Lunes 23 de Junio del 2003

BOMBARDEEN BUENOS AIRES (Parte 1)

Me siento obligado a citar textualmente un extracto de Ocho millones de actores vocacionales, agudísimo retrato de la ciudad de Buenos Aires. Su autor es Marcelo Cohen. Excelente traductor de Scott Fitzgerald y Purdy, en el '76 emigró a España. Una década después, repatriado momentáneamente, trató de comprender los cambios y las continuidades que tenían lugar en la ciudad y sus habitantes.
Por supuesto, el artículo es bastante más extenso, y aparece completo en "El Nuevo Periodismo", revista Punto y Aparte de Montevideo, número 17, de Diciembre de 1988. Con un poco de suerte, supongo que podrá conseguirse en alguna buena hemeroteca.
En realidad, los dos últimos tópicos tratados por Cohen son los que más me llamaron la atención. El primero es el de las mujeres argentinas en general y porteñas en particular. El segundo, hace referencia a los periodistas. Hoy, me gustaría mostrarles las palabras que se refieren al primero:

Buenos Aires es una de las mayores aglomeraciones mundiales de mujeres hermosas. Morenas de ojos claros, indias espigadas, pelirrojas de pómulos salientes. Esta belleza, con todo, se diluye bajo la parafernalia destinada a exaltarla. Los apósitos multiplican la artificialidad. Dan miedo, en el fondo. Por otra parte, la liberada mujer argentina, moderna y pispireta, está obligada a vestir una ropa comparada con la cual el corset victoriano parece un ensueño de comodidad. El pantalón ajustado hasta el jadeo no sólo es cruel con el hombre que mira al pasar; tal vez sea el pasaporte a la escoliosis, cuando no a la insensibilidad clitoridiana. La futura enfermedad social femenina será el síndrome del culo parado. La víctima, claro, a la altura del victimario. Hay en esto algo más que una cuestión de gustos. Cada mujer que ofrenda su trasero a la mirada pánica está redimiendo a un machito atosigado por el miedo a "perder el invicto". Por lo común, este miedo se expía en frases hechas: no parece que haya otra lengua popular en la cual tener suerte se exprese como "tener culo" y la amenaza más severa al rival sea la de "romperle el orto". Sin embargo, las mujeres no tienen culo sino "cola", "colita", "pavito". Putas, sí, pero vírgenes en lo más resbaloso. Una cola se puede pisar, pero perforarla es más complicado. En todo caso, siempre le queda al varón la posibilidad de comérselas, a las mujeres. Véase si no la variedad de símiles alimenticios: churro, bombón, cachito de pan, sólo en los últimos años reemplazados por la metáfora animal: potra, yegua, loba, etc...
... ¿Conocen un retrato más acertado del femenino ser nacional modelo '88 y de cómo los "caballeros" solían tratarlas? Aquellos y aquellas de más edad, con algo más de vida en sus espaldas, ¿cómo vivieron esos años de la "liberación democrática"?

*Pronto, el segundo tópico.

Escrito por J.E.L.
Comentarios

Me gusta mucho más cuando el verbo está relacionado a la comestibilidad, porque implica la intención de saborear y por lo tanto un intercambio más placentero.

Muy buen post, señor matrix.

Comentado por irene

"Buenos Aires es una de las mayores aglomeraciones mundiales de mujeres hermosas".

Gijón es otra...

Comentado por GOLLUM
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