23 de Octubre del 2007

Del aire y la tierra

Justo en ese instante, a poco espacio y tiempo de tocar el suelo, el universo se detiene, poco a poco, mientras el aire en mi espalda se vuelve suave. En ese preciso instante siento la vida, siento que han valido la pena tantos rayos de sol, tantas noches sin luna, toda esa lluvia que me recuerda que nadie es dueño de nada por mucho tiempo.

He bailado hasta la locura en las tempestades, he sentido el sol abrasador y la nieve caer como una delicada y pesada sábana.

La distancia es cada vez más pequeña. Ya estoy aquí. El sol, eterno observador, me acaricia levemente por última vez, me habla, me dice que no debo tener miedo. Con una ancestral sabiduría me dejo mecer justo antes de tocar el suelo, solemne, reflexiva, tranquila. La humedad se convierte en una manta que me envuelve con dulzura y el origen y el fin me dan de nuevo la bienvenida.

Ahora comprendo que la muerte no existe, es la vida la que me inunda, la vida y la muerte, unidas, inseparables. Mientras me va invadiendo la muda ternura de mi nuevo hogar me siento dichosa de haber disfrutado mi vida como hoja. Pero ahora es el momento de ser tierra. La tierra que siempre fuí, la hoja que siempre seré.

Pensado por algo más que huesos a las 01:50 | Categoría: ser o no ser cebolla
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