“Una ácida crítica a la sociedad actual” El País.
“Muy realista” . Mondobrutto.
“Valiente, arriesgada, una propuesta cinematográficamente compleja que bebe del cine oriental de principios de los 80 y del etc”. Fotogramas.
Hay películas que dejan una huella profunda en nosotros y nos invitan a la reflexión sobre la vida y la composición química del Farmatint. Ésta es una de ellas. Es una pena que los cines españoles se dejen arrastrar por la tentación del éxito fácil y de las superproducciones norteamericanas que arrasan en taquilla, existiendo filmes sinceros y directos como éste en los que el entretenimiento no está reñido con la actividad neuronal.
Home pandillera es una película hermosa; violenta, de acción fulgurante, repleta de poesía carpetera que hiere por su honestidad, pero profundamente comprometida con los problemas de su tiempo. Es también una película dolorosa. Diálogos como el que mantienen la protagonista y su portero a través de la mirilla de la puerta nos remiten a la amargura del nihilismo intrínseco de las relaciones interpersonales:
_Yo...presiento que llevas el mismo jersey que ayer.
_Es el mismo jersey, sí...¿cómo lo has sabido?
_Nada cambia, todo permanece. Mañana tampoco te cambiarás de ropa.
_Puede que no.
_No me puedo entretener más, hoy pasa el butano.
Narrada por un personaje con el que cualquiera podría identificarse (¿quién no ha pasado veinte años de su vida encerrado entre cuatro paredes?) Home pandillera pone al espectador en un compromiso ético enfrentándolo a la cara más sucia y rastrera de la vida cotidiana. La violencia sutilmente evidenciada en la escena de la reunión de comunidad, con esa fotografía iridiscente que hace resaltar la crudeza de la situación y el conflicto moral al que la protagonista se enfrenta ante la corrupta propuesta de fundar una peña atlética en el bloque expresada amenazadoramente por parte de uno de los depravados vecinos ; la tensión sexual apenas sugerida pero perfectamente palpable en las escenas con el pizzero lolito, la paradójica ternura subyacente en toda la trama, que se ve contrarrestada por la agresividad de los planteamientos , así como la profundidad psicológica de los personajes; la asimilación de los conceptos filosóficos de Kierkegaard y las irónicas alusiones al colorante (“el apio del pueblo”, como lo denomina uno de los personajes)...Todo ello hace de esta producción una cinta indispensable para el cinéfilo de hoy, una joya fílmica que late al ritmo de una salvaje banda sonora entre la que se pueden encontrar temas tan aguerridos como “Every neighbour’s daughter” de los Simply Brothers (un clásico de los años 20) o “Nothing can stop my stereo” de los Kentucky War Chicken, veteranos del hardcore preescolar de los 80.
(Hoy en Radio Montemar: Miguel ha de lidiar con un invitado exigente. Audearlo.)
Anoche tuve una experiencia visual que nadie que no estuviese conmigo podría llegar a comprender en toda su magnitud. Por un momento (unos tres cuartos de hora) me rendí ciegamente a la imagen de un ser casi mitológico, un hombre irreal, una estampa ochentera que ha dejado huella en mí y en mis acompañantes nocturnos. Me parecía que si me acercase y extendiese la mano se desvanecería. Era la cosita peluda y grande más encantadora y mística que he visto desde la actuación de King África en una gala de antena 3 hace dos veranos.
La situación se dio como sigue. Mis acompañantes y yo caminábamos en dirección al bar antro-yeyé del que me enamoré el fin de semana pasado (Green Village para más señas). Zigzagueábamos por las malacitanas calles cuando, bajando una cuesta, descubrimos a nuestra izquierda un bar de aspecto curioso en el que nunca habíamos reparado. Se llamaba algo así com hell no sé qué-en realidad no lo sé porque las letras góticas de encima de la puerta eran casi ilegibles, pero me apostaría la parte occidental del bazo a que decía algo parecido. Debajo de las enrevesadas letras aparecía una gran calavera de gesto furibundo, y creo que con un casco vikingo. Retrospectivamente me doy perfecta cuenta de que ya en ese momento la dulce criatura ascética nos llamaba, de alguna manera que escapa a la razón y al entendimiento humano, porque casi sin pensarlo dos veces dirigimos nuestro paso caballil y cascabelero hacia el sitio en cuestión. Al principio imaginamos que en cuanto entrásemos una banda de sectarios ocultistas se nos echarían encima con intenciones no demasiado amables (que te arranquen los ojos y luego beban tu sangre a la salud de Azrael no me parece un recibimiento adecuado, diría incluso que es una señal evidente de mala educación), pero cuando la puerta se cerró tras nuestros lomos nos sorprendimos. Únicamente nos miraron raro. En definitiva, era un sitio como otro cualquiera, sólo que la cantidad de champú necesaria para la higiene general sobrepasaría, doblando o triplicando, la que haría falta para la limpieza capilar total de los parroquianos de cualquier otro bar. Resumiendo: muchas camisetas de Slayer.
Vozenoff tuvo la suerte de visitar los baños, donde, según sus propias declaraciones "hay un charco raro en el suelo y el lavabo es decorativo porque los grifos no funcionan, pero se usa para dejar los restos de tabaco y demás en las manipulaciones porreriles". Lo mejor fue la inscripción que vio escrita allí: "Necesito tu alma". Nos pasamos varios minutos formulando hipótesis al respecto. Las conclusiones a las que llegamos fueron, más o menos:
1. Lo había escrito un iluminado (en este caso, un oscurecido) que se creía una especie de vampiro tras pasar años de su vida metido en su cuarto leyendo novelas góticas y revistas heavys alternadamente, y escuchando hasta aprenderse de memoria todos los discos que salían en la parte de metal de nuestro muy llorado audiogalaxy.
2. Lo había escrito un tipo normal momentáneamente oscurecido por los efectos de ciertas sustancias y la influencia de la música ambiental del bar.
3. Lo había escrito un tipo que pisaba el bar por primera vez, a quien ni siquiera le gustaba la música en cuestión, por hacer algo.
Pero todo esto es superfluo. Porque nada más entrar le vimos, a Él. Para que el lector se haga una idea me permito adjuntar un retrato robot del individuo. Más o menos era así:
No se diferenciaba mucho exteriormente del resto del rebaño. Pero había algo en él que invitaba a la reflexión metafísica. Quizás era su total inmovilidad. En el rato que estuvimos allí se movió cuatro veces, una para dar un trago a su cerveza Águila, otra para liarse un cigarro, otra para mirar brevemente la tele y otra para rascarse la barriga. Era como un tótem , un símbolo de la eternidad frente a lo provisional y caduco. Se sabía con sólo mirarle que llevaba allí muchas horas, y que probablemente pasaría muchas más, se presentía que el sitio donde se sentaba era Su Taburete, que era una especie de divinidad o mascota en aquellos parajes. Nos preguntábamos si estaría pensando en cómo conseguir dinero para comprarse una moto, en el fuego eterno o en Xena, la princesa guerrera. Fuera lo que fuese debía ser algo muy profundo. Incluso más tarde le salió un discípulo, un tipo solitario que al principio estaba acodado en una esquina de la barra y que progresivamente se fue desplazando hasta sentarse junto a nuestra criatura , sediento sin duda de aprendizaje. Nos sorprendió ver que intercambiaban breves frases. El dios parecía mostrarse poco comunicativo a pesar de todo y supusimos que respondía a las preguntas del discípulo con toda suerte de acertijos y extrañas parábolas de difícil comprensión, con las que probablemente pretendía medir el poder del aprendiz. Me pareció leer en sus labios la siguiente conversación:
_Maestro...qué he de hacer para llegar a ser un verdadero heavy impasible.
_Déjate crecer el pelo; cuando la espada de Camael* apunte a la luna nueva y las tinieblas dejen entrever el fuego de la roca, pide otra Águila.
(* Esa parte no la entendí bien, al no estar familiarizada con el tema. Puede que fuera otro nombre).
Nos quedamos tan sobrecogidos por la personalidad del tótem que cuando nos marchábamos hicimos un amago de hablarle. Le toqué (sí , a él) en el hombro, y cuando volvió su sonrosado cutis mofletudo hacia mí casi me quedé sin habla. En ese momento alegamos no ser de Málaga, preguntando a continuación si sabía algún sitio cercano abierto donde se pudiesen consumir alimentos sólidos. A esto, y después de un breve instante durante el que sus ojos recorrieron pausadamente la pata de venado que asomaba por mi bolso, respondió:
_Ai don andestán. Sorry.
Sin duda su inteligencia venció. Algo me dijo que no nos consideraba dignos de establecer comunicación verbal con él, que aún nos hallábamos lejos de su capacidad de abstracción. En realidad estoy convencida de que la críptica respuesta no fue más que una sabia y metafórica manera de expresar nuestra falta de preparación espiritual para empezar a dialogar con él sobre el devenir de la existencia y el fin de los tiempos y el séptimo cuerno del séptimo sicario de Belcebú, o sobre quién tiene más encantos, Samantha Fox o Sabrina.
Nos marchamos derrotados finalmente, bajando hacia el Green Village con el gesto entristecido y la mirada perdida, pero con la firme propuesta ya hecha: volveremos a visitar el sitio. Volveremos a intentar ser aleccionados. Haremos méritos.
Serán informados. Nuevos héroes para Caína.
Escuchen de sus propios labios las cosas que le pasan a Vozenoff. He aquí un superviviente...
Anécdota del batido
Sí. Invariablemente. Siempre brilla el sol y siempre hay donceles de buena presencia y aparentemente poco seso dispuestos a hacer lo que sea por una, a mostrarse siempre amables y encantadores, a abrir la portezuela de ese cochazo pequeño pero molón, a decirte lo blancos que tienes los dientes y lo bien que huele tu jersey (por cierto, con qué lo he lavado), a repeinarse el flequillo fashion con ese gel capilar tan fabuloso y a darte un revolcón en una playa limpia y llena de arena libre de colillas y restos de tortilla de patatas con un chiringuito al fondo y ni rastro de gente vomitando alrededor, como cierto conocido apuntaba.
También apuntaba que en circunstancias reales lo que uno se encontraría en la mano en vez de ese sostén bordado sería algo menos agradable,mientras que probablemente la dama que después aparece entre la arena sería realmente el típico amigo con el que se sale a beber y a alienarse por ahí y a hacer el ridículo diciendo cosas sugerentes a camareras poco dadas a la conversación sobre el capítulo 23 de V.
Desde el punto de vista femenil (cómo odio tener que decir eso) ocurre lo mismo. El tipo que te da su número de teléfono en un paquete de chicles (lo cual ya es suficientemente estúpido, sin hablar de la cara de lerdo integral del individuo) en realidad nunca te lo da a ti, y si te lo da te dice "pásalo" para que le llegue a la rubiaca estúpida que está en la mesa de al lado. Otro idiota te persigue a la salida de un bar pidiéndote la dirección, el nombre, el teléfono, lo que sea, poniéndose incluso de rodillas para conseguir su objetivo. Pero el tipo no quiere que le beses; quiere tus datos para poder denunciarte de algún modo por haber dejado caer una lentilla en su cubata. Marcos se cabrea contigo por dejar que tu asqueroso hijo, primo o hermano le quite su plato de Salto después de someterle a un chantaje emocional grave. El cursi que te dice que no sabe adónde vais pero que dormirás bajo una manta de estrellas se propone tirarte del coche en marcha en medio de una serranía solitaria y repleta de lobos para quedarse con todos tus discos de Sr. Chinarro. Tu menstruación se parte viendo cómo intentas alargar tu jersey con desesperación suprema. Los padres de la vecinita china te llevan a juicio alegando secuestro. El yogurín a quien no dejas dormir a fuerza de enfocarle con un flexo te lanza una zapatilla mientras te llena de improperios durante aproximadamente tres minutos, después de lo cual se larga y no vuelves a saber de él...
No sé en la tele, pero en la vida el sol me han dicho que produce cáncer de piel.
Ana Caína.
(Hoy en Radio Montemar: Miguel, consejero para todo. Audee aquí.)
Domingo. Tres de la tarde. Caína se despierta con una llamada telefónica sin contestar dirigida a su idiota, o entidad fraterna, y tras escuchar el mensaje dejado por una de las zorrillas jipiosas que conforman el harén de dicha entidad procede a volver a dormirse, no siendo capaz ya de llevar a cabo dicho acto. "Bueno, pues me como un yogur", se dice la desdichada, y comete el error de levantarse y dirigirse a la cocina, donde pasa del yogur y lo sustituye por un tazón de café. Lógicamente, teniendo el café ha de conseguir asimismo el cigarrillo de marras sin el cual es imposible poder beberse el sospechoso líquido negro aguado que escupe su cafetera. Problema básico que se presenta: no le queda tabaco. Hace pues dicha mujerzuela (me lo digo con todo el cariño del mundo) un esfuerzo sobrehumano y se viste, después de pasarse un buen rato tirada en el suelo pegada a la estufa y mirando a su alrededor con gesto de estar pensando en los baños públicos de la Venta del Mirador.
Una vez comprado el tabaco vuelve al hogar, ya tranquila, pensando en el medio litro de café recalentado que podrá saborear entre calada y calada nicotínica. Se siente estúpidamente dichosa y a causa de ello se confía y comete el error de abrir su bello winamp modelo Rocky horror picture show y poner lo primero que le aparece, que resulta ser una copla de The Delgados. No dudo que puedan ser animosos, incluso despreciablemente alegres, si se analiza mucho. Desgraciadamente la copla que dejo a reproducir es The drowning years. Muchos no sabrán seguramente de qué demonios hablo, pero puedo asegurar que no es una experiencia satisfactoria. Que si un violinillo por aquí, que si el tipo con voz de aguafiestas dando razones para deprimirse, que si las guitarras borderiles taladrando la oreja.
La razón se apodera de mí y trato de arreglarlo. Peor. One caress,de Depeche mode (sí, no es broma).Ochentera, oscurilla, cursiloide. Empiezo a mosquearme y a pensar que todo podría deberse a algún conflicto interior , que quizás en realidad no me levanté feliz, sino con ganas de ser víctima de un suicidio involuntario o to leave me unimpressed...just one caress...Dios mío. El caso es que intento quitarla y no me sale. Me he quedado atrapada en un bucle espacio-temporal que now you offer me eternal darkness. Acabo cabreada y encima el winamp se me pone chulo, y tengo un problema, señor doctor. "Cuénteme, well i'm down on my knees again...".
Bueno. Pues nada. Citando a Fernando Fernán-Gómez, a la ésa, when this world is trying no sé qué unimpressed.
(¡¡Nuevo!! Radio Montemar, resumen diario. Audee la sesión de hoy aquí. ¡Arranques psicópatas!)
Hoy, será por ser 14 de pre-marzo , me siento melancólica, tierna y algo inclinada a expeler el humo del cigarrillo de forma suspirante sobre la pantalla. Recuerdo los días dulces en que con sumo recato mozos jiennenses y yo nos palpábamos tórridamente las ternillas de las orejas a la luz de la luna reflejada en una litrona de El Alcázar (la mejor cerveza sin duda, y no porque sea de Jaén) mientras a lo lejos por el bosque correteaban los jabalíes y gritaban quinceañeros ebrios rulando por las escarpadas cuestas de Valparaíso , sitio oficial de encuentro, y bucólico, de los jóvenes pobladores de Beas de Segura.
Pero ya pasó, y ahora, triste y sola como una estudiantina, me dedico a la reflexión platónica y a las fantasías más salvajes con Chris Peterson como protagonista.
Porque Chris me pone. Siempre me ha puesto. Esas camisetas de rayas, ese ir y venir con calcetines blancos, esa alopecia refulgente , insinuada apenas, bajo cuatro pelos rubios...Su manera de respirar...No seguiré, porque no es de señoritas educadas hablar sobre bolsillos sudados y banjos eléctricos (una de las buenas cosas que puedo disfrutar gracias a que no soy una señorita).
Por otro lado, mi pasión por Chris no es sólo interés carnal y físico. Es verdadero amor. Soy arrastrada por imágenes tremendamente conmovedoras en las que nos visualizo a Chris y a mí corriendo a cámara lenta por una pradera, mientras suena esto, y un toro retozón nos persigue en lontananza. O pensar en nosotros yendo de ferretería en ferretería preguntando dónde está el baño.
Sería hermoso, y creo verdaderamente que el cruel destino ha traído aparte a dos almas que se pertenecían. Somos las dos mitades de un delicioso sándwich de atún de las máquinas de bocadillos del aeropuerto. Si nos hubiéramos conocido ya nunca nos habríamos separado. Incluso los dos nos llamamos Cris (él con una hache intercalada, para que al llamarnos la gente por la calle sepamos a cuál de nosotros se refieren). Seríamos Chris y Cris, pasaríamos horas hablando de capítulos desconocidos de El lagarto Juancho o de las caras b de discos de los años 40. Le acompañaría en sus repartos, y ya nunca caería sobre un coche por mirar el trasero de vecinas zorrimucias porque su propio trasero se hallaría en peligro conmigo detrás.
Soñando...
Ana Caína, derretida toda ella ya.
Ya en una ocasión el señor Vozenoff, Mr. Boli y esto que escribe pasamos una hora aproximadamente metidos en el coche aparcado escuchando esta emisora grandiosa. Pensé que las apreciaciones y teorías tremendamente reveladoras de que fuimos testigos auditivos serían cosa casual. Pero descubro que no; Radio Montemar es así. Audaz, campechana, despreocupada y confiada en el trato...Mañana llamo.
Escucha al tierno Miguel hablando con un vendedor ambulante problemático.
Audea la sencillez con que se invita y despide a los oyentes, todo ello regado con unos cuantos datos biográficos.
No puedo creer que existiendo cosas como las anillas para mantener las servilletas enrolladas o los tirantes o las redecillas del pelo no exista en esta zorra ciudad un solo fontanero-24 horas. Me resulta increíble y me mosquea sobremanera pensar en que faltan bastantes horas para que venga mi portero o para que algún maldito móvil de algún allegado no me salga con el mensaje de voz de prostituta cara. Mientras tanto alguna zona de por ahí donde están esas cosas raras metálicas con cables que hay debajo de mi fregadero y que no me atrevo a inspeccionar gotea inexorable, sin parar, sin parar, plic, plic, plic...¡Me vuelvo loca!. Seré la primera estúpida que haya muerto de cansancio fregona en mano y de rodillas sobre tres toallas empapadas. Puede que ni siquiera muera de cansancio y lo haga por asfixia, al expresar entre dientes palabras malsonantes demasiado largas e inadecuadamente espaciadas verbalmente a causa de la rabia que inunda (y literalmente si pronto no muevo las posaderas) todo mi diminuto e inútil ser.
Y me tiene que pasar a las cuatro y media de la mañana. La hora más indicada. A pesar de mi desesperación (o justamente por ella) quiero dar las gracias desde aquí a toda la empresa Danone y en especial al Poeta de la Mousse porque sin ellos me hubiera ido a dormir sin entrar en la cocina y consecuentemente sin reparar en que el Mississippi se ha mudado a mi casa. Incluso me ha parecido ver algún vapor repleto de yankis de 1920 que me saludaban y hacían cucamonas desde la esquina del cubo de la basura.
No puedo creerlo en realidad. Me siento indignada y estoy deseando encontrar el teléfono del fontanero que hace escasos meses visitó mi cuchitril para "solucionar" este mismo problema. Cuando lo vea le daré una extremaunción barata, a imagen y semejanza de sus chapuzas.
Puede que no sobreviva. Oigo desde aquí ese goteo demencial, "nunca más, nunca más" dice con calma obsesiva. Se me han acabado las toallas y no puedo quitar más agua porque el único cubo que tengo está justo debajo del sitio de donde parece que se ha producido el escape. Curiosamente cada vez que entro a los cinco minutos de haberlo fregado todo (y con el cubo bajo ese chorro mortal de los bajos del fregadero) vuelvo a encontrar agua. ¿De dónde sale?? ¿Qué hay exactamente debajo de mi cocina? ¿Por qué nadie me avisó de que habían construido este piso encima de un cementerio de buzos?
También aprovecho estos momentos para deposicionar sobre mis antepasados más cercanos en el tiempo. Me mudo aquí sola, torpe y encantadoramente lerda como soy, y la mujer que me otorgó la vida se dedica a darme instrucciones del estilo de "no dejes las alcachofas más de seis meses en el frigorífico" (sabiendo como sabe que odio a muerte las alcachofas) o en plan "cuando pongas la lavadora acuérdate de los letreros que te he dejado tatuados detrás de la oreja donde pone las cantidades de detergente y suavizante según los kilogramos de ropa sucia". Buenos consejos, no lo dudo, pero no hubiera estado mal que me aleccionase asimismo sobre temas como Precauciones con la bombona de butano o Lugar donde se puede encontrar la llave de paso del agua en la cocina de Caína y cómo manipularla. Y no hablemos de mi padre. Siempre obsesionado con la seguridad y sólo se preocupó por aquel entonces de que ningún cuadro se cayera y me partiese la crisma, dejando varios agujeros de 5 cm de diámetro con cada comprobación suya , consistente en colgar sus ciento cincuenta kilos largos (a lo ancho) de todas y cada una de las alcayatas que clavaba a duras penas con el fabuloso trozo de mármol sobrante de la cocina que mi madre bautizó como “mi martillo” y elemento estrella de ese tupper XL que igualmente la autora de mis días denomina “mi caja de herramientas”.
Es posible que mañana no exista ya Ana Caína. Quién sabe, quizás hoy es mi última noche entre los mortales y mañana sea mi obligación ir a rendir cuentas, hacerle la pelota a San Pedro o hablar de grupos de música satánica con el Diablo cojuelo, según me toque. Aunque es más lógico que acabe en el limbo, con todas esas otras almas idiotas que fueron malvadas en vida pero a las que no se ha mandado al averno por si organizan algún estropicio con sus despistes. Sea lo que fuere lo que me depare el futuro, recuerden todos: si se van a vivir solos no dejen las alcachofas más de seis meses en el frigorífico. Requiescateando in pacem, Ana Caína, Ofelia por error.
La fe, al fin, me acoge en su seno; se nubla en momentos como éste ese vano escepticismo snob de nuestros días, al fin comprendo los misterios del Más Allá y veo una nave planeta y a Cristo y cruces y al final de todo casi me atrae una luz.
Caroline.
Antes de largarme a acicalarme (hoy toca bolera) no he podido resistir la tentación de adjuntar aquí, en exclusiva, los diseños para la camiseta de nuestro equipo, llevados a cabo por el sr. don Boli. Esto SÍ es elegancia, distinción y clase. Ver modelo caballero.Y el modelo para dama y plumíferos,aquí.
El bigotudo de Marcel Proust tenía razón con la historia aquella de repostería y remembranzas. Eso no justifica, desde luego, que nos encontremos en las librerías En busca del tiempo perdido dividido en cómodos (y a varios puñados de euros cada uno) ejemplares separados , como capítulos a granel o algo así. No lo he leído y decididamente no entra en mis planes hacerlo, pero imaginándome al tipo mordisqueando una magdalena y volviendo al pasado _ espero que a uno que no esté en ningún baúl propiedad de Karina _ he descubierto que algo similar me ha sucedido esta madrugada mientras me echaba una Coca-Cola en un vaso de a medio litro (Sr. Boli, si me está leyendo, gracias por la minivajilla de colorines, pero las bebidas espirituosas es mejor que me las siga echando en los de antes, para retrasar el empuje genético que , al observar a mi entidad paternal, parece augurarme la tenencia ilícita de mascotas no identificadas , denominadas “pochi” cariñosamente por los allegados y “barriga cervecera” por el resto de mortales. Pero me estoy yendo por las ramas).
El tema era el siguiente: la Coca-Cola y yo. Haciendo una especie de extraño viaje temporal en el que me he saltado gran parte de mi juventud y adolescencia (esa época de triunfos, en los que paseaba mi uniforme de animadora por todos los cementerios de la comarca) he retornado al lugar primigenio que la Coca-Cola ocupó en mi vida: los cumpleaños.
Ya sé que parece imposible, pero sí, tuve una infancia, y sí, me invitaban a todos los cumpleaños de los hijos de las amigas de mi madre. Y mi madre por desgracia ha tenido una vida social amplia, así que me puedo considerar una experta en la materia cumpleañil, y por extensión en la de la depresión prematura. Puedo por tanto afirmar, sin temor a equivocarme, que en todo cumpleaños anterior al 89 había una serie de elementos sin los cuales ningún criajo despreciable celebraba el día más asqueroso de su vida. Y un elemento importante era la Coca-Cola (y la Fanta y similares...a fin de cuentas todos tienen los mismos componentes químicos sospechosos de a mayúscula, guión y cifra). También era de rigurosa obligación el cassette cutre con cintas de Parchís o Machinga zeta o los pajaritos o cualquiera de esos tesoros musicales _lo único que merecía la pena _, y de los atuendos mejor no hablar (a esto dedicaré un capítulo completo). A veces la cosa podía animarse inesperadamente con una piñata, una excusa para partirle al fin la cabeza a algún asistente, aunque esto era en ocasiones excepcionales. Pero es que profundizando descubro que yo misma era uno de los elementos imprescindibles: ese niño/ata que en todas las celebraciones, invariablemente, derrama la Coca-Cola o se carga el juguete nuevo del protagonista o pasea la dentadura postiza de la abuela por toda la mesa creyendo que es otro regalo curioso (a veces las dos cosas a la vez, o incluso las tres...con cuántos lanzamientos de dentadura postiza habré derramado una hilera de vasos, acabando los dientecillos flotando en el contenido de aquellos que no alcanzó la furia mortal de mi brazo de acero). Resumiendo poéticamente: yo soy ese niño que se sentó en sus tartas, ese pejigueras que se quedó con un dedo pegado en el congelador al ir a por los polos de café con leche, la pazguata que se partió el bazo estrenando la bici ajena sin haber practicado antes con una propia. Yo soy la aguafiestas que hizo sus 80 más dignos y honorables. Y hoy observo cómo todo vuelve y se repite y me llena de júbilo , y me dan ganas de salir en bragas a la terraza a bailar coplillas del Payo Juan Manuel cuando pienso que en este mismo instante, derramando el vaso de medio litro de Coca_Cola, reafirmo mi personalidad y seguramente hago feliz a alguien en alguna parte, otra vez.
Jolgorio, albricias, fiesta vikingo-maquinera.
Ana Caína.
Creo que me estoy obsesionando con esta película. Debería pasar otro ciclón por Málaga, a ver si de repente todo se llena de niños malhablados vestidos de vaqueros...Y todos juntos esnifando pegamento vivir en armonía...
Hoy es un día de ésos en los que una piensa lo maravilloso que es vivir. Estar continuamente respirando toda clase de microbios, tener la oportunidad de hacerse una brecha de medio metro intentando abrir una latilla de sardinas en aceite, saber que cada vez hay más posibilidades de ser atracada en la calle, que en sueños ni Emilio Aragón te trate con condescendencia.
Me considero una cosa afortunada por tener el preciado don de la vida en mis manos, aunque preferiría tener un billete de cincuenta euros, para asegurarme un entierro digno metida en una bolsa de basura y que la Orquesta Amanecer toque grandes éxitos del verano del 92 mientras el camión se aleja, llevándome a un sitio mejor. Mientras ahorro, me dedico a disfrutar de mi existencia visionando divertidas películas de niños psicópatas que matan gatos y viejas y se visten de conejo, o mis episodios grabados de Apartamento para tres. Tengo unos cientoveintiséis trabajos que entregar , pero eso es lo de menos. No dejes para mañana lo que decididamente puedes dejar de hacer justo ahora para no volver a pensar en ello.
La vuelta a clase ha sido una de las experiencias más hermosas que seguramente tendré en los años que me quedan por rular por este mundo. Profesoras jipis que me miran con pena, niñatas en plan tía-marta-de-anuncio-de-Kinder dándome la bienvenida, personajes Disney metamorfoseados en modernillos que me ofrecen apuntes. ¿Qué más se puede pedir?
Pues los cincuenta euros para mi entierro, creo.
Helos aquí.¿En qué lugar del mundo que no sea una bolera se puede encontrar gente con verdadero sentido estético, moral y filosófico?
Y para escucharlos pincha en verde