Miércoles 05 de Febrero del 2003

IGLESIA

Le recuerdo, estimado amigo, cierto post publicado el 12 de Enero, en estos mismos cinco centímetros de red. Si mal no recuerdo, se titulaba "...ZERO...", y en esas líneas, intoxicado por la adoración repentina (que se torna permanente), citaba un verso donde se leía, claramente, la palabra God, así, en inglés. Ok, ok, era una cita, pero creo que es válido y sirve como prueba de que utilizo palabras extranjeras en mis escritos. Claro, primera referencia: mi nickname.

Ahora bien... me tomé el trabajo de leer los artículos que hacen mención al episodio de censura del que fue objeto el Sr. Javier Marías, linkeados por usted en su post precedente. Y noté un pequeño detalle que me llamó la atención, en el primero. Transcribo: "(...) la Iglesia Católica me trae tan sin cuidado; espero tan poco de ella en cualquier terreno (...); y, en suma, la considero tan ajena a mis inquietudes y preocupaciones, y tan lerda en sus argumentos e interpretaciones, y tan afanosa en sus influencias y sus bienes seculares (...), que apenas presto atención a lo que dice, propone, manda, predica, condena o prohíbe.".
Si la Iglesia católica y todo lo que la rodea lo trae tan sin cuidado... ¿para qué corno escribe un artículo hablando de ella? Es un desperdicio de tiempo, palabras e ideas. No obstante, tengo que admitir que el susodicho artículo me agradó. Es notable cómo la religión puede llegar a ser sinónimo de negocio.
Al respecto, tengo una anécdota que acaeció hace un par de semanas...

Resulta que, tras más de diez años, volví a viajar a la ciudad de La Plata. Aproveché la escapada para visitar la Catedral, que se yergue en el centro geográfico de la ciudad. Quería ver de una buena vez esas torres terminadas y, si era posible, treparme a ellas.
Era posible, pervio abono de $5, en concepto de entrada al Museo que funciona en el subsuelo del templo, y que da acceso (el único acceso) a los ascensores que llevan a las torres (bueno, es una Catedral Gótica Moderna, hay que reconocerlo). La visita al museo incluía un guía, que iba detallando las principales características de la Iglesia y de la ciudad, ya que estamos. El caso es que, tras mostrarnos las magníficas vistas que se tenían desde las ventanitas construidas para tal fin en lo alto de la aguja derecha, nos hizo descender al nivel inferior, ése donde estaba el techo antes de que se decidiera terminar la construcción.
Colgado de una pared, estaba el dibujo original del frente de la Catedral, tal como debería verse desde enfrente, desde la Plaza Moreno. El guía, todo sonrisas, nos dijo que el modelo acabado era exactamente igual al que veíamos en el dibujo, salvo por un detalle. E invitó al contingente turístico a que lo descubriera. Claro está que, entre tanto firulete dibujado, nadie consiguió descubrir la diferencia. Entonces, el guía nos explicó que, en el trazado original, la escalinata de acceso cubría todo el frente de la edificación. En el modelo final, en cambio, sólo ocupaba la parte central, y llevaba directamente al portal de entrada.
Exclamaciones de "Aaahhh", "Ooohhh", "Uuuhhh" entre los presentes. Un "detalle", justamente. Y todos habían subido por esa escalera, y le habían preguntado al guardia de seguridad apostado en la puerta si se podía subir a las torres. Y el guardia, solícito, explicó que se debía bajar la escalinata y tomar, a derecha o izquierda, por la rampa que llevaba a la confitería y el museo, cuyas puertas estaban al ladito de la afamada escalera.
Movido por un resorte, dije, dirigiéndome al guía: "Discúlpeme, señor, pero tengo una pregunta." Él, con sonrisa de Guason, me invitó gentilmente a formular mi duda. Entonces, yo inquirí:
-En el proyecto original, ¿se contemplaban las instalaciones de la confitería que hay abajo, o son un añadido posterior?
-...

Cuando salimos de la Catedral, la señorita amiga que me acompañaba me dijo (aclaremos que yo no presté atención a la respuesta del guía, porque me quedé mirando el dibujo y preguntándome para qué sacrificar escaleras/escalinatas tan bonitas): "Che, al tipo no le gustó ni medio lo que dijiste sobre la confitería. Pusiste en evidencia que es una forma de lucrar". Ahí caí en la cuenta de lo que había hecho, pero no tenía ganas de confesarme, esa tarde. Me limité a decirle: "Es cierto, me dolió diez mangos"...

En fin... Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Escrito por J.E.L.
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