
¿Cómo ve estos tiempos globales de fast books y títulos que sobreviven apenas unas semanas arrastrados por los que vienen detrás?
El libro resiste, pero el mercado es una horda que avanza, cambia las finanzas pero no las personas. Y a veces las empeora. Pero hay otro problema: es lo que hoy ocurre con los libreros y el libro rápido. El otro día, en Borders, uno de esos supermercados de libros, discos y calendarios de East Brunswick, en Nueva Jersey, fui a comprar una edición que mi hija necesitaba para el colegio titulada "La muy lamentable tragedia de Romeo y Julieta". El vendedor me dijo que no estaba. Tampoco la encontró como "Romeo y Julieta". Le pedí que la buscara por autor y me dijo con cierta indiferencia: "¿Me puede deletrear el nombre?" En Estados Unidos, donde Shakespeare se lee en la escuela primaria, hoy reina una enorme ignorancia de los libreros en esta mercantilización de los productos culturales, lo que constituye un problema muy serio.
Sin palabras. No hay nada que agregar a la anécdota.

Martes 20 de Julio del 2004

SEPT - SIETE

¿Te acuerdas?
Yo me acuerdo de que habíamos merendado, y después emprendimos el regreso. Volvíamos con pasos tranquilos, medidos, como si intentáramos alargar lo más posible el momento. Y entonces, en esa esquina, el semáforo se puso en rojo. Paradójicamente, fue como una luz verde. Te miré, tomé tu cara entre mis manos y...

Y fue Marelle:

Je touche tes lèvres, je touche d'un doigt le bord de tes lèvres, je dessine ta bouche comme si elle nassait de ma main, comme si elle s'entrouvrait pour la première fois, et il me suffit de fermer les yeux pour tout défaire et tout recommencer, je fais naître chaque fois la bouche que je désire, la bouche que ma main choisit et qu'elle dessine sur ton visage, une bouche choisie entre toutes, choisie par moi avec une souveraine liberté pour la dessiner de ma main sur ton visage et qui, par un hasard que je ne cherche pas à comprendre, coincide exactement avec ta bouche qui sourit sous la bouche que ma main te dessine. Tu me regardes, tu me regardes de tout près, tu me regardes de plus en plus près, nous jouons au cíclope, nos yeux grandissent, se rejoignent, se superposent, et les cíclopes se regardent, respirent confondus, les bouches se recontrent, luttent tièdes avec leurs lèvres, appuyant àpeine la langue sur les dents, jouant dans leur enceinte où va et veint un air pesant dans un silence et un parfum ansíen. Alors mes Manis s'enfoncent dans tes cheveux, caressent lentement la profondeur de tes cheveux, tandis que nous nous embrassons comme si nous avions la bouche pleine de fleurs ou de poisons, de mouvements vivants, de senteur profonde. Et si nous nous mordons, la douleur est douce et si nous sombrons dans nos alienes mêlèes en une breve et terrible noyade, cette mort instantanée est belle. Et il y a une seule salive et une seule saveur de fruti mûr, et je te sens trembler contre moi comme une lune dans l'eau.

Y fue Rayuela:

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.

Jueves 24 de Junio del 2004

CUCHILLO DE PALABRAS

La mentira del mundo digital sólo sirve para que sintamos culpa por la distancia que nuestros caminos han tomado, porque tenemos la ilusión de que podría haber un contacto fluido a través de la red casi como si viviésemos uno al lado del otro. Todo eso es falso y no debe llevarnos a engaños.

J.C.C.G.
La distancia física produce desfasajes en el tiempo, en las estaciones, en los centros de atención. Poco a poco, queramos o no, nos van absorbiendo cuestiones distintas que difícilmente podamos compartir como antaño: antes éramos dos estudiantes de la misma carrera, en la misma facultad, que íbamos al mismo taller de cuentos, que escribíamos cuentos y la misma novela, que nos interesábamos por los mismos aspectos de la cultura... No sé, había muchas cosas en común, como Tolkien, L7D, Eco, Ray Bradbury, Lovecraft, el lado oscuro del mundo. Pero ahora las cosas van cambiando.

Ya no somos, a nuestros respectivos 26 años, los semiadolescentes irresponsables y tontines que se vanagloriaban de sus chistes malos. O al menos dejaremos de serlo en breve. Vamos creciendo y enfrentándonos a responsabilidades más o menos pesadas, a los nubarrones de la incertidumbre. Se acabó la época de los sueños grandilocuentes y nos estampamos de frente con la calle. La necesidad de subsistir (nada más antiguo, nada más animal) se impone a todo delirio y nos viste de mediocridad, de cyborg, de autómata pre-programado para funcionar al servicio de una maquinaria más grande que, en el fondo, carece de todo objetivo y sentido. ¿Pesimismo? Sí, no, tal vez, quizás, no exactamente. Cansancio moral, diría yo. No obstante, abandonar una “franja generacional”, como dice Ud., no es en sí algo malo. Ahora se notarán primero que nada las privaciones, lo que ya NO podemos hacer, pero pronto descubriremos las ventajas de ser “maduros”. Desconozco la cantidad y el alcance de dichas ventajas, pero las hay. Ganaremos algo de respeto por parte del resto de la sociedad, y tendremos una versión de la realidad más ajustada al “ser” que al “deber ser”: dejaremos de ver una “injusticia” o algo “malo” allí donde sólo habita la verdadera esencia del ser humano. Perderemos fe en ideas disparatadas y encontraremos valor a aquellas cosas que nuestros padres intentaron advertirnos a tiempo que las tenían. No lo sé, me niego a decir que seremos más “realistas”, porque no se trata de eso. Pero sí lograremos centrar mucho más nuestro radio de acción y nuestros objetivos, por miserables que parezcan.

Autor: J.E.L.
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Jueves 10 de Junio del 2004

SORIANO

Yo siempre siento que mi oficio real es el de periodista, el oficio en el cual uno puede sentarse borracho, o con un ataque al hígado, y sacar, más o menos correctamente, un artículo sobre un tema que incluso desconoce; porque en esto consiste el apechugar el oficio periodístico.
Nada más cierto. Nada más acertado. El amigo Osvaldo dio en el clavo, cuando metió esa frasecita en el medio de una entrevista que le hicieron. ¿Están de acuerdo con él? ¿O no? ¿Se necesita poseer la "autoridad" otorgada por una casa de estudios donde uno se enclaustró durante años, para ejercer el oficio periodístico?

Viernes 04 de Junio del 2004

LA PLUMA NEGRA

Anoche, revisando entre mis papeles.
(Entre esos papeles que guardo, por una u otra extraña razón, desde hace años. Entre esos papeles que no se resignan al olvido. Y que suelen llamarme, como entre susurros, cuando abro algún cajón. Y que suelen tentarme a releerlos, ofreciéndose impúdicamente a mi mirada, en su altiva desnudez.)
Anoche, revisando entre mis papeles, encontré una pluma negra.
Y entonces, lo recordé.

EL CUERVO
(Edgar Allan Poe)

Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más."

¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.

Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más".

Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.

La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco la volvió a nombrar.
Sólo eso y nada más.

Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".

Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posóse y nada más.

Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

Que un ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".

Más el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".
Dijo entonces :"Nunca más".

Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".

Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
al repetir: "Nunca más".

Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!.

Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Diós estos ángeles dirige
hacia tí con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".

"¡Profeta -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Más te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algun bálsamo en Galaad!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

"¡Profeta -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Por el Diós que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor , ahora entre ángeles, un día podré abrazar".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".

Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará... ¡nunca más!

Jueves 27 de Mayo del 2004

ACTITUD

Si tu brújula te señala el Norte equivocado, cambiale las pilas.

Jueves 13 de Mayo del 2004

MEME 23/5

Imagen original: 3 demonios enjauladosLo leí por ahí hace un tiempo. Y hoy me lo volví a cruzar, en algún lado. Andá a saber en qué rinconcito estaba agazapado, como llamándome. Incitándome a agarrar un libro, abrirlo en la página 23, leer y transcribir... el quinto párrafo, en algunos casos; la quinta frase, en otros. Siempre, junto con las instrucciones.
Y sí, la quinta frase antecede al quinto párrafo, de manera que los transcribo juntos.

Bailando sobre los paragolpes, trepados a los estribos, los prácticos y las obreras cantan:

No será de Venecia el Gran Canal,
no será el Sena el Riachuelo,
pero igual, hay que ver,
cómo todo el arrabal
pondrá una alfombra en el suelo
cuando el pibe del camión
cante en el Royal Pigalle
.

¿El libro? Acá está.

Autor: J.E.L.
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Viernes 23 de Abril del 2004

EL PLANETA LIBRO

Saint JordiUNO Hoy para mí y ayer para ustedes, se celebró en Barcelona –como todos los años– el Día de Saint Jordi. El rito implica que los hombres regalan una rosa a las mujeres, las mujeres un libro a los hombres y todos felices, en especial los floristas, los libreros, los editores y algún que otro autor. La fecha -.23 de abril– coincide con la del Día Mundial del Libro, marcada en rojo por la Unesco en 1995, y se las arregla para compaginar sin mentir en esa casilla del almanaque a las muertes de Shakespeare y Cervantes. Pero los catalanes ya la habían hecho suya en 1924 por idea del astuto dueño de una librería. Así que hoy todos los libros salen a las calles en stands, todos los escritores firman lo que venga y toda la ciudad se convierte en una suerte de feria atómica. Y se vende mucho (me dicen que entre el 10 y el 30 por ciento del total de libros del año -.según la euforia del consultado– y unos cinco millones de rosas), y las mujeres van con su flor entre los dientes y los hombres con sus novelas en las zarpas.

DOS Hay que verlo para creerlo y, sí, hay algo de bestial en esta tan súbita como floral y efímera catarsis de papel y tinta (que en más de un rasgo se parece a la Feria del Libro de Buenos Aires) donde el que no compra un libro nunca lo compra hoy sin entender muy bien por qué y sospechando que difícilmente vaya a leerlo una vez que se le pase el efecto de las efemérides drogotas. Lo cierto es que las encuestas y estadísticas de la Sociedad General de Autores señalan que el 49,1 por ciento de los españoles nunca leyó un libro y, supongo, la cosa debe ser bastante parecida en todas partes, cada vez más. Aun así –y más allá de esos duelos y mergers editoriales cada vez más parecidos a Star Wars o a Dune donde caballeros jedis y guerreros fremen luchan contra el Imperio o el Lado Oscuro– el misterio permanece, se sigue leyendo, se sigue escribiendo, se siguen comprando libros, por lo menos una vez al año.

TRES Hablo con varios escritores amigos que firman o no firman bajo el sol del mediodía y ninguno sabe explicarme el porqué de la rosa o el libro. Pequeño misterio que esconde un misterio más grande, inmenso, y que no es el porqué se lee sino el porqué no se lee. De acuerdo, los participantes del concurso Gran Hermano tienen prohibido llevarse libros a la casa porque no hay nada más aburrido que ver a alguien leyendo, pero tampoco hay nada más divertido que, por ejemplo, leer lo que les ocurre a los personajes encerrados en cualquier libro. Cervantes -que inventa al lector como personaje– y Shakespeare –que estrena al actor como símbolo de todo– lo sabían a la perfección y apostaban a un mundo donde lo escrito ocupara un lugar tan privilegiado como lo actuado y la ficción nutriera a la realidad y viceversa. De esto se habló -.de la Conexión William-Miguel y de la supuestamente cretina personalidad del autor de Hamlet, según flamante y polémica biografía- días atrás, en la ciudad de Valencia, en el séptimo congreso internacional sobre Shakespeare por primera vez en su historia con sede en un país no-anglosajón. De esto, seguro, no habla la espléndida mujer que acaba de comprar un libro -su libro anual– titulado Cómo adelgazar follando.

CUATRO Por la noche de este día -.luego de esas visiones tan parecidas a las películas paranoicas de ciencia-ficción de los años ‘50 norteamericanos donde pueblos enteros son poseídos por inteligencias extraterrestres– la fiesta se traslada al piso del flamante cónsul mexicano Sealtiel Alatriste y a la recepción a Elena Poniatowska, premio Alfaguara 2001 de Novela. Allí la intelligentzia local descansa de tanto stand y tanta firma y se resigna o se reconcilia con la idea de que, a partir de la mañana siguiente, hay que volver a escribir, hay que seguir escribiendo. Y tal vez ahí esté la clave de la cuestión, el misterio explicado de porqué se lee cada vez menos: la raza humana ha fracasado en todos los territorios menos en el literario y quizá, resignada a convertirse en novela de sí misma, ya no tenga tiempo de leer porque intuye que alguien la está leyendo. Y ese alguien se divierte bastante. Demasiado.

Rodrigo Fresán. Página 12 - Martes 24 de Abril del 2001.

Jueves 22 de Abril del 2004

COMENTARIO BORRADO

En fin, hay que decirlo: mi novia me censuró un comentario en este post. Alegó que "está muy fuera de lugar", y luego, "sencillamente, no quiero que te empiecen a odiar, hay mucha gente a la que le gustan los perros, también".
A lo que yo respondo, como tantas otras veces: "No, está dentro de lugar. De todos modos, es tu blog, así que puedes borrar lo que quieras. Sin embargo, es triste que no pueda darse una opinión o punto de vista diferente".
De modo que acá va el comentario censurado, palabra por palabra:

En realidad, lo que hace falta son máquinas expendedoras de cianuro o cualquier otra sustancia que mate instantáneamente a los canes. =)
En ese caso, se podrían agrandar los basureros ésos, como para que puedan:
1. Recibir canes de diverso tamaño.
2. Incinerarlos automáticamente.
3. Contribuir de esta forma a mantener limpia la ciudad.

Autor: J.E.L.
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Miércoles 07 de Abril del 2004

TIM

Chico OstraEl hombre desborda una fantasía cálidamente oscura. Además de dirigir buenas películas, despunta el vicio de la escritura en pequeños poemas.
Diminutos seres, tan extraños ellos, que desfilan por las páginas de un libro también extraño. Tal vez por esa cualidad, resultan queribles. Y tendemos a enternecernos cuando leemos palabras como las que componen La melancólica muerte del niño ostra, tal el nombre de las estrofas que le dan título al libro.
Espero que disfruten este pequeño regalo de Pascua. Eso sí, una recomendación para los padres: No hagan esto en sus casas... =P

Se le declaró en la costa, y en la playa fue la boda.

Su larga luna de miel
en la isla de Capri fue

Para la cena el mesero
les puso un solo platillo:
un gran caldo de mariscos.
La novia pidió un deseo.

Y el deseo se realizó.
Dio al fin a luz un bebé.
Pero éste ¿era humano o no?
Bueno, quizá. Tal vez.

Diez dedos en pies y manos,
y demás órganos sanos.
Podía sentir y escuchar.
Pero ¿normal? No, ni hablar.

Este engendro antinatura,
Este cáncer indecente,
Era la imagen viviente
de toda su desventura.

Ella se quejó al doctor:
No es hilo de mi madeja.
¿De donde sacó ese hedor
a salmuera, pez y almeja?

Y ha sido usted afortunada.
Yo la semana pasada,
traté; a una niña con pico
y tres orejas. ¿Me explico?
Si es mitad ostra su niño,
búsquese a otro a quien culpar.
-Y añadió con cierto guiño -
¿Se ha puesto a considerar
una casita en el mar?

No sabían como llamarlo.
A veces le decían Carlo
y a veces -con voz perpleja-
eso que parece almeja

Encogido el corazón,
Ninguno en verdad sabía
si el chico ostra algún día
rompería el caparazón.

Los cuatrillizos Montalvo
cierta vez se lo toparon.
Le espetaron un ¡Bivalvo!
y enseguida se escaparon.

Una tarde en que llovía,
Carlo se sentó en la calle.
Y miró arremolinarse
el agua en la alcantarilla

Aparcada en la cuneta,
conmovida y afligida,
su madre daba salida
a su congoja secreta.

Ya se habían acostado
una noche, y ella dijo:
Cariño, huele a pescado
y yo creo que es nuestro hijo.
Y aunque dicen que una dama
debe callarse esas cosas,
me parece que le endosas
tus problemas en la cama.

El probó cuanta loción
pudo hallar en el mercado.
Tenía el cuerpo colorado
y comezón, comezón.
Y de rascar y rascar
la piel le empezó a sangrar

El doctor, tras una pausa,
dijo: El remedio a su mal
podría ser su misma causa.
Las ostras, como sabéis,
dan gran potencia sexual.
Supongo que si os coméis
a vuestro niño podréis
saciar el ansia carnal.

Se acerco muy de puntitas,
muy a oscuras y en celada,
porque no notara nada
quien le daba tantas cuitas.
Y en voz muy baja le dijo:
Carlo queridísimo, hijo:
no quisiera interferir
ni causarte desconsuelo.
Pero ¿has pensado en el cielo,
o te has querido morir?

Carlo parpadeo al oírlo
pero no le dijo nada.
Su papi apretó el cuchillo
y se aflojó la corbata.

Cuando lo levantó en vilo,
Carlo le mojó el abrigo.
Y en su boca ya la valva,
se escurrió por su garganta.

En la costa lo enterraron,
en la arena, junto al mar.
Una oración murmuraron
y se fueron a cenar.

Una cruz que daba pena
marcaba su sepultura
y unas letras en la arena
prometían vida futura.

Pero al subir la marea
una ola grande y fea
borró sin pena ni gloria
para siempre su memoria.

De regreso en el hogar,
él se le empezó a acercar.

Le besó y le dijo: Bella,
hagamos otra faena.
Pero esta vez –susurró ella-
pidamos que sea una nena.

Miércoles 31 de Marzo del 2004

"MUCHACHA PUNK" (FOGWILL)

En décembre 1978, j'ai fait l'amour avec une Muchacha punk. Disons que "faire l'amour" est une expression, parce que l'amour je l'avais fait bien avant mon arrivée à Londres et ce qu'elle et moi avons fait, ce tas de choses que nous "avons fait" elle et moi, n'était pas de l'amour ni même -et je vais le prouver- un amour: c'était ça et juste ça. L'intéressant dans cette histoire, c'est que la Muchacha punk et moi "couchions ensemble". Autre expression, parce que toute chose aurait été égal si nous n'avions pas renoncé à notre position bipède, -intégrant ça (l'amour) aux rites du sommeil: l'horizontal, l'obscurité de la chambre, l'obscurité de l'intérieur de nos corps: ça.

En diciembre de 1978 hice el amor con una muchacha punk. Decir "hice el amor" es un decir, porque el amor ya estaba hecho antes de mi llegada a Londres y aquello que ella y yo hicimos, ese montón de cosas que "hicimos" ella y yo, no eran el amor y ni siquiera –me atrevería hoy a demostrarlo–, eran un amor: eran eso y sólo eso eran. Lo que interesa en esta historia es que la muchacha punk y yo nos "acostamos juntos". Otro decir, porque todo habría sido igual si no hubiésemos renunciado a nuestra posición bípeda, –integrando eso (¿el amor?) al hábitat de los sueños: la horizontal, la oscuridad del cuarto, la oscuridad del interior de nuestros cuerpos; eso.

(Texto completo en francés y español)

Miércoles 24 de Marzo del 2004

FRAGMENTOS DE CAPARRÓS

PortadaLo que sigue son extractos de una entrevista realizada a Martín Caparrós en Agosto del 2001, a propósito de su novela Un día en la vida de Dios, publicada por Seix Barral.

Hay una costumbre literaria que consiste en iniciar las novelas cuando el protagonista se despierta. La suya comienza diciendo que aquella noche Dios no había dormido bien. Esa costumbre debe venir de La metamorfosis, de Franz Kafka. En ese libro, Gregorio Samsa un día se despierta y descubre que se ha convertido en una cucaracha. Me parece que mi novela es una metamorfosis al revés. No es la historia de cómo un ser pensante se transforma en cucaracha, sino de cómo una cucaracha se transforma supuestamente en Dios. (...) (La gran idea de la oficial “Dios”): se trata de darle a esa materia viva la información de que lleva en sí su propio final. O sea, en un punto, se le ocurre la muerte. De modo que empiezan a ocurrir cosas con esos bichitos que había creado, que finalmente son los hombres. Me parece que el libro es la historia de lo que va pasando a partir del momento en que se le ocurre esta idea maravillosa que nos ha beneficiado tanto a todos. Pero para contestar a tu pregunta, yo no digo que Dios tenga jefes, porque me parece que esta oficial es algo bastante distinto. "Dios" es como la empiezan a llamar irónicamente sus colegas de trabajo cuando descubren que esos estúpidos bichitos que ella inventó, los hombres, creen que existen dioses. Como piensan eso, consideran que su creador es un Dios. Entonces la oficial que los creó pasa a ser llamada en sorna por sus compañeras "Dios". ¿Por qué es una mujer? ¿Por qué no? Si hubiera sido hombre, no me lo hubieras preguntado.

Porque Dios es un hombre viejo, con largas barbas blancas, sentado en el cielo.
Sí, en nuestra cultura judeocristiana, en sentido estricto, sin duda. Sin embargo, dentro de la cultura judeocristiana, hay restos de momentos previos al que cristalizó la Biblia, en los que Dios era femenino. Y esos restos todavía se ven incluso en algunos pasajes del Antiguo Testamento. Es lo que ha quedado de esa idea primera de que Dios era femenino. Se supone que la mayor parte de las culturas han tenido diosas, el rol creador de la mujer es evidente. Más que el de los hombres.
(...)
Una parte divertida del libro es la de Abraham y Sara y el faraón en Egipto. Es una visión un poco picante de la historia del patriarca que se narra en el Antiguo Testamento.
Parece picante porque nadie lee la Biblia. A mí me sorprende encontrar que la Biblia dice con toda claridad que Abraham se hace pasar por hermano de Sara porque al faraón le gustaba Sara como mujer y la deseaba. Entonces, él, para sacar algún beneficio a la belleza de su mujer, se hace pasar por su hermano. Eso está en la Biblia, está en el Antiguo Testamento, ahí sí que no inventé nada. Sin embargo, se tiende a pensar que esos grandes libros son como los curas quieren hacernos creer que son. En general son una síntesis de todo lo humano, están llenos de crueldades increíbles, de bajezas notables, de sexo y droga y rock and roll, de todo lo que hay en la vida de los hombres. Son relatos sobre los hombres que toman como pretexto a un Dios para contarse.
En la novela usted trata de mostrar cómo hace Dios para entender este mundo extrañísimo que inventaron sus hombres. ¿Cuál es su estrategia?
Lo que hace Dios es venir de tanto en tanto a este mundo, encarnarse en alguien y tratar de completar su aprendizaje. Y lo completa tanto que termina despreciando y odiando a los hombres. Elegí momentos sucesivos de la historia. Esos momentos terminan conformado ese día en la vida de Dios, el día en que se ocupa de ese pedrusco lejano que llamamos la Tierra. Es una sucesión que elige distintos momentos en la historia de la humanidad, desde el caso de un luchador egipcio en Tebas, del 2000 A.C. hasta la época de la construcción de la bomba atómica en Los Alamos. El tono del texto es bastante homogéneo. Todas esas escenas están contadas por el mismo narrador, que es Dios, y no va a andar cambiando de tonos por 100 años más o 300 años menos. ¡No le vas a pedir esas minucias!
(...)
(Un día en la vida de Dios, su novela) es un paseo de lo más picaresco que puede parecer ambicioso desde cierta chatura en la que a veces nos regodeamos. Y yo no pienso en mi actitud como escritor. Escribo. Esa me diferencia de cierta tradición en la literatura argentina en que está llena de escritores que piensan en su posición de escritor. A mí me divierte más escribir.
(...)
Si yo fuera un creyente de verdad, trataría de disimular por todos los medios que Dios es responsable de este desastre. Lo que me atrae de la historia es esa especie de desesperación que le agarra a Dios cuando se da cuenta de que los hombres que inventó no entienden nada, cuando ve que los hombres que inventó inventaron a su vez sus dioses que no tienen nada que ver con ella que es una especie de pobre trabajadora venida a menos, mal considerada en su empleo. Ver cómo intenta hacer algo con eso sin conseguirlo, sin lograr torcer el rumbo de esa necedad, y cómo finalmente termina hartándose de todo y dándole a los hombres su merecido, me hace gracia.
Cuando usted habla de sus lecturas, menciona libros históricos, antropológicos, filosóficos. ¿No lee literatura?
Yo soy generoso y olvido. Es cierto que leo más historia, antropología, ensayos que literatura.
¿Lo nutre más para sus libros?
No. Para nutrirme prefiero los fideos. Y sin embargo esta novela es el resultado de la lectura de un libro bastante malo del autor de La naranja mecánica, Anthony Burgess, que a mí me parece un gran autor menor, aunque tiene una novela genial como Poderes terrenales. Estaba leyendo un libro muy malo de él que creo que se llama Ultimas noticias del mundo. No tenía nada que ver con mi tema, pero me hizo pensar en esta idea de la visión subjetiva de Dios. Lo cual demostraría que la literatura se multiplica a sí misma. ¿Para qué sirve la literatura sino para producir más literatura que a su vez sea consumida como literatura para que a su vez produzca más literatura?
¿También la mala?
Sí, la literatura ha perdido casi toda relación con el mundo y funciona en ese círculo cerrado. Y así estamos, bienvenido sea.
(...)
Estoy cada vez más principista. Leo solamente los inicios de los libros. Estuve leyendo el principio del último libro de Don DeLillo porque me gusta mucho el baseball. Luego empecé a leer el famoso principio de Moby Dick, de Melville. Y estoy a punto de desarrollar una hipótesis sobre la cual sólo hay que leer principios, porque son los sectores de los libros en los que los autores más han trabajado. Suelen ser los mejores. Por otra parte, para dedicarse a una forma de la lectura histérica que sería como la más productiva, esa lectura que te deja con las ganas, habría que leer sólo principios. Una lectura que no resuelva.
¿Que no se consuma?
Claro, que no se consuma, que no resuelva sus propias contradicciones y, por lo tanto, trate de crear alguna contradicción que opere sobre lo exterior. Para eso habría que leer sólo principios.
(...)
Dios, totalmente ofendida e indignada con lo que los hombres han hecho del mundo, les da, o cree que les da, los medios para acabar con ese mundo, que en este caso sería la bomba atómica. Después ella descubre que ni siquiera ha sido capaz de eso.
Algunos de los rasgos que suelen atribuirse con insistencia a la narrativa del siglo XX aparecen aquí: el narcisismo, la ficción dentro de la ficción, la escritura que narra la historia de la escritura, la concentración extrema de los tiempos.
En cuanto a la condensación de los tiempos, para cada cual un día puede sugerir cosas muy distintas. Para Dios y para mi novela, un día es el tiempo que dura poco más o menos la historia humana. Así que su vida dura todo eso. Una figura quizá sí bastante conocida en la literatura contemporánea es la del narrador que no termina de entender lo que narra. En ese sentido, Dios me parece como el mejor ejemplo de eso, una narradora que no consigue entender lo que está contando. Lástima que lo que está contando es la historia del mundo. Y en cuanto a estas otras características de las que hablabas, del narcisismo, de la autoreferencia, espero que por una vez no me acusen de estar haciendo mi autobiografía cuando cuento la vida de Dios.

Autor: J.E.L.
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Viernes 05 de Marzo del 2004

FRANCOSAS

Mi amigo Franco es de ésos que meten la frase justa en medio de una charla.
Ayer a las 19.45 horas aproximadamente, por ejemplo, me salió con esta frase acerca de cierto señor: "Está afinando el arpa".

Podríamos decir, entonces, que hoy a las 2.30 de la madrugada encontró la afinación justa y se fue a estrenar la susodicha arpa en un concierto, ¿no?

Jueves 29 de Enero del 2004

MIRAR UN MAPA

mirar un mapaUNO De todas las costumbres del hombre, una de las más fascinantes es la de mirar un mapa. ¿Qué miramos cuando miramos un mapa? Para empezar, una abstracción de algo a escala real y que -a no ser que seamos millonarios dispuestos a pagarles millones de dólares a los rusos- difícilmente veremos durante nuestras vidas y que no tenemos certeza alguna de que contemplaremos después de muertos, porque siempre está la posibilidad de que nos toque el Infierno, o que el Paraíso tenga vista al Purgatorio.

DOS En la escuela, creo, nos obligan a calcar mapas de la realidad una y otra vez para que así, piensan, no nos extraviemos en los mapas de nuestra imaginación. Miramos muchos mapas durante nuestra infancia -buscando dónde queda exactamente la Malasia de Sandokán o la Patagonia de Verne- pero, con los años, vamos perdiendo la costumbre de abrir y de entrar en los Atlas y de preguntarnos por qué le habrán puesto ese color a ese país, ¿uh? Ahora son los mapas los que nos patean la puerta y vienen a abrirnos los ojos a nosotros, tan ocupados en mirarnos el ombligo. Esos mapas que aparecen en blanco y negro en páginas de diarios y que nos informan sobre "escaladas de violencia", o sobre "tragedias ecológicas", o sobre "condiciones climáticas". Flechitas, íconos, cifras, infografías. Mapas de lugares donde hay muertes, porque ya no quedan mapas misteriosos que te ofrezcan la vital posibilidad aventurera de descubrir algo desconocido. Mapas trazados a partir de la implacable pupila de los satélites espías que nos calcan al detalle. Mapas que saben mucho más de lo que sabemos nosotros por más que -como los modernos mapas del genoma- describan esa tierra no del todo firme y esos océanos íntimos en los que nadamos hasta ahogarnos o, con suerte, ir a esa isla desierta con capacidad limitada para una palmera, un mensaje, una botella, un náufrago.

TRES Retratos de personas mirando mapas: Julio César, Napoleón, Adolf Hitler, Darth Vader... Hay algo de conquistador en todo aquel que mira un mapa y hay algo de conquistador también en la primera vez que miramos el mapa de la Isla del Tesoro (trazado por Stevenson a partir del contorno de un estanque en una plaza frente a su casa en Edimburgo) o de la Tierra Media (porque Tolkien necesitaba todo un mundo donde poner el idioma que venía inventando desde los ocho años). Hubo un tiempo –basta con hojear esos libros nuevos que recolectan papeles antiguos– en que todos los mapas estaban imbuidos de las posibilidades de la literatura porque, sí, todo se encontraba peligrosamente cerca y felizmente al lado de las mejores ficciones. Mapas de tierras planas, de cielos desbordantes de dioses, de mares habitados por monstruos. Se trazaban mapas como se narraban leyendas. Era fácil perderse con sólo salir a dar una vuelta y la gente rara vez salía de los pueblos en los que había nacido a no ser que partiera en busca de fortuna o de desgracias, siempre, con un mapa para perderse y encontrarse doblado en ese bolsillo que siempre limita con el corazón.

CUATRO Stevenson y Tolkien y tantos otros –en épocas en que todos los mapas comenzaban a ser ya verdaderos, confiables, útiles–, optaron por el refugio de mapas propios, de lugares que no existían pero que, todavía hoy, a mí me siguen pareciendo más legítimos y dignos de ser que esos absurdos kilómetros de arena que se disputan los israelíes y palestinos o esas montañas de roca muerta que arden aquí y allá cada vez que a alguien se le ocurre que es hora de salir a probar los bombarderos. Con el progreso hemos ganado mucho mejores mapas pero cada vez los respetamos menos. Pensamos que ahí están, que ya no cambian más. Y entonces los damos por hechos, dejamos de mirarlos y no nos damos cuenta de que hay una sola e imperial América velando por la suerte buena o mala de sus colonias; que Europa no deja de asustarse de sí misma; que Africa es una tierra desolada; que para algunos paranoicos China vuelve a ser un Peligro Amarillo (por más que en mi mapa aparezca de color verde); que la Tierra se mueve, se rasca y que nosotros somos las pulgas o, ugh, los mocos en ese pañuelo que alguien dijo –con soberbia de cartógrafo ciego– es apenas un pañuelo.
Mirar un mapa desde afuera es mirarlo todo y, al mismo tiempo, mirarse a uno ahí adentro. Y uno siempre es diferente, único, cambiante.
Hay mapas para todo menos, por suerte, para mirarse mirando un mapa.

Rodrigo Fresán. Página 12 - Viernes 27 de Abril del 2001.

Viernes 31 de Octubre del 2003

PEDAZO DE LEVIATÁN

(...) Siempre me asombraba la rapidez con que trabajaba, su habilidad para pergeñar artículos bajo la presión de las fechas fijas, de producir tanto sin agotarse. Para Sachs no era nada escribir diez o doce páginas de una sentada, empezar y terminar todo un artículo sin levantarse ni una sola vez de la máquina. El trabajo era para él como una competición atlética, una carrera de resistencia entre su cuerpo y su mente, pero puesto que podía abatirse sobre sus pensamientos con tal concentración, pensar con tal unanimidad de propósito, las palabras siempre parecían estar a su disposición, como si hubiese encontrado un pasadizo secreto que fuera directamente de su cabeza a la yema de sus dedos. "Escribir a máquina por dinero", lo llamaba a veces, pero eso era solamente porque no podía resistir la tentación de burlarse de sí mismo. Su trabajo nunca era menos que bueno, en mi opinión, y con mucha frecuencia era brillante. Cuanto más le conocía, más me impresionaba su productividad. Yo siempre he sido lento, una persona que se angustia y lucha con cada frase, e incluso en mis mejores días no hago más que avanzar centímetro a centímetro, arrastrándome sobre el vientre como un hombre perdido en el desierto. La palabra más corta está rodeada de kilómetros de silencio para mí, y hasta cuando consigo poner esa palabra en la página, me parece que está allí como un espejismo, una partícula de duda que brilla en la arena. El idioma nunca ha sido accesible para mí de la misma forma que lo era para Sachs. Estoy separado de mis propios pensamientos por un muro, atrapado en una tierra de nadie entre el sentimiento y su articulación, y por mucho que trate de expresarme, raras veces logro algo más que un confuso tartamudeo. Sachs nunca tuvo ninguna de estas dificultades. Las palabras y las cosas se emparejaban para él, mientras que para mí se separaban continuamente, volaban en cinco direcciones diferentes. Yo paso la mayor parte de mi tiempo recogiendo los pedazos y pegándolos, pero Sachs nunca tenía que ir dando traspiés, buscando en los vertederos y los cubos de basura, preguntándose si no habrá colocado juntos los pedazos equivocados. Sus incertidumbres eran de un orden diferente, pero por muy dura que la vida se volviese para él en otro sentido, las palabras nunca fueron su problema. El acto de escribir estaba notablemente libre de dolor para él, y cuando trabajaba bien, podía escribir las palabras en la página a la misma velocidad que podía decirlas. Era un curioso talento, y como el propio Sachs apenas era consciente de él, parecía vivir en un estado de perpetua inocencia. Casi como un niño, pensaba yo a veces, como un niño prodigio jugando con sus juguetes.

Viernes 24 de Octubre del 2003

Fragmentos de "EL TIEMPO SIN LÍMITES"

Por Marcelo Cohen
(...) ¿Se puede narrar el tiempo, el tiempo como tal? Esto se pregunta Thomas Mann en La montaña mágica, antes de concluir que no, que es al revés: la narración realiza el tiempo,; lo llena, lo divide, lo hace pasar con la sucesión de las cosas, y en esto se parece a la música. La diferencia es que, si una pieza musical tiene un solo tiempo -el que "dura" su ejecución-, en el relato el tiempo del desarrollo coexiste con el de los hechos narrados. (...) Claro que el tiempo de la enunciación verbal es además un compuesto inconmensurable. Aparte de que un cuento dura una cantidad de páginas, cada lector tiene su ritmo de lectura y sus quehaceres. El escarabajo de oro se puede leer de una sentada, o a lo largo de tres noches; y de todos modos las frases están curtidas por un tiempo más, el que el escritor tardó en escribirlas. Como todos estos tiempos producen los hechos que se cuentan, y a la vez son desbordados por esos hechos, la narración entra en la vida como un compuesto nebuloso que desplaza la sólida pauta de antes y después. (...) Improvisar es componer espontáneamente; la improvisación incluye el tiempo de la memoria y se hace cargo del inconsciente, que es intemporal. (...) El relato es una sucesión de hechos realizada en el espacio de la escritura -o en la voz-. Los enemigos de las inversiones, de las tramas abiertas de la novela experimental, sostienen que el lector necesita comienzos y finales claros para que no lo mate la angustia del infinito. Pero el narrador sabe que al limitar la extensión de la historia y fabricarle un desenlace está adulterando -más si cabe- la verdad. El narrador querría una especie de tiempo que lo redimiera del espacio y la fatalidad del final. (...) El narrador traduce acontecimientos, pero no creo que uno sólo escriba lo que ha pensado; desde otro punto de vista, uno piensa lo que va escribiendo. No hablo de escritura automática, sino de una lucidez que sintetiza realidades cuando el cuerpo y el pensamiento acuerdan con las energías del lenguaje. A mí me gustaría escribir sucesos sin clímax, como las escalas acuáticas e incesantes del pianista ciego Lennie Tristano. O historias donde nunca pase lo que debía pasar, como en los solos de Lester Young. Son aspiraciones frustradas de antemano, entre otras razones porque en la literatura no hay base armónica; digamos, no hay tonalidades acabadas (como el Mi menor), y por lo tanto no hay atonalidad en sentido estricto. Cualquier intento de composición espontánea deja al narrador en ridículo. (...) El 16 de enero de 1936 por primera vez una orquesta de jazz tocó en el Carnegie Hall, uno de los santuarios neoyorkinos de la música clásica. Los muchachos de Benny Goodman hicieron una música exuberante y el público se regocijó, pero el trompetista Harry James dijo: "Nos sentíamos como putas en una iglesia". A veces pienso que el arte debería ser así, no sé si me explico.
Autor: J.E.L.
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Martes 21 de Octubre del 2003

UN HONOR INMERECIDO

LA MIRADA AIRADA DE UN EXPERTO
Un honor inmerecido

Por Harold Bloom.

La decisión de otorgar a Stephen King el premio anual de la Fundación Nacional del Libro por su "contribución distinguida a la literatura norteamericana" es otro hito del indignante proceso de entumecimiento de nuestra vida cultural. En el pasado describí a King como un escritor de novelas baratas, pero tal vez eso sea demasiado amable. No tiene nada en común con Edgar Allan Poe. Es un escritor terriblemente malo, cosa que puede comprobarse frase a frase, libro a libro.
La industria editorial cayó muy bajo al conceder a King un premio que anteriormente había otorgado a los novelistas Saul Bellow y Philip Roth y al dramaturgo Arthur Miller. Al hacerlo, lo único que se reconoce es el valor comercial de sus libros, que se venden por millones pero no hacen nada por la humanidad excepto mantener a flote el mundo editorial. Si ese va a ser el criterio en el futuro, entonces tal vez el año próximo el comité dé el premio a Danielle Steel, y seguramente el Nobel de literatura sea para J. K. Rowling.
Esto forma parte de un fenómeno sobre el que escribí hace un par de años, cuando me pidieron mi opinión sobre Rowling. Compré y leí Harry Potter y la piedra filosofal. Fue un proceso muy doloroso. La escritura era espantosa; el libro era horrible. A medida que leía, advertía que cada vez que un personaje salía a caminar, la autora escribía que el personaje "estiraba las piernas". Empecé a hacer una marca cada vez que esa frase se repetía. Sólo me detuve cuando ya había hecho varias decenas de marcas. No lo podía creer. Rowling tiene la mente tan llena de clisés y metáforas muertas, que no sabe escribir de otra forma.
Cuando escribí eso en un diario, me criticaron. Me dijeron que J. K. Rowling es lo único que leen ahora los chicos y me preguntaron si, después de todo, no era mejor eso que no leer nada. Si Rowling es lo que hace falta para que abran un libro, ¿no es algo positivo? No lo es. Poco después leí una elogiosa reseña de Harry Potter del propio Stephen King. Había escrito algo del tenor de: "Si los chicos leen Harry Potter a los once o doce años, cuando crezcan van a leer a Stephen King". Y no estaba ironizando.
Nuestra literatura y nuestra cultura se van entumeciendo, y las causas son muy complejas. Tengo 73 años. En el curso de una vida dedicada a la enseñanza de la literatura en lengua inglesa, vi cómo se iban degradando los estudios literarios. Es muy poco lo que queda de las humanidades. Mi asistente de investigación me dijo hace dos años que en cierto seminario, el docente había dedicado dos horas a decir que Walt Whitman era racista. Eso no es ni siquiera un desatino ingenioso. Es intolerable.
Empecé mi carrera enseñando a los poetas románticos. En la década de 1950 y principios de los años 60 se entendía que los grandes poetas románticos eran P. B. Shelley, William Wordsworth, Lord Byron, John Keats, William Blake, Samuel Taylor Coleridge. Hoy, sin embargo, son Felicia Hemans, Charlotte Smith, Laetitia Landon y otras que no saben escribir. En muchos programas se enseña a Aphra Behn, una dramaturga de cuarta línea, en lugar de a Shakespeare.
Hace poco, en el funeral de mi viejo amigo Thomas M. Green, de Yale, tal vez el profesor de literatura renacentista más destacado de su generación, dije: "Temo que algo muy valioso haya terminado para siempre". En la actualidad hay cuatro novelistas norteamericanos que siguen trabajando y merecen nuestro elogio. Thomas Pynchon sigue escribiendo. También está Cormac McCarthy, cuya novela Blood Meridian es comparable a Moby Dick, de Melville, y Don DeLillo. A pesar de ello, el premio de este año recae en King. Es un terrible error.

© Los Angeles Times y Clarín. Traducción de Cecilia Beltramo

Martes 16 de Septiembre del 2003

CITAS FRAGMENTARIAS -Cuarta y Última Entrega-

(de BRADBURY)
(...)

Esa es la vida de Bradbury: un ir y venir de pasiones literarias, algunas compartidas, algunas propias; un largo y fervoroso diálogo con él mismo que desde joven se tomó el hábito de volcar (él diría "vomitar") sobre el papel.
(...)
¿Sigue sintiendo aversión a la tecnología?
Nos están bombardeando con toda clase de máquinas: TV, email, radio, teléfonos, celulares. Estamos obsesionados con estos aparatos que la mayor parte del tiempo no necesitamos. Yo le pregunto a la gente: "¿Para qué vas a usar esto?" ¡Basta! El otro día me subo al avión para ir a Nueva York, y el tipo que se me sienta al lado abre su laptop. Entonces yo le dije: "Por Dios, dejá esa cosa. Necesitás dos o tres horas lejos de toda esa porquería". Otra vez, veo antes de subir al avión a dos hombres que están hablando entre ellos, muy ocupados, celulares en mano. Al subir, uno de los dos me pide si no le cambio mi asiento para sentarse con su amigo. Y yo le dije: "No, no lo voy a hacer. Ustedes necesitan una vacación uno del otro. ¡Vamos, relájense, duerman un poco!" El hombre estaba furioso, pero durante el viaje durmió. Al bajar del avión me dio las gracias.
¿Será que usted puede evitar usar una computadora porque casi no corrige?
En parte. Pero además esos aparatos son ineficientes. Se equivocan. Una vez me regalaron una computadora, y el teclado era tan sensible que cuando lo toqué se disparó rrrrrrr. Lo aguanté un tiempo y dije: "Yo no me equivoco con mi máquina de escribir, ¿por qué me tengo que aguantar esto?" Y la regalé. Además no me gustan las pantallas, me gusta el papel y la tinta. Es más personal.
(...)
En Farenheit, los personajes terminan memorizando los libros para salvarlos del incendio. ¿Qué libro salvaría usted?
(Piensa...) A todos los prefacios de G.B. Shaw, reunidos. Son tan fascinantes como sus obras o más. Él era un charlatán compulsivo, un coleccionista de ideas, y tenía maravillosos debates con G.K. Chesterton en los años 20. Me hubiera encantado estar ahí. Y además, si yo los recitara, la gente pensaría que soy inteligente.
(...)
Siempre le advierto a la gente que no miren los noticieros: son puro funerales y hambruna.
Pero todas esas cosas ocurren...
Pero no se puede contar sólo eso. También hay buenas noticias todos los días. Deberían ir a los aeropuertos y las estaciones de tren y ver la felicidad. Me encanta ver cómo la gente viene y se va, con lágrimas de felicidad, o de tristeza por tener que separarse. Hace unos años hice un largo viaje en tren, y al bajar en una estación vi a dos jóvenes recién casados, y a los padres de ella que estaban ahí para despedirlos. La pareja se iba, se independizaba. Todos lloraban. Y yo los miré y lloré también. Hace unos años estaba en el aeropuerto de Denver y llegó una enorme familia de la India, con todas las mujeres vestidas con esos maravillosos saris y los hombres en hermosos trajes, y pasaron como un barco por delante de mi vista. Los miré y me dije: "¡Qué hermosos que son, mi Dios! ¿Sabrán lo hermosos que son?". Estas cosas jamás salen por tevé.
(...)
¿Cree que existe el Cielo?
A todos nos gustaría, ¿no? Si uno tiene grandes amores en su vida, no quiere pensar en no volver a verlos nunca más. Siempre albergamos una pequeña esperanza. Pero realmente no sabemos.
¿Va a la iglesia?
No necesito una iglesia. Tengo una iglesia, soy el cura, soy el obispo, soy el Papa.
Pero si existiese el Cielo, ¿cómo lo imagina?
Con mis hijas, mi esposa y mis amigos. Sería igual. Claro, si pudiera conocer a Shaw y a Shakespeare ya que estoy ahí, sería muy feliz.
Shaw también escribió hasta muy grande, ¿no?
Sí, tenía 97 cuando Dios le dio por la cabeza con un bate de béisbol. Si yo sigo escribiendo a los 90 como Shaw, voy a estar muy satisfecho.
(...)
¿Se arrepiente de alguno de sus libros?
De ninguno. Uno tiene que respetar a la persona que fue, quienquiera que haya sido. Hay que dejar a esa persona tranquila: hizo lo que pudo, y eso no se debe corregir. Todos mis libros me representan en distintas etapas de mi vida.
Con todo lo que sabemos hoy de Marte, ¿escribiría de otra manera sus Crónicas Marcianas?
No. Yo escribo mitos. No importa lo que Marte resulte ser, de hecho es un planeta muy inhóspito. No hay vida allí en este momento. Nosotros lo habitaremos. Pero mis historias llegarán y serán leídas en Marte a la noche muy tarde, por personas que quieren imaginar que afuera de las paredes de su comunidad marciana, mi Marte existe. Cuando el viento sople a la noche, mis fantasmas volverán a vivir, dentro de cientos de años. Pensarán: "Bueno, quizás este no sea el Marte verdadero, pero me gusta más el Marte de Ray, así que me voy a llevar Crónicas Marcianas a Marte, y lo voy a leer allí." Esto me hace sentir sensacional.

(...)

Autor: J.E.L.
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Sábado 13 de Septiembre del 2003

CITAS FRAGMENTARIAS -Tercera Entrega-

(de COZARINSKY)
(...)

Creo que llega un momento de la vida en que lo único que tenés para seguir adelante es lo que has vivido. Y que no inventás nada. Todo lo que escribís lo has vivido, lo has conocido, si no te pasó a vos, ha pasado a tu lado o a gente que conocés, que odiabas o que querías, poco importa, pero has estado cerca de esas experiencias y vas acumulando todo eso. Y llega un momento en que lo vas descargando. Si tenés un poco de exigencia, tratás de darle una forma que sea interesante para otra gente, si no es el vómito, y le pagás al psicoanalista para que lo oiga. Pero creo que llega un momento de tu vida en que el único capital que uno tiene es el pasado.
(...)
Es una cuestión epistemológica, creo que seguramente se puede llegar a una verdad, no a "la" verdad sino a una verdad de alcances limitados, de validez más limitada aún. Por eso no niego la posibilidad de que alguien llegue a una verdad. Veo las cosas como una serie de intrigas, de acertijos, de enigmas que proponen sucesivas esfinges con las que nos encontramos a lo largo de la vida. Y las respuestas que vamos dando a veces aciertan, a veces no.
(...)
Generalmente el detective termina descubriendo menos sobre la realidad que sobre sí mismo. Hace una investigación sobre hechos exteriores a él, sobre el mundo objetivo y, si alguna verdad encuentra, suele ser una verdad sobre sí mismo.
(...)
Y después la gente, la capacidad de superar el malhumor, las dificultades e incluso la propensión a rezongar, a quejarse todo el día. De pronto, gente que tiene tres empleos por día para sobrevivir está disponible para salir a la noche y quedarse charlando con uno hasta muy tarde en un café, sin que sea necesario prever ese encuentro quince días antes. Hay en ese sentido una especie de mezcla, en el mejor sentido, de disponibilidad, de curiosidad y de facilidad de la gente para entrar en contacto que es fascinante. Es algo más fuerte que todo lo que puede ser negativo, que proviene de la situación social, económica, etcétera.

(...)

Autor: J.E.L.
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Miércoles 10 de Septiembre del 2003

CITAS FRAGMENTARIAS -Segunda Entrega-

(de MATRIX)
(...)

04 - Sábado 28 de Junio del 2003.
Con demasiada frecuencia me pregunto si puedo creer en el amor a primera vista. Y generalmente no sé cómo contestarme. Tal vez, conocer a una persona así, de golpe, sólo implique sentirse atraído por su belleza física. Es lo más normal, y a la vez lo más natural.
Sin embargo, hay algo que lleva todo más allá. Me refiero a los detalles que surgen en una charla. En apariencia trivial, genera puntos de contacto en común. Gustos y opiniones. A veces, también podés encontrar diferencias. Y es ahí cuando se vuelve más interesante descubrir a esa mujer.
Una postal de La Cigale, y en el dorso, Patricia escribió, la primera noche que la vi, anoche:
"Acción y Reacción / Bs. As. = Noche / Causa y Efecto / Los sonidos vienen del alma, no de la voz. Por eso son pocos los que me escuchan, aunque todos me oyen."
Y yo, en una postal similar, me limité a escribir:
Patricia, acordate de una noche húmeda en Bs. As.
Quisimos sintetizar todo, creo yo. La noche de Buenos Aires que compartimos, y la llovizna húmeda que caía. Y también...
También creí tener un destello de su alma, en sus ojos. Como un ángel negro que me hechizara para siempre.

(...)

Martes 09 de Septiembre del 2003

CITAS FRAGMENTARIAS (Primera Entrega)

(de GOLLUM)
(...)

LOS NOVIOS

"La primera aparición increíble que encontré en las narraciones del plebeyo fue la de los novios. Los novios, ¿cómo definirlos? Hemos escuchado miles de historias sobre los novios, algunas buenas, algunas malas. Todas ellas refieren a seres que rondan en torno a hermosas doncellas, aunque algunas veces aparecen mencionados también muchachos poco valientes. Se dice que es natural que las niñas tengan un novio a su lado, aunque también se ha oído de lo terrible que es eso, tanto en boca de hombres como de mujeres, de ancianos y de ancianas, de niños y de niñas. Pues bien, la biografía era, en este sentido, sumamente clara y no dejaba lugar a la duda. El biografiado, o autobiografiado, aparentaba tener un preciso conocimiento de dichas alimañas; es más, se podría decir que tenía forma de verlos o de identificarlos, o de sentir su presencia. Según lo que se desprende del análisis de sus historias, los novios son unas criaturas que, por su accionar y su maldad, pueden compararse a los gremlins, a los duendes o a los geniecillos malvados. Por su materialidad, podría decirse que son criaturas etéreas o fantasmagóricas, en cualquier caso invisibles, que se apoderan de la conciencia de jóvenes bellas e inteligentes. No es extraño que, hoy por hoy, casi todas las jóvenes bellas e inteligentes estén asediadas por esas inmundas creaciones del Averno.
"No me pregunten por qué sólo ellas -hasta donde sé- son víctimas de estos seres. Como bien sabrán todos ustedes, la mitología es así: algunos demonios prefieren a las vírgenes, otros a los nacidos en días pares, algunos los quieren dóciles y estúpidos, y algún otro los querrá a todos. Por mi parte, nunca he sido víctima de un novio ni creo que lo vaya a ser.
"Estimo que los novios -y aquí mi escepticismo me condenó a no considerar durante mucho tiempo otras pruebas que había tenido a la vista- actúan a modo de consejeros. Por decirlo de manera gráfica, se parecen al diablo y el angelito de los dibujitos animados, pero sin el angelito. Se diría incluso que poseen un control a distancia, es decir, que pueden controlar la mente de la víctima aún a varios kilómetros de separación. Déjeseme ilustrar el asunto con un ejemplo extraído de la maravillosa biografía que les mencioné, fechado como 'sábado 25'.
"En la biografía se describe una situación cualquiera, típica de una fiesta. El protagonista de la biografía (ni joven, ni bello, ni inteligente, ni mujer) da vueltas en busca de algo divertido que hacer para darle un poco de sentido a la trasnochada. De pronto, en ese errático deambular, se topa con los ojos verdes más hermosos que ha visto en su vida: a partir de allí, todo lo que rodea esos ojos será también precioso, desde los rulos castaños, los labios delgados y rosados, el rostro sin maquillaje, cualquier cosa. El protagonista se acerca con la obligación autoimpuesta de conocer a la dueña de esos ojos: se para junto a ella y busca la primer excusa que se cruce en su camino para entablar una conversación. Por ejemplo, por cierto gesto (el ceño fruncido) y por la posición en la habitación (alejada de los parlantes) nuestro héroe (el protagonista) se percata de que a los ojos verdes les molesta el volumen de la música. Entonces suelta al pasar:
"-Es insoportable tanto ruido, ¿no?
"-Un poco. No es mala música, pero está un poco fuerte... -dice ella.
"¡Objetivo conseguido! Al menos eso cree el biografiado que, siguiendo la perspectiva pesimista, se esperaba un "Mmmsé...", seco, duro, tajante. Pero no, ella responde y deja abierta la puerta para que el valiente y aburrido deambulador de fiestas meta otro bocadillo:
"-Sí, eso es cierto. Yo acepté venir a esta fiesta por mi amigo y porque sabía que iban a pasar buena música, si no...
"-La verdad, yo no tenía idea de que fueran a pasar estos temas. En realidad vine porque mi novio dijo, y...
"¡Maldición! ¡Apareció! La inmunda criatura se hace presente en el preciso momento en que el héroe se disponía a acomodarse vaya a saber uno contra qué repisa o mueble, con toda la intención de conversar largo y tendido el tiempo que hiciera falta para atravesar la profundidad de esos ojos verdes. Pero no, no y no, el mitológico ser aparece en toda su dimensión aconsejando a la joven bella e inteligente. Y lo que es peor, se delata, se denuncia, se hace nombrar. El héroe se queda petrificado y sin tema de conversación, y de inmediato se siente un imbécil de primera. El geniecillo malvado está allí presente y ya nada podrá ser de la forma en que lo había previsto. El novio se encargará de que todo salga mal.
"-Ah... -atina a balbucear el héroe.
"Ella, haciéndose la desentendida respecto de las oscuras intenciones de nuestro protagonista, sigue conversando como si nada. Pero, para esa altura, el trasnochado aburrido descubre que las palabras que ella pronuncia las dicta el mismísimo malvado geniecillo, a saber:
"-¿Así que vos lo conocés a Juancho? (Juancho es el anfitrión, se sobreentiende).
"-Sí -contesta el héroe con toda la sequedad, dureza y frialdad que no le habría tolerado a ella. Y después, consciente de ese error, agrega -De la primaria. Fuimos a la escuela juntos.
"-Nosotros lo conocimos en el secundario -dice ella.
"'¿Nosotros?', se pregunta el héroe. '¿Nosotros qué? ¿Así que son uno para el otro?'. Y uno se da cuenta de que el protagonista comprende que el malvado geniecillo, denunciado públicamente por la boca de la bella doncella, tiene el tupé de desenmascararse y hablar en nombre de los dos. Y que posee control sobre ella desde el secundario. El protagonista, resignado, hace como que ve a un conocido en la otra punta del salón, se disculpa y se aleja dejando atrás a los ojos verdes más hermosos que ha visto en su vida".

(...)

Jueves 17 de Julio del 2003

DE LA NATURALEZA INTERESADA DE LA BELLEZA

(Hipótesis no falseada)

Miren lo que se encuentra uno por ahí...

(...)
La publicación del reciente libro de Rodolfo Martínez Aranda, catedrático en Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, revela aspectos importantes del comportamiento humano que, a la vez que polémicos, traducen verdades silenciosas en hipótesis científicas.

El trabajo, titulado Mundo de quimeras, incluye un interesante capítulo que ha dado en llamar provocativamente “La belleza de los pijos” [pijo es el término con el que los españoles designan a los miembros de las clases media-alta y alta; el equivalente argentino es “concheto”]. En él se expone una de las tesis más arriesgadas y conflictivas de todo el volumen, a la vez que pone de manifiesto los más bajos instintos humanos: según Martínez Aranda, “existe una mayor probabilidad de encontrar personas bellas entre las clases altas y medias-altas; ello no se debe tanto a razones étnicas, a la buena alimentación, o al dinero y tiempo invertidos en el cuidado del cuerpo, sino al mero comportamiento rastrero e interesado de las clases inferiores”.

Precisamente, la idea de Martínez Aranda, que ya ha hecho estallar la polémica en España y ha comenzado a cruzar el Atlántico, puede esquematizarse de la siguiente manera: la belleza, en principio, es azarosa y puede tocarle al más rico ciudadano ario como al último paria de la India; sin embargo, atraídos por el dinero, los ejemplares bellos de las clases bajas (en todas aquellas sociedades en que les sea permitido) intentarán contraer enlace con los miembros de las clases pudientes, ofreciendo a cambio de las riquezas el único capital del que disponen: la apariencia. Así, con el tiempo, el grupo de “los ricos” va depurándose de feos y reclutando genes bellos, por lo que la unión entre pudientes también da como resultado hijos hermosos.

Las respuestas no tardaron en hacerse oír. Gonzalo Huerta del Pozo, experto en medicina genética, arremete contra las tesis de Martínez Aranda: “Aún no se han identificado genes vinculados con la belleza, por lo que no es posible afirmar que se impongan a otros genes de fealdad”. Josep Puyol, psicólogo vinculado como asesor externo al Proyecto Genoma Humano, no descarta del todo la veracidad de los polémicos argumentos, aunque matiza sentenciando que “lo de Martínez Aranda es apenas una intuición inteligente. Pero lo cierto es que ya era hora de desenmascarar el comercio de belleza por dinero: enhorabuena a él por eso”.

Marcelo Giacometti, sociólogo argentino de la Universidad de Buenos Aires, se opone totalmente a las explicaciones de su colega español: “Ni siquiera está tan claro que haya más proporción de personas hermosas entre la clase dominante; y si así fuera, habría de buscarse la explicación en las eternas igualdades del capitalismo, ya sean éstas desigualdades económicas, culturales o estéticas”. El psicoanalista Daniel Goldemberg, en cambio, adhiere por completo a los postulados de Martínez Aranda y aporta elementos: “El rico feo logra imponerse al pobre feo rodeándose de símbolos sexuales materialistas como automóviles, relojes o prendas de vestir, lo que incrementa las posibilidades de activar pulsiones en el sexo opuesto (o en el mismo sexo, según sea el caso); no es sólo el interés por el dinero, sino también el dinero como factor erótico lo que promueve la unión de pobres hermosos/as con los ricos”.

Fuera de los círculos intelectuales, “La belleza de los pijos” ha provocado reacciones aún más diversas. El Sindicato de Trabajadores de la Moda, por ejemplo, ha emitido un comunicado por el que “rechaza en todos sus términos las acusaciones de que belleza e intereses materiales van de la mano” y que “las personas bellas no son sólo una cara bonita sino, ante todo, seres humanos”. Por su parte, la Federación de Enanos y la Asociación de Fenómenos de Feria han alertado contra la vinculación entre fealdad y pobreza que pudiera derivarse de los dichos de Martínez Aranda, agregando como nota curiosa que “muchos de entre nosotros han nacido en las mejores familias de España”. El líder de los fenómenos de feria, Pedro J. Rodríguez, fue más allá y contó entre risas: “Aunque algunos de los nuestros tienen sus buenas fortunas y herencias garantizadas, no hay forma de casarlos”.

Desde las ONGs que luchan contra la discriminación, por su parte, ya se han tomado medidas. La plataforma “¡Igualdad total!” ha promovido un boicot contra la obra de Martínez Aranda por considerar que “falsea la realidad, se motiva en prejuicios y fomenta la discriminación”. La polémica está servida. Ahora, como comentan los partidarios de “La belleza...”, es hora de que cada uno se lance al trabajo de campo.

Mundo de quimeras (2003, Paidós). 446 páginas. 17,59 euros.

Martes 24 de Junio del 2003

BOMBARDEEN BUENOS AIRES (Parte 2)

Hete acá el cierre del artículo de Marcelo Cohen:

Las grandes estrellas del país ya no son los actores, ni las vedettes, ni los Premios Nobel, ni los cantantes peinados con spray. La primera plana del cartel la ocupan los periodistas. En un medio donde la "palabra fluída" es un valor adorado con prescindencia del sentido, las labores del poeta declinan en expresiones como "hacer verso", en tanto el periodista se dignifica en la misión de "servir a la verdad". Versátiles, nuestros hombres de prensa visten alternativamente las ropas del sentido común, la indignación, la franqueza o la reflexión, y pretenden ser, no el molde de la opinión pública, sino su encarnación. Algunos, se ve, están convencidos de ser voceros de algo o alguien en lugar de especialistas en fabricar realidad. El malentendido estriba en la suposición, ilusoria, de que lo comunicado en la noticia -que siempre se comenta, por otra parte- es la vida misma. Se olvida, por supuesto, que el lenguaje periodístico, como cualquier lenguaje, instaura una realidad, que es reducción o recorte en el cual están ausentes gruesas zonas de lo que se vive. De la presunción de poseer el espejo del mundo, no obstante, provienen la arrogancia y el prestigio de muchísimos informadores. Y bueno; la inclinación de nuestra sociedad a que le mientan es compulsiva, siempre y cuando la mentira tenga buen aspecto. Consecuencias: veletismo y un aire crecientemente arbitrario en los mass media, siempre revestido de simpatía. Más aún: el programa informativo cobra características de show. En un extremo, los badulaques del noticiero de canal 9 intercalan chistes entre violaciones y bombardeos, como si estuvieran presentando un festival a beneficio. En el otro, el joven reportero de un semanario conquista más mujeres que el cantautor de protesta. Los periodistas están en posesión de la verdad lisa y llana, algo cuyas acciones han experimentado un alza violenta, y el poder que obtienen de esto -no importa el monto personal- les concede un aura canónica y festiva.

La pregunta que me surge tras la lectura de un artículo escrito hace quince años es cuánto poder de observación seríamos capaces de desplegar nosotros, webloggers, en nuestros pequeños globos terráqueos particulares.
Extrañarnos de nuestros lugares, comenzar a mirar la ciudad y sus habitantes con ojos de exranjero, extraño, diferente, exiliado, marginado. Algo muy interesante es lo que hizo Mini-D, cuando vino a Baires, no hace mucho. Lo que me gustaría proponer es que, de una forma u otra, empecemos a construir nuestra porción de verdad sobre la ciudad. Que busquemos aquellos personajes que, de tan comunes, ocultan su verdadera dimensión a la mirada del ciudadano medio. Obviamente, podrán decirme que es eso lo que hacemos en la blogósfera. Bien, yo contesto: potenciémoslo todavía más. Exprimamos la neurona a fin de dar la más personal, asombrosa e inexacta visión de los sucesos que envuelven nuestra cotidianeidad. Los lectores, sean de la época que sean, seguramente estarán agradecidos.

Lunes 23 de Junio del 2003

BOMBARDEEN BUENOS AIRES (Parte 1)

Me siento obligado a citar textualmente un extracto de Ocho millones de actores vocacionales, agudísimo retrato de la ciudad de Buenos Aires. Su autor es Marcelo Cohen. Excelente traductor de Scott Fitzgerald y Purdy, en el '76 emigró a España. Una década después, repatriado momentáneamente, trató de comprender los cambios y las continuidades que tenían lugar en la ciudad y sus habitantes.
Por supuesto, el artículo es bastante más extenso, y aparece completo en "El Nuevo Periodismo", revista Punto y Aparte de Montevideo, número 17, de Diciembre de 1988. Con un poco de suerte, supongo que podrá conseguirse en alguna buena hemeroteca.
En realidad, los dos últimos tópicos tratados por Cohen son los que más me llamaron la atención. El primero es el de las mujeres argentinas en general y porteñas en particular. El segundo, hace referencia a los periodistas. Hoy, me gustaría mostrarles las palabras que se refieren al primero:

Buenos Aires es una de las mayores aglomeraciones mundiales de mujeres hermosas. Morenas de ojos claros, indias espigadas, pelirrojas de pómulos salientes. Esta belleza, con todo, se diluye bajo la parafernalia destinada a exaltarla. Los apósitos multiplican la artificialidad. Dan miedo, en el fondo. Por otra parte, la liberada mujer argentina, moderna y pispireta, está obligada a vestir una ropa comparada con la cual el corset victoriano parece un ensueño de comodidad. El pantalón ajustado hasta el jadeo no sólo es cruel con el hombre que mira al pasar; tal vez sea el pasaporte a la escoliosis, cuando no a la insensibilidad clitoridiana. La futura enfermedad social femenina será el síndrome del culo parado. La víctima, claro, a la altura del victimario. Hay en esto algo más que una cuestión de gustos. Cada mujer que ofrenda su trasero a la mirada pánica está redimiendo a un machito atosigado por el miedo a "perder el invicto". Por lo común, este miedo se expía en frases hechas: no parece que haya otra lengua popular en la cual tener suerte se exprese como "tener culo" y la amenaza más severa al rival sea la de "romperle el orto". Sin embargo, las mujeres no tienen culo sino "cola", "colita", "pavito". Putas, sí, pero vírgenes en lo más resbaloso. Una cola se puede pisar, pero perforarla es más complicado. En todo caso, siempre le queda al varón la posibilidad de comérselas, a las mujeres. Véase si no la variedad de símiles alimenticios: churro, bombón, cachito de pan, sólo en los últimos años reemplazados por la metáfora animal: potra, yegua, loba, etc...
... ¿Conocen un retrato más acertado del femenino ser nacional modelo '88 y de cómo los "caballeros" solían tratarlas? Aquellos y aquellas de más edad, con algo más de vida en sus espaldas, ¿cómo vivieron esos años de la "liberación democrática"?

*Pronto, el segundo tópico.

Miércoles 09 de Abril del 2003

MUERTE EN EL FRENTE

LA GUERRA: ES LA BASE DE UNOS TRESCIENTOS ENVIADOS ESPECIALES Bagdad: un tanque aliado atacó el hotel de la prensa Murieron dos periodistas y hay tres heridos. EE.UU. alegó que respondió fuego enemigo, lo que fue negado por los corresponsales. Horas antes, había caído un camarógrafo en otro ataque a Al Jazeera.
Por Gustavo Sierra, enviado especial de Clarín a Irak. Escribo la nota más triste de mi vida. Acabo de ver morir al gallego Couso. El cámara de Telecinco de Madrid. Luchó hasta el final. Salió de tres paros respiratorios. Pero al final se fue. Se fue con el ucraniano Taras Protsyuk, otro camarógrafo, de Reuters, y el jordano Tarek Ayub, de la cadena de televisión árabe Al Jazeera. Los tres murieron ayer cubriendo la guerra más sangrienta para los periodistas en toda la historia. Hubo además tres colegas heridos. En 20 días de conflicto, cayeron once reporteros.

José Couso estaba en el balcón de la habitación 1402 del hotel Palestine, grabando la ofensiva aliada sobre el centro de Bagdad cuando fue alcanzado de pleno por la metralla. Un piso arriba estaba Protsyuk, quien murió poco después. Cayó contra los vidrios de la ventana, con la cabeza destrozada. A Ayub lo habían matado en otro lugar, en la casa desde donde transmitía la cadena de Qatar y que estaba justo entre los dos puentes del centro que se disputaron durante toda la mañana los tanques estadounidenses y los milicianos iraquíes.

José grababa desde el piso 14 el avance de dos tanques estadounidenses Bradley en el puente de Al Yamuría, a unas 15 cuadras del hotel. Dentro de la habitación estaba reportando para la radio de la RAI italiana Ferdinando Pellegrini. En la otra habitación escribía Jon Sistiaga, el reportero de Telecinco.

Eran más o menos las doce del mediodía. Veníamos siguiendo una batalla espectacular desde hacía cuatro horas. Los aviones A-10 Thunderbold cruzaban a una velocidad increíble y se descolgaban cayendo en picada y largando sus misiles sobre las posiciones iraquíes. Los tanques escupían fuego de una punta a la otra del puente. Los helicópteros Apache sobrevolaban los barrios del sur y lanzaban misiles. Se escuchaban las baterías antiaéreas iraquíes, aunque con menor intensidad.

En nuestra habitación, la 1602, Jorge, el camarógrafo de la cadena mexicana Televisa, que estaba en la misma posición en el balcón que da al Occidente, había dejado en ese momento la cámara y entró al cuarto. Olga Rodríguez, de Radio Ser, estaba también en el balcón y se dio vuelta al escuchar que sonaba su teléfono. En el living había varios italianos, portugueses y mexicanos. En el balcón de atrás filmaba Fernando, de la española Antena 3. Yo estaba en el otro cuarto preparándome para grabar un video para Clarín Digital.

En el piso intermedio, en la habitación 1502, estaban los camarógrafos de Reuters. Allí había otras cinco o seis personas trabajando. Las explosiones se escuchaban lejos. Había en ese momento una tregua. Los aviones pasaban rasantes y parecía que ya no tenían blancos a los que tirar.

Fue en ese momento cuando vino el boooooooommmmm impresionante, terrorífico. La bomba que veíamos desde días que caía sobre tanta otra gente, esta vez estaba sobre nosotros. El golpe me hizo tambalear. Miré los vidrios de la ventana porque me pareció que habían estallado. Estaba escuchando la caída de los vidrios del otro cuarto y de los pisos de abajo. Vi pasar a Jorge corriendo y gritando "¡Hay que bajar. Hay que bajar!". Tuve un instante de duda. No sabía si apagar la computadora o agarrar el satelital, pero el instinto de supervivencia me llevó corriendo con todos los otros.

Vi cómo las chicas productoras de Antena 3 corrían desesperadas y agarradas de la mano. Todos empezamos a bajar por la escalera. Alguien que venía de más arriba y pegaba unos saltos de a cuatro escalones a la vez, me pasó por encima. Trataba de ver que todos estuvieran ahí bajando, que nadie hubiera estado herido o se hubiera quedado sin saber qué hacer.

En el piso 15 vi al italiano Ferdinando que gritaba. Le dije "¡Bajá, bajá!" en mi porteño más clásico. El no me entendió y yo no le entendí a él. Estaba pidiendo ayuda. En el cuarto de él estaba José Couso tirado en un charco de sangre, con una pierna partida en varios pedazos y el fémur al aire. Le entendió Rafael de TVN de Chile. Corrió con él y encontró a Jon Sistiaga tratando de taparle la pierna a José con una sábana. Gritaban pidiendo un médico en varios idiomas. Cuando vieron que nadie los ayudaría, agarraron el colchón donde estaba tirado José y salieron corriendo para el ascensor. En el primero que se abrió no pudieron meterlo porque ya estaban sacando al ucraniano Protsyuk y a otros dos periodistas que tenían heridas más leves.

Cuando llegamos abajo, después de correr los 16 pisos, ya había decenas de colegas filmando y tratando de saber lo que había pasado. Muchos estaban en vivo en ese momento. La tragedia llegaba en tiempo real a buena parte del mundo.

Vi pasar a Jon y a otras personas que ya lo ayudaban a cargar a José. "Es Couso, es Couso", gritaba otro compañero español. "¿Quién más cayó?", preguntó alguien. "Vi a cuatro heridos". "Hay mucha sangre". "¿Dónde está Eduardo?" "¿Dónde está Ferdinando?", se escuchaba decir casi al mismo tiempo.

Salí corriendo para ver desde abajo lo que había sucedido y descubrí que el balcón donde habíamos estado toda la mañana siguiendo la batalla, estaba todo agujereado. Se veían grandes pedazos desprendidos de concreto. Lo mismo en los dos pisos más abajo. Del otro lado, del que estaba José, los balcones estaban destrozados. Los agujeros se veían sobre las paredes, las barandas y las ventanas de los costados. Cuando subí, más tarde, los vi llenos de vidrios y pedazos de cemento y hierros retorcidos. El de Reuters y el de Telecinco estaban llenos de sangre. El nuestro estaba inundado porque Jousit Asker, el chofer de Sky News de Inglaterra, que había visto cómo se prendía fuego la cámara de Televisa, había forzado la puerta para apagar el incendio.

Couso ya estaba rumbo al hospital. Lo llevaban Jon y Jorge, el mexicano. Dicen que José ni siquiera se quejaba, que les preguntaba todo el tiempo qué les había pasado y que preguntó por sus hijos. Sólo pidió que le mantuvieran la cabeza levantada.

El ucraniano Proysyuk ya había muerto. Llevaron el cadáver al hospital en una camioneta que salió lenta. El conductor sabía que no había nada por qué correr. A los otros heridos los cargaron en autos. No se los veía muy graves.

Fue cuando nos aflojamos y empezamos a llorar, a gritar y a maldecir a todos los hacedores de la guerra. Se me acercaron varias cámaras y me preguntaron de dónde habían venido los disparos. Les dije que no sabía, que me parecía que provenían de detrás de unos edificios cruzando la avenida Sadoun, pero que no tenía idea de lo que había pasado, más allá de que habíamos recibido unos impactos muy fuertes. Se me acercó Udai, el jefe de la oficina de propaganda y censura del régimen iraquí y me increpó delante de todos porque no culpaba directamente a los estadounidenses. No sabía ni siquiera de qué me estaba hablando. Un colega inglés se me acercó y me sacó del lugar. "No les contestes, están locos", me dijo. Un rato más tarde, apareció alguien diciendo que el Pentágono había admitido que uno de los tanques, en el puente, había disparado al hotel porque desde el edificio habían recibido fuego de francotiradores.

En el Palestine hay 300 periodistas desde hace veinte días y ninguno de nosotros jamás vio a nadie armado fuera del lobby del hotel y nunca se vio ninguna evidencia de que desde allí pudieran estar operando algunos milicianos y mucho menos soldados del ejército iraquí. Además, si estaban en el techo ¿para qué dispararon a los pisos 14, 15 y 16, bastante más debajo de la terraza a la que se accede desde el piso 20?

Cuando llegué al hospital, tras hablar con mi familia, con Marcelo Cantelmi, mi editor, con nuestro corresponsal en Roma, Julio Algañaraz y con Magdalena, en Radio Mitre, José había salido de la operación. Le habían amputado la pierna derecha, pero estaba estable. Estábamos fuera de la sala de operaciones y podíamos ver por una ventana. De pronto empiezan a correr los médicos y las enfermeras. José estaba teniendo un paro. Unos minutos después, salió una enfermera y dijo que las cosas no estaban bien. Veíamos a los médicos haciéndole respiración y golpeando el pecho muy fuerte. Otra enfermera nos sacó unos metros del lugar. Y vimos salir a los médicos. Le dijeron a Jon que lo sentían mucho que habían luchado hasta el final y el jefe se puso a llorar con nosotros. Eramos cinco o seis hispanos en el medio del pasillo llorando por José. Rodeados por decenas de iraquíes que estaban en la misma situación. Los heridos y los muertos no habían dejado de entrar en ningún momento.

Cuando salimos llegaron otros dos autos llenos de heridos y muertos. Una mujer gritaba como loca. El que parecía su marido y quien podría ser un hijo estaban muertos y sus cuerpos destrozados.

Traté de quedarme con la imagen más feliz de José, la de hace dos noches, cuando no podía parar de reír mientras cantábamos una canción mexicana a la que Fernando, de Antena 3, le había cambiado la letra. Era un gallego, hecho y derecho. Tenía una cara redonda y cejas gruesas, pero su contextura era pequeña. Tenía el pelo cortado casi al ras y unas patillas muy modernas que terminaban en punta casi en el medio del pómulo. Era un tipo fino. Fumaba de una manera bastante particular. Tomaba el cigarrillo con los dos dedos y no entre los dedos como casi todo el mundo. Le encantaba el tequila. Se divertía mucho con los latinoamericanos. Nuestros modismos, y muy en particular los de los mexicanos, lo hacían reír con la boca abierta y amplia. Le aparecía una cara casi de un payaso que transmitía felicidad.

Tenía 37 años y dos hijos. Cuando hablaba de su mujer decía "mi chica". Se llevaba perfectamente bien con su compañero Jon. Y cuando nos reuníamos cada noche los 20 o 30 periodistas hispano-luso-italianos en la "cantina mexicana" (nuestra habitación) o en la "taberna española" (la habitación de Antena 3) él siempre llegaba con alguna botellita bajo el brazo y con la mejor de las sonrisas me palmeaba o me daba un beso y me decía "¡Qué dices, argentino!". Nos hacía felices.

Lo despedimos al caer la tarde. A alguien se le ocurrió y los 300 periodistas nos reunimos en el jardín del hotel desde donde transmiten en vivo las cadenas internacionales de TV. Fuimos con velas y, en el medio de un mutismo absoluto, las prendimos y guardamos varios minutos de silencio. Después, las pusimos arriba de una tabla y las dejamos ahí hasta que el viento las fue apagando. Ni una bomba, ni un avión, ni un ruido. José se había ido y Bagdad lo despedía con una tregua.